Tráfico ilícito de bienes culturales: Las batallas del UNIDROIT

subasta1-870x522.jpgEl 18 de septiembre pasado la Galería Millon de París realizó en el Hotel Drout una subasta de piezas precolombinas originarias de México. El hecho causó gran zozobra en la sociedad nacional, pues provocó que se multiplicaran las interrogantes en torno a los reclamos efectuados por el país ante los expolios de bienes culturales.

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 CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El 18 de septiembre pasado [2019 ] la Galería Millon de París realizó en el Hotel Drout una subasta de piezas precolombinas originarias de México. El hecho causó gran zozobra en la sociedad nacional, pues provocó que se multiplicaran las interrogantes en torno a los reclamos efectuados por el país ante los expolios de bienes culturales. Estas interpelaciones merecen una respuesta, para lo cual es necesario dar cuenta de los esfuerzos internacionales que se han hecho a fin de combatir este flagelo.

En México, el saqueo de este tipo de arte, especialmente de objetos arqueológicos, ha sido secular; y, en lo que atañe a las subastas de tal género, no son un fenómeno nuevo. Las denuncias al respecto surgidas del ámbito internacional se encuentran bien documentadas en la literatura especializada. El recuento de precedentes es inacabable…

En su artículo titulado Illicit Traffic of Pre-Columbian Antiquities, publicado en 1969 en la revista neoyorkina Art Journal, la historiadora y arqueóloga estadunidense Clemency Coggins denunció el expolio cometido en esa década en perjuicio de la cultura maya, consistente en el saqueo y exportación ilícita de muchas piezas –entre ellas estelas de más de tres toneladas–, e incluso reveló el lugar de destino. El latrocinio alcanzó tal magnitud que se le equiparó al despojo perpetrado en los tiempos coloniales. Peor aún, expertos en la materia lo compararon con la pérdida del Arco de Tito en Roma. Es claro que para ese pillaje tuvo que haber connivencia de las autoridades mexicanas.

Entre 1980 y 2000 un neoyorkino adquirió más de 2 mil 500 piezas del mismo género; a su muerte, los herederos contrataron en 2016 al bufete suizo Binoche y Giquello para que las subastara, con la instrucción expresa de que el nombre del coleccionista permaneciera en el anonimato.

La subasta se realizó en París en marzo de 2016, también en el Hotel Drout. El curador Jacques Blazy, especialista en arte precolombino mexicano, comentó que el lote conformaba una de las colecciones privadas más bellas de la cultura olmeca (1200-600 a.C.).

Las piezas, muchas de ellas cabezas antropomorfas, son altamente preciadas en el mercado del arte, ya que su tallado se realizaba con cuerdas y productos abrasivos. Por lo tanto, en su manufactura se invertía mucho tiempo, pues los escultores olmecas carecían de metal.

Otras obras muy codiciadas son las estatuillas de desnudos provenientes de los sitios arqueológicos de Organera-Xochipala y Cuetlajuchitlán, en el estado de Guerrero, y representativas de la cultura mezcala (700-100 a.C.). Estas zonas fueron exploradas inicialmente por el minero estadunidense William Niven a finales del siglo XIX, gran parte de cuyos hallazgos tuvieron como destino el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. Sobre esos sitios pesa el antecedente de haber sido devastados por los traficantes de arte prehispánico.

Algunas de las piezas que permanecen en México pueden ser admiradas en el museo comunitario de Xochipala, que lleva el nombre Amelia Robles Ávila, conocida como “La Coronela de la Revolución”.

La pieza más valiosa de la subasta de 2016 fue la llamada “Venus Calipigia”, también conocida como “La Gioconda Precolombina”, hecha de terracota de barniz rojo y blanco, de aproximadamente 27 centímetros y originaria de la cultura Chupícuara (400-100 a.C.), que estuvo asentada en el altiplano.

Las casas de subasta y los bienes precolombinos

Establecida en 1744 en Londres, Sotheby’s es reputada como una de las más grandes casas de subasta a nivel internacional. En junio último la adquirió el coleccionista franco-israelí Patrick Drahi en 3 mil millones de dólares. Los reportes de sus ganancias desafían cualquier imaginación.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Establecida en 1744 en Londres, Sotheby’s es reputada como una de las más grandes casas de subasta a nivel internacional. En junio último la adquirió el coleccionista franco-israelí Patrick Drahi en 3 mil millones de dólares. Los reportes de sus ganancias desafían cualquier imaginación: el año pasado sus ingresos totalizaron mil millones de dólares, con utilidades por 130 millones.

Christie’s, la otra gran casa de subastas londinense, fue fundada ese mismo año por el librero Samuel Baker. Más de dos y medio siglos después, en mayo de 1998, pasó a ser propiedad de la firma Artemis, de François-Henri Pinault, poseedor de la novena fortuna más cuantiosa en Francia. El monto de la transacción sigue sin ser revelado hasta ahora.

La trayectoria comercial de las dos instituciones no ha estado exenta de problemas. Uno de los eventos más lamentables se suscitó en 1973, cuando Christoby’s duopoly, como se identifica a ambas, decidió imponerles a los adjudicatarios el 10% del valor de los bienes adquiridos en la plaza de Londres… Ante esta medida, la estupefacción invadió a la Sociedad de Comerciantes de Arte Británicos (SLADA, por sus siglas en inglés) y a la Asociación de Anticuarios Británicos (BADA), que demandaron a Christoby’s duopoly (John Fiske).

Sotheby’s decidió repetir la medida, pero ahora en los Estados Unidos, en donde determinó que a partir de enero de 1993 se impusiera un cargo de 10% a los adquirentes por los primeros 50 mil dólares de compras, y el 15% sobre las adquisiciones mayores a esa suma. Un mes después la medida fue adoptada también por Christie’s. La motivación era evidente; el llamado Christoby’s duopoly quería retener parte de las utilidades a los compradores, quienes eran mayoristas.

Alfred Taubman, que en 1983 ya había adquirido Sotheby’s, era un inversionista estadunidense con fuertes intereses en el ramo inmobiliario, que fue más allá de la mera imposición de primas de compra en el esquema de comercialización de esta casa de subastas: trató de eliminar a los mayoristas en el piso de remates. De acuerdo con esta lógica, el público adquiriente debería conformarse en mayor medida por detallistas, metodología que fue secundada por Christie’s.

Experto en las técnicas de la comercialización, Taubman sabía que los detallistas carecían de pericia, ante lo cual podían ser fácilmente manipulables. La dramatización de las sesiones de subasta contribuía a ello bajo la regla de a mayor drama, mejores precios, de tal manera que en la década de los ochenta las cotizaciones de los bienes subastados se incrementaron en forma notable. Para conservar altos los precios se recurría a adjudicatarios ficticios que impulsaban los precios al alza o posibilitaban el retiro de los lotes para una mejor ocasión.

Los primeros síntomas de putrefacción se manifestaron en 1985, cuando a lord David Bathurst, uno de los directores de Christie’s Nueva York, se le retiró la licencia de conducción de subastas por haber falseado la adjudicación de dos cuadros del pintor francés Edgar Degas. El Comisionado para Asuntos del Consumidor, Angelo Aponte, amenazó a la institución con cerrar sus operaciones en la ciudad, lo que la obligó a llegar a un acuerdo.

Pese a todo, Christoby’s duopoly continuó con la falta de transparencia en el mercado; una prueba de ello es que los asistentes a las sesiones de subasta no tenían la certeza respecto de cuáles de los lotes sujetos a remate habían sido adjudicados. Más aún, el duopolio incrementó la prima de compra en 20%.

El Departamento de Asuntos del Consumidor de Nueva York, (DCWP, por sus siglas en inglés), conminó a las dos firmas a modificar estas prácticas, con el argumento de que el interés público estaba seriamente amenazado y de que ambas casas operaban en el límite de la legalidad. Como dueño de Sotheby’s, Taubman se opuso a cambiar sus sesiones teatrales, pues quería seguir beneficiándose del incremento de los precios.

 

La crisis de los noventa obligó a Christoby’s duopoly a cambiar su estrategia de comercialización, y éste no dudó en transgredir la estricta legislación anti-trust, conocida como el Acta Sherman, al armonizar las comisiones de los consignatarios; una práctica eminentemente monopólica.

Christoby’s duopoly fue demandado en la Corte por el fiscal de Distrito del sur de Manhattan y se declaró culpable (Case Charlotee Kruman et al vs. Christie’s International PLc, Christie’s Inc, Sotheby’s Inc et al, 284 F. 3d 384). Diana D. Brooks, artífice de la confabulación y un icono en esa época en el mercado de arte de la plaza, junto con sir Anthony John Tennant, miembros respectivamente de los consejos directivos de Sotheby’s y Christie’s, fueron obligados a pagar una fuerte multa, mientras que a Taubman se le condenó a prisión.

