Costa Rica repatria desde Estados Unidos 395 piezas de arte precolombinas

Las autoridades de Costa Rica presentaron este martes un lote de piezas de arte precolombinas que fueron repatriadas desde Estados Unidos con el apoyo del Gobierno de ese país y tras haber sido devueltas voluntariamente por ciudadanos norteamericanos.

Se trata de 395 piezas de piedra, cerámica y jade que, si bien salieron de forma ilegal de Costa Rica, fueron devueltas por ciudadanos estadounidenses que las tenían en su poder y que desconocían que representaban un valor histórico y cultural para Costa Rica, o simplemente consideraron que debían devolverlas.

Las piezas, entre las que hay vasijas, ocarinas, joyas, metates, figuras de animales y humanas, así como una esfera de piedra de 70 centímetros de diámetro, estuvieron por años en custodia de los consulados de Costa Rica en Washington, Los Ángeles y Miami, a la espera de recursos para costear la elevada inversión que requería su envío de regreso a Costa Rica.

Las autoridades explicaron que hay piezas que personas encontraron en cajas luego de la muerte de algún familiar y otros que simplemente conservaban las obras y decidieron que estaba mal tenerlas en su poder. Ningunas de las 395 piezas llegó a poder de las autoridades por medio de decomisos.

La repatriación se logró gracias a un acuerdo de cooperación entre Costa Rica y Estados Unidos y a la acción de varias instituciones costarricenses como el Museo Nacional, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Cultura y el Parque La Libertad.

La directora del Museo Nacional, Ifigenia Quintanilla, dijo a EFE que las piezas fueron devueltas voluntariamente por ciudadanos estadounidenses y que muchos de ellos desconocían su valor histórico y cultural, mientras que otros posiblemente se llevaron las piezas compradas como un recuerdo de alguna visita al país años atrás.

“Para Costa Rica esto significa mucho porque es parte de la recuperación de la memoria y la historia y porque tenemos la responsabilidad de resguardar esos bienes”, declaró Quintanilla.

La directora del Museo Nacional resaltó que Costa Rica no está acostumbrada a recibir este tipo de bienes arqueológicos por medio de devoluciones voluntarias y además subrayó la importancia de que puedan ser exhibidos al público en exposiciones y campañas de información.

La ministra de Cultura y Juventud, Nayuribe Guadamuz, alabó el trabajo colaborativo con Estados Unidos y entre las instituciones costarricenses, así como el “amor” con el que los funcionarios se esforzaron para conseguir la repatriación.

“De esta forma honramos a nuestros antepasados, a nuestros ancestros, recuperando lo que nos pertenece”, manifestó.

Por su parte, la embajadora de Estados Unidos, Cynthia Tellez, comentó que la cooperación estadounidense en este ámbito abarca más allá de la repatriación de piezas, pues se pretende invertir en capacitación de funcionarios y en iniciativas de educación y divulgación para que la población costarricense conozca de la riqueza arqueológica y cultural de su país.

“Estoy feliz de este acuerdo y de la inversión fuerte del Departamento de Estado para poder traer estas piezas que estaban en Estados Unidos y que son piezas valiosas y frágiles en las que había que invertir para trasladarlas de manera apropiada”, aseveró

Tragedia ambiental: Incendio forestal en Biobío consume cientos de araucarias milenarias

Desde hace varios días, el siniestro ha consumido 469 hectáreas de valiosa vegetación nativa, generando preocupación entre los residentes y autoridades locales. Entérate de toda la Información aquí.

Un devastador incendio forestal ha arrasado un bosque de araucarias milenarias en la Laguna El Barco, ubicada en el Alto Biobío, Región del Biobío.

Desde hace varios días, el siniestro ha consumido 469 hectáreas de valiosa vegetación nativa, generando preocupación entre los residentes y autoridades locales.

Paulina Purrán, delegada provincial de Biobío y habitante del Alto Biobío, informó que, debido a las desfavorables condiciones climáticas, los esfuerzos para contener el incendio se han visto obstaculizados. A pesar de los intensos trabajos de brigadas y aeronaves en días anteriores, el fuego aún no ha sido controlado por completo.

«Lamentablemente, este viernes no será posible continuar con las labores de contención debido al clima», expresó Purrán. Sin embargo, destacó que hasta el momento no se reportan daños a viviendas ni personas, aliviando en parte las preocupaciones de la comunidad local.

La delegada provincial también señaló que la zona afectada es un lugar de veraneo para muchas familias, lo que aumenta la tristeza y la preocupación por la pérdida del invaluable patrimonio natural.

Las autoridades continúan monitoreando la situación y trabajando arduamente para controlar el incendio y proteger la biodiversidad del área afectada.

Sin embargo, la magnitud del desastre subraya la urgencia de reforzar las medidas de prevención y combate de incendios forestales en la región, así como la necesidad de preservar y cuidar los ecosistemas vulnerables como el bosque de araucarias milenarias del Alto Biobío.

