En busca de los reyes aztecas

Dos Ofrendas halladas en la vieja Tenochtitlan acercan más que nunca a los arqueólogos a los restos de los antiguos gobernantes mexicas.

A casi 500 años de la caída del Imperio azteca, los arqueólogos podrían estar cerca de las tumbas de algunos de sus gobernantes. Nunca hasta ahora se han encontrado los restos de ningún tlatoani. Hace 60 años, un grupo de académicos aseguró que una osamenta hallada en el Estado de Guerrero había pertenecido a Cuauhtémoc, último rey de los aztecas. Una falsa alarma. Ahora, sin embargo, la pista podría ser buena.

El director del proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, ha informado del hallazgo de varias ofrendas junto al vetusto santuario azteca, centro espiritual del reino. En una han encontrado el esqueleto de un jaguar vestido de guerrero, con un disco de madera tallada en la espalda, emblema de Huitzilopochtli, dios de la guerra azteca, guardián de uno de los dos santuarios construidos en lo alto del templo, que llegó a medir más de 40 metros.

Junto al jaguar han encontrado un atlatl, una especie de ballesta azteca que podía disparar lanzas a gran velocidad. Además, han hallado corales, estrellas de mar, conchas marinas y los restos de una espátula rosada, un ave parecida a los flamencos.

Los arqueólogos han rescatado además el esqueleto de un niño, vestido igualmente a imagen de Huitzilopochtli, enterrado junto a varios cuchillos de pedernal, decorados con perlas y piedras preciosas. Tanto el jaguar como el niño fueron sacrificados, presuntamente por cardiectomía, esto es sacándoles el corazón, en clara ofrenda al dios de la guerra.

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De las decenas de ofrendas encontradas en los trabajos de excavación en el Templo Mayor durante décadas, algunas son sin duda espectaculares. Mención especial para la 174, rescatada en 2017. Los arqueólogos encontraron entonces el esqueleto de un cachorro de lobo junto a 22 piezas de oro, elemento relativamente extraño en el Templo Mayor. En 205 ofrendas descubiertas junto al santuario en más de 40 años, los arqueólogos han hallado poco más de 600 gramos de este metal.

Pese a lo anterior, las dos ofrendas nuevas son sin duda las más espectaculares. Tanto por su contenido como por lo que sugieren. Su ubicación hace pensar a los especialistas en los reyes mexica. Desde hace años, Eduardo Matos Moctezuma, pionero en las investigaciones del Templo Mayor, especula con que los restos de Ahuitzotl, predecesor de Moctezuma, el tlatoani que recibió a los españoles en 1519, estarían enterrados allí.

Matos fue el primer director del proyecto de excavaciones del Templo Mayor, que empezó casi por casualidad. Fue en febrero de 1978, cuando trabajadores de la compañía de la luz toparon con un enorme pedrusco en el subsuelo del centro de Ciudad de México. Avisados, los arqueólogos llegaron al rescate, percatándose de que no se trataba de una roca cualquiera. Era una representación de la Coyolxauhqui, la hermana de Huitzilopochtli. El hallazgo inauguró una de las excavaciones más longevas que existen en México.

Respecto a las tumbas de los gobernantes, López Luján, que descubrió hace unos años un pasadizo oculto bajo una enorme losa a los pies del Templo Mayor, también ha señalado la teoría de los gobernantes. Desde hace varios años, el arqueólogo dice que las cenizas de varios reyes podrían estar en dos cuartos que hay al final de este túnel. Aunque siempre ha dicho que los tlatoanis allí enterrados podrían ser anteriores a Ahuitzotl: Moctezuma I, Axayácatl o Tizoc.

Sería desde luego un gran hallazgo. El propio Matos compara la existencia de las tumbas de los reyes aztecas con las de Tutankamón, en Egipto, el mausoleo de la dinastía Qin, en China, la tumba 7, en la vieja ciudad mixteca de Monte Albán, en Oaxaca, o la tumba del rey maya Pakal, de Palenque. “Creemos que encontraremos objetos de enorme valor en la medida en que sigamos profundizando”, ha afirmado López Luján en declaraciones a la agencia Reuters. 

De acuerdo con los dichos de los cronistas del siglo XVI, los restos de varios gobernantes, incinerados al morir, fueron depositados a los pies del Templo Mayor, junto a ofrendas de enorme valor, como las encontradas ahora. A decir de López Luján, apenas han procesado una décima parte de las nuevas ofrendas, por lo que las expectativas son altísimas.

Podría ocurrir que la conmemoración del quinto centenario de la conquista, comentada en voz baja a este lado del Atlántico, coincidiera con el hallazgo de las cenizas de uno o varios tlatoanis. ¿Qué efecto tendría? Parece difícil de prever. Con toda la ironía del mundo, el historiador Alejandro Rosas ha asegurado: “Es curioso porque, ¿cómo conmemorar lo que hicieron los españoles sin que haya algo indígena que conmemorar? Así pasó en 1947. Hallaron los restos de Cortés que fueron autentificados y, curiosamente, poco después encontraron los de Cuauhtémoc que, finalmente, no eran tales”.


El lobo, el trono de Heredia y las piezas de oro: una historia de equilibrismo en México

El hallazgo de una ofrenda azteca de hace más de quinientos años ilustra mejor que nunca la sutileza ritual del viejo imperio

Lo bueno del subsuelo es que hay más tierra que tuberías. Aunque sea el subsuelo del centro de la Ciudad de México, una urbe construida sobre el lecho de un lago, una ciudad horadada para llevar la luz, el agua y el metro a todas partes. Hay tanta tierra bajo la gran capital que los arqueólogos siguen encontrando tesoros. Y algunos resultan sorprendentes, primero por lo que contienen y luego porque nadie los haya encontrado antes que ellos.

El último caso es el de la ofrenda 174 del Templo Mayor de Tenochtitlán, la vieja capital azteca. Pese a su nombre, la 174 ha resultado extraordinaria. Se trata de una bóveda de piedra, apenas mayor que una mesita de noche, excavada a los pies del viejo templo. Los arqueólogos dieron con ella hace unas semanas. Alejandra Aguirre y Antonio Marín, del Proyecto Templo Mayor, que el próximo año cumple cuatro décadas, encontraron varios trozos de coral rojo en la bóveda. Y debajo, sorpresa, 22 piezas de oro, todas únicas, finas láminas de oro labrado. Pegado a la pared, descubrieron el esqueleto de un lobo que al morir tenía ocho meses. También rescataron varios cuchillos de pedernal, conchas, caracoles y la mandíbula de un pez sierra.

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Aguirre, que ha participado en el estudio de otras tantas ofrendas en el Templo Mayor, dice que quien fuera que colocara allí al lobo, lo puso mirando al oeste, cara a la puesta de sol. Marín, que el día que abrieron la ofrenda traía una playera del cenizo Cruz Azul, cosa que divierte mucho a sus compañeros, llama la atención sobre una de las piezas de oro, un chimali, el escudo de guerra de los aztecas.

Los arqueólogos calculan que los sacerdotes mexicas enterraron la ofrenda a finales del siglo XV o principios del XVI, bajo el reinado de Ahuítzotl, predecesor de Moctezuma, el emperador que trataría años más tarde con Hernán Cortés. Eso significa que nadie vio el oro en más de 500 años. Que pasó una guerra con los españoles y sus aliados, una colonia, otra guerra -de independencia-, la mano férrea de Porfirio Díaz, la revolución y casi un siglo de priismo, sin que nadie la encontrara.

Y no fue por falta de ocasiones. En 1900, el arquitecto Guillermo de Heredia y su esposa se instalaron en la casa que había justo encima, sobre la calle Guatemala. Por aquel entonces, la capital instaló un colector de aguas negras sobre el Templo Mayor. Nadie sabía que el centro ceremonial de los aztecas estaba allí. Muchos aún pensaban que yacía bajo la catedral metropolitana. El caso es que Heredia y su esposa bajaron una tubería de su escusado al colector. La tubería atravesó justo la ofrenda 174. Aguirre opina que los obreros no se dieron cuenta de lo que había allí, quizá por el coral, porque tapaba el resto de la ofrenda. “Heredia luego se haría famoso porque construyó el Hemiciclo a Juárez, el que hay en La Alameda”, dice Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor. El arqueólogo se refiere al famoso monumento que mandó construir Porfirio Díaz, en homenaje al presidente Benito Juárez, por el centenario de la independencia. “Pero eso fue después”, añade, “en 1900, el trono del señor Heredia desaguaba aquí”.

El subsuelo mexicano es rico en tierra, incluso en plata, pero pobre en oro. En el Templo Mayor, el centro ceremonial más importante de la civilización prehispánica preponderante en Mesoamérica, apenas han encontrado 600 gramos del preciado metal. En 205 ofrendas descubiertas junto al Templo Mayor en 39 años, solo 600 gramos. Una fruslería. “En número de piezas”, dice López Luján, “la ofrenda 174 ocupa el cuarto lugar de las 16 ofrendas que contenían objetos de oro. Pero el primerísimo lugar en cuanto a tamaño, diversidad y refinamiento técnico y estético de las piezas”.

Mapa aéreo del Templo Mayor. Los números señalan las 16 ofrendas con oro encontradas en 39 años de excavaciones. El 39 y el 34 están justo donde se erigía la capilla al dios sol. A su derecha, la capilla de Tláloc. La 174 está debajo, a unos metros de las escaleras. MICHELLE DE ANDA CORTESÍA PTM

Equilibrio a las tinieblas

Los arqueólogos piensan que algunas de las joyas vistieron al lobo, caso del chimali, quizá las manitas de oro, el disco sobre el pecho. No parece que haya demasiadas dudas sobre su simbolismo. El lobo y las joyas, su orientación hacia la puesta de sol, constituyen un homenaje al gran dios azteca, el dios Sol, Huitzilopochtli.