El conflicto empero continuó. Varias acciones colectivas incoadas se desahogaron ante el juez federal de Distrito del sur de Manhattan, Lewis A. Kaplan. Como resultado de estos juicios, Christie’s y Sotheby’s aceptaron pagar cada una 256 millones de dólares (Donald R. Simon). Además, en 2004 Sotheby’s suspendió de manera inmediata su tradicional venta bianual de bienes precolombinos.

 

Incluso la Comisión de la Unión Europea contra las prácticas monopólicas abrió un expediente de investigación; ante ello, Christoby’s duopoly apeló al beneficio de lenidad, consistente en cooperar en forma absoluta en las indagatorias, declararse culpable y aplicar las medidas necesarias para corregir esas prácticas (Brussels. Co. 2002. 4283), con lo que logró atenuar las multas de manera considerable.

Es en este escenario en donde se comercializan las piezas prehispánicas mexicanas. El presente ensayo analiza diacrónicamente la información disponible para colegir algunas conclusiones respecto del mercado estadunidense, que es el destino natural del pillaje de nuestro patrimonio cultural.

 

El mercado de arte precolombino

El tráfico ilícito de bienes arqueológicos mexicanos continúa en forma inexorable. Para ello el análisis de las subastas de Nueva York es una fuente sugestiva de información. Esta plaza es enormemente sensible y sin duda un receptáculo natural de aquellos.

En la década de los noventa del siglo XX y en la primera década del XXI las piezas precolombinas mexicanas que sobresalen en la lonja neoyorkina son, en orden de volumen y conforme a un criterio de zonas geográficas y de culturas, las del Occidente de México (que comprenden la chinesca, correspondiente a las tumbas de tiro, las de  Colima, Jalisco y Nayarit), Veracruz y la región maya; las olmecas, las de Mezcala y las de Tlatilco; la de Chupícuaro, la de Teotihuacan y la mixteca. La cifra excede los 14 mil objetos, si se considera nada más a Sotheby’s. Si se ha de dar crédito a su portal en internet, esta casa es la líder en el mercado de objetos prehispánicos y sus ventas en este rubro totalizan cerca de 45 millones de dólares en un año fiscal.

En cuanto a valor monetario sobresalen las piezas teotihuacanas por su estilo distintivo, como el que muestran las máscaras de piedra, las obras de cerámica, las esculturas y los incensarios. Para tener una perspectiva correcta de ese valor, resulta que en 2007 una de esas máscaras fue vendida en Sotheby’s en 684 mil dólares, y otra en mayo de 2011 en 530 mil 500 dólares (Marc N. Levine y Lucha Martínez de Luna).

Es muy difícil determinar la magnitud del pillaje en los sitios arqueológicos mexicanos, como en el caso de Teotihuacan, que si bien es una zona muy supervisada por las autoridades federales, pudiera insinuarse que las piezas precolombinas encontradas en la periferia terminan en las casas de subasta neoyorkinas.

La expansión urbana afuera de la zona de protección y las tensiones consecuentes entre el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) son recurrentes, en tanto que los colonos de la región albergan el sentimiento de que sus posesiones podrían estar sujetas a una disminución de su valor, lo que les significaría una pérdida patrimonial significativa.

Aun cuando la oferta de arte teotihuacano tuvo un decremento sensible en la primera década de este siglo, esto no necesariamente debe atribuirse a una disminución del pillaje. Por lo contario, el análisis destaca que, si bien es cierto que la oferta de bienes culturales de Teotihuacan disminuyó a la mitad, los precios se duplicaron a partir de la década de los ochenta del siglo XX. Con la oferta selectiva había adicionalmente una reducción de costos asociados a las ventas (Marc N. Levine y Lucha Martínez de Luna).

Entre los objetos más preciados en la lonja neoyorkina destacan, junto con los de Teotihuacan, los pertenecientes a la cultura olmeca y al periodo formativo de Las Bocas, Tlatilco, Tlapacoya y Chupícuaro.

 

El comportamiento mercantil

Las fluctuaciones en el mercado de la plaza son claramente identificables. Desde la década de los sesenta del siglo XX éstas mostraron un crecimiento sostenido, hasta llegar a la cúspide en los noventa. En la primera década del siglo XXI tuvieron un pronunciado decremento. La explicación que mejor se sostiene sobre este fenómeno son los problemas por los que atravesó Christoby’s duopoly y la reconfiguración de su estrategia comercial.

La razón fundamental que obligó a las dos casas de subasta a reordenar el mercado fue el objetivo de vender menos a precios más altos. Jerome Eisenberg, un anticuario de Nueva York, reprochó a Sotheby’s el hecho de que a partir de 2004 únicamente aceptara lotes o piezas que excedan los cinco mil dólares; una evidencia de la nueva motivación comercial.

La retórica de Sotheby’s atribuye su retracción en el mercado a su apego irrestricto a los documentos de proveniencia de las piezas y a su código de ética. El mercado, sin embargo, avanza de manera inevitable; los mejores precios fijados por esta casa de subastas al arte precolombino se registran en la primera década del siglo XXI.

Ante la presencia de nuevas estrategias de mercado, se han manifestado reacciones inmediatas. Por ejemplo, la casa Bonhams retomó el segmento y de 2003 a 2009 realizó por lo menos 26 subastas de bienes de este género.

Por su parte, la presión de los países de origen de los objetos prehispánicos, cuyas reivindicaciones son cada vez más rigurosas, habría obligado a realizar las ventas en forma privada y confidencial, y esta es la razón por la que no se tiene acceso a los datos correspondientes (Marc N. Levine y Lucha Martínez de Luna).

Uno de los temas que más ha inquietado a las casas de subastas es la comercialización de bienes culturales por internet. En el caso del portal eBay la mecánica consiste, tras la realización del contacto, en la consumación de la venta en forma personal, fase en la que intervienen principalmente consumidores internacionales.

En la literatura especializada hay escepticismo, compartido por las subastas de arte, en el sentido de que en sitios de internet como eBay puedan proliferar los falsificadores de objetos prehispánicos, pues se considera que en este caso el riesgo es menor, comparado con el que supone el pillaje, el contrabando y la introducción ilícita de piezas al mercado.

 

Epílogo

Uno de los obstáculos para cualquier análisis del mercado de bienes culturales precolombinos son los cambios notorios en la presentación de los objetos en los catálogos confeccionados por las casas de subastas. Un caso: la región del sureste fue en un inicio referenciada como la zona del Petén, que comprendía parte de Guatemala, el sureste mexicano y Belice, para posteriormente ser denominada tierras bajas (lowlands).

Esta reconfiguración obedece a una incontestable motivación jurídica y comercial; con ello se desvía la indagación sobre la legalidad de los bienes puestos a remate. Resulta claro que las estrategias comerciales deben ajustarse a los constantes cambios de los entornos. La demanda del mercado no puede explicarse únicamente por la regulación del mismo, sino por factores económicos y culturales (Neil Brodie).

Además, todo análisis en la materia debe considerar las regresiones hedónicas, como son las metamorfosis de las predilecciones y el comportamiento longitudinal de las ventas en las subastas, por no mencionar el entorno en que éstas se realizan.

Con todo, en el presente análisis pueden colegirse algunas conclusiones. Si se atiende al proceso evolutivo del mercado de Nueva York, puede observarse que el tratado de cooperación suscrito por México y los Estados Unidos, así como el Estándar UNESCO 70 –dispuesto por la Convención sobre las Medidas que Deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Bienes Culturales– parece no haber alterado las prácticas comerciales existentes.

Peor aún, el Acta de Implementación de la Convención de la UNESCO de 1970 (Convention on Cultural Property Implementation Act; CPIA, por sus siglas en inglés), aprobada por el Senado estadunidense en enero de 1983, no parece tampoco haber tenido una incidencia significativa en el mercadeo de bienes precolombinos (Neil Brodie).

Podría suponerse que lo anterior induciría hacia una actitud de escepticismo en cuanto a la aplicación efectiva de las nuevas regulaciones del mercado, pero no es así. Si se analiza el impacto de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y las restricciones a los bienes culturales provenientes de la región de conflicto en Medio Oriente impuestas por el Congreso estadunidense, se verá que han tenido como resultado una ausencia total de la oferta de esas piezas en el mercado… por lo menos hasta ahora (Patty Gerstenblith).

