La ruta hasta la casa de subastas: ¿cómo llega una pieza prehispánica a ser vendida por miles de dólares?

El martillo no sonó fuerte esta vez porque la subasta era en línea. Pero de haber caído, hubiera provocado un estruendo: una supuesta hacha maya se estaba vendiendo por un valor cinco veces más alto del estimado por la firma Sotheby’s. La piedra con rasgos de jaguar, serpiente y murciélago salió del actual territorio americano. Pero las circunstancias en las que lo hizo se desconocen. Ese blanco en la historia de muchos objetos arqueológicos –de América, pero también de África, Oceanía o Europa– resguardados por coleccionistas privados, museos o galerías es una de las objeciones de los expertos a que estas piezas se comercialicen. La ruta hasta la casa de subastas es, muchas veces, un misterio.

Se sabe que el hacha con rasgos de múltiples animales formaba parte de la colección de la Albright-Knox Art Gallery, una institución pública estadounidense, desde 1944. Que antes de eso había sido expuesta en la galería de Raphael Stora, en Nueva York. Que la sala neoyorquina la había adquirido “presumiblemente” de una historiadora alemana que vivió en Inglaterra después de escapar de los nazis. Pero hasta ahí llega el recuento que hace en su página web la casa Sotheby’s, que no ha respondido a las preguntas de este periódico. Los investigadores Edwin M. Shook y Elayne Marquis escribieron que el hacha salió del actual territorio de Guatemala. El Gobierno del país centroamericano, sin embargo, ha asegurado a EL PAÍS que no reconoce esta pieza como parte de su patrimonio. Pese a la falta de certezas, la efigie fue vendida en mayo por más de 352.000 dólares (más de siete millones de pesos). Sotheby’s recaudó más de 750.000 dólares con la subasta de esta y otras piezas prehispánicas.

Como en este caso, la mayoría de las veces es difícil rastrear la procedencia de estos objetos porque muchos salieron hace siglos de sus lugares de origen en las manos de viajeros, coleccionistas, arqueólogos o militares en forma de saqueo o expolio. Así llegaron hasta merchantes que, a su vez, los vendieron a museos u otros coleccionistas. En Acquiring Cultures: Histories of World Art on Western Markets, un libro de 2018 compilado, entre otras, por la reconocida historiadora del arte Bénédicte Savoy, un pasaje ilustra la dinámica. “Estoy cansado de mi colección de antigüedades chinas, ¿quiere comprarla?”, oferta un aburrido teniente al marchante francés Eugène Boban. El militar bretón se explica: “He empezado una nueva colección de objetos precolombinos, sobre todo piezas de cerámica y armas”.

Este interés por poseer piezas únicas creció entre la burguesía de la época, que buscaba “curiosidades exóticas” para “escapar de sus modernas vidas urbanas”, se lee en Acquiring Cultures. En el siglo XVI surgieron las primeras casas de subasta –Sotheby’s fue fundada en 1744 y Christie’s, en 1766–. La visita a estos lugares se convirtió en “un ritual burgués” donde aprender sobre buen gusto, historia o ciencia. Para 1884 una publicación neoyorquina ya afirmaba que “no hay profesión más importante en la metrópoli que la del subastador”. Desde entonces, estas firmas se convirtieron en “espacios poderosos” para poner valor a estos objetos. Pero Savoy advierte en el libro: “No todos los objetos pueden subastarse y tener un precio fijado en el ámbito público, global y aparentemente racional del dinero”.

Aun así, estos artefactos se convierten muchas veces en piezas de colección. La pregunta no deja de circular entre los críticos: ¿son piezas de arte? ¿mercancías? ¿tesoros patrimoniales? El arqueólogo Daniel Salinas Córdova, especialista en patrimonio y restitución, apunta a que además del “valor estético y económico que les da el mercado” estos objetos tienen una relevancia científica y otra social para las comunidades descendientes de quienes crearon esas piezas: “A algunas [de estas piezas] ni siquiera se las conoce porque están en colecciones que son inaccesibles”. “Es lo triste”, lamenta, “que se privatice y comercialice el patrimonio”.

Según un recuento propio del arqueólogo, en los primeros cinco meses de 2021 se vendieron casi 300 objetos mesoamericanos en 12 subastas. Aunque la pandemia ha frenado el gran crecimiento que el mercado del arte tuvo en los últimos años, el sector “ha experimentado un repunte liderado por las casas de subastas que lograron seguir con su actividad durante lo peor de la crisis sanitaria”, según el informe The Art Market 2020, que es referencia en el sector. El mercado se contrajo un 21% durante la pandemia, lo que obligó a estos actores a acelerar sus procesos de digitalización. La venta de piezas arqueológicas es solo una parte de este mercado, que aún guarda un gran secretismo.

Garantizar la autenticidad y la procedencia

Las casas de subasta cuentan con mecanismos y recursos para asegurarse de que una pieza no es falsa ni proviene del circuito ilegal. Porque el contrabando sigue existiendo pese a que la legislación se ha robustecido: hay excavaciones clandestinas, falsificación de documentos y tráfico ilegal, además de objetos contemporáneos que se pretende hacer pasar por antiguos. En 2015, por ejemplo, fue la firma francesa Binoche et Guiquello la que alertó cuando la familia de un coleccionista se presentó con un artefacto prehispánico de 400 kilos cortada en cuatro trozos. Resultó ser el Bajorelieve de Xoc, una extraña pieza olmeca de 3.000 años de antigüedad que había sido robada hacía 40 años y que tras el aviso regresó a México. Pero estos mecanismos pueden fallar: Sotheby’s tuvo que retirar de su última subasta un cuenco de cerámica que había puesto a la venta, después de que el Gobierno de Guatemala reclamara la pieza.

Una vez verificada la autenticidad de un objeto, los especialistas le asignan dos precios estimados, uno mínimo y uno máximo. Los valores están determinados por distintas variantes, como la antigüedad de la pieza, su excepcionalidad o los museos y colecciones por las que pasó. Salinas Córdova explica que el mercado, además, “tiene tendencias”: “Lo maya es muy buscado, también los barros de Colima o las figuritas verdes de Guerrero”. Con un precio de salida acordado, empieza la puja hasta que el mejor postor gana.

En mayo, la supuesta hacha maya vendida por más de 350.000 dólares fue la pieza más valorada en la subasta anual de arte de América, África y Oceanía de Sotheby’s. El artefacto incluso superó el precio máximo estimado por la firma, que era de 70.000 dólares. Dos arqueólogos consultados por este periódico, Daniel Juárez, curador de la Sala Maya del Museo Nacional de Antropología de México, y Tomás Pérez, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), cuestionan, sin embargo, que realmente se trate de una pieza de esa procedencia. “Definitivamente no es maya”, asegura Juárez, “ni en sus técnicas de manufacturas ni en su iconografía”.

Dudas similares surgieron cuando la firma Christie’s subastó 33 piezas prehispánicas en París en febrero. En ese entonces, aún no se había firmado la “declaración de intenciones” que acordaron este jueves México y Francia para “dificultar al máximo el comercio ilícito de piezas importantes para el patrimonio histórico y cultural mexicano”. Algunas de las obras habían sido señaladas como falsas por el Gobierno mexicano. Pero la venta siguió pese a las denuncias y a las recomendaciones de la UNESCO, que sugirió suspender la comercialización hasta tener más información sobre la procedencia lícita de las piezas. Christie’s, que no ha respondido a las preguntas de este periódico, argumentó que la venta cumplía con los requisitos de la legislación francesa, que reconoce como dueño al poseedor del bien.