Una nueva especie de venado descubierta en los bosques del Perú

En los verdes bosques de Piura, al norte de Perú, se ha hecho un descubrimiento innovador: una nueva especie de venado, conocida localmente como pudú. Este descubrimiento revela la rica biodiversidad de América Latina y genera un llamado a intensificar los esfuerzos de conservación.

Explorando las riquezas ecológicas de América Latina

En las exuberantes extensiones de América Latina, donde la biodiversidad prospera en medio de culturas y civilizaciones antiguas, un avance científico reciente ha puesto de relieve la riqueza ecológica de la región. En la región de Piura, en el norte de Perú, un esfuerzo colaborativo de científicos peruanos, chilenos y brasileños ha llevado al descubrimiento de una nueva especie de venado enano, conocido localmente como pudú. Este descubrimiento enriquece nuestra comprensión de la fauna de América Latina y enfatiza la importancia de la colaboración transfronteriza para preservar el patrimonio natural del continente.

Publicado en el Journal of Mammalogy, el estudio “Primeras especies de ciervos vivientes descritas en el siglo XXI y revalidación de Pudella” marca un hito importante en la investigación zoológica. A través de una combinación de análisis morfológicos cualitativos y cuantitativos y evaluaciones de variación genética, el equipo de investigación ha revelado una especie que había permanecido oculta entre el denso follaje de los bosques de Perú.

Tesoros escondidos en los bosques del Perú

El Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas del Estado del Perú (Sernanp) anunció que esta investigación diferencia lo que antes se consideraba una sola especie, Pudu Mephistopheles, en dos especies distintas. Una, Pudella mephistophila, reside en la parte norte de la depresión de Huancabamba en Piura, mientras que la otra, Pudella carlae, se encuentra al sur.

Pudella carlae, en particular, es la primera especie de venado viva descrita en el siglo XXI y la primera en el Nuevo Mundo en más de 60 años, un testimonio de las historias no contadas que encierran los ecosistemas de América Latina. Caracterizado por sus patas cortas, este pequeño venado es endémico del Perú y se extiende desde el sureste de la depresión de Huancabamba a través de las yungas peruanas (bosques enanos y nubosos) a lo largo del lado norte y central oriental de los Andes peruanos.

Esta nueva especie habita en varias de las áreas protegidas del Perú, incluido el Parque Nacional Río Abiseo, el Parque Nacional Yanachaga Chemillén, el Santuario Nacional Pampa Hermosa, el Santuario Nacional Cordillera del Colán, el Bosque de Protección Pui Pui, el Bosque de Protección Alto Mayo y la Reserva Comunal Chayu Nain. La distribución de Pudella carlae en estos variados ecosistemas subraya el papel fundamental que desempeñan las áreas protegidas en la conservación de la biodiversidad y la supervivencia de especies únicas.

El descubrimiento de Pudella carlae es un llamado de atención para fortalecer la gestión de las áreas naturales protegidas donde reside. Sernanp enfatiza la necesidad de identificar amenazas a la especie, realizar estudios sobre su estado de conservación, biología y ecología, e implementar medidas para asegurar su preservación para las generaciones futuras. Este enfoque se alinea con estrategias de conservación más amplias en toda América Latina, donde la protección de la biodiversidad es cada vez más reconocida como primordial para el desarrollo sostenible y el equilibrio ecológico.

La historia de la conservación de la biodiversidad en América Latina es rica y compleja, moldeada por el conocimiento indígena, los legados coloniales y la investigación científica moderna. El descubrimiento de nuevas especies como Pudella carlae contribuye a la comprensión científica de la diversidad ecológica de la región y resalta la importancia de preservar sus hábitats naturales. A medida que América Latina enfrenta desafíos de deforestación, cambio climático y urbanización, identificar y proteger especies únicas se vuelve aún más crucial.

La colaboración entre científicos de Perú, Chile y Brasil para descubrir Pudella carlae ejemplifica el potencial de la cooperación regional para abordar los desafíos ambientales y de conservación. Al aunar recursos, experiencia y conocimientos, los países latinoamericanos pueden proteger mejor su biodiversidad compartida y promover un frente unificado contra las amenazas ecológicas.

Misterios sin explotar y exploración en curso

Además, este descubrimiento nos recuerda los misterios sin explotar dentro de los bosques de América Latina y la necesidad de continuar la exploración e investigación. Con vastas áreas del continente aún relativamente inexploradas, el potencial para encontrar nuevas especies y comprender la dinámica ecológica es inmenso. Estos descubrimientos enriquecen el catálogo mundial de biodiversidad y proporcionan información valiosa sobre las estrategias de conservación y las funciones ambientales de diversas especies.