 

Por: Jorge Sánchez Cordero – Doctor en derecho por la Universidad Panthéon-Assas.

Tomado de: https://www.proceso.com.mx/608795/las-casas-de-subasta-y-los-bienes-precolombinos

Este ensayo se publicó el 24 de noviembre de 2019 en la edición 2247 de la revista Proceso

Coloquio internacional de museología social, participativa y crítica

18, 19 y 20 de noviembre, 2020, Santiago, Chile

 Este año, a comienzos de julio, se realizará en el Museo de la Educación Gabriela Mistral un Coloquio Internacional de Museología social, participativa y crítica en conjunto con el Museo de Historia Natural de Paris.

El pasado junio, ambas instituciones firmaron un convenio de colaboración que tendrá como primer hito la realización conjunta del Coloquio Internacional de Museología social, participativa y critica. Dicho evento se desarrollará los días 18.19 y 20 de noviembre en Santiago de Chile y espera contar con la participación de personas ligadas al mundo de los museos y el patrimonio alrededor del mundo.

Las nociones de museología participativa, museología social y museología crítica aparecen como una especie de columna vertebral en la que se cimientan experiencias muy diversas, inspiradas muchas de ellas en los principios de la Mesa Redonda de Santiago de Chile (1972) y en la carta de México por la defensa del patrimonio cultural (1976), pero también en el trauma de las dictaduras, la descolonización, la desigualdad y la pobreza extrema en la que se desenvuelven muchos de los proyectos que se espera estén presentes en este evento.

El coloquio busca ser un espacio de encuentro construido en conjunto y para esto invitamos a trabajadoras/res de museos, investigadoras/es y representantes de las comunidades provenientes de contextos ecológicos, políticos, económicos y sociales diferentes a presentar experiencias de rescate y valorización participativa del patrimonio natural y cultural que se efectúan tanto en estructuras nacionales, como regionales y locales. Dichas presentaciones deben centrarse sobre todo en analizar el juego de los actores, sus acciones y sus discursos en los procesos de validación y puesta en escena del patrimonio (material e inmaterial) que se relaciona con los territorios, los recursos, los saberes y el know-how de las comunidades.

Se privilegiarán contribuciones que se articulen en torno a alguno de los siguientes cuestionamientos:

– Participación de las comunidades en las actividades del museo vs. aspectos metodológicos: ¿De qué forma se de?nen las comunidades locales (diáspora, habitantes del barrio) afectadas por la creación o la renovación de un museo? ¿De qué forma se constituyen los equipos de trabajo conjunto entre el museo y las comunidades o las minorías? ¿Se eligen los representantes, quién los elige, bajo qué criterios? ¿Quiénes y cómo se toman las decisiones relevantes en relación con la recolección e interpretación de los objetos, el planteamiento de los objetivos y la proposición de las actividades que se desarrollan?

– Participación de las comunidades en la elección y en la forma de abordar las cuestiones que plantean con?ictos en la sociedad actual (LGBTI, memoria, migración, racismo…): ¿Cuáles son los límites institucionales para abordar temáticas controvertidas que son relevantes para las comunidades? ¿Se trata de una participación real o de una instrumentalización de las comunidades?

– Participación de las comunidades en la política de adquisición (objetos rituales, objetos contemporáneos, etc.) y/o en la elección de los modos de gestión de las colecciones, especialmente en lo que concierne a los objetos sagrados (conservación preventiva, conservación curativa): ¿Qué es lo que constituye patrimonio para estos grupos sociales? ¿Cómo se consideran los objetos “sin status patrimonial” que ilustran la evolución de los materiales utilizados en el diseño y la construcción de los objetos culturales?

– Implicación de las comunidades en el diseño de exposiciones: ¿Cuáles son los aportes e intereses para la estructura museal? ¿Qué demandan las comunidades? ¿Cuáles son las modalidades de trabajo conjunto? ¿Cómo hacerse cargo de la co-interpretación de colecciones? ¿Hasta qué punto son considerados los criterios estéticos de?nidos por las comunidades participantes?

El Coloquio se desarrollará los días 1, 2 y 3 de julio en el Museo de la Educación Gabriela Mistral, ubicado en Santiago de Chile. Las postulaciones a para presentar ponencias estarán abiertas hasta el 31 de enero de 2020 y deben enviarse a los correos que encuentran en las bases.

Las inscripciones al evento son gratuitas en el siguiente link:

https://es.surveymonkey.com/r/QWB3F7Y

Para más información sobre el coloquio o las presentaciones, pueden escribir un correo a desarrollo.megm@museoschile.gob.cl

III Congreso de Conservación y Restauración del Patrimonio Metálico MetalEspaña2020

8, 9 y 10 de octubre, 2020, Cartagena, España.

 Los días 8, 9 y 10 de octubre de 2020 se celebrará en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (ARQVA) el III Congreso de Conservación y Restauración del Patrimonio Metálico MetalEspaña2020.

MetalEspaña pretende ser un foro de comunicación y encuentro de todos los profesionales de la restauración, conservación, arqueología, historia del arte, investigación y estudiantes que trabajan en el campo de de la conservación y restauración del patrimonio metálico.

Precios de inscripción: 

  • Estudiantes sin comunicación o póster: 50€
  • Socios/as del GEIIC Early Bird (antes del 1 de abril): 75€
  • Socios/as del ICOM Early Bird (antes del 1 de abril): 75€
  • Early Bird general (antes del 1 de abril): 100€

Fechas importantes:

    • Apertura de subida de resúmenes: 1 de Diciembre 2019
    • Apertura de inscripciones: 1 de Diciembre 2019
    • Apertura de valoración de resúmenes: 1 de Marzo 2020
    • Cierre de subida de resúmenes: 30 de Abril de 2020 a las 14:00
    • Cierre de valoración de resúmenes: 30 de Junio de 2020 a las 14:00
    • Cierre de inscripciones: 7 de octubre de 2020 a las 20:00

Envío de resúmenes:
Para participar con una comunicación oral o con un póster, será necesario enviar antes del 30 de abril un resumen que será evaluado por el Comité Científico.

Información adicional, consulta del programa, inscripción y envío de resúmenes: 

MetalEspaña 2020 https://eventos.uam.es/39233/detail/metalespana-2020.html

 

La Policía Nacional interviene una máscara de oro expoliada en Colombia que iba a ser vendida por 200.000 euros

Agentes de la Policía Nacional, en una operación en colaboración con la policía colombiana, han intervenido en el Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas una pieza prehispánica, una máscara de Tumaco, expoliada en Colombia, de “gran valor artístico y cultural”, que iba a ser vendida en España por más de 200.000 euros.

Asimismo, han detenido a los dos individuos que la portaban, quienes presuntamente se estarían dedicando al expolio de piezas de “gran valor artístico e histórico” en Colombia para su posterior introducción en mercados, galerías y marchantes de Europa.

En Colombia se realizaron varios registros simultáneos y se hallaron más de 240 piezas de época precolombina y valor incalculable, en disposición de ser enviadas a España, Rusia y China para su comercialización en el mercado negro, en el que se supone la “mayor intervención” de piezas de este tipo en la historia de Colombia.

 

La investigación se inició el 9 de octubre, cuando la Policía Nacional tuvo conocimiento, a través del Oficial de Enlace en Colombia, de la existencia de una red internacional dedicada al tráfico ilícito de objetos culturales de alto valor, principalmente de época prehispánica.

 

Tomado de: https://www.20minutos.es/noticia/3804212/0/policia-nacional-interviene-mascara-oro-expoliada-colombia-que-iba-ser-vendida-euros/

Roban sables y monedas de oro de Museo Fuerte de Guadalupe de Puebla

 Un grupo de hombres armados y encapuchados robaron 16 monedas de oro y tres sables antiguos del Museo del Fuerte de Guadalupe, localizado en el Centro Cívico Centenario 5 de Mayo, en Puebla.

El robo fue cometido en la madrugada del sábado. Los ladrones consiguieron darse a la fuga tras maniatar y quitarle su teléfono celular al guardia de seguridad. También sustrajeron las grabaciones de las cámaras de vigilancia del museo.

Las autoridades del museo, dependiente del Instituto Nacional de Antropología e Historia, realizaron un recuento de las monedas y otras piezas para determinar el alcance del robo.

El Fuerte de Guadalupe fue uno los bastiones defendidos por el general Ignacio Zaragoza ante la embestida del poderoso ejército francés y ahora alberga piezas históricas de la Batalla del 5 de Mayo de 1862.

Además de que Puebla, ubicada a unos 120 kilómetros de Ciudad de México, tiene una importante riqueza en museos y templos con piezas invaluables y registra el mayor número de casos robo de arte sacro a iglesias, consideradas propiedad de la nación, según un recuento de la Iglesia católica.