De acuerdo a la cosmovisión mexica, al principio todo fue oscuridad, una gran noche. Un día Coatlicue, diosa de la vida y la muerte, quedó embarazada por acción y gracia de una bola de plumas. El gran dios Sol empezó a crecer en su panza, aguardando el momento de traer la luz al mundo. Enteradas, las hijas de Coatlicue -la Luna y las estrellas- corrieron celosas a impedir su nacimiento. Pero Coatlicue dio a luz y Huitzilopochtli llegó al mundo ya crecido. El dios Sol mató a la Luna y desterró a las estrellas, dando equilibrio a las tinieblas y creando así el día.

El equilibrio entre la noche y el día resulta fácil de explicar comparado al de la vida y la muerte. Baste decir que el inframundo mexica es un laberinto tremendo, compartimentado por tipo de muerte y muerto. En el caso de los guerreros, los aztecas pensaban que, al morir, acompañaban al dios Sol camino a su casa, un verdadero honor. Y allí quedaban, en un paraíso solar que compartían con las mujeres que perecían al dar a luz.

Huitzilopochtli fue el primer guerrero azteca, vencedor en su batalla contra la oscuridad. De los 18 meses que componían el calendario mexica, el decimoquinto se lo dedicaban a él, coincidiendo con el solsticio de invierno. López Luján piensa que la ofrenda del lobo encaja justo ahí. Fue probablemente, dice, un rito en conmemoración del dios del Sol. Por eso el lobo apareció mirando al oeste, al ocaso, un recordatorio de su victoria frente a la Luna y las estrellas.

Igual que los católicos recuerdan a Cristo comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre, los sacerdotes mexicas, explica el arqueólogo, recordaban así a Huitzilopochtli, con un lobo ataviado de guerrero, junto a otras joyas típicas de sus hermanas vencidas -una nariguera y unas orejeras de oro-, un lobo mirando a occidente.


Aves con oro y collares, la ofrenda hallada en el Templo Mayor de México a la espera de los líderes aztecas

Los arqueólogos analizan los restos de dos aves de presa vestidas con joyas, mientras prosigue la búsqueda de los emperadores mexica.

Primero fue un lobo, un animal de ocho meses enterrado junto a 22 piezas de oro. Luego una hembra de jaguar vestida de guerrero, con un anahuatl (anillo de las deidades) de madera, en una de sus garras y un lanzadardos. Y ahora dos aves de presa, al parecer dos halcones, ambos con anahuatl de oro y collares, uno con una lanza del preciado metal, fino como el papel de Biblia, otro con una especie de escudo además de otras insignias. Las dos aves, descubiertas a principio de mes, son las protagonistas de la última ofrenda hallada en la base del Templo Mayor de la vieja Tenochtitlan, en México, un escalón más en el camino a la gloria de los arqueólogos, que poco a poco se acercan a su objetivo final: los restos de los emperadores mexica (nombre que se daban los aztecas a sí mismos).

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Consagradas al dios azteca de la guerra, Huitzilopochtli, las tres ofrendas han aparecido en la misma línea, la recta imaginaria que corta en dos un edificio aledaño al Templo Mayor, una enorme plataforma circular de 16 metros de diámetro y más de dos de altura conocida como Cuauhxicalco. La última, la de los halcones, figura justo en el centro de la plataforma, encajada entre piedras, cerca de la superficie. Son raras las ofrendas con animales vestidos. De las más de 200 estudiadas en más de 40 años de excavaciones, solo 28 contenían animales ataviados con ornamentos e insignias: 12 águilas reales, siete lobos, siete pumas y dos jaguares. Los dos halcones se añaden ahora a esta selecta lista.

Saltando entre tablones de madera colocados como pasarelas entre las áreas de excavación, el director del proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, explica a EL PAÍS que “la riqueza y variedad de estas tres ofrendas son excepcionales, la muestra de un tiempo de globalización en el que se importaban animales y objetos de todos los confines del imperio mexica y más allá, a cientos de kilómetros”.

López Luján habla del periodo de mayor esplendor del imperio, la segunda mitad del siglo XV y los primeros 19 años del XVI —momento en que llegaron los españoles—, cuando los aztecas dominaban buena parte del centro de lo que hoy es México, el norte y el sur. No son solo los animales y el oro de las ofrendas. Los restos de corales de ambos océanos, las conchas madreperla, las estrellas de mar, los peces globo y las caracolas apuntan a delicados procesos de recolección. A cuidados ejercicios de comunicación supraterrenal.

Además de ilustrar el poderío de los mexica, la riqueza de las ofrendas podría indicar la inminencia del gran descubrimiento. Con la boca pequeña, sin generar demasiadas expectativas, López Luján y su antecesor en el proyecto Templo Mayor, Eduardo Matos Moctezuma, llevan años sugiriendo que los restos de Ahuítzotl, Axayácatl o Tízoc, predecesores de Moctezuma Xocoyotzin, podrían estar enterrados ahí. “Cronistas como Bernal Díaz del Castillo o fray Diego Durán mencionan que los mexica enterraban a sus gobernantes en el Cuauhxicalco”, apunta López Luján.

En todo caso, el camino será largo. Practicar arqueología en el Templo Mayor —en cualquier parte, en realidad— es lento, necesariamente lento. Cada ofrenda toma meses, incluso años de análisis. La de los halcones empezaron a trabajarla en enero de este año y es poco probable que terminen antes de las vacaciones de Navidad.

Alejandra Aguirre, que ha estado a cargo de la excavación, explica que para llegar de la primera capa de sedimentos a la última, donde encontraron finalmente a los halcones, han tenido que vestirse —otra vez— de expertos cirujanos: pulso firme, rastrillo y pinceles. Primero apareció una capa de grandes barras de copal, luego varias de corales, conchas y demás organismos marinos, luego otra de caracolas Strombus, grandes como papayas, y por fin, al fondo, las dos aves de presa vestidas de oro, junto a los espinazos de varias serpientes y el esqueleto de un pequeño tiburón.

Pasar de una capa a otra, explicaba esta semana otro de los arqueólogos encargados de la excavación, Antonio Marín, es casi casi como embarcarse en una mudanza a escala micro. Todo debe ser retirado y empaquetado con el mayor de los cuidados. ¡500 años de reposo y quietud para ir ahora con prisas!

Aunque no hay piedra que carezca de interés para los arqueólogos, el nudo de esta aventura llegará en un tiempo, también el desenlace. Las ofrendas, el oro y las aves son solo el preámbulo. La historia empezará cuando los investigadores profundicen en el Cuauhxicalco, cuando bajen un escalón en sus más de dos metros de profundidad. López Luján compara el edificio con un camembert gigante. “Estamos en el mero centro del camembert Cuauhxicalco”, dice, divertido. “Y quizás este es el lugar, pero más abajo”.

 

Por: PABLO FERRI

Tomado de:

https://elpais.com/cultura/2019/03/25/actualidad/1553542494_434708.html?rel=mas

https://elpais.com/cultura/2017/07/13/actualidad/1499960414_976086.html?rel=mas

https://elpais.com/cultura/2019/11/15/actualidad/1573830421_584649.html

 

 

Conoce Rutopía: el ‘Airbnb’ para hospedarte en comunidades indígenas en México

Una plataforma que permite a viajeros a buscar experiencias auténticas, además de sustentables en comunidades rurales, con anfitriones en su mayoría indígenas. 

 La experiencia del olor del maíz recién molido, de playas inexploradas, caminar por terrenos y senderos sin pavimentar, saludar a tu nueva familia y respirar en una zona donde el tiempo va despacito son experiencias únicas al viajar con comunidades indígenas.

Todo esto y más ofrece Rutopía, una plataforma que permite a viajeros a buscar experiencias auténticas, además de sustentables en comunidades rurales, con anfitriones en su mayoría indígenas. 

La empresa fue creada por los egresados del Tec de Monterrey, Emiliano Iturriaga, Sebastián Muñoz, Diego Espinosa y Lesli Pérez, quienes se dieron cuenta que las grandes empresas de viajes se quedaban con el 80 por ciento y entregaban el 20 por ciento a las comunidades por abrir sus tierras a extranjeros. 

 

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Sebastián Muñoz, co-fundador de Rutopia en el CIIE 2019 en el campus Monterrey. (Foto: Gustavo Pineda/ CC News)

En conferencia de prensa, Sebastián Muñoz, co-fundador de Rutopía, indicó que se ya se encuentran en al menos 12 comunidades al sur del país, como Oaxaca, Hidalgo, Quintana Roo, Chiapas, Michoacán y Campeche.

Muñoz Recalcó que la mayoría de los viajeros que usan la plataforma, al menos el 60 por ciento son mexicanos, y el restante son extranjeros de Estados Unidos, Francia y España. Además, los costos son de aproximadamente de mil pesos por día. 

“Las comunidades las elegimos con criterios como: tienen que tener un atractivo turístico, uno cultural u tienen que ser proyectos comunitarios, no pueden ser individuos, porque al ser comunidades es más probable que el impacto sea más productivo”, dijo Muñoz. 

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¿Cómo funciona Rutopia?

En Rutopia, bajo un esquema parecido a “Airbnb”, conecta a los viajeros con anfitriones locales, quienes abrirán sus hogares, para entrar una experiencia bio-cultural, de inclusión social, de respeto al medio ambiente y sobre todo, valorización del patrimonio cultural. 