“Se amparan en que no ponen a la venta bienes cuya procedencia esté en duda. Y al final se apegan a las ventajas que les da la legislación de donde ocurre la subasta”, señala el doctor en Derecho de la Cultura Carlos Lara. La convención de la UNESCO de 1970 busca proteger los bienes culturales, pero no es retroactiva, ni tiene efectos directos sobre el derecho interno de los Estados y no involucra a los actores privados. El convenio UNIDROIT, de 1995, viene a complementarla y salvar esas falencias. Sin embargo, algunos países, como México, no lo han firmado aún. Aunque la comercialización de estos bienes culturales sea “moralmente condenable”, sostiene el especialista, sigue siendo “procedente”. Los gobiernos reclaman estos objetos por la vía diplomática, y existen casos de éxito, pero muchas veces el desenlace es el mismo. Martillazo o no, y vendidos.

Recuperado de El País (2021)

Patrimonio sensorial: ¿Por qué el olor y los sonidos definen nuestra cultura?

El canto de los gallos, el olor a estiércol, el tañido de las campanas… La reciente protección del patrimonio sensorial por parte del Parlamento francés plantea una cuestión al resto de las sociedades: ¿Podemos evitar que nuestros olores y nuestros onidos desaparezcan?

«El aroma de las verdes hojas y el de las hojas secas, y el de la ribera, y el oscuro color de las rocas marinas y el del heno en el henil», escribía Walt Whitman en su obra Hojas de hierba. La naturaleza –los sabores, los olores, la luz– conmovía profundamente al poeta norteamericano. Y sus palabras resuenan hoy con tanta fuerza como lo hicieron hace más de un siglo, más particularmente en Francia. Basta fijarse en algunos caracteres que hoy conlleva la significación de ser francés: el efluvio de la campiña, el sonido de los cencerros, el olor a hierba fresca. Tanto es así que este país ha decidido proteger sus olores y sus sonidos bajo un novedoso perímetro legal: el patrimonio sensorial. Como explicó el diputado que llevó a cabo la iniciativa legislativa, Pierre Morel à l’Huissier, los territorios rurales no son simplemente territorios de postal, paisajes bellos y ligeramente salvajes, sino que «pertenecen a ellos también los olores y los sonidos de las actividades que forman parte de nuestro patrimonio».

La propuesta no surge de un ideal puramente romántico: nace en mayo de 2020, durante la etapa de confinamiento, cuando un hombre de la región de Ardech mató al gallo –uno de los tradicionales símbolos nacionales– de su vecino porque su cacareo le resultaba molesto. Este incidente, más que un episodio aislado, reveló un problema de fondo: el mundo rural no es estático, sino que vive, produce y necesita cuidados. Para el secretario de Estado encargado del mundo rural francés, Joël Giraud, la protección de este componente sensorial es «una buena propuesta de ley de defensa de la ruralidad». Tanto los olores como los sonidos se revelan aquí como un elemento indispensable de la propia vida; como algo lejano de lo trivial, esencial, inherente a nuestra existencia cotidiana. Los cantos de las cigarras se hallan, hoy, tan protegidos como los monumentos más excelsos.

Las iniciativas de este calibre, sin embargo, están también relacionadas con el habitual conflicto entre las áreas urbanas y rurales. Tal como declaró Jérôme Peyrat, alcalde de Gajac, un pequeño pueblo de 400 habitantes, aquellos de «origen mayoritariamente urbano»  descubren en el campo que «los huevos no crecen en los árboles». Suya fue la primera iniciativa de este corte, la cual evidenciaba no solo la erosión del ámbito rural (y, en general, de la naturaleza) a causa de la intervención humana, sino también de la inseparable distancia que se percibe entre lo que hoy son dos burbujas completamente diferenciadas: la ciudad y el campo.

Europa a través de los sentidos

El eco de esta clase de medidas resuena por Europa: en España, el Ministerio de Cultura y Deporte solicitó en abril de este año que el toque manual de campanas fuera inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Luxemburgo, se plantea lo mismo. La importancia de este y otros sonidos cotidianos, no obstante, queda plasmada también en proyectos como Sound Earth Legacy, una organización española sin ánimo de lucro cuyo trabajo se encamina a preservar el legado sonoro del planeta.

«Todos los seres vivos del planeta somos sensoriales y utilizamos nuestra sensorialidad para percibir el mundo y sobrevivir en él. El patrimonio sensorial es parte de nuestra identidad y experiencia vital y cada territorio, además, tiene sus características sonoras, olfativas, gustativas. Su conjunto es parte de nuestro origen y nuestra historia», explica Andrea Lamount, directora y fundadora de Sound Earth Legacy. Para ella, la concienciación por el patrimonio sensorial está creciendo en Europa, donde otros proyectos continentales como Odeuropa, que busca descubrir cómo los aromas moldean nuestras tradiciones, empiezan a convertirse en algo cada vez más común.

El estudio de los sonidos en el océano permite conocer la salud general de los ecosistemas de la zona

«Muchos sonidos de la naturaleza se han extinguido sin que nadie haya podido protegerlos o registrarlos siquiera», defiende Lamount. Es por ello que, destaca la fundadora, «necesitamos nuevas leyes para acelerar exponencialmente cambios positivos con el medioambiente y los espacios que necesitan especial protección». En el caso que ocupa a esta organización, su actuación se focaliza actualmente en la captación del paisaje acústico de los bosques de coral negro de la isla de Lanzarote, un proyecto conocido como Black Coral Symphony: mediante hidrófonos (unos micrófonos acuáticos) sumergidos durante varios días son capaces de evaluar los niveles de biodiversidad acústica asociados a este ecosistema.

Y es que, más allá del carácter cultural del sonido, esto ayuda a indicar la salud general de los animales en la zona, ya que sus sonidos suministran datos sobre el comportamiento de una especie, su actividad e incluso su abundancia. La protección del sonido, del olor, es ante todo un acto de conservación de la naturaleza que nos rodea, de los lugares donde existimos; un acto de amor. Como concluye Lamount: «La naturaleza puede sobrevivir sin los humanos, pero los humanos no pueden sobrevivir sin la naturaleza».

Tomado de: ethic.es

 

CONVOCATORIA IX CONGRESO DE EDUCACIÓN, MUSEOS Y PATRIMONIO “De la crisis a la resiliencia” – 7 y 8 de octubre 2021

¿POR QUÉ UN CONGRESO HOY?

Desde el año 2005, el Congreso de Educación, Museos y Patrimonio es organizado por el Comité de Educación y Acción Cultural chileno (CECA Chile), contando con el apoyo y colaboración de ICOM Chile y la Subdirección Nacional de Museos del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural (SNPC). Este evento que se celebra año por medio cuenta con gran participación nacional y latinoamericana, constituyéndose como un foro que promueve la reflexión y el intercambio de conocimientos y experiencias en el área. Sin embargo, sus más recientes versiones se han visto afectadas por el contexto vivido durante los últimos dos años. En 2019 debimos cancelar la VIII versión del congreso, que se celebraría en Valparaíso, debido al estallido social, proceso que comenzó un mes antes de la fecha del evento y que, de cierta forma, aún continua a través del proceso de creación de una nueva constitución para Chile. Asimismo, el año 2021 ha heredado muchas de las experiencias y adaptaciones a las que debimos acostumbrarnos durante el primer año de la pandemia por SARS COV-2. Es por ello que decidimos realizar la IX versión del congreso en formato virtual.

Sabemos que en estos aspectos compartimos realidades parecidas a nivel regional. Durante 2019 también hubo importantes movimientos sociales en Ecuador, Colombia, Puerto Rico, Bolivia, Perú, Argentina y Brasil, los que no solo pusieron en evidencia las brechas y desigualdades sociales y de género, sino que también reivindicaron derechos básicos de las personas, el fin a la corrupción y el cuidado del medioambiente, entre otros. Del mismo modo, dadas las características socioeconómicas en Latinoamérica, hemos vivido la pandemia con bastantes similitudes respecto a las problemáticas sociales que se vieron empeoradas durante este periodo.