Al respecto, el INAH detalló que dos personas ingresaron al museo alrededor de las 21:55 horas del viernes y amagaron al custodio para robar los objetos históricos.

“Una vez que salieron del recinto, el custodio logró liberarse y comunicarse con sus compañeros del Centro INAH Puebla. Alrededor de las 00:25 se presentó al lugar personal del Departamento de Resguardo de Bienes Culturales del Centro INAH Puebla acompañado de elementos de las policías estatal y municipal”, indicó en un comunicado.

Añadió que se presentó la denuncia ante la Fiscalía General de la República (FGR), por lo que se integró la carpeta de investigación correspondiente.

El INAH condenó “este tipo de actividades delincuenciales que atentan contra el legado histórico de nuestro país, por lo que le dará seguimiento y apoyará, en el ámbito de sus facultades y competencias, a la FGR para el esclarecimiento de estos hechos y contribuirá con los procedimientos judiciales que conlleven a la detención de los responsables de este delito”.

Asimismo, el INAH adelantó que solicitará una mayor colaboración y apoyo de las autoridades municipales y estatales para reforzar las medidas de seguridad y resguardo no solo del Museo Fuerte de Guadalupe, sino de todos los distintos recintos y museos culturales del estado, lo que posibilitará una mejor protección del patrimonio histórico bajo resguardo del Instituto.

Tras el robo, el Museo Fuerte de Guadalupe deberá permanecer cerrado al público hasta nuevo aviso.

 

Por: LETICIA SÁNCHEZ MEDEL

Tomado de: https://www.milenio.com/policia/roban-16-monedas-oro-sables-fuerte-guadalupe

En busca de los reyes aztecas

Dos Ofrendas halladas en la vieja Tenochtitlan acercan más que nunca a los arqueólogos a los restos de los antiguos gobernantes mexicas.

A casi 500 años de la caída del Imperio azteca, los arqueólogos podrían estar cerca de las tumbas de algunos de sus gobernantes. Nunca hasta ahora se han encontrado los restos de ningún tlatoani. Hace 60 años, un grupo de académicos aseguró que una osamenta hallada en el Estado de Guerrero había pertenecido a Cuauhtémoc, último rey de los aztecas. Una falsa alarma. Ahora, sin embargo, la pista podría ser buena.

El director del proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, ha informado del hallazgo de varias ofrendas junto al vetusto santuario azteca, centro espiritual del reino. En una han encontrado el esqueleto de un jaguar vestido de guerrero, con un disco de madera tallada en la espalda, emblema de Huitzilopochtli, dios de la guerra azteca, guardián de uno de los dos santuarios construidos en lo alto del templo, que llegó a medir más de 40 metros.

Junto al jaguar han encontrado un atlatl, una especie de ballesta azteca que podía disparar lanzas a gran velocidad. Además, han hallado corales, estrellas de mar, conchas marinas y los restos de una espátula rosada, un ave parecida a los flamencos.

Los arqueólogos han rescatado además el esqueleto de un niño, vestido igualmente a imagen de Huitzilopochtli, enterrado junto a varios cuchillos de pedernal, decorados con perlas y piedras preciosas. Tanto el jaguar como el niño fueron sacrificados, presuntamente por cardiectomía, esto es sacándoles el corazón, en clara ofrenda al dios de la guerra.

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De las decenas de ofrendas encontradas en los trabajos de excavación en el Templo Mayor durante décadas, algunas son sin duda espectaculares. Mención especial para la 174, rescatada en 2017. Los arqueólogos encontraron entonces el esqueleto de un cachorro de lobo junto a 22 piezas de oro, elemento relativamente extraño en el Templo Mayor. En 205 ofrendas descubiertas junto al santuario en más de 40 años, los arqueólogos han hallado poco más de 600 gramos de este metal.

Pese a lo anterior, las dos ofrendas nuevas son sin duda las más espectaculares. Tanto por su contenido como por lo que sugieren. Su ubicación hace pensar a los especialistas en los reyes mexica. Desde hace años, Eduardo Matos Moctezuma, pionero en las investigaciones del Templo Mayor, especula con que los restos de Ahuitzotl, predecesor de Moctezuma, el tlatoani que recibió a los españoles en 1519, estarían enterrados allí.

Matos fue el primer director del proyecto de excavaciones del Templo Mayor, que empezó casi por casualidad. Fue en febrero de 1978, cuando trabajadores de la compañía de la luz toparon con un enorme pedrusco en el subsuelo del centro de Ciudad de México. Avisados, los arqueólogos llegaron al rescate, percatándose de que no se trataba de una roca cualquiera. Era una representación de la Coyolxauhqui, la hermana de Huitzilopochtli. El hallazgo inauguró una de las excavaciones más longevas que existen en México.

Respecto a las tumbas de los gobernantes, López Luján, que descubrió hace unos años un pasadizo oculto bajo una enorme losa a los pies del Templo Mayor, también ha señalado la teoría de los gobernantes. Desde hace varios años, el arqueólogo dice que las cenizas de varios reyes podrían estar en dos cuartos que hay al final de este túnel. Aunque siempre ha dicho que los tlatoanis allí enterrados podrían ser anteriores a Ahuitzotl: Moctezuma I, Axayácatl o Tizoc.

Sería desde luego un gran hallazgo. El propio Matos compara la existencia de las tumbas de los reyes aztecas con las de Tutankamón, en Egipto, el mausoleo de la dinastía Qin, en China, la tumba 7, en la vieja ciudad mixteca de Monte Albán, en Oaxaca, o la tumba del rey maya Pakal, de Palenque. “Creemos que encontraremos objetos de enorme valor en la medida en que sigamos profundizando”, ha afirmado López Luján en declaraciones a la agencia Reuters. 

De acuerdo con los dichos de los cronistas del siglo XVI, los restos de varios gobernantes, incinerados al morir, fueron depositados a los pies del Templo Mayor, junto a ofrendas de enorme valor, como las encontradas ahora. A decir de López Luján, apenas han procesado una décima parte de las nuevas ofrendas, por lo que las expectativas son altísimas.

Podría ocurrir que la conmemoración del quinto centenario de la conquista, comentada en voz baja a este lado del Atlántico, coincidiera con el hallazgo de las cenizas de uno o varios tlatoanis. ¿Qué efecto tendría? Parece difícil de prever. Con toda la ironía del mundo, el historiador Alejandro Rosas ha asegurado: “Es curioso porque, ¿cómo conmemorar lo que hicieron los españoles sin que haya algo indígena que conmemorar? Así pasó en 1947. Hallaron los restos de Cortés que fueron autentificados y, curiosamente, poco después encontraron los de Cuauhtémoc que, finalmente, no eran tales”.


El lobo, el trono de Heredia y las piezas de oro: una historia de equilibrismo en México

El hallazgo de una ofrenda azteca de hace más de quinientos años ilustra mejor que nunca la sutileza ritual del viejo imperio

Lo bueno del subsuelo es que hay más tierra que tuberías. Aunque sea el subsuelo del centro de la Ciudad de México, una urbe construida sobre el lecho de un lago, una ciudad horadada para llevar la luz, el agua y el metro a todas partes. Hay tanta tierra bajo la gran capital que los arqueólogos siguen encontrando tesoros. Y algunos resultan sorprendentes, primero por lo que contienen y luego porque nadie los haya encontrado antes que ellos.

El último caso es el de la ofrenda 174 del Templo Mayor de Tenochtitlán, la vieja capital azteca. Pese a su nombre, la 174 ha resultado extraordinaria. Se trata de una bóveda de piedra, apenas mayor que una mesita de noche, excavada a los pies del viejo templo. Los arqueólogos dieron con ella hace unas semanas. Alejandra Aguirre y Antonio Marín, del Proyecto Templo Mayor, que el próximo año cumple cuatro décadas, encontraron varios trozos de coral rojo en la bóveda. Y debajo, sorpresa, 22 piezas de oro, todas únicas, finas láminas de oro labrado. Pegado a la pared, descubrieron el esqueleto de un lobo que al morir tenía ocho meses. También rescataron varios cuchillos de pedernal, conchas, caracoles y la mandíbula de un pez sierra.

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Aguirre, que ha participado en el estudio de otras tantas ofrendas en el Templo Mayor, dice que quien fuera que colocara allí al lobo, lo puso mirando al oeste, cara a la puesta de sol. Marín, que el día que abrieron la ofrenda traía una playera del cenizo Cruz Azul, cosa que divierte mucho a sus compañeros, llama la atención sobre una de las piezas de oro, un chimali, el escudo de guerra de los aztecas.