Funciona de la siguiente manera, los usuarios entran a Rutopia.com, en la plataforma enlazan con un gestor local que crea la logística con anfitriones locales, proveedores de comida, guías locales, artesanos, entre otras personas, para coordinar el viaje. 

Los anfitriones locales se encarga de todo lo que necesitas para tener una experiencia inolvidable y esté listo al momento de tu llegada a la comunidad.

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Aquí cambia el esquema de los gigantes corporativos de los viajes, porque Rutopía entrega el 80 por ciento directamente a los anfitriones, familias y proveedores locales por sus productos y servicios, mientras que la plataforma se queda el 20 por ciento restante para cubrir los gastos de transferencia de dinero y los gastos operativos para mantener y expandir la red. 

Además, destinan un porcentaje a un fondo comunitario para proyectos de conservación cultural o ambiental. 

Recientemente, dicha startup ganó el premio mundial Hult Prize, fundación que apoya a empresas que surjan de universidades para resolver problemas sociales.

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(Video vía YouTube)

Por: Gustavo Pineda

Tomado de: https://news.culturacolectiva.com/mexico/conoce-rutopia-el-airbnb-para-hospedarte-en-comunidades-indigenas-en-mexico/

Balamkú o “Cueva del Dios Jaguar”, el extraordinario santuario maya que va a reescribir la historia de Chichén Itzá

cueva.jpgSe descubrió por casualidad, cuando cuatro campesinos caminaban por la selva que, en 1966, rodeaba a la zona arqueológica de Chichén Itzá.

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Se descubrió por casualidad, cuando cuatro campesinos caminaban por la selva que, en 1966, rodeaba a la zona arqueológica de Chichén Itzá.

Era la entrada a una cueva donde había vasijas y figuras prehispánicas. En ese entonces, los especialistas que estudiaban las famosas ruinas de la península de Yucatán, en el sureste de México, decidieron cerrar el acceso a lo que presumían era un recinto sagrado.

Cinco décadas después se reabrió el sitio y lo que se encontró es considerado uno de los principales descubrimientos de la antigua civilización maya.

El lugar se llama Balamkú o “la cueva del Dios Jaguar”, donde se han registrado cientos de objetos arqueológicos utilizados hace más de mil años.

El hallazgo ayudará a reescribir la historia de Chichén Itzá explica el arqueólogo Guillermo de Anda, director del programa Gran Acuífero Maya del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Para entrar a Balamkú los investigadores deben arrastrarse por largos trechos.Para entrar a Balamkú los investigadores deben arrastrarse por largos trechos.

Los objetos dentro de la cueva se encuentran “en un extraordinario estado de preservación” gracias a que se tomó la decisión de cerrar la cueva.

“Estuvo sellado durante mucho tiempo, la información quedó detenida en el tiempo durante más de mil años”, dice el investigador a BBC Mundo.

“Cuando uno encuentra una cueva no alterada tiene ante sí un tesoro invaluable de información”.

Esto permitirá conocer más datos sobre los fundadores de Chichén Itzá, uno de los centros ceremoniales más importantes de los antiguos mayas.

Además, “la cueva del Dios Jaguar” puede aportar más datos sobre el contacto de esta civilización con otros pueblos, especialmente los ubicados en la región central de lo que hoy es México.

Crisis

Uno de los descubrimientos más importantes del intercambio cultural de los mayas con otras civilizaciones mesoamericanas, es el hallazgo de 200 incensarios, muchos con la imagen y figura de Tláloc. Era el Dios de la Lluvia para los aztecas y otros pueblos que habitaban en regiones que hoy son, por ejemplo, Ciudad de México, Hidalgo o el Estado de México.

Chichén ItzaChichén Itzá y sus icónicas pirámides es uno polo de atracción turística de Yucatán.

Su presencia en esta cueva confirma las hipótesis de que, en algún momento no precisado, el culto a la deidad del agua viajó del centro del país hacia la península de Yucatán.

Pero también aporta otros elementos, sobre todo para entender el ocaso de esta civilización.

Los investigadores del INAH presumen que la región donde habitaban los mayas sufrió una inusitada sequía.

Esto obligó a los pobladores a pedir lluvia a los dioses y por eso se atrevieron a entrar en cuevas y pasajes subterráneos.

Entre algunas civilizaciones prehispánicas a estos lugares se les conoce como “el inframundo” y es donde habitan deidades de la fertilidad.

Explorar la Explorar la “Cueva del Dios Jaguar” tardará varios años.

La presencia de Tláloc, una deidad para pueblos ubicados a más de 1.300 kilómetros de Chichén Itzá “nos habla de un intercambio e influencia importante de grupos del centro de México”, explica De Anda.

Una de las hipótesis es que de alguna forma los mayas de esta ciudad creyeron que Tláloc ayudó a otras civilizaciones, como la Tolteca, a superar una sequía como la que padecían en ese momento.

“El que una deidad digamos extranjera (para los mayas) esté en el sitio más sagrado para ellos como una cueva, es extraordinario”.

El “gusano”

Eso explica los esfuerzos de los habitantes de Chichén Itzá por depositar las ofrendas en Balamkú, una cueva que De Anda define como una especie de gusano por su morfología serpenteante.

Hay partes donde sólo hay acceso a través de grietas, algunas de 40 centímetros de alto donde los investigadores sólo pueden moverse arrastrándose pecho a tierra.

Es uno de los ingresos a cámaras y galerías más grandes, en promedio de 3,8 metros de alto, donde se encontraron las ofrendas más grandes.

Cueva del Dios JaguarLos investigadores creen que además de vasijas debe de haber restos humanos.

Hasta ahora se sabe que la escasez se presentó entre los años 700 y 1.000 antes de Cristo, y abarca los períodos conocidos como Clásico Tardío y Clásico terminal de la civilización maya.

La crisis pudo ser muy grave y eso explica la variedad de objetos que entregaron a las deidades:

Cajetes, piedras de molienda, malacates y metates en miniatura, así como tapas de incensarios con representaciones de jaguar, una de las especies animales de mayor respeto para los mayas.

Pero además de la información sobre los antiguos mayas, los investigadores del INAH creen que “la cueva del Dios Jaguar” podría crear nuevas técnicas para la exploración de cuevas arqueológicas en México.

Hasta ahora sólo se conocen unos 450 metros de Balamkú, la tercera parte de su extensión.

En la primera fase el INAH pretende crear un modelo en tercera dimensión de todos los recintos y túneles de la cueva.

Eso permitirá un registro detallado de todo el sistema cavernario, así como de los objetos que se encuentren en sitios no explorados.

Cueva del Dios Jaguar 

Algunos incensarios y vasijas aún conservan restos carbonizados de alimentos, semillas, jade, conchas y huesos que servirían para establecer con más precisión la fecha en que fueron depositados.

Según Guillermo de Anda los investigadores creen que en “la cueva del Dios Jaguar” puede haber otros materiales, como huesos humanos.

Es un valor adicional de Balamkú. “Tenemos de primera mano información para analizar en el laboratorio, como los huesos humanos que permitan conocer el fenotipo de los que están allí”.

“Puede ayudar a entender el colapso de la ciudad, cuando pudo haber dejado de florecer y por qué. Es reescribir la historia de Chichén Itzá”.

 

Por: Alberto Najar

Fotos: Karla Ortega / INAH

Tomado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-47464273

Las poderosas mujeres sacerdotisas que gobernaron el antiguo Perú

En las últimas décadas los arqueólogos han hallado las tumbas de varias mujeres. Lo más llamativo de estos hallazgos es su ajuar, junto a ellas se han hallado coronas, báculos, cetros y demás tesoros. Todo lo que las acompañaba no es más que la manifestación del poder que representaban. 

En el museo de la Universidad de Denver, Estados Unidos, hay un vaso de plata repujada que debería estar expuesto en el Perú. Está cubierto de dibujos y escenas que resumen la historia de una pirámide de barro trunca, de 40 metros de altura, que se encuentra en el interior del bosque seco lambayecano rodeada de algarrobos, espinos y campos de cultivo. Si proyectásemos todos esos diseños que cubren la base y las caras del vaso de Denver en su totalidad, tendríamos una especie de mapa del tesoro, en que aparecen personajes, símbolos, iconografías y detalles que los arqueólogos descubrieron —como ha ocurrido con otros vasos y en distintos enterramientos— en esa huaca que tiene forma de t.

En los años noventa, Christopher Donnan había encontrado, en la parte norte de la huaca de adobe, pinturas murales, mobiliario y enseres que indicaban la existencia de un trono. El principio de dualidad de las sociedades precolombinas —a un elemento le corresponde su opuesto con el que se complementa— hizo sospechar al arqueólogo Carlos Wester que, en la parte sur, habría un enterramiento de élite. El vaso de Denver de 17 centímetros cuenta la historia de Chornancap —el nombre que tiene el enterramiento—, de la sacerdotisa que encontraron dentro y de gran parte de la cultura lambayeque, también conocida como sicán.

 

Figurillas de sacerdotisas halladas en 2015 en el sitio de Vichama, 
pertenecientes a Caral. (Ministerio de Cultura)

 

Tumbas reales

Antes de esta cultura ya se conocían mujeres que pertenecían a las más altas jerarquías del poder. Algo que atraviesa todas las culturas y épocas del Perú. Régulo Franco encontró a la Dama de Cao (La Libertad, km 604 Panamericana Norte) en un fardo funerario de unos 100 kilos de peso formado por casi 30 capas de mantos, vestidos y adornos metálicos. Le sorprendió el excelente estado de conservación en que se encontraba la momia —de una mujer de 25 años que falleció por complicaciones en el embarazo—, y su cuerpo cubierto de tatuajes de arañas, monos, serpientes, felinos y aves, realizados con un compuesto del mercurio llamado cinabrio.