Perú: ¡Mujeres en la historia! Declaran patrimonio cultural al expediente sobre las “rabonas” en la guerra con Chile

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación, al expediente sobre mujeres que acompañaron al personal de tropa, conocidas como “rabonas”, en los batallones del Ejército durante la guerra con Chile (1880).

Estos documentos se custodian en el Archivo Histórico Militar del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú. Esta declaratoria se da en el marco del Día Internacional de la Mujer.

Este expediente presenta una serie de valores históricos, científicos y sociales, relacionados a la identificación de su autenticidad, antigüedad y contenido. Representa, además, el desarrollo del papel de la mujer peruana en la guerra a finales del siglo XIX.

El valor histórico de este expediente permite dar a conocer diversos aspectos del período de la República del Perú durante la guerra con Chile.

Además, muestra como valor de fuente de la historia de nuestro país, por la forma en que el Ejército del Perú organizaba a las mujeres para asistir a los regimientos de infantería y caballería, con la finalidad de preparar la defensa de Lima en diciembre de 1880. Legitimando así, su papel en la logística que anteriormente cumplían las mujeres en estos batallones militares, personificado en las llamadas “rabonas”.

El valor científico de estos expedientes presenta un notable potencial como fuente primaria para la investigación histórica, en especial como complemento de las fuentes más conocidas sobre la guerra con Chile, en especial en lo relativo a la participación de la mujer y sectores populares en la defensa de Lima.

El valor económico-social radica en que se muestra una coyuntura en la que las necesidades y urgencias de la guerra posibilitaron que el gobierno organice el papel de la mujer en los regimientos, que durante mucho tiempo se halló invisible o menospreciado.

Aunque en el caso peruano, como el boliviano y parcialmente el chileno mismo, la imagen antigua de la rabona aun persistía, siendo la base de alguna de estas listas, la unión conyugal de la auxiliar con su soldado.

Según estudios, las “rabonas”, generalmente, marchaban detrás de la columna de soldados, preparaban la comida y atendían a sus maridos, parejas, familiares o hijos; reparaban uniformes, los parchaban y reforzaban para su mejor resistencia frente al combate, además, realizaban otras tareas domésticas.

Esta declaratoria se efectúa a través de la Resolución Viceministerial N°000062-2024-VMPCIC/MC, que lleva la firma de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Victoria Rosas.

¿A quién pertenece el millonario tesoro del Galeón San José?

España, Colombia y Estados Unidos disputan, en la actualidad, el ‘santo grial de los naufragios’ que tiene un valor de entre 4.000 y 20.000 millones de dólares.

Conocido como el ‘santo grial de los naufragios’, el millonario tesoro del Galeón San José tiene un valor de entre 4.000 y 20.000 millones de dólares y su pertenencia se encuentra, en la actualidad, en medio de una disputa legal entre una empresa estadounidense y Colombia.

Ahora bien, la historia es mucho más compleja y hay circunstancias que pueden ser determinantes a corto plazo. Según la ‘BBC’, existen acuerdos internacionales cuyas reglas rigen una serie de partes del proceso de la búsqueda de tesoros.

“Es un panorama muy complejo”

Robert Mackintosh, abogado de la Universidad de Southampton, ha explicado al citado medio que “la decisión de quién tiene el derecho a quedarse con el valioso contenido de la nave tiende a ser tomada entre países bajo “la ley internacional”.

“Es un panorama muy complejo, ya que muchos estados y personas pueden tener intereses variados y frecuentemente rivales en el naufragio, intereses que tienen sus orígenes y diferentes conjuntos de leyes”, ha señalado este experto.

A tener en cuenta

Es el caso del dueño original de la embarcación, el cual tiene un derecho viable de propiedad. Eso sí, ese derecho puede ser reemplazado por el país que tiene el reclamo de las aguas territoriales donde se descubrió la nave naufragada.

En este contexto, cabe destacar que un documento de la convención de la UNESCO de 2001 sobre patrimonio cultural submarino incluye reglas que ayudan a llevar prácticas adecuadas para las excavaciones submarinas y guías que estipulan cuáles deben ser los certificados de las personas que participan en la conservación y manejo del sitio.

Situación actual

No obstante, ningún estado, organismo o privado, ha contactado a la entidad internacional para establecer una resolución de reclamos sobre naufragios. España, de hecho, también puede reclamar posesión sobre un naufragio si fue dueño de la embarcación.

También, ha habido casos en los que un país transfiere la posesión de una embarcación a otro país para que la nave sea expuesta en un museo. Todo este proceso puede complicarse según la ubicación del naufragio, sobre todo si yace en aguas territoriales de otro estado. Está por decidir.

¿Cómo se protege el patrimonio en una guerra?

Una organización, del carácter de la Cruz Roja, promueve la instalación de “escudos azules” para proteger el patrimonio cultural en zonas de conflicto. Su violación puede ser considerada un crimen de guerra.