Justamente, quienes se dedican a la educación patrimonial y al trabajo directo con las comunidades, han debido actuar con premura frente a los contextos difíciles. El estudio realizado en el 2020 por IBERMUSEOS, titulado “Qué necesitan los museos en tiempos de distanciamiento físico”, reveló que las actividades de atención a públicos, servicios, visitas, así como mediación y educación, son las áreas de los museos y centros culturales que se han visto más afectadas por las medidas de prevención del COVID 19. Si bien CECA Internacional destaca la eficiencia de los equipos de educación y mediación cultural al generar rápidamente programas a distancia durante la emergencia sanitaria, corroborando así su gran contribución a la misión y alcance de los objetivos de las instituciones culturales, “su trabajo suele pasar desapercibido y tanto sus resultados como sus competencias es algo que se da por sentado” (Maderbacher, 2020).

Por esta razón, vemos con pesar que las y los profesionales de estas áreas, son desvinculados en tiempos de crisis como los que atravesamos (Mörsch y Graham, 2020; REM-BR y CECA-BR, 2020). Urgen espacios de reivindicación y reflexión en torno al rol de educadoras y educadores patrimoniales considerando que, “inician procesos de aprendizaje y comunicación inclusivos para cada grupo escolar o proyecto comunitario y diseñan diferentes espacios para cada experiencia. Informan, moderan e impulsan el debate social y cultural dentro de los museos, las instituciones culturales y en la sociedad, analizando la relevancia social de cada ámbito de estudio” (Maderbacher, 2020). Estos roles son clave a la hora de trabajar e involucrarse directamente con las personas a las que sirven las instituciones culturales.

Muchas de las acciones que surgen en estos contextos incómodos y contingentes tienen como objetivo responder a las urgencias sociales de sus comunidades, impulsando a los museos y centros culturales a traspasar las fronteras que tradicionalmente les son atribuidas. Estas instancias contribuyen paralelamente al avance y desarrollo de la disciplina: “Hoy asistimos a una diversidad en las formas de participación y apropiación en la actividad patrimonial Tornatore & Paul, 2003) que buscan romper con los modelos establecidos de museos y patrimonio, haciendo la transición a una museología experimental, socialmente comprometida y abierta a diferentes regímenes de valor” (Brulon, 2019: 200).

Desde esta vertiente se presta especial atención a las prácticas y metodologías experimentales, reconociendo que la producción del conocimiento museológico, por teórico que sea, se construye sobre la base de la experimentación. En Latinoamérica, tales experiencias se generan desde la década de los años sesenta y son fortalecidas con la Mesa Redonda de Santiago de Chile (1972) (Brulon, 2019). En este sentido es importante generar un punto de inflexión, pues lo experimental es una dimensión del aprendizaje que se diseña e implementa desde las áreas educativas primordialmente, por lo tanto, ellas no solo contribuyen a la mejora permanente del ejercicio pedagógico, sino también al desarrollo del conocimiento.

DE LA CRISIS A LA RESILIENCIA

Con todo lo anterior, la temática del IX Congreso de Educación, Museos y Patrimonio propone reflexionar en torno a las circunstancias que hemos enfrentado los últimos años, inspirándose además en el tema que ICOM planteó para el Día Internacional de los Museos 2021, El futuro de los museos: recuperar y reimaginar la cual invita “crear, imaginar y compartir nuevas prácticas de (co)creación de valor, nuevos modelos de negocio para las instituciones culturales y soluciones innovadoras para los retos sociales, económicos y medioambientales del presente” (ICOM 2021).

En esta línea, el título de congreso, De la crisis a la resiliencia, propone enfocarnos en la urgencia de las situaciones vividas; en las reflexiones y experiencias que hemos ido desarrollado sobre la marcha, y en la capacidad para superar el trauma y transformarlo–no sin conflicto– en experiencias positivas y con sentido, tanto para los museos como para sus comunidades.

Proponemos un espacio para discutir y reflexionar sobre las acciones educativas y culturales emprendidas por museos y otras organizaciones patrimoniales en contextos de pandemia, movimientos sociales y problemáticas medioambientales. De este modo, prestando especial atención a las experiencias y metodologías surgidas en circunstancias difíciles, proponemos debatir y analizar las transformaciones que deben experimentar o han experimentado las instituciones patrimoniales para atender a las necesidades y urgencias de sus comunidades.

Para la presentación de ponencias se consideran las siguientes mesas temáticas:

  • Pandemia: Explorar los múltiples desafíos que la pandemia impone a la relación entre comunidades e instituciones patrimoniales, así como al interior de los equipos de trabajo. ¿Cómo llegamos a las personas y comunidades que tienen acceso limitado o nulo a internet?; qué implicancias ha tenido la pandemia en los equipos de trabajo de las instituciones patrimoniales y museos?; qué estrategias utilizadas se escapan a las funciones museológicas tradicionales?; ¿de qué manera se ha apoyado a la educación formal?; ¿Cómo contribuimos al bienestar emocional de las personas?

Otras inquietudes:

  • ¿Cómo resignificamos los objetos en la distancia?
  • ¿Necesita del museo la comunidad?
  • ¿Pueden los museos contribuir al bienestar de las personas, especialmente en formatos de distanciamiento, o es una ilusión de las instituciones?
  • Las infancias: ¿integradas o instrumentalizadas en tiempos de pandemia?
  • La pandemia ha afectado en gran parte a las mujeres por efectos de la violencia de género, la pérdida de empleo y la carga de cuidadoras. En ese sentido ¿Qué iniciativas con enfoque de género los museos han presentado dentro del contexto de pandemia?
  • Movimientos sociales: Indagar en las funciones que los museos y organizaciones patrimoniales adoptan en contextos de agitación social y política: ¿Hasta dónde podemos asegurar que los museos no son neutrales?; ¿Cómo se generan centros patrimoniales y museos experimentales en estos escenarios?; ¿de qué forma se relacionan las manifestaciones en contra del patrimonio colonial y/u oficial con los movimientos sociales?; ¿Cómo operan los procesos de resignificación,
    destrucción y creación del patrimonio en estos contextos?

Otras inquietudes:

  • Deconstrucción del patrimonio ¿otra ilusión del museo?
  • La obra y la autoría ¿Cómo seguimos?
  • Colecciones efímeras ¿Cómo contribuyen a los nuevos discursos sociales y políticos?
  • ¿Cómo identificar los resabios colonialistas en el ejercicio educativo
    patrimonial?
  • Medioambiente: Examinar las iniciativas y programas que promueven el conocimiento, la conservación y el respeto de la naturaleza desde una perspectiva socioambiental. ¿Puede la adherencia a estas temáticas convertirse en una forma de instrumentalización?; ¿por qué crear una huerta en el museo?; ¿Cómo se gestionan los jardines y huertos comunitarios?; ¿de qué forma funcionan las iniciativas medioambientales en el medio urbano?; ¿Cómo trabajar de forma transversal el patrimonio cultural y natural junto a las comunidades?

Otras inquietudes:

  • Los huertos museales: ¿reflexiones del museo o iniciativas personales?
  • Metodologías locales de intervención: ¿Qué tan locales?; ¿Qué tan participativas?
  • Estrategias medioambientales que han superado el conservadurismo de la institución.
  • ¿Qué museos surgirán de la crisis ambiental actual?
  • ¿Qué espacio le estamos dando a la educación ambiental?
  • ¿Qué tan sustentable son los museos? ¿Podemos medir nuestra cuota de carbono, en particular las áreas educativas?
  • Los activismos locales y las comunidades indígenas en la restauración del medio ambiente.
  • Los museos en el campo y el despoblamiento de las zonas rurales (la pérdida de suelo que se cultiva, el paisaje y las identidades que se forman de la relación que se da entre humanos y medio natural).

POSTULACIONES

Plazo de envío del Formulario de Postulación de Ponencia al correo electrónico: cecachile.museos@gmail.com
Sábado 31 de julio a las 24:00 horas (Horario de Chile continental).

Recuperado de Ceca Chile (2021).