Los arqueólogos calculan que los sacerdotes mexicas enterraron la ofrenda a finales del siglo XV o principios del XVI, bajo el reinado de Ahuítzotl, predecesor de Moctezuma, el emperador que trataría años más tarde con Hernán Cortés. Eso significa que nadie vio el oro en más de 500 años. Que pasó una guerra con los españoles y sus aliados, una colonia, otra guerra -de independencia-, la mano férrea de Porfirio Díaz, la revolución y casi un siglo de priismo, sin que nadie la encontrara.

Y no fue por falta de ocasiones. En 1900, el arquitecto Guillermo de Heredia y su esposa se instalaron en la casa que había justo encima, sobre la calle Guatemala. Por aquel entonces, la capital instaló un colector de aguas negras sobre el Templo Mayor. Nadie sabía que el centro ceremonial de los aztecas estaba allí. Muchos aún pensaban que yacía bajo la catedral metropolitana. El caso es que Heredia y su esposa bajaron una tubería de su escusado al colector. La tubería atravesó justo la ofrenda 174. Aguirre opina que los obreros no se dieron cuenta de lo que había allí, quizá por el coral, porque tapaba el resto de la ofrenda. “Heredia luego se haría famoso porque construyó el Hemiciclo a Juárez, el que hay en La Alameda”, dice Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor. El arqueólogo se refiere al famoso monumento que mandó construir Porfirio Díaz, en homenaje al presidente Benito Juárez, por el centenario de la independencia. “Pero eso fue después”, añade, “en 1900, el trono del señor Heredia desaguaba aquí”.

El subsuelo mexicano es rico en tierra, incluso en plata, pero pobre en oro. En el Templo Mayor, el centro ceremonial más importante de la civilización prehispánica preponderante en Mesoamérica, apenas han encontrado 600 gramos del preciado metal. En 205 ofrendas descubiertas junto al Templo Mayor en 39 años, solo 600 gramos. Una fruslería. “En número de piezas”, dice López Luján, “la ofrenda 174 ocupa el cuarto lugar de las 16 ofrendas que contenían objetos de oro. Pero el primerísimo lugar en cuanto a tamaño, diversidad y refinamiento técnico y estético de las piezas”.

Mapa aéreo del Templo Mayor. Los números señalan las 16 ofrendas con oro encontradas en 39 años de excavaciones. El 39 y el 34 están justo donde se erigía la capilla al dios sol. A su derecha, la capilla de Tláloc. La 174 está debajo, a unos metros de las escaleras. MICHELLE DE ANDA CORTESÍA PTM

Equilibrio a las tinieblas

Los arqueólogos piensan que algunas de las joyas vistieron al lobo, caso del chimali, quizá las manitas de oro, el disco sobre el pecho. No parece que haya demasiadas dudas sobre su simbolismo. El lobo y las joyas, su orientación hacia la puesta de sol, constituyen un homenaje al gran dios azteca, el dios Sol, Huitzilopochtli.

De acuerdo a la cosmovisión mexica, al principio todo fue oscuridad, una gran noche. Un día Coatlicue, diosa de la vida y la muerte, quedó embarazada por acción y gracia de una bola de plumas. El gran dios Sol empezó a crecer en su panza, aguardando el momento de traer la luz al mundo. Enteradas, las hijas de Coatlicue -la Luna y las estrellas- corrieron celosas a impedir su nacimiento. Pero Coatlicue dio a luz y Huitzilopochtli llegó al mundo ya crecido. El dios Sol mató a la Luna y desterró a las estrellas, dando equilibrio a las tinieblas y creando así el día.

El equilibrio entre la noche y el día resulta fácil de explicar comparado al de la vida y la muerte. Baste decir que el inframundo mexica es un laberinto tremendo, compartimentado por tipo de muerte y muerto. En el caso de los guerreros, los aztecas pensaban que, al morir, acompañaban al dios Sol camino a su casa, un verdadero honor. Y allí quedaban, en un paraíso solar que compartían con las mujeres que perecían al dar a luz.

Huitzilopochtli fue el primer guerrero azteca, vencedor en su batalla contra la oscuridad. De los 18 meses que componían el calendario mexica, el decimoquinto se lo dedicaban a él, coincidiendo con el solsticio de invierno. López Luján piensa que la ofrenda del lobo encaja justo ahí. Fue probablemente, dice, un rito en conmemoración del dios del Sol. Por eso el lobo apareció mirando al oeste, al ocaso, un recordatorio de su victoria frente a la Luna y las estrellas.

Igual que los católicos recuerdan a Cristo comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre, los sacerdotes mexicas, explica el arqueólogo, recordaban así a Huitzilopochtli, con un lobo ataviado de guerrero, junto a otras joyas típicas de sus hermanas vencidas -una nariguera y unas orejeras de oro-, un lobo mirando a occidente.


Aves con oro y collares, la ofrenda hallada en el Templo Mayor de México a la espera de los líderes aztecas

Los arqueólogos analizan los restos de dos aves de presa vestidas con joyas, mientras prosigue la búsqueda de los emperadores mexica.

Primero fue un lobo, un animal de ocho meses enterrado junto a 22 piezas de oro. Luego una hembra de jaguar vestida de guerrero, con un anahuatl (anillo de las deidades) de madera, en una de sus garras y un lanzadardos. Y ahora dos aves de presa, al parecer dos halcones, ambos con anahuatl de oro y collares, uno con una lanza del preciado metal, fino como el papel de Biblia, otro con una especie de escudo además de otras insignias. Las dos aves, descubiertas a principio de mes, son las protagonistas de la última ofrenda hallada en la base del Templo Mayor de la vieja Tenochtitlan, en México, un escalón más en el camino a la gloria de los arqueólogos, que poco a poco se acercan a su objetivo final: los restos de los emperadores mexica (nombre que se daban los aztecas a sí mismos).

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Consagradas al dios azteca de la guerra, Huitzilopochtli, las tres ofrendas han aparecido en la misma línea, la recta imaginaria que corta en dos un edificio aledaño al Templo Mayor, una enorme plataforma circular de 16 metros de diámetro y más de dos de altura conocida como Cuauhxicalco. La última, la de los halcones, figura justo en el centro de la plataforma, encajada entre piedras, cerca de la superficie. Son raras las ofrendas con animales vestidos. De las más de 200 estudiadas en más de 40 años de excavaciones, solo 28 contenían animales ataviados con ornamentos e insignias: 12 águilas reales, siete lobos, siete pumas y dos jaguares. Los dos halcones se añaden ahora a esta selecta lista.

Saltando entre tablones de madera colocados como pasarelas entre las áreas de excavación, el director del proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján, explica a EL PAÍS que “la riqueza y variedad de estas tres ofrendas son excepcionales, la muestra de un tiempo de globalización en el que se importaban animales y objetos de todos los confines del imperio mexica y más allá, a cientos de kilómetros”.

López Luján habla del periodo de mayor esplendor del imperio, la segunda mitad del siglo XV y los primeros 19 años del XVI —momento en que llegaron los españoles—, cuando los aztecas dominaban buena parte del centro de lo que hoy es México, el norte y el sur. No son solo los animales y el oro de las ofrendas. Los restos de corales de ambos océanos, las conchas madreperla, las estrellas de mar, los peces globo y las caracolas apuntan a delicados procesos de recolección. A cuidados ejercicios de comunicación supraterrenal.

Además de ilustrar el poderío de los mexica, la riqueza de las ofrendas podría indicar la inminencia del gran descubrimiento. Con la boca pequeña, sin generar demasiadas expectativas, López Luján y su antecesor en el proyecto Templo Mayor, Eduardo Matos Moctezuma, llevan años sugiriendo que los restos de Ahuítzotl, Axayácatl o Tízoc, predecesores de Moctezuma Xocoyotzin, podrían estar enterrados ahí. “Cronistas como Bernal Díaz del Castillo o fray Diego Durán mencionan que los mexica enterraban a sus gobernantes en el Cuauhxicalco”, apunta López Luján.

En todo caso, el camino será largo. Practicar arqueología en el Templo Mayor —en cualquier parte, en realidad— es lento, necesariamente lento. Cada ofrenda toma meses, incluso años de análisis. La de los halcones empezaron a trabajarla en enero de este año y es poco probable que terminen antes de las vacaciones de Navidad.