Alberto Escovar, Arquitecto, exdirector de Patrimonio del MinCultura, actualmente en el Instituto Argamasa.

El ”escudo azul” es un emblema protector promovido por la organización del mismo nombre con la intención de alcanzar la relevancia de la Cruz Roja, pero para proteger el patrimonio de la humanidad, sin inmiscuirse con los bandos en conflicto que pudieran ponerlo en riesgo. La entidad toma su nombre del símbolo del escudo azul diseñado por el arquitecto polaco Jan Zachwatowicz (1900-1983), quien fue responsable de la restauración de los edificios arrasados durante la Segunda Guerra en su país.

En este punto es necesario recordar que tras el sitio de Varsovia, que culminó con la invasión alemana de Polonia en 1939, se reconstruyeron partes del casco antiguo, pero inmediatamente después del Levantamiento de Varsovia (agosto-octubre de 1944), el ejército alemán voló de manera sistemática lo que había quedado en pie. Al finalizar la guerra, el equipo de profesionales que lideró Zachwatowicz reconstruyó el casco antiguo, reutilizando el mayor número posible de ladrillos y piezas ornamentales que se rescataron en los escombros.

Fue idea suya utilizar un símbolo constituido por un escudo en punta, partido en aspa, de color azul ultramar y blanco, para señalar los sitios culturales protegidos y así evitar repetir la tragedia que su pueblo había vivido. Para aquellos que en medio de un conflicto ignoren este emblema y destruyan el sitio o monumento señalizado con él, se atienen a ser considerados como criminales de guerra y pueden ser juzgados por la Corte Penal Internacional de La Haya.

La destacada labor que adelanta esta institución lleva a preguntarse por qué el patrimonio llega a convertirse en un “objetivo militar”. Y una posible respuesta es que justamente al representar ese patrimonio la identidad, la historia y la diversidad cultural de una comunidad o de toda una nación, por esa misma razón, en medio de un conflicto entre dos naciones, está condenado a convertirse en un objeto de deseo para ser destruido.

El ejercito contrario sabe que con su destrucción su oponente pierde parte de la memoria de la nación que representa y por la que lucha. Por otro lado, quien sufre su pérdida le falla a sus antepasados y reconoce que su recuerdo y el de todos aquellos que lo antecedieron, se lo puede llevar el viento. Esta parece ser una lección que la humanidad tiene aprendida desde hace mucho tiempo.

En la península Ibérica, los árabes construyeron sus mezquitas sobre los templos visigodos y a su vez los cristianos al expulsar a los moros hicieron lo propio levantando sus iglesias. No se podía esperar que hicieran algo diferente de los españoles que al llegar a América construyeron sus ciudades y templos sobre los restos de los antiguos imperios indígenas. La capital de los Aztecas dio paso a la ciudad de México, la de los Incas a Cuzco y en los terrenos del Zipa se erigió Bogotá. Y así los ejemplos siguen y siguen casi al infinito y explica por qué los nazis dinamitaron Varsovia, como ya se mencionó, o por qué ahora los rusos se han ensañado bombardeando los centros históricos de Kiev, Ivov y Odesa.

Una situación semejante se está viviendo ahora mismo en la Franja de Gaza. De acuerdo con el Ministerio de Cultura palestino, alrededor de 24 centros culturales se han visto afectados. Entre ellos se puede mencionar el museo Al Qarara, que funciona en un inmueble que cuenta con columnas romanas de más de 5.000 años de antigüedad o las ruinas de un antiguo puerto fenicio.

Cualquiera como yo podría preguntarse ¿por qué a mí, como individuo que vive en una ciudad de América Latina, tendría que haberme afectado que los polacos perdieran su capital, que en este momento a los ucranianos les bombardeen el patrimonio cultural de sus ciudades o que los palestinos vean como se destruyen sus centros culturales y sitios arqueológicos? Quizás la respuesta más inmediata sería, a mí eso no me afecta nada.

Sin duda, parte de los problemas que vivimos hoy en día, por ejemplo con el ambiente, han tenido su origen en esta indiferencia con lo que sucede en otras latitudes. Es innegable que cuando vemos una botella de plástico que deposita el mar en una playa, por un momento podemos concluir que ese objeto no fue producido ni consumido en sus alrededores, sino que fue lanzado al agua por alguien, quizás a kilómetros de distancia, que no era consciente de que le ocasionaría un problema a otros que además no pueden sentarse a esperar 500 años para que ésta se disuelva.