‘El Sotol como Patrimonio Cultural de Coahuila’

El funcionario compartió que la idea es trabajar en este posicionamiento no solo a través de la gastronomía, sino en iniciativas culturales.

“El Sotol como Patrimonio Cultural de Coahuila” es una iniciativa que se dio a conocer este viernes en conferencia de prensa por parte de la Ana Sofía García Camil, secretaria de Cultura del Estado, la cual tiene por objetivo posicionarlo no solo como una bebida, sino por todo el proceso que esto conlleva para su elaboración y lo que ello contribuye culturalmente en México y la entidad.

En la conferencia de prensa hicieron acto de presencia, Rodolfo Haro Pámanes, presidente Omecs, Miguel Vesuña Rivero, Comisario Omecs, (Organismo Mexicano Certificador para la Regulación de la Calidad y Preservación del Sotol).

“El sotol que se está protegiendo no es el líquido, sino todo el proceso que implica el poder producir el sotol, estamos hablando de procesos de agricultura, económicos, sociales, incluso antropológicos, hasta sociales; y la idea es eso, posicionar primero el sotol como una bebida importante que además tiene la denominación de origen que esto es bien importante, lo cual viene desde el 2002 por la UNESCO, que solo tres estados del país lo tienen que es Chihuahua, Durango y Coahuila”, expuso.

Dijo que la idea además es proteger la planta ya que radica una de las principales acciones de preservación para la elaboración de esta bebida ancestral, “A los productores, ayudarlos a capacitarlos de la mejor manera y poder distribuirlo en cualquier lugar, la idea es fortalecer a través de iniciativas culturales donde se dé a conocer el sotol, hablábamos ahorita de los Cardencheros, de las artesanías que se desprende de la propia planta, haremos por ejemplo actividades desde charlas, concursos, artes visuales, generar toda una iniciativa y que su impacto sea interesante que también lo convirtamos en un punto interesante de turismo cultural”” añadió.

Recuperado de Sol de la Laguna (2021)

Denuncian subasta de piezas arqueológicas en París; aseguran que son mexicanas

Ante la realización de dos remates de piezas arqueológicas mexicanas, el gobierno mexicano presentó denuncias ante la FGR

Una subasta online, realizada el miércoles pasado desde París, logró recaudar 90 mil 721 euros (más de 2 millones 274 mil pesos) por la venta de 20 piezas arqueológicas, supuestamente de manufactura mexicana. Frente a la imposibilidad de detener el remate, el gobierno mexicano ha vuelto a interponer una denuncia ante la FGR y solicitado asistencia “diplomática y jurídica” de la Interpol.

Después de que El Heraldo de México informó de la subasta virtual, realizada por Shoteby’s, y de otro remate presencial de 23 piezas, efectuado el 29 de junio por la casa, también parisina, Binoche et Giquello, el INAH informó que “en ambos casos se interpusieron las denuncias correspondientes” y “se hizo del conocimiento de la Consultoría Jurídica de la SRE y de la Dirección General de Asuntos Policiales Internacionales e Interpol de la Policía Federal Ministerial”.

En total, las subastas, efectuadas a pocos días de que los gobiernos de México y Francia firmaron una “declaración de intenciones” contra el tráfico de bienes culturales, lograron vender conjuntamente 43 piezas atribuidas a culturas mexicanas antiguas.

“No obstante las condiciones adversas que enfrentan para detener este tipo de actividades comerciales consideradas ilegales e inaceptables para el Gobierno de México, la Secretaría de Cultura y el INAH continuarán dando la batalla e impulsando acciones en contra del tráfico ilícito de bienes culturales y seguirán trabajando, en el marco de sus competencias, por la recuperación del patrimonio mexicano que se encuentra fuera de nuestras fronteras”, agregó la dependencia.

SOBRE BIENES

  • 18,900 euros alcanzó un incensario maya en la subasta virtual. 
  • Una escultura azteca de la diosa Chicomecoatl alcanzó el mismo precio.

Recuperado de El Heraldo (2021).

Argentina: ¿Qué hace únicos a sus patrimonios?

Los Patrimonios de la Humanidad de Argentina no son como cualquier otro. En esta oportunidad, te contamos algunos datos que los hacen únicos. 

En palabras de la Unesco, son “lugares de la Tierra con un valor universal excepcional”. Argentina se ubica como el cuarto país de Latinoamérica con más Patrimonios de la Humanidad en su haber. Once son las coordenadas repartidas a lo largo y ancho de su territorio en las provincias de Misiones, Córdoba, Buenos Aires, Santa Cruz, Chubut, La Rioja, San Juan, Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y Mendoza.

De los once, seis son sitios culturales y cinco naturales. Cada uno de ellos constituye una razón más para visitar un país con cientos de maravillas, ya sea por la magia de sus paisajes como por la importancia de su historia.

  • Parque Nacional Los Glaciares, Santa Cruz

Conocerlo implica un espectáculo para todos los sentidos. Los grandes protagonistas son el Perito Moreno, siendo el glaciar más famoso del país y de los más imponentes del mundo, y el inconfundible monte Fitz Roy.

Se trata del parque más grande de todo el país y más del 30% de su territorio está conformado por hielo. El Glaciar Perito Moreno es de los pocos glaciares en el mundo que se encuentra en equilibrio, es decir, que no retrocedió con el tiempo, cosa que sí sucede con el resto por la situación climática.

  • Misiones Jesuíticas Guaraníes, Misiones

San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María la Mayor son las cuatro Misiones Jesuíticas argentinas seleccionadas por la Unesco en su listado de Patrimonios de la Humanidad.

La historia y el vínculo entre los jesuitas y los pueblos originarios guaraníes se asoman entre sus ruinas, eso y mucho más lo convierten en una visita imperdible.

  • Parque Nacional Iguazú, Misiones

Adentrarse en el corazón de la selva, conocer su inmensa fauna y flora, maravillarse por los 275 saltos y – quizás- dejar escapar una lágrima en lo más alto, la Garganta del Diablo, hacen a la visita.

¿Cuándo se pueden ver más mariposas? La respuesta es sencilla: en días calurosos. ¿Por qué? Porque les atrae la sal y, en días de mucho sol, el sudor humano las llama. Otro dato curioso es que el parque fue escenario de muchas escenas de películas conocidas, entre ellas Indiana JonesBlack Panther y La Misión.

  • Cueva de las Manos del Río Pinturas, Santa Cruz

Habitada 9.300 años atrás en el tiempo, es una imagen nítida de la vida de civilizaciones anteriores, en excelentes condiciones de conservación, donde cientos de manos quedaron inmortalizadas en piedra. En el sitio se llegaron a contar 829 manos izquierdas y solo 31 manos diestras.

  • Península Valdés, Chubut

Ver una función de la naturaleza desde la primera fila: así se siente visitar la Península Valdés. ¿De qué trata el show? De saltos de ballenas, juegos entre lobos marinos, varamientos de orcas, colonias de pingüinos y mucho más.

Las ballenas se acercan a la península durante los meses de junio a diciembre, por lo que en esta época tu visita es imperdible. La Isla de Los Pájaros fue fuente de inspiración de Antoine de Saint Exupéry para “la boa que se tragó el elefante”, por su idéntico contorno.

  • Manzana y estancias jesuíticas, Córdoba

Oportunidades sobran para recrear el legado jesuita en Córdoba. Por un lado, se encuentra la Manzana Jesuítica en el corazón de la ciudad y, por el otro, las seis estancias: Colonia Caroya, Jesús María, Santa Catalina, Alta Gracia, La Candelaria y San Ignacio.

  • Parques naturales de Ischigualasto, San Juan, y Talampaya, La Rioja

Existen lugares que, al visitarlos, dan la sensación de estar en otro planeta. Uno al lado del otro, en estos parques los paisajes crean una postal de acantilados y figuras naturales de tonos rojos, rosas, naranjas y ocres. Además de ser bellísimos, guardan una relevancia fascinante por los hallazgos arqueológicos y paleontológicos realizados en el área.