 

Luis Jaime Castillo y Christopher Donnan descubrieron en diferentes cámaras funerarias de gran tamaño, ubicadas en San José de Moro, Chepén (La Libertad, km 761 Panamericana Norte), varias sacerdotisas adornadas con riquísimos ajuares, entre las que había por lo menos una niña. También encontraron restos en los que se evidenciaban producciones masivas de chicha y de alimentos, que podrían responder a encuentros de personas que llegaban a este sitio de La Libertad por motivos religiosos vinculados a las sacerdotisas.

Representación de la sacerdotisa de Chornancap, quien fue hallada en una 
tumba acompañada de ocho mujeres jóvenes. (Archivo El Comercio)

 

En Nasca (km 451 Panamericana Sur) hay 34 pirámides de adobe cubiertas por las arenas del desierto en un área equivalente a unos 2.400 campos de fútbol profesionales. El arqueólogo italiano Giuseppe Orefici ha desenterrado una de esas pirámides en Cahuachi y ha encontrado tejidos, cerámicas, restos de cultivos y miles de pedazos de antaras de cerámica. Todas estas piezas se observan en un magnífico museo del centro de la ciudad: el Antonini. Parece que Cahuachi fue el epicentro más importante de los nasca, a donde llegaron personas de otras latitudes y desde donde se idearon las líneas que se observan en avioneta. En una posición privilegiada dentro de la pirámide, Orefici halló la momia de una niña. Estaba cubierta de joyas, rodeada de cerámicas en miniatura y tenía una nariguera de oro que tapaba su cara coloreada de rojo. Además, la envolvía un tejido que tenía pinturas y bordados de orcas, la máxima divinidad de los nasca junto al felino.

Lo más llamativo de estas mujeres es su ajuar, además de todo lo que las acompaña, que no es más que la manifestación del poder que representaban. En sus tumbas se han obtenido coronas, máscaras y orejeras de oro. Tejidos y cerámicas finísimas que llegaban como ofrendas de la sierra. Pectorales perfectos de metales preciosos. Vasos de plata, báculos y cetros. Lapislázulis originarios de Chile y ojos de tigre de Brasil. Collares elaborados por miles de cuentas diminutas de spondylus, la concha roja y blanca que vive en las cálidas aguas entre Tumbes y Centroamérica y que se consideraba sagrada desde el Arcaico. 

El spondylus, conocido como mullu y asociado a enterramientos de élite, está presente en las iconografías de tejidos y cerámicas de varias culturas, y con su polvo, después de molerse, se rociaban los caminos, como señal de purificación, por los que pasaban los gobernantes y gobernantas de la época. En torno a este bivalvo, asociado por su forma a la vagina, se crearon larguísimas rutas de intercambio entre Chile y Centroamérica, y parece, según María Rostworowski, que la conquista inca de Tumbes y Piura era para asegurar y controlar la producción de las conchas.

Además de esa exhibición de oro y fastuosidad que adornan a las poderosas del antiguo Perú y que se puede observar en los museos de sitio respectivos, y en los de Brüning y Tumbas Reales, esas mujeres no estaban solas. En ocasiones estaban acompañadas por séquitos de niños, hombres y otras mujeres, o también llamas, el animal que transporta al muerto al lugar de los ancestros.

Incluso antes, en el periodo formativo, se hallaron enterramientos de mujeres de la élite, como la que encontró el japonés Yuji Seki en Pacopampa, una señora con el cráneo deformado, un rico ajuar de oro y conchas marinas, rodeada por una gran cantidad de ofrendas. Y si nos vamos más atrás seguiremos observando representaciones de lo femenino, vinculado al poder político, religioso y ritual: desde que los grupos nómadas adornaban las paredes de las cuevas y las montañas con pinturas rupestres y petroglifos, como los que estudia Santiago Rivas en el corazón de la selva que rodea Balsapuerto (Loreto), donde se aprecian batracios preñados —animales asociados a su vez a ritos para obtener lluvia— y siluetas de mujeres con tocados.

Para responder  la pregunta sobre las mujeres en la cultura lambayeque, Carlos Wester y su equipo debían excavar en la parte sur de Chornancap, donde encontraron al personaje con ojos en el cuerpo y corona de serpientes en la cabeza que aparece en las iconografías del vaso de plata de Denver.

El vaso de Denver, donde se cuenta la historia de Chornancap y de gran parte 
de la cultura lambayeque, también conocida como sicán.
 

Las sacerdotisas y sus ofrendas

Cuando descubrieron a la mujer de Chornancap, esta miraba al este, que es el territorio de la luna, y se ubicaba de espaldas al mar. Estaba enterrada a 60 centímetros por encima de un hombre que tenía perlas y un collar de spondylus, y que estaba acompañado de dos jóvenes. Este enterramiento superpuesto era algo inédito en la arqueología peruana. El hombre se encontraba junto a la capa freática, el agua, el elemento del que nacieron los spondylus que llevaba en el cuello. Quizá por su ubicación y sus ornamentos podía tratarse del buzo especialista en obtener esas conchas.

La sacerdotisa tenía ofrendas que venían de regiones lejanas, como los pectorales elaborados con conchas ecuatorianas y el oro de sus joyas que provenía de la selva del Marañón, donde viven los jíbaros, los aguarunas y los huambisas. Estaba acompañada de ocho mujeres jóvenes y un camélido. Su cuerpo aparecía cubierto de anillos, brazaletes y pectorales, hechos de oro y piedras semipreciosas. Junto a ella, había copas, un cáliz, cetros y más perlas. Estaba cubierta de mantos que tenían 90 discos cosidos y cuyos significados remiten a la luna. Su ajuar incluía tocados, orejeras de oro con grabados de olas y cactus sampedro, collares de spondylus, cerámicas en miniatura, un cuenco de plata repujada con serpientes y jaguares, y una corona en la que se aprecia un ave cayendo en picada. Muchos de esos símbolos remiten al relato de Naylamp, el dios fundador de los sicán, y sitúan a la sacerdotisa en la cúspide del poder entre ellos.

El descubrimiento de Carlos Wester no solo completa la historia cultura del norte del país con el desenterramiento de un personaje de la élite. Corrobora algo que se hunde en la noche de los tiempos: en las sociedades precolombinas las mujeres han participado del poder más alto igual que los hombres. Quizá menos importante sea el nombre que los arqueólogos le dan a ese poder, que es el tema en el que más discrepan: ¿eran sacerdotisas?, ¿reinas?, ¿curacas?, ¿chamanas?, ¿diosas?

El norte ha sido especialmente próvido de ese poder femenino: no solo por las mujeres de Chornancap, Cao o San José de Moro. También porque, en muchas representaciones de cerámicas, frisos, vasos de plata, relatos, figurines, telares, murales, etc., lo femenino ha ordenado, dirigido y completado de significado el mundo en que los antiguos se encontraban. Se las ve en dibujos montadas en la luna, copulando con jaguares, el animal divino por excelencia, rodeadas de personas y adornadas con tocados y coronas.

Es muy probable que el entorno en que se desenvolvieron esas culturas tuviese una influencia determinante para que varias de las mujeres más poderosas en la historia del Perú sean originarias del norte.

Collar de oro perteneciente a la señora de Cao. (Archivo El Comercio)

 

La dualidad y el territorio de la luna

Unos siete mil años atrás, grupos nómadas recorrían el valle lambayecano, que se extiende desde el generoso océano Pacífico hasta la cordillera en torno a Olmos. La geografía, ubicación y clima que posee lo hacen uno de los valles más fértiles, desde el punto de vista agrícola, del mundo. Ahí se domesticaron plantas que, a medida que se cultivaban, provocaron la sedentarización de los grupos, lo que permitió mucho después el nacimiento de esas poderosas y fascinantes culturas cupisnique, moche, chimú o sicán, que se dedicaron más al arte, la ingeniería y los viajes, que a la guerra y los intereses imperialistas.

El salto del nomadismo, vinculado al fuego y a los grupos de cazadores, al sedentarismo de los cultivos facilitó la emergencia de las mujeres y su identificación con la tierra y la luna como divinidades femeninas. Como la madre tierra, las mujeres eran las proveedoras y las que alimentaban al grupo con las plantas de cultivo. Actividades que eran una extensión de las tareas de recolección en las que ellas destacaban desde hacía miles de años. A su vez, los cultivos dependen de la luna. Esta rige las mareas, las lluvias, los ciclos de las plantas y, además, se la vincula a los periodos menstruales. Desde los tiempos más antiguos, la tierra y la luna se convirtieron en territorios femeninos, es por eso que la sacerdotisa de Chornancap se ubicaba de espaldas al mar (el espacio masculino) y miraba a la luna (el territorio femenino).

No son comunes los templos dedicados a la feminidad. Pero tampoco lo eran los destinados al dios Inti. Quillarumiyoq, “el lugar de la roca dedicada a la luna”, está ubicado en las partes altas de Ancahuasi, a 45 km del Cusco (km 921 IIRSA Sur). En el sitio hay terrazas, canales de agua, una cueva con petroglifos y pinturas en mal estado de conservación, y una roca que destaca por su tamaño. Tiene grabado un diseño único en los Andes: un semicírculo perfecto que incluye ocho tallas cuadrangulares que podrían indicar las fases de la luna. Parece que Quillarumiyoq era un centro de culto a Quilla, la diosa de las plantas, el firmamento y los cultivos, la protectora de las mujeres y la que les enseñaba a tejer.