Es evidente que cada acción nuestra en un lugar de la tierra tiene repercusiones en otro en eso que algunos han denominado el “efecto mariposa” y que explica por qué el aleteo de un insecto en una parte puede ocasionar un huracán que arrasa una población entera en otro sitio. Si ya tenemos esa conciencia con el clima, si ya sufrimos sus rigores cuando no cae una gota de agua del cielo o cuando empieza a llover y no vuelve a parar, y sabemos que somos responsables por la manera como nos comportamos con el planeta, ¿por qué entonces no tenemos la misma conciencia con esas obras colectivas de las que nos deberíamos sentir orgullosos y que hacen parte de nuestro patrimonio cultural sin importar el lugar geográfico donde se encuentren o haya sido gestadas? ¿No deberíamos sentir el mismo orgullo al ver una pirámide egipcia o mesoamericana? ¿No se nos estremece el alma al visitar los jardines de la Alhambra en Granada; Machu Picchu en el Perú o la Muralla China? ¿Y no nos debería afectar por igual lo que pasa con estos lugares? La respuesta obvia es que sí y fueron justamente los daños ocasionados al patrimonio los que llevaron en 1954 a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), menos de una década después de haber sido constituida, a redactar una convención en este sentido.

La Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado que se firmó en ese año concluyó que como consecuencia del desarrollo de la técnica de la guerra, este patrimonio estaba cada vez más amenazado por la destrucción y que su pérdida o afectación: “constituyen un menoscabo al patrimonio cultural de toda la humanidad, puesto que cada pueblo aporta su contribución a la cultura mundial” y que era deseable que ese patrimonio contara con una protección mundial.

Este fue un primer paso para lo que sucedería en 1972 con la Convención de Patrimonio Mundial que lideró la misma Unesco para asegurar la conservación de esos bienes únicos e irremplazables de cualquiera que sea el país a que pertenezcan, y que llevó a crear la lista de Patrimonio Mundial en donde nuestro país tiene inscritos varios sitios culturales y naturales, como el centro histórico de Santa Cruz de Mompox, los parques arqueológicos de Tierradentro y San Agustín o el parque natural de Chiribiquete.

Pero es entendible que por múltiples razones, desde políticas, económicas, técnicas o simplemente temporales, el patrimonio cultural que no está inscrito allí no deja de ser importante y, en ese sentido, es loable y útil la creación en 1996 del Escudo Azul.

Hoy en día, esta entidad privada está adscrita a la ONU y considera que tanto las obras de arte como las bibliotecas y las colecciones científicas deben protegerse de todo daño evitable en medio de un conflicto. Para este año el Escudo Azul ya cuenta con 31 comités nacionales y viene trabajando desde hace años en varios países Latinoamericanos, como Argentina, en donde más de 40 lugares cuentan con la protección del Escudo Azul y van desde la Casa Curutchet en la Plata, obra emblemática de la arquitectura moderna diseñada por el arquitecto franco-suizo Le Corbusier, hasta el museo Sívori, que funciona en una antigua casa quinta en el tradicional barrio de Palermo.

La organización ha prestado asesoramiento también en Perú, Ecuador y Costa Rica. Esta es la segunda pregunta que alguien como yo podría hacerse. ¿Si en esos países que no tienen guerra ya se están empleando acciones para proteger su patrimonio, por qué en nuestro país, que sí vive en medio de un conflicto, no tenemos ningún lugar señalizado con un Escudo Azul? ¿No haría falta contar con una organización de estas características en nuestro medio? Sin duda, la respuesta sería de nuevo sí.

Si bien es cierto que en nuestro país el patrimonio cultural protegido no se ha visto seriamente afectado por el conflicto armado, el resto que por el contrario no está protegido legalmente, sí ha sufrido daños. Por eso, esperar a que nuestras instituciones públicas encargadas de velar por la protección del patrimonio solo se limiten a defender aquel patrimonio que ha sido identificado y declarado como tal, nos enfrenta a la pérdida de un acervo cultural cuya desaparición nos afecta y que cada individuo o comunidad debería involucrarse en su defensa. Al final, más allá de contar o no con un adversario que se encargue de hacerlo por nosotros, quizás el mayor enemigo en la defensa de ese patrimonio cultural somos nosotros mismos con nuestra indiferencia.

Arquitectas cubanas de todos los tiempos

A diferencia de los artistas plásticos, músicos, bailarines, cineastas y escritores, en Cuba los nombres de los arquitectos casi nunca se mencionan y, menos aún, los de las arquitectas.

A pesar del deterioro que aqueja el fondo construido de las ciudades cubanas, es evidente el valor excepcional de sus inmuebles, entre los que perviven numerosos testigos de todos los estilos y períodos históricos de los últimos 500 años. Destaca en nuestras calles la variedad y cantidad de edificios que exponen una riqueza de elementos formales, ornamentos y sistemas constructivos de alta calidad estética y constructiva. Pero destaca también nuestra desmemoria respecto a las mentes que generaron esos diseños e hicieron que nuestra arquitectura tuviera un espacio remarcable en Latinoamérica.