Talampaya significa en idioma diaguita “río seco del tala” (especie de vegetal local) y el parque Ischigualasto es comúnmente llamado “valle de la luna”, por su tierra y geoformas que se asemejan al paisaje lunar.

  • Quebrada de Humahuaca, Jujuy

Los pueblitos pintorescos se asientan a lo largo de la montaña y el recorrido es la fusión perfecta entre cultura, tradición y paisajes únicos. Por supuesto, el buen vino y la gastronomía típica se suman a la ecuación.

Se observan colores que van desde el verde hasta el blanco. Esto se debe a la sedimentación de los diferentes minerales durante millones de años.

  • Qhapaq Ñan – Sistema vial andino

A lo largo de las siete provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, se deja descubrir lo que fue el Sistema Andino de Carreteras: una de las obras más fascinantes del siglo XV.

El Qhapaq Ñan denota las capacidades tecnológicas y de ingeniería de las comunidades prehispánicas andinas, es una herencia milenaria que transporta sin escalas a la época del Imperio Inca a quien visite alguno de sus fragmentos. El nombre Qhapaq Ñan significa “camino principal” en lengua quechua, el mismo atraviesa seis países y, el del territorio argentino, tiene una longitud de 119 kilómetros distribuidos en 32 sitios arqueológicos de las diferentes provincias.

  • Obra arquitectónica de Le Corbusier, Buenos Aires

Todas las obras del arquitecto suizo Le Corbusier fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en el año 2016. En total son 17 y se distribuyen por siete países distintos. Una de ellas está en La Plata, la ciudad de las diagonales, capital de la provincia de Buenos Aires: la Casa Curutchet. Un edificio histórico, insignia de la modernidad y la vanguardia, sello indiscutido del arquitecto.

  • Parque Nacional Los Alerces, Chubut

Constituido por lagos de colores increíbles, fauna súper diversa y su protagonista: la selva valdiviana -región de bosque verde de configuración densa y húmeda por la cantidad de precipitaciones que recibe- donde crece el alerce, uno de los árboles más longevos del mundo. Dentro del parque se puede visitar uno de los árboles más antiguos del planeta, con 2620 años, sorprendentemente tiene ni más ni menos que la edad del Partenón de Atenas y la altura del Obelisco de Buenos Aires.

Recuperado de Última Hora (2021).

 
 

Manatíes, nutrias y delfines de río, entre otros, son atendidos y protegidos en Lagos de Tarapoto, Amazonas

Se trata de un trabajo entre la Fundación Omacha, 22 comunidades indígenas y Corpoamazonia. Juntos, identifican los animales que se encuentran en peligro, los atienden cuando están heridos y enfermos, y los cuidan hasta que estén en óptimas condiciones para seguir en libertad.

La acusación a Nike, Louis Vuitton y Oysho: la delgada línea entre la inspiración y la apropiación cultural

La denuncia de México a varias multinacionales textiles por imitar supuestamente prendas indígenas reabre el debate sobre el plagio artístico a las minorías.

Si escribe en Google “Bolsa Hamaca de San Andrés Larráinzar, Chiapas”, encontrará entre las primeras fotos una bolsa larga de tela y dos asas como trenzas que simulan una hamaca en miniatura, con una paleta de tres o cuatro colores. Este artículo se ofrece en casi todas las tiendas de artesanía del pueblo turístico de San Cristóbal de las Casas por unos 200 pesos mexicanos (unos 8 euros). Pero si va a la web de la empresa española Oysho encontrará una muy parecida a 799 pesos si está en México o a 25 euros si está en España. Hay otra casi idéntica en la página de la empresa americana Madewell, de J. Crew, a unos 48 dólares en Estados Unidos. Y otra más de la empresa italiana Marni, a 170 euros. Por último, si hace la misma búsqueda pero añade el nombre de Francisca Pérez Gómez, encontrará a la creadora del modelo original, una artesana indígena Tzotzil de 39 años que vive en el pequeño pueblo de San Andrés Larráinzar. Allá, ella la vende por 350 pesos (unos 14 euros). 

Nike, Zara, Louis Vuitton, Isabel Marant, Carolina Herrera, Mango, Anthropologie, Patowl y Rapsodia son algunas de las marcas que han sido denunciadas por usar diseños indígenas en sus productos. Y no solo es una reinvindicación en las redes sociales: también algunos de los gobiernos de los países afectados han pedido explicaciones oficialmente a las marcas. El complejo debate de la apropiación cultural en el mundo textil enreda tantos hilos y trenzas como la bolsa de Francisca Pérez, una artesana que lleva tejiendo desde los 9 años. Pérez nunca ha denunciado en redes sociales apropiación cultural, pero su opinión es la que rara vez se escucha en este debate. Su experiencia puede iluminar muchos de los nudos más complicados de la discusión. “Yo quería hacer mis propios diseños”, cuenta Pérez en el salón de su casa sobre ese momento, hace 11 años, cuando se inspiró en una tela ligera para guardar tortillas para tejer la bolsa hamaca.

Tampoco se suele escuchar a otras tantas artesanas de la región, como las ocho a las que ha visitado EL PAÍS en Tenejepa, en los Altos de Chiapas (México), en una zona rodeada por cultivos de maíz. Durante la charla, las mujeres más jóvenes con niños pequeños amamantan y las que tienen hilos de colores en sus bolsas aprovechan para adelantar algunos trazos más de sus telares. Las empresas tienen una obligación de “consultar a las artesanas”, dice desde allí Viviana Girón López, una mujer Tzetzal de 36 años que aprendió a tejer a los 12. “Ellos obtienen los diseños con facilidad, lo copian y lo maquilan de manera industrial, y eso no está bien, a nosotras nos cuesta mucho terminar una pieza”.

Las herramientas para defender sus diseños desde las verdes montañas de Tenejapa son escasas: la pelea no es en Twitter, ni en cartas diplomáticas. Allí solo se teje con paciencia y se cruzan los dedos para que sus bolsos o camisas gusten y se vendan. Y para que no terminen plagiados en un catálogo de alguna multinacional.

Esta cuestión recurrente en el mundo de la moda volvió al primer plano hace un mes, cuando la Secretaría (Ministerio) de Cultura del Gobierno Mexicano envió una carta a Zara, en la que acusaba al gigante textil gallego de privatizar una propiedad colectiva, en este caso, un vestido de mujer casi idéntico a los tradicionales huipiles hechos por la comunidad mixteca. Desde el mundo de la moda reconocen que la apropiación cultural es un tema complejo, pero Pepa Bueno, directora de la Asociación Creadores de Moda de España (ACME), zanja así el debate: “La línea roja es el plagio; pero el arte y la moda de autor siempre ha trabajado con los códigos culturales del país en que se desarrolla y otros países”.

En la misiva, el Gobierno mexicano también señalaba a dos empresas estadounidenses, Anthropologie y Patowl. A la primera por haber calcado un bordado de la comunidad Santa María Tlahuitoltepec en unos pantalones cortos vaqueros, mientras que Patowl sacó a la venta unas blusas florales con motivos del pueblo zapoteco, en San Antonino Castillo Velasco. Anteriormente fueron acusadas otras firmas internacionales como Louis Vuitton, Isabel Marant, Carolina Herrera, Mango y Rapsodia.

“El arte tiene que ver con mirar a tu alrededor y, a partir de ahí, elaborar un nuevo discurso”, afirma Bueno. “Pero tiene que ser un nuevo discurso”, insiste. La representante de ACME no entra a valorar casos concretos, ya que desconoce las piezas de ropa en las que pueden estar inspiradas, pero sí entiende que cualquier plagio a un pueblo indígena es especialmente reprochable: “El problema de fondo es la enorme explotación a la que está sometido el pueblo indígena. Más del 70% vive en la extrema pobreza”.