Todo esto, en el norte, centro y sur, en la costa, sierra y selva, se basa en el principio de la dualidad que define las cosmovisiones de las culturas precolombinas: sol y luna, hombre y mujer, dentro y fuera, arriba y abajo, tierra y mar. Opuestos que se complementan y que, juntos, forman entidades nuevas. Este concepto se observa de manera clara en Ventarrón, a 40 kilómetros de Chiclayo.

Cuando Ignacio Alva descubre huaca Ventarrón resuelve otro vacío que existía en las culturas del norte del país. En torno a Ventarrón se asentaron hace cinco mil años los primeros agricultores para cultivar pacaes, zapallos, pallares, camotes y algodón, que utilizaban para preparar redes de pesca. Además de esos cultivos, Alva ha encontrado una trompeta hecha de caracol tumbesino y una momia de guacamayo amazónico que muestran cómo, desde las épocas más remotas, los locales seguían rutas de intercambio con otros puntos lejanos de la costa, y con la selva, a través del Abra Porculla, el cruce andino más bajo.

Era tan importante Ventarrón que por primera vez en América se pintaron murales policromados (2.600 a. C.) en los que, en el mismo nivel, el dualismo masculino femenino está presente. En una de la salas se observa un muro cubierto de dos franjas rojas que delinean una blanca, lo que recuerda a la bandera peruana. Para Alva, el blanco masculino designa el color del semen y los huesos; y el rojo femenino, la sangre y la menstruación. En el recinto más grande de la huaca, se observa el mural más antiguo de todos: un venado atrapado en una red, que es la preocupación de estas incipientes sociedades agrícolas de cuidar sus cultivos de los animales que rondaban los valles. En este recinto, en los muros de barro inferiores y más antiguos, se observa dos altorrelieves: uno de ellos son dos pescados puestos uno contra el otro encima de un fogón; y, en el otro extremo de la sala, una zarigüeya. El primero remite a símbolos y espacios masculinos, como el mar y el fuego. La zarigüeya conecta con lo femenino: es un marsupial que lleva a las crías en la bolsa y está asociada a la tierra.

El poder de los diferentes

Para Ruth Shady no eran sociedades matriarcales, sino un mundo basado en la reciprocidad y la complementariedad de los opuestos: cuando a la mujer le tocaba ejercer el poder, simplemente lo ejercía. En una cosmovisión basada en la dualidad se valora, precisamente, la diferencia: de géneros, funciones o capacidades. Porque solo las diferencias alimentan y crean nuevas y más poderosas entidades. El poder, más que títulos, es la manifestación de esa complementariedad, el ejercicio de la dualidad.

Cuando llegaron los españoles se encontraron con una realidad diferente a la de Europa del siglo XVI. Llegaron más preocupados por enriquecerse (la naturaleza y el otro como objetos) y evangelizar. Su punto de vista era el del dios único (frente a la multiplicidad de divinidades) y antropocéntrico (frente a cosmovisiones que humanizaban y dotaban de alma a la naturaleza). Y esto, no es de extrañar, provocó una fractura. La historia antigua está ahí para admirarse de ella y poder transformar el hoy.

Muchos de estos trabajos son incipientes y son pocas las conclusiones finales, y más en un país tan complejo como el Perú. Toca a los arqueólogos, a pesar del escaso apoyo que reciben, ir más allá de sus destinos de investigación y entender mejor cómo fueron esas relaciones a lo largo de las regiones del país, entender mejor las iconografías y relatos, completar las genealogías de dioses y autoridades con nuevos descubrimientos, en los que siempre aparecen las mujeres.

Fuente: Este artículo fue publicado originalmente en www.elcomercio.pe/eldominical

Por: Félix Rodri

Tomado de: https://perufolklorico.blogspot.com/2019/10/arqueologia-las-poderosas-mujeres.html

4 efectos del cambio climático que ya se pueden ver en América Latina

Las consecuencias del cambio climático ya son visibles en América Latina, aunque no las identifiquemos como tal.

 Las consecuencias del cambio climático ya son visibles en América Latina, aunque no las identifiquemos como tal.

La temperatura de la Tierra ha aumentado en 1,1ºC desde el periodo anterior a la Revolución Industrial y no deja de subir, al punto en que el último lustro (2015-2019) va en camino de convertirse en el más cálido desde que hay registros, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicados este martes.

Continuamos emitiendo más dióxido de carbono del que deberíamos y, en 2018, su concentración en la atmósfera alcanzó un nuevo máximo histórico: 407,8 partes por millón. Este gas es capaz de permanecer allí durante siglos, y el que está en los océanos aún más, “perpetuando” así el calentamiento global, según la OMM.

Con motivo de la celebración de la cumbre del clima (COP-25) en Madrid esta semana, BBC Mundo hace un repaso de cinco consecuencias del cambio climático que ya son visibles en América Latina.

1. Inundaciones

Uno de los efectos del calentamiento global que ya se puede notar son las inundaciones.

No son nuevas en América Latina: entre 1970 y 2013, constituyeron el desastre natural más frecuente, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, los expertos advierten que cada vez se vuelven más usuales e intensas.

Zonas como la parte meridional de Sudamérica vivieron fuertes lluvias en enero del año pasado. En Uruguay y Argentina, por ejemplo, llegaron a causar daños por un valor de US$2.500 millones, según la OMM.

En este último país, las poblaciones del norte vivieron un verano lleno de precipitaciones “extraordinarias” y el Servicio Meteorológico Nacional registró eventos “significativos” y “bastantes inusuales para la época”, según su página web.

Ese mes, ciudades como Resistencia, la capital de la provincia del Chaco, en Argentina, batieron récord de lluvias con 556,8 milímetros en este caso. Centenares de vecinos tuvieron que ser evacuados, ya que entre el 40% y el 50% de la localidad acabó inundada.

En Uruguay, más de 5.000 personas también tuvieron que dejar sus casas por las fuertes lluvias.

“Lo que está ocurriendo con el cambio del clima es que todos los fenómenos se van exacerbando en su magnitud y en su frecuencia”, le explicó a BBC Mundo Gabriel Blanco, ingeniero de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

“Esto quiere decir que donde antes llovía un poco y de vez en tanto había un problema de abundancia de lluvia, bueno, ahora eso se exacerba: ocurre más seguido y con más violencia”.

Un mes después, le llegó el turno a Perú, donde las autoridades declararon a un tercio de los distritos del país en emergencia ante los daños que dejaron las intensa lluvias, que por esos lares no solo causa inundaciones sino que aumenta los riesgos de “huaycos” o deslizamientos de tierras.

A esto se suma el derretimiento de los glaciares.

Perú, por ejemplo, tiene la cadena de glaciares tropicales más grande del mundo, la Cordillera Blanca, y muchos de ellos yacen cerca de zonas agrícolas y pobladas que corren el peligro de acabar inundadas.

Es el caso de la ciudad de Huaraz, donde las lagunas que se forman a su alrededor con el agua de los glaciares han multiplicado su volumen.

El volumen de una de esas lagunas, Palcacocha, se ha multiplicado por 34 desde la década de los 70.

Dead fish are pictured stuck in the mud of the dry Pilcomayo river, which is facing its worst drought in almost two decades, in Boqueron, on the border between Paraguay and Argentina July 3, 2016.  REUTERS/Jorge Adorno - S1AETNNRJEAB

Imagen: REUTERS/Jorge Adorno

2. Sequías

Mientras en algunas áreas llueve a cántaros, en otras, muchas veces dentro del mismo país, pasa lo contrario: sequías.

Uno de los ejemplos más claros es Chile, donde antes de las protestas era otro el tema que ocupaba portadas de periódicos cada semana: la megasequía que el país arrastra tras una década de escasez de lluvias.

La nación del sur vive su peor crisis hídrica de los últimos 50 años, según las autoridades. Una situación que afecta a siete de sus 16 regiones, donde varios sistemas de riego colapsaron y más de 30.000 animales perecieron.

“Es brutal, más de la mitad del país fue declarada en emergencia hídrica”, le dijo a BBC Mundo Florencia Ortúzar, la abogada del Programa de Cambio Climático de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA). “Hay zonas completas que dependen de que las autoridades les envíen un camión con agua”.

La Oficina de Cambio Climático de Chile calcula que las precipitaciones se han reducido en un promedio de 23 milímetros por década entre 1961 y 2018 y diversos estudios atribuyen entre el 12% y el 25% de la responsabilidad de este fenómeno al cambio climático causado por el hombre.

Algo a lo que Ortúzar suma el “mal manejo” de los recursos hídricos, cuyo uso se prioriza para una agricultura “no sostenible”: “No se está garantizando que el agua sea primero para las personas”.

Algunos, como el periodista chileno John Müller, mencionan la megasequía como una de las motivaciones de las protestas que tienen al país en vilo desde hace varias semanas, como le dijo a BBC Mundo en una entrevista reciente.

Pero no solo Chile vive un estrés hídrico. Otra zona especialmente vulnerable al cambio climático que ya está sufriendo sus consecuencias es Centroamérica.

El Corredor Seco es un área costera aledaña al océano Pacífico donde vive el 90% de la población de Centroamérica. Se extiende a lo largo de 1.600 kilómetros, desde Chiapas (México), pasando por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y parte de Costa Rica hasta llegar a Panamá.

Si bien está acostumbrado a ser escenario de sequías a principios de año debido al fenómeno de El Niño, el cambio climático lo ha sumido en una situación “verdaderamente insostenible”, según le dijo Gustavo Máñez, coordinador de cambio climático para Latinoamérica de ONU Medio Ambiente, a la agencia de noticias Efe en septiembre.

Constituye una zona esencialmente agrícola donde sequías más prolongadas de lo usual, pero también lluvias torrenciales, están arruinando las cosechas.