Es habitual escuchar y reconocer los nombres de artistas de la plástica cubana en los espacios culturales y en los medios de comunicación, también de los músicos, bailarines, cineastas y literatos; aunque todavía debiera hablarse más de ellos, particularmente en todos los niveles de enseñanza. No obstante, de los que no se habla casi nunca fuera de su gremio, es de los arquitectos. Muy pocos cubanos están familiarizados con su labor, y son capaces de identificar el nombre de quienes idearon algunos de los edificios que cruzan cada día a su paso. Esto zanja, ¡cómo no! la devaluación de una profesión cardinal para el desarrollo urbano, y junto a las fuertes limitaciones legales que tiene su ejercicio hoy en Cuba, ampara los disparates que vemos acontecer con el patrimonio construido y con la obra nueva.

Si los arquitectos han devenido talentos anónimos a la fuerza, aún más lo son las arquitectas. Mucho contribuyó su lenta incorporación a la profesión, producto de los preceptos sociales que hasta muy entrado el siglo XX diferenciaron el rol masculino del femenino. Pero esa postura se ha superado hace ya bastante tiempo para que aún sustente el olvido, y comencemos a reconocer la impronta que han dejado en nuestro entorno construido.

Lógicamente, durante el periodo colonial no hubo arquitectas. Siendo una profesión de hombres, ninguna mujer sería autorizada además para viajar al extranjero a cursar los estudios que no existían en la Universidad de La Habana. La carrera de Arquitectura inició en 1900 con la creación de la Escuela de Ingenieros, Electricistas y Arquitectos, perteneciente a la Facultad de Letras y Ciencias. Sin embargo, no fue hasta 1922 que matriculó la primera mujer. Esta fue la habanera María de la Concepción Bancells y Quesada (n. 1903), graduada en 1934, aunque no ejerció hasta 1938. De esta pionera se dice que construyó unas 200 obras, aunque no se ha podido identificar ninguna con su firma.

El lento camino que llevó a incluir a la mujer en el mundo de la arquitectura tuvo un punto de inflexión en la década de 1940, cuando se hizo recurrente en las revistas de la época el reconocimiento a diseños de arquitectas cubanas. La mayoría radicaba en La Habana. Así lo constatan las páginas de estas publicaciones que, hacia 1959, mencionan 75 arquitectas en la capital y solo siete en el resto del país. La visibilidad que tuvo su labor vino acompañada del reconocimiento del gremio, lo que llevó a que por ejemplo, la placeteña Acelia María del Carmen Callón Reina (n. 1923) graduada en 1949, ocupara en 1951 el cargo de arquitecto municipal de Santa Clara.

Aunque incursionaron en todos los lenguajes arquitectónicos en boga, la obra más conocida de las arquitectas cubanas está asociada al Movimiento Moderno que, como hijas de su tiempo, abrazaron y desarrollaron con maestría. Las páginas de reconocidas revistas como Arquitectura y Urbanismo, exhiben muchísimas viviendas modernas de excelente diseño que de conformar catálogo, reuniría magníficos exponentes de vivienda individual y edificios de apartamentos de los repartos en expansión y completamiento como El Vedado, Nuevo Vedado, Miramar, Kohly, Siboney, La Víbora y Altahabana.

En este espacio sería oportuno mencionar algunas de estas mujeres que, además, tuvieron a su cargo el diseño de edificios públicos bastante reconocidos. Muchas de ellas se graduaron en la década de 1940. La mayor, que ingresó a la universidad con 34 años, fue Sara María Lilliam Mederos y Cabañas (n. 1899). Graduada en 1941, en sus primeros años de oficio proyectó la sede del Lyceum and Lawn Tennis Club, en Calzada y 8, precioso edificio moderno que acogió múltiples conciertos, exposiciones de arte, la prestigiosa biblioteca de la institución y la primera biblioteca juvenil del país. Hoy es la Casa de Cultura de Plaza.

Muy reconocida en su tiempo fue Elena Pujals Mederos (n. 1913), también graduada en 1941. Además de ser la única mujer profesora de Arquitectura durante la República, fue autora de magníficos inmuebles como la sede del American National Life Insurance Co. (1946), en Egido y Apodaca. Su elegante fachada curva saca provecho del lote de esquina para exhibir la limpieza formal del streamline y recabar la atención sobre el logo de la compañía en la testera. Lamentablemente, hoy está muy subdividido para dar espacio a distintas funciones (escuela, pescadería, almacén, farmacia), que no contribuyen a su debido uso y cuidado.

De la misma promoción que estas dos fue Gabriela J. Menéndez García (n. 1917), tal vez la arquitecta que más ha trascendido de la República. Su firma estaba unida a la de su marido, Nicolás Arroyo, pues juntos constituyeron uno de los más famosos estudios de arquitectura de la capital. Entre las obras que llevaron a cabo, vale la pena mencionar: el cine Ambassador (1949); la Ciudad Deportiva (1955-1957); el Hospital Nacional y el Dispensario de la Organización Nacional de Dispensarios Infantiles (1957), hoy Pediátrico William Soler y Policlínico de 15 y 18, en El Vedado; y el Teatro Nacional (1959), entre otros.