El Estado mexicano preguntaba a estas firmas internacionales, a través de la carta, si tienen pensado redistribuir parte de los beneficios a estas comunidades como autores originales de los diseños. El grupo Inditex, al que pertenece la firma y que tiene 415 tiendas en México, se remite a lo ya expuesto en su momento: “El diseño en cuestión no fue de ninguna manera tomado prestado intencionalmente o influenciado por el arte del pueblo mixteco”.

Pepa Bueno, también historiadora del arte y especializada en historia del diseño, entiende que en caso de que un diseñador se base en otras culturas, simplemente tiene que reconocerlo: “Es fundamental que se especifique que existe la inspiración; que se ponga en valor la fuente de la que se han extraído esos motivos”. Bueno pone de ejemplo a Victorio & Lucchino, que sin ser gitanos mostraron el vestido de lunares al mundo: “Su trabajo puso en valor una estética desconocida para muchos”, explica la experta. Pero entonces, ¿dónde está la separación entre la inspiración y la apropiación cultural? Una pregunta sin respuesta clara.

Diseños exclusivos

Francisca Pérez trabajó muchos años tejiendo en talleres para diseñadoras del centro de México y estaba algo frustrada por la apropiación que se hacía de los diseños allí. “Muchas veces las diseñadoras te dicen ‘este diseño es solo para mí, no lo puedes vender en otro lado’”, recuerda. Dejó entonces esos trabajos para armar una red independiente de 80 artesanas donde hoy todas comparten diseños y venden productos sin preocuparse por la exclusividad. “Yo respeto mucho su trabajo”, dice con respecto a las diseñadoras, “pero sin las artesanas, no pueden hacer nada”.

Fue a una de esas diseñadoras a quien Pérez le mostró primero el diseño de la bolsa hamaca. Una bolsa hecha en telar de cintura, una técnica prehispánica en el que cuelgan de un lado decenas de hilos para determinar las dimensiones de la pieza, y luego se enredan allí otros hilos de colores. La idea de la bolsa hamaca le encantó también a muchas artesanas de pueblos vecinos que empezaron a copiarla y reproducirla hasta volverla icónica de Chiapas. “A mí eso me hace feliz”, dice.

También le ha llegado el rumor de que empresas extranjeras venden versiones idénticas, aunque no recuerda bien el nombre de las marcas, y parece no importarle demasiado. Al preguntarle si conoce el término apropiación cultural indebida responde “no”, a secas. Pero al explicarle lo que quiere decir este concepto, ya no le resulta tan indiferente el debate. “Los grandes empresarios, las grandes empresas, tienen la oportunidad de apoyar a las artesanas, y así debería ser. Pero ya ves que eso no pasa así. A mí no me afectan [las copias] de las artesanas, pero estoy hablando de nosotras como artesanas”. Pérez, madre de cuatro hijos, encontró en este trabajo una forma de sobrevivir, y ve en estas copias de otras artesanas una salida a la violencia doméstica y a la pobreza en la que viven muchas de sus compañeras.

El gran argumento en contra de utilizar el concepto de apropiación cultural suele ser que la cultura fluye, que nunca es fija, que siempre es un intercambio constante que toma elementos de unas y otras culturas para incorporarlos o resignificarlos. A Francisca Pérez Gómez eso le parece obvio. Su vida ha sido un intercambio entre su abuela, su madre, una vecina, una suegra, una compañera de otro pueblo o un colectivo de artesanas en otro Estado de México. Pero una cosa es la apropiación cultural entre iguales y otra muy distinta es la apropiación cultural indebida de una empresa multinacional, sostiene. El debate para ella no es tanto sobre la propiedad intelectual, sino sobre la desigualdad: mientras unos tienen tiendas alrededor del mundo, otras tejen para darle de comer a sus hijos.

De la red al debate político

El debate de apropiación cultural indebida tiene múltiples ejemplos en el mundo textil e indígena de América Latina: desde los tejidos de comunidades Wayúus en Colombia que se venden en tiendas de alta costura en Nueva York; hasta las comunidades Gunas en Panamá que denunciaron a Nike en 2019 por copiar sus diseños de molas. Normalmente esas denuncias se hacían desde la sociedad civil y las redes sociales. Pero desde que el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador llegó al poder en 2018, el debate ha entrado de lleno en la política.

En 2019, la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, envió una carta a los diseñadores Carolina Herrera y Wes Gordon denunciando apropiación cultural indebida en una de sus colecciones, tomando bordados tradicionales de Tenango de Doria (Hidalgo) y de Tehuantepec (Oaxaca). En respuesta, los diseñadores alegaron que solo estaban “intentado poner en valor este magnífico patrimonio cultural”. Y hubo más cartas: contra Louis Vuitton por hacer unas sillas con bordado de Hidalgo; contra la diseñadora francesa Isabel Marant por una colección en la que aparecen símbolos de la cultura purépecha en Michoacán; y las últimas ya citadas contra Zara, Anthropologie y Patowl.

Frausto, en conversación telefónica con El PAÍS, dice que antes de hacer cada una de esas acusaciones se aseguró de que las empresas no estaban trabajando en conjunto con artesanas de la región. “No nos interesa cerrarnos al mundo, sino tender puentes de respeto, de diseñador a diseñador, de tú a tú”, aclara. A los diseñadores extranjeros que dicen que los plagios son en realidad homenajes, les responde: “A los homenajes se invita a los homenajeados”.

La secretaria de Cultura de México dice que con la nueva estrategia epistolar, más efectiva que la vía legal, ha recibido respuestas muy diversas. Cuenta que Louis Vuitton se comprometió a hacer un proyecto con artesanos de Oaxaca, y que Isabel Marant accedió a abrir un diálogo entre las dos en el que la diseñadora se disculpó. En enero, además, una representante de Nike en México le contó que en la empresa trabajan en una nueva colección de tenis con símbolos del día de los muertos, que se lanzará en octubre. Pero antes de salir a mercado, quieren seguir el protocolo de aprobaciones que la Secretaría de Cultura indique. “Esa petición de Nike para mí ya es un logro”, dice orgullosa.

En noviembre, la secretaria prepara su propio fashion show: una feria de moda llamada “Original” que se celebrará en los Pinos, el antiguo palacio presidencial que López Obrador abrió al público. Allí, dice, artesanas cuyos tejidos han sido plagiados exhibirán sus tejidos en pasarelas o salones de negocios, y los diseñadores internacionales serán los que se sientan entre el público.

Un debate sin salidas fáciles

Elk’anel. Esa es la traducción de apropiación cultural indebida de un grupo de artesanas del pueblo de Tenejapa, Chiapas. Elk’anel quiere decir, literalmente, robo. “Robo o como un despojo”, explica Imelda Gómez, una mujer de 29 años originaria de allí. No es artesana pero trabaja en la ONG mexicana Impacto que busca alternativas para proteger el patrimonio cultural indígena y también promover comercialmente los tejidos tradicionales de forma más justa. “Algunas palabras [como apropiación cultural indebida] no tienen mucho impacto en estas mujeres, porque son creadas desde el mundo occidental”, explica Gómez. Impacto, basada en San Cristóbal de las Casas, es una de las pocas organizaciones en México que rastrea casos de apropiación cultural indebida por empresas mexicanas y extranjeras: desde 2014, han identificado más de 40.

Andrea Bonifaz, de la misma ONG, activista de 32 años de Aguascalientes, lleva mucho tiempo pensando en cómo resolver el problema de la apropiación cultural desde lo legal, lo político o lo social. Una ley de derechos de autor que habla del tema está congelada en el poder legislativo; una demanda ejemplar de un grupo indígena en Hidalgo contra Nestlé está frenada en el poder judicial. Y la vía legal, además, no es obligatoriamente la mejor. “Mi preocupación es que se burocratice todo este proceso y se vean afectados emprendimientos sociales”, explica.