Alejandra Aguirre, que ha estado a cargo de la excavación, explica que para llegar de la primera capa de sedimentos a la última, donde encontraron finalmente a los halcones, han tenido que vestirse —otra vez— de expertos cirujanos: pulso firme, rastrillo y pinceles. Primero apareció una capa de grandes barras de copal, luego varias de corales, conchas y demás organismos marinos, luego otra de caracolas Strombus, grandes como papayas, y por fin, al fondo, las dos aves de presa vestidas de oro, junto a los espinazos de varias serpientes y el esqueleto de un pequeño tiburón.

Pasar de una capa a otra, explicaba esta semana otro de los arqueólogos encargados de la excavación, Antonio Marín, es casi casi como embarcarse en una mudanza a escala micro. Todo debe ser retirado y empaquetado con el mayor de los cuidados. ¡500 años de reposo y quietud para ir ahora con prisas!

Aunque no hay piedra que carezca de interés para los arqueólogos, el nudo de esta aventura llegará en un tiempo, también el desenlace. Las ofrendas, el oro y las aves son solo el preámbulo. La historia empezará cuando los investigadores profundicen en el Cuauhxicalco, cuando bajen un escalón en sus más de dos metros de profundidad. López Luján compara el edificio con un camembert gigante. “Estamos en el mero centro del camembert Cuauhxicalco”, dice, divertido. “Y quizás este es el lugar, pero más abajo”.

 

Por: PABLO FERRI

Tomado de:

https://elpais.com/cultura/2019/03/25/actualidad/1553542494_434708.html?rel=mas

https://elpais.com/cultura/2017/07/13/actualidad/1499960414_976086.html?rel=mas

https://elpais.com/cultura/2019/11/15/actualidad/1573830421_584649.html

 

 

México devuelve 37 piezas arqueológicas a Perú

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“Es algo que les demandamos constantemente a Europa y Estados Unidos, pero aquí lo estamos haciendo”, ha dicho el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, este martes por la tarde durante la entrega de 37 piezas arqueológicas a su par peruano, Gustavo Meza-Cuadra. Los objetos, que comprenden diversos períodos históricos desde el año 200 hasta bien entrada la colonia española, fueron devueltos a Perú tras varios análisis realizados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México sobre piezas decomisadas y entregadas voluntariamente a las autoridades del país norteamerica

La entrega se realizó en el marco de una reunión entre ambos cancilleres, destinada a estrechar sus relaciones bilaterales, y casualmente coincidió con el anuncio de una nueva venta de arte precolombino mexicano de la casa de subastas francesa Millon, programada para el próximo 22 de enero. México mantiene una larga disputa con Francia por la venta de arte precolombino, batalla que tuvo su epítome entre septiembre y octubre del año pasado cuando la casa Sotheby’s puso a la venta 200 piezas de arte en una subasta realizada en París.

Pero con Perú la historia es otra. La repatriación tiene origen en un tratado firmado entre ambos países en 2002 con el objetivo de restituir artefactos patrimoniales que hayan sido importados ilegalmente. En 2017, México ya había entregado a Perú otras 168 piezas recuperadas durante un período de seis años.

La colección entregada al país andino durante una ceremonia en la Secretaria de Relaciones Exteriores mexicana comprende vasijas, jarrones y figurillas que son evidencia de arte precolombino de las culturas Chimú, Lambayeque, Recuay y Chancay, al igual que otras del período incaico y dos piezas de madera del período virreinal. Para Diego Prieto, director general del INAH, y encargado de la presentación de las piezas, la entrega responde “al compromiso que tiene México con el cuidado y recuperación de su patrimonio y con otras naciones para que puedan recuperar el suyo”.

Ambos cancilleres han insistido en que la entrega es un acto simbólico que demuestra una causa en común. “Es el encuentro de dos potencias culturales”, ha dicho la secretaria de Cultura mexicana, Alejandra Fausto Guerrero, y el canciller Ebrard ha ido más allá: “Tener una alianza económica es importante, pero la relación es más estrecha cuando se comparten causas esenciales para nuestros pueblos: impedir el saqueo de nuestro patrimonio cultural”.

 

Por: José Pablo Criales

Tomado de: https://elpais.com/cultura/2020/01/08/actualidad/1578501444_135880.html?prm

Las poderosas mujeres sacerdotisas que gobernaron el antiguo Perú

En las últimas décadas los arqueólogos han hallado las tumbas de varias mujeres. Lo más llamativo de estos hallazgos es su ajuar, junto a ellas se han hallado coronas, báculos, cetros y demás tesoros. Todo lo que las acompañaba no es más que la manifestación del poder que representaban. 

En el museo de la Universidad de Denver, Estados Unidos, hay un vaso de plata repujada que debería estar expuesto en el Perú. Está cubierto de dibujos y escenas que resumen la historia de una pirámide de barro trunca, de 40 metros de altura, que se encuentra en el interior del bosque seco lambayecano rodeada de algarrobos, espinos y campos de cultivo. Si proyectásemos todos esos diseños que cubren la base y las caras del vaso de Denver en su totalidad, tendríamos una especie de mapa del tesoro, en que aparecen personajes, símbolos, iconografías y detalles que los arqueólogos descubrieron —como ha ocurrido con otros vasos y en distintos enterramientos— en esa huaca que tiene forma de t.

En los años noventa, Christopher Donnan había encontrado, en la parte norte de la huaca de adobe, pinturas murales, mobiliario y enseres que indicaban la existencia de un trono. El principio de dualidad de las sociedades precolombinas —a un elemento le corresponde su opuesto con el que se complementa— hizo sospechar al arqueólogo Carlos Wester que, en la parte sur, habría un enterramiento de élite. El vaso de Denver de 17 centímetros cuenta la historia de Chornancap —el nombre que tiene el enterramiento—, de la sacerdotisa que encontraron dentro y de gran parte de la cultura lambayeque, también conocida como sicán.

 

Figurillas de sacerdotisas halladas en 2015 en el sitio de Vichama, 
pertenecientes a Caral. (Ministerio de Cultura)

 

Tumbas reales

Antes de esta cultura ya se conocían mujeres que pertenecían a las más altas jerarquías del poder. Algo que atraviesa todas las culturas y épocas del Perú. Régulo Franco encontró a la Dama de Cao (La Libertad, km 604 Panamericana Norte) en un fardo funerario de unos 100 kilos de peso formado por casi 30 capas de mantos, vestidos y adornos metálicos. Le sorprendió el excelente estado de conservación en que se encontraba la momia —de una mujer de 25 años que falleció por complicaciones en el embarazo—, y su cuerpo cubierto de tatuajes de arañas, monos, serpientes, felinos y aves, realizados con un compuesto del mercurio llamado cinabrio.

 

Luis Jaime Castillo y Christopher Donnan descubrieron en diferentes cámaras funerarias de gran tamaño, ubicadas en San José de Moro, Chepén (La Libertad, km 761 Panamericana Norte), varias sacerdotisas adornadas con riquísimos ajuares, entre las que había por lo menos una niña. También encontraron restos en los que se evidenciaban producciones masivas de chicha y de alimentos, que podrían responder a encuentros de personas que llegaban a este sitio de La Libertad por motivos religiosos vinculados a las sacerdotisas.

Representación de la sacerdotisa de Chornancap, quien fue hallada en una 
tumba acompañada de ocho mujeres jóvenes. (Archivo El Comercio)

 

En Nasca (km 451 Panamericana Sur) hay 34 pirámides de adobe cubiertas por las arenas del desierto en un área equivalente a unos 2.400 campos de fútbol profesionales. El arqueólogo italiano Giuseppe Orefici ha desenterrado una de esas pirámides en Cahuachi y ha encontrado tejidos, cerámicas, restos de cultivos y miles de pedazos de antaras de cerámica. Todas estas piezas se observan en un magnífico museo del centro de la ciudad: el Antonini. Parece que Cahuachi fue el epicentro más importante de los nasca, a donde llegaron personas de otras latitudes y desde donde se idearon las líneas que se observan en avioneta. En una posición privilegiada dentro de la pirámide, Orefici halló la momia de una niña. Estaba cubierta de joyas, rodeada de cerámicas en miniatura y tenía una nariguera de oro que tapaba su cara coloreada de rojo. Además, la envolvía un tejido que tenía pinturas y bordados de orcas, la máxima divinidad de los nasca junto al felino.

Lo más llamativo de estas mujeres es su ajuar, además de todo lo que las acompaña, que no es más que la manifestación del poder que representaban. En sus tumbas se han obtenido coronas, máscaras y orejeras de oro. Tejidos y cerámicas finísimas que llegaban como ofrendas de la sierra. Pectorales perfectos de metales preciosos. Vasos de plata, báculos y cetros. Lapislázulis originarios de Chile y ojos de tigre de Brasil. Collares elaborados por miles de cuentas diminutas de spondylus, la concha roja y blanca que vive en las cálidas aguas entre Tumbes y Centroamérica y que se consideraba sagrada desde el Arcaico. 