“Las condiciones adversas de la sequía hacen que una parte importante de esa ola migratoria (hacia Estados Unidos) tenga que ver con el fenómeno del cambio climático”, aseguró Máñez.

Los glaciares también juegan un papel en las sequías, ya que concentran agua en época de lluvia, la congelan y la reparten a lo largo del año a través de los ríos a medida que esta se va derritiendo.

Si el hielo retrocede, este ciclo se pierde o disminuye.

3. Huracanes más intensos

Según un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), el hecho de que América Latina sea escenario de otros “fenómenos complejos” hace que su interacción con el calentamiento global pueda contribuir a crear las “condiciones apropiadas” para que sus impactos sean “desastrosos”.

Y entre estos impactos desastrosos están los huracanes.

La comunidad científica no se ha puesto de acuerdo en cuanto a si el cambio climático ha incrementado la frecuencia de los huracanes.

Pero sí hay más concierto a la hora de afirmar que efectos del calentamiento global como el incremento de la temperatura de los océanos y la subida de los niveles del mar, llevan a prever que serán más fuertes y devastadores.

Expertos de la agencia espacial de Estados Unidos (NASA) y de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de ese mismo país advierten de una tendencia peligrosa: los ciclones son cada vez más lentos, lo que aumenta las posibilidades de daños en un lugar determinado.

De los 66 ciclones que se detuvieron o ralentizaron su movimiento en los últimos 70 años, casi la mitad lo hizo en las últimas tres décadas, según un informe de ambos entes publicado en junio en la revista Nature.

De acuerdo al estudio, los ciclones tropicales se han hecho más propensos a “detenerse” cerca de la costa y a pasar muchas horas sobre dichas regiones desde mediados del siglo XX.

Su velocidad promedio se redujo en un 17% entre 1944 y 2017: de los 15,4 kilómetros por hora a los 18,5 kilómetros por hora.

Como explica en su página web el Centro de Soluciones para el Clima y la Energía, una superficie del mar más caliente puede intensificar la velocidad de las tormentas tropicales y la cantidad de lluvia.

El aumento de los niveles del mar puede incrementar la intensidad de las tormentas que se den en el litoral y las posibilidades de marejadas.

Esto se pudo ver este año con el huracán Dorian, que causó grandes destrozos materiales y humanos en las Bahamas.

The main road on the shore of High Rock in east Grand Bahama, Bahamas, October 6, 2019. Volunteers from a Puerto Rican medical team who visited the island nation in early October said Hurricane Dorian's trail of destruction was still visible more than a month after the record-setting storm struck the Bahamas.

Imagen: REUTERS/Gabriella N. Baez

Pero si nos restringimos a América Latina, Puerto Rico es una de las áreas más afectadas, donde todavía hay zonas que no han conseguido volver a la normalidad que perdieron en septiembre de 2017 con el paso del huracán María, que dejó más de 4.600 muertos.

4. Subida del nivel del mar

El calentamiento global ha hecho que el nivel del mar aumente notablemente desde 1993.

Esto se debe, por un lado, al derretimiento de los hielos en los polos. Pero, como apuntó Gabriel Blanco: “El principal motivo es que aumenta la temperatura de los océanos y cuando esto ocurre, el agua se expande. Eso es lo que produce que el nivel del mar suba”.

“En parte de la costa de Argentina y en parte de la costa este de Estados Unidos y algunos otros lugares donde las costas son bajas, su impacto es tremendo”, añadió.

En Panamá, por ejemplo, ya hay zonas que están sufriendo las consecuencias.

En Gardi Sugdub, mejor conocida como isla Cangrejo, existe desde hace algunos años un programa voluntario de traslado a tierra firme.

Muchos de sus más de mil habitantes de la etnia guna, al menos los que viven más cerca de la costa, ven el agua colarse en casa en algún momento del año.

Ubicada en el archipiélago de San Blas, que es una de las principales atracciones turísticas del país centroamericano, a la isla aún le quedan años para cederle territorio al agua.

Pero sus habitantes ya son conscientes de que un futuro allí a largo plazo no será posible.

 

Por: Stefania Gozzer

Tomado de: https://es.weforum.org/agenda/2019/12/4-efectos-del-cambio-climatico-que-ya-se-pueden-ver-en-america-latina

Colombia: Declaran al Salto del Tequendama como patrimonio natural de Colombia

La medida, tomada por el Ministerio de Ambiente, pretende aportar a la conservación natural y paisajística de la caída de agua de 157 metros de altura y la zona donde habitan más de 120 especies de animales, entre ellos el oso de anteojos.

Antes del amanecer, más de 40 habitantes de la vereda San Francisco en Soacha, ubicada en una alta montaña repleta de árboles del bosque andino y de niebla, llegan a unos improvisados kioskos de madera y prenden los fogones para preparar caldos de costilla, arepas de chócolo, empanadas, morcillas, longanizas y huevos al gusto. 

Esperan con ansia la llegada de turistas y deportistas que todos los fines de semana visitan la caída del río Bogotá por un cañón de 157 metros de altura: el Salto del Tequendama, un sitio cargado de misterio, cuentos y leyendas que en una época fue conocido como el punto de encuentro de los despechados del amor con la muerte.

Al lado de los puestos de comida, desde donde se ve cómo caen con fuerza y chocan contra las piedras las ya contaminadas y espumosas aguas del río más importante de Cundinamarca, aún sobrevive una edificación antigua que en el siglo XX fue uno de los hoteles más prestigiosos de la aristocracia bogotana, donde hoy funciona un museo que es visitado por cerca de 400 personas los sábados y domingos.

El Salto de Tequendama es el único sitio netamente turístico en los más de 380 kilómetros que tiene el río Bogotá desde su nacimiento en el páramo de Guacheneque en Villapinzón y su desembocadura en las aguas carmelitas del río Magdalena en Girardot, a pesar de los olores nauseabundos y el color oscuro de sus aguas.

En la zona habitan más de 120 especies de animales, como el oso de anteojos y el oso perezoso, además de una alta diversidad de árboles, plantas y flores conformada por 52 familias y 81 especies, una de ellas, la merinthopidium vogelii, ilustrada en la expedición botánica de José Celestino Mutis. Sumado a esto, en el pasado fue un sitio habitado por los muiscas, indígenas que llamaban al río Bogotá como el alma de la sabana.

Por ser considerado como uno de los escenarios ambientales y paisajísticos más importantes del país, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible acaba de designar al área de la cascada del Salto del Tequendama como patrimonio natural de Colombia, medida que tiene como fin aportar a la conservación de la diversidad biológica, recreación, educación, mejoramiento de la calidad ambiental y la valoración social de la naturaleza.

La caída de 157 metros de altura acaba de ser declarada como patrimonio natural del Colombia. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

El área declarada como patrimonio natural está ubicada al interior del Distrito Regional de Manejo Integrado del Sector Salto de Tequendama-Cerro Manjuí, 10.422 hectáreas declarada por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) que le aporta provisión del recurso hídrico a aproximadamente 340.000 personas de los municipios de San Antonio del Tequendama, Tena, La Mesa, El Colegio, Anapoima, Apulo, Tocaima, Agua de Dios, Ricaurte, Girardot, Zipacón, Anolaima, Cachipay y Viotá.

“Este ecosistema es un gran productor de agua, captador de carbono y garantiza un eficiente sistema de equilibrio hídrico; debido a esta importancia se busca recuperar la zona como el patrimonio ambiental, histórico y cultural que representa para Colombia”, dijo el ministro de Ambiente Ricardo Lozano, quien acaba de firmar la resolución que le da un nuevo estatus al Salto del Tequendama.

Según Lozano, las medidas de manejo para el área de la cascada serán las mismas que sean establecidas por la CAR para el Distrito Integrado Salto de Tequendama – Cerro Manjui.

“La designación de esta declaratoria da cumplimiento a la sentencia proferida por el Consejo de Estado relacionada con la recuperación del río Bogotá y la represa del Muña, la cual establece el desarrollo de una metodología específica para estimación de caudal ambiental y ecológico del río Bogotá, instrumento que garantizará la prestación y conservación del servicio ecosistémico cultural del salto”, anotó el ministro.

Enamoró a Humboldt

En su expedición por América del Sur en 1799, el naturalista Alexander Freiherr Von Humboldt describió detalladamente el paisaje del Salto de Tequendama y su importancia.

“El salto debe su aspecto imponente a la relación de su altura y de la masa de agua que se precipita. El río Bogotá, después de haber regado el pantano de Funza, cubierto de bellas plantas acuáticas, se angosta y vuelve a su lecho cerca de Canoas. Allí tiene todavía 45 metros de ancho”, escribió.

Von Humboldt quedó deleitado con los reflejos de la luz que se rompen en la nube de vapor que flota sin cesar por encima de la catarata. “La división al infinito de esta masa vaporosa que vuelve a caer en perlas húmedas y deja detrás de sí algo como una cola de corneta. El ruido de la cascada es parecido al rugir del trueno y repetido por los ecos de las montañas, mientras que los robles en las alturas contrastan con las plantas tropicales que crecen al pie de la cascada. Todo se reúne para dar a esta escena indescriptible un carácter individual y grandioso”. 


La antigua casona del Salto del Tequendama fue durante el siglo XX uno de los hoteles más visitados por la aristocracia bogotana. Foto: Archivo.

Apuntó que solamente cuando el río Bogotá está crecido, es cuando se precipita perpendicularmente y de un solo salto, sin ser detenido por las asperezas de la roca. “Al contrario, cuando las aguas están bajas, el espectáculo es más animado”.