Sobre las cartas del Gobierno, Bonifaz considera que han ayudado a poner el debate en el foco, aunque todavía no se les ha dado voz a las artesanas. Y se pregunta: “¿Qué pasa con marcas mexicanas o de Latinoamérica que también incurren en eso?”. La Secretaría de Cultura, por el momento, solo ha hecho pública la pelea contra las marcas multinacionales más famosas.

Una mañana de julio, Gómez y Bonifaz viajan a una casa de cemento en Tenejapa para escuchar las opiniones de ocho artesanas sobre quién (o quiénes) debe ser la autoridad responsable para proteger el patrimonio indígena. La conversación es en Tzetzal, y Imelda Gómez traduce pacientemente para las tres hispanohablantes. “Yo creo que deben estar ahí los de derechos humanos”, opina Viviana Girón López.

Las mujeres hacen una lista de responsables: desde rezadores y guías turísticos del pueblo, al presidente municipal, al gobernador, a las empresas, al presidente de la república, a los compradores. Una mujer llamada Antonia Pérez habla de la responsabilidad de los que regatean (“¿Para qué pregunta si no me va a pagar el precio mío?”), otra llamada Antonia Santis de lo difícil que es que otros reconozcan el enorme tiempo que le toma hacer algunas prendas (uno de sus huipiles puede demorar cuatro meses), y otra llamada Emma Hernández López dice que es difícil aliarse con autoridades para combatir este tema. “No tienen interés en las artesanías” dice López. “A menos que nosotras vayamos a protestar, a insistir, a decirles que nos vean como artesanas”.

Recuperado de El País México (2021).

Legislatura: Iglesia de Piedra “Santa Teresita”, de Colonia Polana, fue declarada Patrimonio cultural

Los diputados misioneros declararon Patrimonio Histórico, Cultural, Turístico, Paisajista y Arquitectónico a la Iglesia de Piedra “Santa Teresita”, del paraje Naranjito, en el municipio de Colonia Polana.

Se trata de iniciativas presentadas por la diputada Liliana Rodríguez y por el ex legislador Raúl Flach. Al momento de la votación, la legisladora señaló que la Iglesia de Piedra es una “edificación única en su tipo en la región y en la Provincia, con una belleza singular en su estilo arquitectónico que data de la década de 1940, en la que se utilizó para su construcción piedra itacurubí –‘piedra triturada’ en idioma guaraní-”.

Rodríguez explicó que este tipo de piedra solamente se las puede encontrar “en algunas zonas de Misiones, incluida cerca de donde iba a ser emplazada esta iglesia, con el agregado de que la sacaban de una cantera, la moldeaban a mano, con agua, y la dejaban secar tres días, luego le daban forma de una manera ingeniosa y artesanal”.

La iglesia fue construida por Alejandro Hume y su esposa Isabel Vayo de Hume, propietarios de un establecimiento yerbatero denominado “Santa Teresita”, y “durante la construcción, la señora Isabel viajó exclusivamente a Francia para traer una imagen de Santa Teresa, la cual aún hoy se conserva en el interior de la misma”, relató la legisladora.

El objetivo de esta medida es “que se pueda cuidar y conservar de otra manera a esta iglesia con una rica historia de una vasta zona de la provincia y que es única, en su tipo en Misiones”, precisó la legisladora en los fundamentos de su proyecto.

Recuperado de Noticias del 6 (2021).

Cambio climático y patrimonio cultural (Segunda y última parte)

Los daños al patrimonio cultural por el cambio climático se propagan vertiginosamente en diferentes entornos.

En 2015 un grupo ambientalista de Holanda y la Fundación Urgenda demandaron al gobierno de ese país por incumplir sus obligaciones internacionales de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2). La Corte holandesa concluyó que aquél había realizado esfuerzos insustanciales en tal sentido y, por lo mismo, soslayado los graves riesgos ambientales del cambio climático (CC), motivo por el cual lo condenó a limitar 25% esas emisiones en relación con las registradas en 1990, meta que debería ser alcanzada en 2020.

La Corte fundó y motivó su resolución en la constitución de los Países Bajos (artículo 21), en la Convención Europea de Derechos Humanos (CEDH), en el principio de no causación de daño o de prevención (No harm principle) del derecho internacional, en la tesis de la negligencia azarosa, en el principio de equidad, en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) y, finalmente, en la política europea en la materia.

Si bien la Corte fue omisa en precisar la forma en que el gobierno debería ajustar la reducción, aunque hizo énfasis en que éste observara algunas de las indicaciones previstas en el Protocolo de Kyoto (en vigor hasta 2020), como limitar el fomento del comercio y las exenciones fiscales que derivaran en actividades productoras de emisiones altas de CO2. Ésta fue la primera resolución judicial que ordenó a un gobierno a adoptar ese género de medidas. Holanda apeló el fallo y alegó que en el caso no era aplicable la CEDH.

En octubre de 2018 la Corte de Apelaciones ratificó la sentencia; más aún, sostuvo que la CEDH obliga a los Estados a proteger la vida individual y familiar, y rechazó el argumento de la autoridad de que el a quo había creado un nuevo orden jurídico y con ello había quebrantado la división de poderes prevista por la Constitución. La riqueza de este precedente es enorme: la Corte no dudó en avocarse al examen del cumplimiento de las obligaciones internacionales asumidas por los Países Bajos y, como resultado de ello, sostuvo que ninguna disposición doméstica puede excluir el cumplimiento de aquéllas. Más aún, reivindicó su competencia para juzgar al respecto. El gobierno holandés recurrió a la Suprema Corte, que en mayo de 2019 confirmó las resoluciones (Urgenda Foundation v. State of Netherlands).

En mayo de 2021 la jueza holandesa Laris Alwin, con sede en La Haya, condenó a la petrolera Shell (RDSa.L) como parte del juicio interpuesto por Greenpeace y Friends of the Earth Netherlands con miras a que la compañía redujera 45% sus emisiones de CO2 para 2030 en relación con las de 2019. La trascendencia de esta resolución es sustantiva, pues recurre a la noción de obligaciones diligentes (duty of care), que hace extensivas a la protección de los derechos humanos ante la conculcación de éstos originada por actos perpetrados por particulares, en la especie las personas morales (Precedente C/09/571932 /HA ZA 19-379, en su versión en inglés).

La Corte fundamentó su resolución en el Acuerdo de París –que incluye la aplicación de normas narrativas no vinculantes (soft law) a multinacionales, ahora complementado con el Paquete Climático de Katowice– e incluyó las sugerencias de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los Principios Rectores de las Naciones Unidas para Empresas y Derechos Humanos y las Directrices para las Empresas Multinacionales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE); estas últimas imponen obligaciones a multinacionales, independientemente de las asumidas por los Estados. Por lo tanto, debe considerarse que el cumplimiento de los acuerdos sobre el (CC) no es opcional para aquéllas.

Los precedentes empero se empiezan a multiplicar, lo que revela la vocación universal del movimiento contra el CC. En septiembre de 2015 la Corte paquistaní, como parte de una demanda incoada por un campesino, condenó al Estado por sus transgresiones al UNFCCC, con base en los derechos doméstico e internacional, por su parsimonia y letargia en la implementación de sus obligaciones internacionales, lo que trasgredía los derechos de los paquistaníes. De manera muy innovadora, la Corte ordenó la creación de un comité independiente en materia de CC, con suficiente legitimidad y autoridad, compuesto principalmente por representantes de ONG, para monitorear el cumplimiento de las obligaciones internacionales de Paquistán.

La cultura

Los daños al patrimonio cultural (PC) por el CC se propagan vertiginosamente en diferentes entornos. En 2011 el huracán Irene, uno de los más violentos de este siglo, tuvo efectos devastadores poco imaginables en el ámbito cultural: llegó hasta Nueva York, donde inundó las bodegas de resguardo de Christie’s en Brooklyn (Christie’s Fine Art Storage Services), en las cuales causó daños incalculables que se hicieron extensivos al Barrio de Chelsea, en Manhattan, uno de los centros nerviosos más importantes del comercio internacional del arte, con más de 200 galerías.