El spondylus, conocido como mullu y asociado a enterramientos de élite, está presente en las iconografías de tejidos y cerámicas de varias culturas, y con su polvo, después de molerse, se rociaban los caminos, como señal de purificación, por los que pasaban los gobernantes y gobernantas de la época. En torno a este bivalvo, asociado por su forma a la vagina, se crearon larguísimas rutas de intercambio entre Chile y Centroamérica, y parece, según María Rostworowski, que la conquista inca de Tumbes y Piura era para asegurar y controlar la producción de las conchas.

Además de esa exhibición de oro y fastuosidad que adornan a las poderosas del antiguo Perú y que se puede observar en los museos de sitio respectivos, y en los de Brüning y Tumbas Reales, esas mujeres no estaban solas. En ocasiones estaban acompañadas por séquitos de niños, hombres y otras mujeres, o también llamas, el animal que transporta al muerto al lugar de los ancestros.

Incluso antes, en el periodo formativo, se hallaron enterramientos de mujeres de la élite, como la que encontró el japonés Yuji Seki en Pacopampa, una señora con el cráneo deformado, un rico ajuar de oro y conchas marinas, rodeada por una gran cantidad de ofrendas. Y si nos vamos más atrás seguiremos observando representaciones de lo femenino, vinculado al poder político, religioso y ritual: desde que los grupos nómadas adornaban las paredes de las cuevas y las montañas con pinturas rupestres y petroglifos, como los que estudia Santiago Rivas en el corazón de la selva que rodea Balsapuerto (Loreto), donde se aprecian batracios preñados —animales asociados a su vez a ritos para obtener lluvia— y siluetas de mujeres con tocados.

Para responder  la pregunta sobre las mujeres en la cultura lambayeque, Carlos Wester y su equipo debían excavar en la parte sur de Chornancap, donde encontraron al personaje con ojos en el cuerpo y corona de serpientes en la cabeza que aparece en las iconografías del vaso de plata de Denver.

El vaso de Denver, donde se cuenta la historia de Chornancap y de gran parte 
de la cultura lambayeque, también conocida como sicán.
 

Las sacerdotisas y sus ofrendas

Cuando descubrieron a la mujer de Chornancap, esta miraba al este, que es el territorio de la luna, y se ubicaba de espaldas al mar. Estaba enterrada a 60 centímetros por encima de un hombre que tenía perlas y un collar de spondylus, y que estaba acompañado de dos jóvenes. Este enterramiento superpuesto era algo inédito en la arqueología peruana. El hombre se encontraba junto a la capa freática, el agua, el elemento del que nacieron los spondylus que llevaba en el cuello. Quizá por su ubicación y sus ornamentos podía tratarse del buzo especialista en obtener esas conchas.

La sacerdotisa tenía ofrendas que venían de regiones lejanas, como los pectorales elaborados con conchas ecuatorianas y el oro de sus joyas que provenía de la selva del Marañón, donde viven los jíbaros, los aguarunas y los huambisas. Estaba acompañada de ocho mujeres jóvenes y un camélido. Su cuerpo aparecía cubierto de anillos, brazaletes y pectorales, hechos de oro y piedras semipreciosas. Junto a ella, había copas, un cáliz, cetros y más perlas. Estaba cubierta de mantos que tenían 90 discos cosidos y cuyos significados remiten a la luna. Su ajuar incluía tocados, orejeras de oro con grabados de olas y cactus sampedro, collares de spondylus, cerámicas en miniatura, un cuenco de plata repujada con serpientes y jaguares, y una corona en la que se aprecia un ave cayendo en picada. Muchos de esos símbolos remiten al relato de Naylamp, el dios fundador de los sicán, y sitúan a la sacerdotisa en la cúspide del poder entre ellos.

El descubrimiento de Carlos Wester no solo completa la historia cultura del norte del país con el desenterramiento de un personaje de la élite. Corrobora algo que se hunde en la noche de los tiempos: en las sociedades precolombinas las mujeres han participado del poder más alto igual que los hombres. Quizá menos importante sea el nombre que los arqueólogos le dan a ese poder, que es el tema en el que más discrepan: ¿eran sacerdotisas?, ¿reinas?, ¿curacas?, ¿chamanas?, ¿diosas?

El norte ha sido especialmente próvido de ese poder femenino: no solo por las mujeres de Chornancap, Cao o San José de Moro. También porque, en muchas representaciones de cerámicas, frisos, vasos de plata, relatos, figurines, telares, murales, etc., lo femenino ha ordenado, dirigido y completado de significado el mundo en que los antiguos se encontraban. Se las ve en dibujos montadas en la luna, copulando con jaguares, el animal divino por excelencia, rodeadas de personas y adornadas con tocados y coronas.

Es muy probable que el entorno en que se desenvolvieron esas culturas tuviese una influencia determinante para que varias de las mujeres más poderosas en la historia del Perú sean originarias del norte.

Collar de oro perteneciente a la señora de Cao. (Archivo El Comercio)

 

La dualidad y el territorio de la luna

Unos siete mil años atrás, grupos nómadas recorrían el valle lambayecano, que se extiende desde el generoso océano Pacífico hasta la cordillera en torno a Olmos. La geografía, ubicación y clima que posee lo hacen uno de los valles más fértiles, desde el punto de vista agrícola, del mundo. Ahí se domesticaron plantas que, a medida que se cultivaban, provocaron la sedentarización de los grupos, lo que permitió mucho después el nacimiento de esas poderosas y fascinantes culturas cupisnique, moche, chimú o sicán, que se dedicaron más al arte, la ingeniería y los viajes, que a la guerra y los intereses imperialistas.

El salto del nomadismo, vinculado al fuego y a los grupos de cazadores, al sedentarismo de los cultivos facilitó la emergencia de las mujeres y su identificación con la tierra y la luna como divinidades femeninas. Como la madre tierra, las mujeres eran las proveedoras y las que alimentaban al grupo con las plantas de cultivo. Actividades que eran una extensión de las tareas de recolección en las que ellas destacaban desde hacía miles de años. A su vez, los cultivos dependen de la luna. Esta rige las mareas, las lluvias, los ciclos de las plantas y, además, se la vincula a los periodos menstruales. Desde los tiempos más antiguos, la tierra y la luna se convirtieron en territorios femeninos, es por eso que la sacerdotisa de Chornancap se ubicaba de espaldas al mar (el espacio masculino) y miraba a la luna (el territorio femenino).

No son comunes los templos dedicados a la feminidad. Pero tampoco lo eran los destinados al dios Inti. Quillarumiyoq, “el lugar de la roca dedicada a la luna”, está ubicado en las partes altas de Ancahuasi, a 45 km del Cusco (km 921 IIRSA Sur). En el sitio hay terrazas, canales de agua, una cueva con petroglifos y pinturas en mal estado de conservación, y una roca que destaca por su tamaño. Tiene grabado un diseño único en los Andes: un semicírculo perfecto que incluye ocho tallas cuadrangulares que podrían indicar las fases de la luna. Parece que Quillarumiyoq era un centro de culto a Quilla, la diosa de las plantas, el firmamento y los cultivos, la protectora de las mujeres y la que les enseñaba a tejer.

Todo esto, en el norte, centro y sur, en la costa, sierra y selva, se basa en el principio de la dualidad que define las cosmovisiones de las culturas precolombinas: sol y luna, hombre y mujer, dentro y fuera, arriba y abajo, tierra y mar. Opuestos que se complementan y que, juntos, forman entidades nuevas. Este concepto se observa de manera clara en Ventarrón, a 40 kilómetros de Chiclayo.

Cuando Ignacio Alva descubre huaca Ventarrón resuelve otro vacío que existía en las culturas del norte del país. En torno a Ventarrón se asentaron hace cinco mil años los primeros agricultores para cultivar pacaes, zapallos, pallares, camotes y algodón, que utilizaban para preparar redes de pesca. Además de esos cultivos, Alva ha encontrado una trompeta hecha de caracol tumbesino y una momia de guacamayo amazónico que muestran cómo, desde las épocas más remotas, los locales seguían rutas de intercambio con otros puntos lejanos de la costa, y con la selva, a través del Abra Porculla, el cruce andino más bajo.