En una época, el Salto del Tequendama hizo parte del escudo nacional y una portadilla del papel periódico ilustrado. También sirvió de inspiración a muchos viajeros, poetas y artistas que le brindaron un homenaje a través de sus obras.

Inyección de vida

La caída de 157 metros del río Bogotá le da una pequeña inyección de vida al golpeado cuerpo de agua. Según la CAR, antes del majestuoso descenso, el nivel de contaminación está en su punto más álgido. Pero en su caída es sometido a un proceso de oxigenación natural y un cambio de energía potencial, que lo revive un poco. 

“Esto genera una descomposición de materia orgánica, lo que disminuye la demanda bioquímica de oxígeno y permite que el río retome unas características que mejoran su calidad”.

Más de 400 personas visitan cada fin de semana la Casa Museo Salto del Tequendam. Foto: Javier Tobar. 

Debido a esto, los olores fétidos, que predominan desde la salida del embalse del Muña hasta antes del gran precipicio, disminuyen un poco, y a su vez aparecen espumas “producidas por la presencia de jabones y grasas que, combinadas con la caída y velocidad del Salto del Tequendama, emulsionan”, dijo la entidad.

 

Tomado de: https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/declaran-al-salto-del-tequendama-como-patrimonio-natural-de-colombia/47666

Rep.Dominicana: Declaran bachata dominicana como Patrimonio Cultural de la Humanidad

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró la bachata, genero musical originario de República Dominicana, dentro de su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, difundió en un comunicado.

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La decisión fue tomada durante la Comisión Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, celebrada en Bogotá, Colombia, del 9 al 14 de diciembre del año en curso.

“Para el pueblo dominicano, la música y el baile de la bachata son expresiones culturales nativas siempre presentes en las celebraciones de las comunidades o en reuniones sociales. Por regla general, las letras de la bachata expresan sentimientos profundos y viscerales de amor, pasión y nostalgia”, destaca el documento.

El género nació a partir de la fusión del bolero, chachachá, son y merengue, y entre sus máximos exponentes se encuentran Romeo Santos, Prince Royce, Aventura, Frank Reyes, Andy Andy y, por supuesto, Juan Luis Guerra, quien celebró el ingreso a la lista.

“¡Celebrando la declaración de la UNESCO de la bachata como patrimonio de la humanidad! ¡Cantando bachata!”, escribió el músico en redes sociales, en una publicación a la que adjuntó un clip que anuncia el suceso.

Durante la década de 2010, géneros como el reggae, de Jamaica; las tamboradas, de España; las coplas, de los llanos colombovenezolanos; el merengue, la rumba cubana, el vallenato colombiano y el punto cubano han recibido la misma distinción.

 

Tomado de: https://www.24-horas.mx/2019/12/29/declaran-bachata-dominicana-como-patrimonio-cultural-de-la-humanidad/

Colombia: sigue creando áreas protegidas en su compromiso de cuidar el medio ambiente

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Cuchilla Mesa Alta, Pozo Azul y Suelos Peque son el trío de ecosistemas clasificados recientemente como Distritos de Manejo Integrado gracias al apoyo de la organización WWF. Con esta figura se pretende proteger un total de 26.180 hectáreas nacionales.

Un total de 26.180 hectáreas nacionales compuestas por agua, especies vegetales y diversidad de fauna fueron declaradas Distritos de Manejo Integrado. Bajo esta figura se espera conservar la Cuchilla Mesa Alta en Boyacá, el Pozo Azul en Norte de Santander y Suelos Peque en Antioquia, tres ecosistemas recien incluidos al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP). (Lea: Colombia compra más productos de tiburón en el mercado internacional de lo que exporta)

La primera de estas áreas, bautizada como Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) ‘Cuchilla Mesa Alta’, abarca un total de 685.89 hectáreas sobre los municipios de Tibaná y Nuevo Colón (Boyacá). En este bosque altoandino, a una altura de entre 2.450 hasta los 2.950 m.s.n.m, nace el agua que abastece 19 acueductos locales y beneficia a más de 5.000 personas. Ese motivo, sumado a su importancia biologica estimada en 83 especies de vertebrados y 72 especies vegetales, concretó la declaratoria a manos de la Corporación Autónoma Regional de Chivor (Corpochivor) y el apoyo de WWF.

Esta organización también estuvo detrás de la declatoria de DRMI Bosque Seco Tropical Pozo Azul, en Norte de Santander. Allí, el área protegida se extiende sobre 5.067 hectáreas entre Cúcuta y San Cayetano con el fin de “mantener la integridad ecológica de los bosques nativos y garantizar su capacidad de adaptación ante los efectos del cambio climático, además de proteger especies de fauna y flora”, aseguraron en un comunicado los conservacionistas.

El Distrito Regional de Conservación de Suelos Peque es la tercera área protegida. Este ecosistema, vecino del Parque Nacional Natural Paramillo en Antioquia, abarca un total de 20.428,5 hectáreas que sirven como corredor natural para las especies de la región. WWF en compañía de Corpourabá lograron la declaratoria de estos bosques altoandinos, andinos, subandinos y secos tropicales.

 

Tomado de: https://www.noticiasambientales.com/compromiso-ambiental/colombia-sigue-creando-areas-protegidas-en-su-compromiso-de-cuidar-el-medio-ambiente/

Venezuela: primer país del mundo en quedarse sin glaciares

Hace 85 años llegó la primera ascensión exitosa al pico Bolívar, el punto geográfico más alto del país. Era una expedición compuesta por Enrique Bourgoin, Heriberto Marquez y el guía Domingo Peña. Ellos lograron su objetivo.

Fue todo un éxito pues se trata de una formación montañosa impresionante y majestuosa, con nieves eternas y unos paisajes espectaculares. Pero eso de “nieves eternas” está hoy en cuestionamiento.

La causa es el deshielo. A finales de los  años cincuenta hubo intentos de construir el teleférico (funicular) más alto del mundo pero la nevada fue tan fuerte que el proyecto se pospuso hasta que por fin se logró realizar el proyecto (1961) que llega hasta el Pico Espejo.

Hasta nuestro país llegó gente de Noruega, Alemania, Estonia y otros lugares, durante los años 1956 y 1961, a esquiar allí. La pista de esquí sobre el Pico Espejo estaba entre las cinco más elevadas del mundo.

“Fue genial –dice la periodista de investigación Helena Carpio, con quien conversamos para obtener estos certeros datos- pues los que llegaron tuvieron que subir en mula hasta las pistas, ubicadas a más de tres mil metros desde la ciudad de Mérida. En aquella época no habían carros que subieran por cableado eléctrico, como los hay en la actualidad”.

En apenas 50 años, todo cambió

Comienzan a realizarse temporadas de esquí en aquél pico durante la década de los sesenta. Mucha nieve y condiciones adecuadas. Pero luego, lamentablemente, poco a poco fue reduciendo la cantidad de nieve. No había suficiente y diez años después el cambio climático lo hizo imposible.

Lo sorprendente, le acotamos, es la velocidad con que este fenómeno se ha venido produciendo. “Cierto -dice ella- y se acelera. Hay datos de que Pierre Bourgoin (el cual fue un botánico muy famoso, profesor de la Universidad de Los Andes y la primera persona con un microscopio en la ciudad de Mérida) quien era montañista, subió a la cumbre del Pico Toro y comprobó la existencia de grietas de más de 16 centímetros de profundidad, en línea recta de 16 metros! Cincuenta años después, ya no quedaba glaciar en la zona”.

También da cuenta de un estudio muy respetado, publicado el año pasado el cual expone como en los últimos 30 años, la cordillera de Los Andes ha perdido entre el 30% y el 50% de su área glaciar. La aceleración del derretimiento, de que habla la periodista –y que desvela al papa Francisco-, es real y constatable.

Pronóstico aterrador

Hay muchos factores que intervienen en el proceso y que pueden variar, por lo cual es complejo ofrecer una estimación de cuándo perderemos nuestro último glaciar.

Pero los expertos concuerdan en que podrían ya no existir en una década. Es decir, mañana, a juzgar lo rápido que pasa el tiempo. Es aterrador comprobar cómo el deshielo puede conseguir que nos convirtamos en el primer país del mundo en perder todos sus glaciares.

Los cierto es que resiste el último de estos hielos eternos: el glaciar La Corona. Años atrás, este solía cubrir una gran extensión de los picos Humboldt y Bonpland, pero hoy solo una capa de 200 mil metros cuadrados se posa sobre el primero de ellos. Está ubicado sobre el pico Humboldt y conserva apenas 0,2 kilómetros cuadrados de nieve. Tiene los días contados. Una tragedia.

Muchas personas podrán pensar en que no les incumbe este problema, que eso está muy lejos de las grandes ciudades, que sus efectos los sufrirá el clima pero que, al fin y al cabo, seguiremos viviendo tranquilos. Es la típica actitud frente a la depredación y/o la degradación del ambiente que no repara en las consecuencias ecológicas que los cambios en el entorno climático pueden acarrear.

Los glaciares son centinelas

Así los llama Helena, experta investigadora sobre temas ambientales. Los glaciares nos están ayudando a entender mejor el cambio climático. Son unas masas de hielo gigantescas que internalizan los cambios y variaciones en el clima de manera muy rápida tanto en  grosor como en longitud.

Aparte de que hay estudios que se hacen con cilindros. Los científicos perforan el glaciar y extraen unos cilindros. Dentro de ellos vienen burbujas de oxígeno que quedaron capturadas hace más de 8 mil años cuando cayeron las primeras nieves y formaron el glaciar.