María Elena Cabarrocas y Zayas (n. 1922), graduada en 1946, fue la autora del Colegio Lafayette (1956-1957), de La Coronela, una instalación moderna de la que debería justipreciarse la influencia que pudo ejercer en el diseño posterior de centros educativos, por la articulación de sus volúmenes, el tipo de cubierta, la iluminación y ventilación de las aulas.

De su promoción fue también Margarita E. del Pozo y Seiglie (n. 1920), primera mujer en recibir el Premio Nacional de Arquitectura, en 1998. Desde su graduación hasta 1952, fue proyectista del Ministerio de Obras Públicas, donde tuvo la oportunidad de formar parte de varios proyectos. Sobre esta fecha fundó un estudio de arquitectura con su esposo José Vicente Lanz. Su obra en conjunto es la más conocida de su carrera profesional, en la que destaca la clínica Asclepios, en 17 y Paseo; y el antiguo Club Bancario Nacional (hoy hotel Atlántico), en Santa María del Mar.

De las primeras décadas de la Revolución resulta familiar el nombre de Josefina Rebellón Alonso, graduada en 1961. Fue de los jóvenes arquitectos que ejecutaron múltiples obras sociales con la excelencia técnica de esos años y una alta creatividad formal. En su caso, trabajó intensamente para la educación. Participó en la conversión del campamento militar Columbia en Ciudad Escolar Libertad (1962-1964), particularmente en el diseño del instituto preuniversitario para 2000 estudiantes, que formó parte de las obras nuevas integradas al campamento. A lo largo de esa década realizó varios modelos de escuela secundaria, hasta concebir el sistema prefabricado Girón (1969), por el que mayormente se le identifica. Obras suyas son también el Instituto de Ciencias Básicas Victoria de Girón (1963) y el Policlínico de Carlos III (1965). Su trayectoria laboral fue reconocida con el Premio Nacional de Arquitectura en 2002.

De las arquitectas cubanas con obra construida en las últimas décadas, Julia León Lacher (n. 1948) es de mención obligatoria. Graduada en 1974, tiene un excelente catálogo junto a su esposo José Antonio Choy, y numerosos premios internacionales. Su estudio es reconocido por los inmuebles de Santiago de Cuba, en particular por el hotel Meliá Santiago (1991). En La Habana no debe dejar de referirse la rehabilitación del edificio que ocupa el Banco Financiero Internacional (1997) en Quinta Avenida, uno de los mejores ejemplos de integración entre lo nuevo y lo viejo. Su proyecto de rehabilitación para la Hemeroteca de Casa de las Américas está entre los tantos que no han llegado a ejecutarse, y que de hacerlo otorgarían a El Vedado un fabuloso ícono moderno.

Es esta una mención discreta de una parte de la presencia femenina en la arquitectura cubana, que merecería extenderse para que comencemos a reconocer el verdadero alcance que han tenido en el paisaje urbano. No obstante, valga esta aproximación para sembrar el interés, registrar algunos nombres y reconocer que también merecen el reconocimiento social otorgado a otras ramas del arte.

Crisis en el Museo Británico: robo de piezas, 2,4 millones de objetos no catalogados y la necesaria digitalización

Según la investigación y luego de haber recuperado 350 piezas, la institución reconoció que el insuficiente registro fue lo que hizo posible que alguien hurtara sin ser detectado durante décadas

Tras el robo de más de 2.000 piezas, el Museo Británico anunció que digitalizará toda su colección y aceptó que, según los relevamientos, la institución cuenta con 2.400.000 objetos no catalogados o parcialmente catalogados que serán debidamente documentados.

Según las hipótesis de investigación del robo y luego de haber recuperado 350 de aquellas piezas, las autoridades creen que el insuficiente registro fue lo que hizo posible que alguien que sabía de esto las robara gradualmente sin ser detectado durante décadas.

Según informó el Museo Británico en un comunicado, el proceso de catalogación tardará aproximadamente cinco años y costará 10 millones de libras esterlinas. Durante la audiencia que tuvo lugar en el parlamento para que el Museo diera detalles del robo y la investigación, se informó ante comité de la Cámara de los Comunes que el museo tiene un millón de artículos no registrados (no catalogados) que debían registrarse; 300.000 que están registrados, pero no digitalizados; y 1,1 millones que están digitalizados, pero no fotografiados.

Según la investigación y luego de haber recuperado 350 piezas, la institución reconoció que el insuficiente registro fue lo que hizo posible que alguien hurtara sin ser detectado durante décadas (REUTERS/Hollie Adams)

El 16 de agosto, el Museo Británico anunció que había sufrido el robo de joyas de oro y gemas de piedras semipreciosas y vidrio que databan del siglo XV a.C. al siglo XIX d.c. Nueve días después, el director Hartwig Fischer tuvo que renunciar y su adjunto, Jonathan Williams, también dimitió.