Era tan importante Ventarrón que por primera vez en América se pintaron murales policromados (2.600 a. C.) en los que, en el mismo nivel, el dualismo masculino femenino está presente. En una de la salas se observa un muro cubierto de dos franjas rojas que delinean una blanca, lo que recuerda a la bandera peruana. Para Alva, el blanco masculino designa el color del semen y los huesos; y el rojo femenino, la sangre y la menstruación. En el recinto más grande de la huaca, se observa el mural más antiguo de todos: un venado atrapado en una red, que es la preocupación de estas incipientes sociedades agrícolas de cuidar sus cultivos de los animales que rondaban los valles. En este recinto, en los muros de barro inferiores y más antiguos, se observa dos altorrelieves: uno de ellos son dos pescados puestos uno contra el otro encima de un fogón; y, en el otro extremo de la sala, una zarigüeya. El primero remite a símbolos y espacios masculinos, como el mar y el fuego. La zarigüeya conecta con lo femenino: es un marsupial que lleva a las crías en la bolsa y está asociada a la tierra.

El poder de los diferentes

Para Ruth Shady no eran sociedades matriarcales, sino un mundo basado en la reciprocidad y la complementariedad de los opuestos: cuando a la mujer le tocaba ejercer el poder, simplemente lo ejercía. En una cosmovisión basada en la dualidad se valora, precisamente, la diferencia: de géneros, funciones o capacidades. Porque solo las diferencias alimentan y crean nuevas y más poderosas entidades. El poder, más que títulos, es la manifestación de esa complementariedad, el ejercicio de la dualidad.

Cuando llegaron los españoles se encontraron con una realidad diferente a la de Europa del siglo XVI. Llegaron más preocupados por enriquecerse (la naturaleza y el otro como objetos) y evangelizar. Su punto de vista era el del dios único (frente a la multiplicidad de divinidades) y antropocéntrico (frente a cosmovisiones que humanizaban y dotaban de alma a la naturaleza). Y esto, no es de extrañar, provocó una fractura. La historia antigua está ahí para admirarse de ella y poder transformar el hoy.

Muchos de estos trabajos son incipientes y son pocas las conclusiones finales, y más en un país tan complejo como el Perú. Toca a los arqueólogos, a pesar del escaso apoyo que reciben, ir más allá de sus destinos de investigación y entender mejor cómo fueron esas relaciones a lo largo de las regiones del país, entender mejor las iconografías y relatos, completar las genealogías de dioses y autoridades con nuevos descubrimientos, en los que siempre aparecen las mujeres.

Fuente: Este artículo fue publicado originalmente en www.elcomercio.pe/eldominical

Por: Félix Rodri

Tomado de: https://perufolklorico.blogspot.com/2019/10/arqueologia-las-poderosas-mujeres.html

Balamkú o “Cueva del Dios Jaguar”, el extraordinario santuario maya que va a reescribir la historia de Chichén Itzá

cueva.jpgSe descubrió por casualidad, cuando cuatro campesinos caminaban por la selva que, en 1966, rodeaba a la zona arqueológica de Chichén Itzá.

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Se descubrió por casualidad, cuando cuatro campesinos caminaban por la selva que, en 1966, rodeaba a la zona arqueológica de Chichén Itzá.

Era la entrada a una cueva donde había vasijas y figuras prehispánicas. En ese entonces, los especialistas que estudiaban las famosas ruinas de la península de Yucatán, en el sureste de México, decidieron cerrar el acceso a lo que presumían era un recinto sagrado.

Cinco décadas después se reabrió el sitio y lo que se encontró es considerado uno de los principales descubrimientos de la antigua civilización maya.

El lugar se llama Balamkú o “la cueva del Dios Jaguar”, donde se han registrado cientos de objetos arqueológicos utilizados hace más de mil años.

El hallazgo ayudará a reescribir la historia de Chichén Itzá explica el arqueólogo Guillermo de Anda, director del programa Gran Acuífero Maya del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Para entrar a Balamkú los investigadores deben arrastrarse por largos trechos.Para entrar a Balamkú los investigadores deben arrastrarse por largos trechos.

Los objetos dentro de la cueva se encuentran “en un extraordinario estado de preservación” gracias a que se tomó la decisión de cerrar la cueva.

“Estuvo sellado durante mucho tiempo, la información quedó detenida en el tiempo durante más de mil años”, dice el investigador a BBC Mundo.

“Cuando uno encuentra una cueva no alterada tiene ante sí un tesoro invaluable de información”.

Esto permitirá conocer más datos sobre los fundadores de Chichén Itzá, uno de los centros ceremoniales más importantes de los antiguos mayas.

Además, “la cueva del Dios Jaguar” puede aportar más datos sobre el contacto de esta civilización con otros pueblos, especialmente los ubicados en la región central de lo que hoy es México.

Crisis

Uno de los descubrimientos más importantes del intercambio cultural de los mayas con otras civilizaciones mesoamericanas, es el hallazgo de 200 incensarios, muchos con la imagen y figura de Tláloc. Era el Dios de la Lluvia para los aztecas y otros pueblos que habitaban en regiones que hoy son, por ejemplo, Ciudad de México, Hidalgo o el Estado de México.

Chichén ItzaChichén Itzá y sus icónicas pirámides es uno polo de atracción turística de Yucatán.

Su presencia en esta cueva confirma las hipótesis de que, en algún momento no precisado, el culto a la deidad del agua viajó del centro del país hacia la península de Yucatán.

Pero también aporta otros elementos, sobre todo para entender el ocaso de esta civilización.

Los investigadores del INAH presumen que la región donde habitaban los mayas sufrió una inusitada sequía.

Esto obligó a los pobladores a pedir lluvia a los dioses y por eso se atrevieron a entrar en cuevas y pasajes subterráneos.

Entre algunas civilizaciones prehispánicas a estos lugares se les conoce como “el inframundo” y es donde habitan deidades de la fertilidad.

Explorar la Explorar la “Cueva del Dios Jaguar” tardará varios años.

La presencia de Tláloc, una deidad para pueblos ubicados a más de 1.300 kilómetros de Chichén Itzá “nos habla de un intercambio e influencia importante de grupos del centro de México”, explica De Anda.

Una de las hipótesis es que de alguna forma los mayas de esta ciudad creyeron que Tláloc ayudó a otras civilizaciones, como la Tolteca, a superar una sequía como la que padecían en ese momento.

“El que una deidad digamos extranjera (para los mayas) esté en el sitio más sagrado para ellos como una cueva, es extraordinario”.

El “gusano”

Eso explica los esfuerzos de los habitantes de Chichén Itzá por depositar las ofrendas en Balamkú, una cueva que De Anda define como una especie de gusano por su morfología serpenteante.

Hay partes donde sólo hay acceso a través de grietas, algunas de 40 centímetros de alto donde los investigadores sólo pueden moverse arrastrándose pecho a tierra.

Es uno de los ingresos a cámaras y galerías más grandes, en promedio de 3,8 metros de alto, donde se encontraron las ofrendas más grandes.

Cueva del Dios JaguarLos investigadores creen que además de vasijas debe de haber restos humanos.

Hasta ahora se sabe que la escasez se presentó entre los años 700 y 1.000 antes de Cristo, y abarca los períodos conocidos como Clásico Tardío y Clásico terminal de la civilización maya.

La crisis pudo ser muy grave y eso explica la variedad de objetos que entregaron a las deidades:

Cajetes, piedras de molienda, malacates y metates en miniatura, así como tapas de incensarios con representaciones de jaguar, una de las especies animales de mayor respeto para los mayas.

Pero además de la información sobre los antiguos mayas, los investigadores del INAH creen que “la cueva del Dios Jaguar” podría crear nuevas técnicas para la exploración de cuevas arqueológicas en México.

Hasta ahora sólo se conocen unos 450 metros de Balamkú, la tercera parte de su extensión.

En la primera fase el INAH pretende crear un modelo en tercera dimensión de todos los recintos y túneles de la cueva.

Eso permitirá un registro detallado de todo el sistema cavernario, así como de los objetos que se encuentren en sitios no explorados.

Cueva del Dios Jaguar 

Algunos incensarios y vasijas aún conservan restos carbonizados de alimentos, semillas, jade, conchas y huesos que servirían para establecer con más precisión la fecha en que fueron depositados.

Según Guillermo de Anda los investigadores creen que en “la cueva del Dios Jaguar” puede haber otros materiales, como huesos humanos.

Es un valor adicional de Balamkú. “Tenemos de primera mano información para analizar en el laboratorio, como los huesos humanos que permitan conocer el fenotipo de los que están allí”.

“Puede ayudar a entender el colapso de la ciudad, cuando pudo haber dejado de florecer y por qué. Es reescribir la historia de Chichén Itzá”.

 

Por: Alberto Najar

Fotos: Karla Ortega / INAH

Tomado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-47464273