El CC ha obligado a la literatura especializada a iniciar el debate sobre la dimensión cultural del fenómeno, que parte del axioma de que el PC y el clima universal son bienes globales públicos y, por ello, trascienden los intereses de los Estados y resultan esenciales para la comunidad internacional. Por mencionar lo obvio, los objetivos primarios de la legislación del CC consisten en la protección del medio ambiente, el desarrollo sustentable y en la preservación de los ecosistemas para las generaciones presentes y futuras.

Por su parte, la finalidad de la legislación en materia de PC consiste en la preservación de toda manifestación cultural, material o intangible, regida por valores disímbolos como los artísticos, los históricos o los simbólicos, para asegurar con ello su transmisión a las generaciones futuras. La conclusión es irrefragable: los activos culturales son parte indisociable del entorno ambiental, lo que supone una composición holística entre los patrimonios natural y cultural.

Aun cuando participan de la misma naturaleza, como bienes globales públicos, en la salvaguarda del patrimonio cultural (PC) y de los entornos ambientalistas, persiste una profusión de interrogantes: ¿El derecho internacional ha desarrollado disposiciones relativas a la salvaguarda del PC por las amenazas del CC? ¿Cuáles son, si existen, los puntos tangenciales de las disposiciones de protección del PC y las relativas al régimen en torno del CC? ¿Son las legislaciones del PC y del CC complementarias?

Ambas legislaciones internacionales han acusado empero serias insuficiencias en cuanto al mandato que se les ha conferido, con escasos barruntos de puntos tangenciales, y si bien conservan su singular independencia, no son excluyentes y en el análisis se constata una misma racionalidad. A una y otra las guía el principio de prevención (no harm or prevention principle) reconocido por el derecho internacional consuetudinario, que consiste en determinar la obligación de todo Estado de no permitir, e incluso de no tolerar en su jurisdicción actividades que pudieran causar daño al medio ambiente provenientes de otros Estados.

Pero es la narrativa de los derechos humanos la que pareciera ser el ámbito natural de convergencia entre ambos órdenes jurídicos. El basamento de los precedentes de las Cortes sobre el CC es claramente esta narrativa, en la que existen perspectivas similares y una armonía natural si se pondera la concepción de la culturalización de los derechos humanos.

Esta hipótesis, sin embargo, se halla sujeta a demostración. Para ello resulta indispensable ampliar el perímetro de análisis a la relatoría de informes sobre derechos humanos y CC elaborados desde 2008 por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Era predecible que la mera introducción del tema generaría polémicas sobreexcitadas por parte de muchos Estados reticentes a asumir otro cúmulo de obligaciones; por ello cuestionaron desde el inicio si del impacto del CC en el derecho internacional pudieran colegirse puntos de cumplimiento forzoso en cuanto a los derechos humanos.

Resultaba evidente que la construcción normativa correlativa a derechos y obligaciones se asociaría a los esfuerzos internacionales para mitigar el CC. La interrogante correcta era, por lo tanto, inquirir que, si bien el CC alteraba el uso y goce de los derechos humanos, no resultaba claro en qué medida esto pudiera calificarse de trasgresión a los derechos humanos. Para ello es imprescindible retornar a la conclusión cardinal de distinguir en los derechos humanos dos perspectivas: la legitimidad y la obligación de los Estados. La primera responde al enunciado de la necesidad de preservar la vida, la alimentación, la salud y el entorno cultural, entre otros aspectos. Existen, por lo tanto, evidencias de que, en la perspectiva de la legitimidad, hechos como la tardanza en lo que respecta a la mitigación del CC constituyen transgresiones a los derechos humanos en su versión cultural.

Más aún, los informes en este orden son concluyentes: el CC afectará con mayor acerbidad a los grupos vulnerables, como son los infantes y las comunidades indígenas.

En lo que atañe a la segunda perspectiva, uno de los puntales en el sistema de la legislación de los derechos humanos es la imposición de obligaciones a los Estados. El mandato es claro: éstos deben someterse a las disposiciones de los derechos humanos con base en el derecho internacional, y lo es respecto a toda la comunidad internacional conforme al principio erga omnes/erga omnes partes.

La interrogante básica en esta perspectiva resulta en considerar si las emisiones de CO2 por parte de los Estados y su consecuente impacto en el CC constituyen una trasgresión a los derechos humanos.

Para ello debe analizarse el hecho de que resulta imposible desagregar el complejo vínculo causal entre las emisiones de CO2 de un Estado en específico y el CC, y menos concluir a partir de ello que existe una trasgresión a los derechos humanos.

De igual manera las emisiones de CO2 preconstituyen una de las múltiples causas del CC. Finalmente, este último obedece a una racionalidad de prospecciones, cuando la trasgresión de los derechos humanos se evalúa una vez que el daño ha acaecido. Los precedentes jurisdiccionales, sin embargo, van en el sentido contrario.

Epílogo

Uno de los debates más intensos consiste en definir si el CC debe considerarse como una amenaza para la paz y la seguridad internacionales, en tanto que altera la estabilidad de los Estados y el sistema de derechos humanos. En efecto, el CC subvierte la efectividad de una miríada de derechos humanos, como son los relativos a la vida y a la salud, y desde luego a los culturales. De prosperar, esta tesis obligaría al Consejo de Seguridad de la ONU a actuar y adoptar resoluciones que, en términos de su carta constitutiva, son vinculantes para la comunidad internacional.

Los precedentes jurisdiccionales que se registran en el ámbito internacional exhiben fisuras importantes en el canon jurídico tradicional, anclado en nuestra región con atavismos manifiestos; al mismo tiempo intentan dar respuesta a necesidades sociales básicas emanadas del CC cuando el corpus jurídico ortodoxo ofrece escasas alternativas en la judicialización del CC.

Resulta por demás evidente que el sistema de responsabilidad basado en puntales como la evidencia de la culpa y del daño y de su relación causal acusa serias insuficiencias, toda vez que el CC es multipolar y multifacético. Ahora, con el CC, este modelo de responsabilidad prueba que se le arrastra como vestigio en nuestra legislación. La causación directa e inmediata entre el daño y la culpa ha sido abandonada por la jurisdicción internacional, que funda y motiva sus resoluciones en las evidencias científicas del efecto acumulativo del CC por la actividad antropogénica.

En el ámbito cultural, por su especificidad, se agregan otros planteamientos, como la salvaguarda de las tradiciones, de las memorias, de los mitos y de la historia. Este fue el caso de la demanda interpuesta por la Conferencia Circumpolar Inuit en 2005 en contra de Estados Unidos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por su omisión en lo concerniente a la reducción de las emisiones del carbono, en trasgresión de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y la alteración en consecuencia de la cultura inuit.

El derecho internacional relativo a la salvaguarda del PC fue confeccionado en la década de los setenta y evidencia un asincronismo con la legislación actual del CC. Sin embargo, la actualización de la legislación del PC no resulta plausible; una de las soluciones apunta al rediseño de las directrices operativas.

Iniciativas como Our World Heritage y Europa Nostra se suceden rápidamente y dan cuenta de la creciente zozobra que abruma a la sociedad civil, cada vez más militante en la toma de decisiones. Ahora el G20 cultural, bajo el liderazgo italiano, ha mostrado gran sensibilidad en esto, que es uno de los temas cruciales de la agenda internacional del siglo XXI.

La interrogante básica ante el CC consiste en inquirir cuál de ese legado cultural sobrevivirá y, en consecuencia, podría beneficiar a las siguientes generaciones, y cuáles serán los nuevos entornos con los que las comunidades culturales de toda índole asociarán sus mitos, leyendas y tradiciones.

Entre tanto, la premonición transita por las arcadas culturales, y los vestigios que sobrevivan devendrán en palimpsestos incompletos ante los cuales deberán resolverse los enigmas del pretérito para asegurar la transmisión del conocimiento.

Recuperado de Proceso (2021)