Gracias a esas burbujas podemos saber cuál era el nivel de bióxido de carbono de la atmósfera, cuánto metano había, cuánto llovió ese año, si hubo erupciones volcánicas, si hubo grandes cambios geográficos en la zona. Los glaciares nos aportan información privilegiada, por necesaria, para entender el planeta, su pasado y para comprender cómo funciona, cuáles son los mecanismos y para dónde vamos.

“Además –explica Helena- los glaciares conservan el 70% del agua dulce del planeta. Muchos de los ríos –esto ocurre con países latinoamericanos aunque Venezuela no es el caso- dependen de los glaciares para sobrevivir millones de personas; y no solo estamos hablando de propósitos agrícolas u hogareños, sino que también los ecosistemas dependen de esas aguas dulces que guardan niveles de algas  y microorganismos muy específicos. Si esa agua deja de fluir por allí, muchos animales endémicos, que solo existen allí que, sencillamente, van a desaparecer”.

Es triste decir que toda esa información que aportan los cilindros extraída de los glaciares se perderá con el derretimiento.

“Es una pérdida gigantesca –subraya- y uno de los síntomas del cambio climático. No es el único pero es uno de ellos. También es una pérdida para los montañistas que nos encanta el hielo y subir a las cumbres. Lo vamos a perder.  Hay culturas para las cuales el asunto es más serio pues los glaciares son parte de su identidad y pasarán por el trauma de verlos desaparecer”.

En un trabajo de Jeanfreddy Gutiérez Torres y María Fernanda Rodríguez, aparecido en noviembre pasado en el portal Mongabay, se lee: “Los Andes tropicales concentran en tan solo el 1 % del área del planeta, unas 45 000 especies de plantas —20 000 de ellas endémicas, es decir, especies que no habitan en ninguna otra parte del mundo— y 3400 de animales vertebrados”.

“En la porción que alberga Venezuela, que son los 500 kilómetros de la Cordillera de Mérida, se han identificado 16 especies endémicas y seis de ellas son mamíferos, como el venado del páramo de Mérida. Hay que sumar a la biodiversidad del área las diez especies de mariposas Redonda y 11 especies de fauna amenazadas y en peligro crítico.

Y esta es solo una parte de lo que se puede perder.

Durante años, los científicos de la ULA -Universidad de Los Andes- dedicaron innumerables horas de trabajo para armar una colección bacteriológica extraída completamente de los glaciares”.

La humanidad es muy terca

Habría manera de detener el proceso “pero la humanidad es muy terca –insiste Helena-. Si bien es cierto que nos encontramos en un período interglaciar con tendencia a calentar, también es cierto que no tenía por qué ser a este ritmo y a esta velocidad, ni a estas magnitudes. Es totalmente anormal lo que ocurre. Hay muchas cosas que podríamos hacer pero los cambios tendrían que ser estructurales y sistémicos”.

Indica que podríamos llevar a cabo cambios individuales como consumir menos carne, gastar menos electricidad, manejar menos autos contaminantes, reducir el consumo de plásticos. Pero, de fondo, si los gobiernos y las grandes empresas no adoptan esos cambios estructurales como políticas, es poca la incidencia que podríamos tener los particulares.

“Fíjate –precisa Helena- un vuelo Caracas-Miami produce la misma cantidad de dióxido de carbono que puede producir una persona, en todo el año, en más de treinta países del mundo. Un solo vuelo!. Eso te da una idea de la cantidad y envergadura de cambios estructurales que debemos adoptar para revertir o frenar lo que está sucediendo. Y la realidad es que no lo estamos haciendo y no nos damos cuenta de lo grave que es”.

Son cambios en la vida de las empresas, gobiernos y personas, muy difíciles de ejecutar y hasta, siquiera, de plantear.

Los hieleros

Para un reportaje muy especial se buscó a gente anciana que viviera en esos valles y recordara los glaciares, relata Helena Carpio. A través de un programa de radio que se transmite por todas las aldeas de Los Andes se requirió a personas que recordaran los glaciares y pudieran dar testimonio de cómo se vivía con ellos. Apareció un señor llamado Francisco Castillo, con más de 90 años de edad, viviendo en una aldea de apenas cuatro casas. Sus familiares subían al Pico Bolívar, picaban el hielo con machetes, lo bajaban y lo vendían en Mérida.

Ese hielo se usaba para conservar los alimentos en tiempos sin artefactos eléctricos como neveras y congeladores. Igualmente servía para hacer “raspados”, hielo picado muy pequeño que bañaban con néctares de diversos sabores y vendían en conos de papel o vasos de carton fino, muy famosos en toda Venezuela, especialmente en zonas y épocas de calor.

Los hieleros eran verdaderos escultores que cincelaban el grueso panel congelado del glaciar con un machete y la ayuda de un martillo, a fin de poder cargarlo y descender a la ciudad.

Desde esas hermosas y pretéritas estampas andinas (años 1.800) , ya se percibía un cierto derretimiento en los glaciares evidenciado en “los huequitos” de que daban fe aquellos escaladores, conocidos y recordados como los hieleros.

Las famosas “Cinco Águilas Blancas” son los cinco picos que alberga la Sierra Nevada de Mérida: el Bolívar (4978m); el Humboldt (4942m); el Bonpland (4883m); El Toro (4758M) y El León (4720M).  Son, en sentido figurado, las águilas de las que habló Don Tulio Febres Cordero (*) en su obra del mismo nombre. En esa  hermosa leyenda, cantó a la imponente cordillera andina.

Aún cuando se divisa nieve cubriendo estos picos, el Humboldt es el único que conserva una masa glaciar que bordea el 1 %, según un reporte de la Nasa del 28 de agosto de este año. Una sola de las cinco águilas blancas resiste los embates del deshielo, augustos glaciares de los cuales ya no va quedando sino el recuerdo.

(*)Tulio Antonio Febres-Cordero Troconis, fue un escritor, historiador, profesor universitario y periodista .-

 

Por: Macky Arenas

Tomado de: https://es.aleteia.org/2020/01/05/venezuela-primer-pais-del-mundo-en-quedarse-sin-glaciares/

Chile: Inédito arte rupestre hallado en Tierra del Fuego tendría entre 5.000 a 6.000 años de antigüedad

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A poco más de tres meses del hallazgo que impactó al mundo científico el arqueólogo, Francisco Gallardo, profundiza sobre el vínculo de los pueblos originarios de la Patagonia.

En diciembre de 2017 en el marco de un programa realizado por el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (Ciir) de la Universidad Católica, cinco investigadores dieron con uno de los hallazgos más importantes del último tiempo para la Región de Magallanes. Se trata de pinturas rupestres encontradas en la bahía Yendegaia, en el extremo sur de Tierra del Fuego, lugar en el que aseguran han encontrado más de cien sitios arqueológicos del pueblo yagán.

“El hallazgo de las pinturas rupestres forma parte de una investigación que estamos realizando en bahía Yendegaia, que está asociada al camino que está haciendo el Ministerio de Obras Públicas para unir el canal Beagle con el estrecho de Magallanes”, sostuvo Francisco Gallardo, investigados del Ciir, quien lideró el grupo de arqueólogos que se encontraban indagando las “habitaciones” del pueblo yagán que todavía se pueden encontrar en esta zona de la isla.

“En este momento, sin haber hecho ninguna investigación arqueológica más que hacer los registros, lo más probable es que en esta bahía esté la secuencia completa de ocupación de los yamanas (yaganes), desde que colonizan el canal Beagle, hasta el periodo de contacto con los europeos”, manifestó el arqueólogo que además resaltó que estos descubrimientos deberían tener una antigüedad de entre 5.000 a 6.000 años.

Frente a las pinturas encontradas, Gallardo sostiene que pertenecen a un sitio rocoso clavado en uno de los pantanos, algo así como un humedal. “El hallazgo evidentemente es una sorpresa porque en la isla de Tierra del Fuego no existían antecedentes de arte rupestre. Se habían encontrado algunos en la isla Picton y otro en cabo de Hornos, que también son muy recientes, a lo cual se suma este, el cual prueba que los canoeros tenían un sistema de representación visual de mucha importancia, al igual que los kawésqar”, contó.

Por otro lado, el experto destacó la concordancia de este hallazgo con otros que se han encontrado antes en la región y de los cuales ya se tenía conocimiento, señalando que “este arte rupestre forma parte de un sistema visual que tiene una amplia cobertura regional, como puede ser cerca de Pali Aike, en Cerro Benítez o en la isla Madre de Dios. Es una cobertura de enorme extensión y además funciona muy bien con las pinturas corporales que conocemos de la época de contacto”.

En tanto, el investigador del Ciir subrayó que este tipo de descubrimientos tienen que ver con una razón de acceso a los lugares que antes eran casi imposibles de visitar y mucho menos recorrer. “Se ha ido cambiando la percepción de esto porque creo que tiene que ver con la posibilidad que tenemos hoy día de desplazarnos dentro de los archipiélagos, cosa que en el pasado era muy difícil”.

Finalmente, Francisco Gallardo, se refirió a los próximos trabajos que se aprontan a realizar en el futuro, en la bahía Yendegaia, para poder seguir en la búsqueda de este arte rupestre que ha impactado al mundo de la arqueología. “En este momento estamos tratando de crear un plan de trabajo para el Ministerio de Obras Públicas y, una vez que este plan esté acordado, tendríamos que presentarlo al Consejo de Monumentos Nacionales y éste nos dé la autorización correspondiente. Pero por las condiciones climáticas esperamos que sea a fin de este año o comienzos del siguiente” concluyó.

 

Tomado de: https://laprensaaustral.cl/cronica/inedito-arte-rupestre-hallado-en-tierra-del-fuego-tendria-entre-5-000-a-6-000-anos-de-antiguedad/