Mark Jones, el nuevo director interino del museo, también testimonió en los últimos días ante el comité de la Cámara de los Comunes. Dijo que los 2.000 objetos robados no catalogados eran “realmente conocidos sólo por una persona, y esa persona decidió aprovechar eso”.

Aunque por cuestiones legales el museo no nombra al sospechoso, los medios lo han identificado como Peter Higgs, quien fue curador durante 30 años y recientemente encargado en funciones del departamento de Grecia y Roma. Higgs fue despedido en julio y fue interrogado por la policía, pero hasta el momento no ha sido arrestado ni acusado.

Mark Jones, el nuevo director interino del museo, dijo que los 2.000 objetos robados no catalogados eran “realmente conocidos sólo por una persona, y esa persona decidió aprovechar eso” (Crédito: Wikipedia)

George Osborne, presidente del consejo de administración del Museo, contó ante el Comité de la Cámara de los Comunes que la propiedad de 350 de los 2.000 objetos robados fue transferida de nuevo al museo el 13 de octubre gracias a la ayuda del marchante y especialista danés Ittai Gradel, quien fue el primero en denunciar el robo hace más de hace dos años.

Y, si no surgen obstáculos legales, esas piezas serán exhibidas en una exposición especial que planea la institución con la que buscará dar a conocer al gran público las piezas restantes para facilitar su recuperación.

Fuente: Télam S. E.

El Museo de CDMX que exhibe una barra de oro que Hernán Cortés robó a Moctezuma

A lo largo de la historia uno de los eventos más importantes fue la llegada de Hernán Cortés a la gran Tenochtitlán quien esperaba llevarse a España el tesoro que se resguardaba en la ciudad. Aseguraban que el lugar estaría lleno de oro, pero solo se encontró joyas, en su mayoría, usadas por el tlatoani Moctezuma que resguardaba en sus palacios. De acuerdo con los relatos, Hernán Cortés realizó una barra de oro con parte de ellas y este lingote se encuentra en un Museo de la CDMX. 

Desde el 2020 se confirmó que la pieza de oro formó parte del expolio español, justo en la llamada ‘Noche triste’; todo esto gracias al trabajo de análisis hecho a la pieza a través de un equipo del Instituto de Física de la UNAM, así lo informó el arqueólogo Leonardo López Luján. Sin duda la historia de este tejo de oro es única y debes visitarlo en el museo de la CDMX, ya que es testimonio de un episodio importante de la historia nacional. 

¿Cuál es la historia de la barra de oro y dónde verla? 

Durante la conquista española uno de los objetivos era trasladar el gran motín a los reyes españoles, tanto que Hernán Cortés había encontrado en el palacio el que creía era el Tesoro de Moctezuma, para ello lo reunió y lo convirtió en lingotes para poderlo trasladar, aún fuera muy poco. 

El famoso tejo de oro que se encuentra exhibido en el Museo de Antropología es testimonio material de la ‘Noche triste’ el cual está verificado, desde el 2020, que corresponde a la huida de la isla de Hernán Cortés y sus huestes el 30 de junio de 1520. 

Neuquén declaró patrimonio cultural e histórico al bosque petrificado El Sauce

El bosque petrificado El Sauce, ubicado en el departamento Picún Leufú de Neuquén, fue declarado patrimonio cultural e histórico provincial mediante la ley 3392/23, que garantiza la preservación del área que alberga troncos fósiles y fósiles de otras formas de vida que habitaron la zona hace, aproximadamente, unos 97 millones de años, informó el Gobierno local.

“La zona contiene afloramientos formados durante el período cretácico de la era mesozoica; cuerpos de roca sedimentaria que corresponden a la formación Lohan Curá, depositada en un ambiente continental, con una antigüedad que va desde los 95 a los 125 millones de años“, precisaron desde el Ministerio de las Culturas de Neuquén a través de un comunicado.

También indicaron que “la mayoría de los hallazgos registrados para esta unidad geológica se encuentran en sus niveles superiores, aproximadamente hace 97 millones de años”.

Actualmente, equipos de especialistas se encuentran llevando adelante investigaciones sobre el material hallado, no sólo en paleontología sino también en arqueología, con la participación de profesionales locales y del Conicet.

La ley provincial 3392/23 establece en el artículo 3° que “el Poder Ejecutivo, a través de la autoridad de aplicación, debe arbitrar los medios necesarios para crear e implementar un plan de manejo y preservación del sitio mencionado”.

Según especificaron desde el Gobierno neuquino, el Ministerio de las Culturas trabajará en coordinación con su par de Turismo en la puesta en valor y uso turístico del parque, junto a la Comisión de Fomento de El Sauce.