Cada fin de semana, una caravana de vehículos recorre la Ruta 9 Sur rumbo a San Juan, un lugar profundamente arraigado en la cultura recreativa puntarenense. Sin embargo, pocos se detienen a pensar que están ingresando a una de las pocas zonas de nidificación en el mundo del canquén colorado, especie en peligro de extinción, de la cual quedan menos de mil individuos en Magallanes. Pese a contar con un plan de recuperación, conservación y gestión de especies, la presencia cercana de un monumento natural que protege parte del área que ocupa el ave, así como el desarrollo de otras iniciativas a lo largo del tiempo, el territorio que ocupa y necesita el canquén colorado sigue desprotegido, expuesto a incendios y una serie de otras amenazas, entre las que destacan el desplazamiento de personas y perros sin supervisión (o de libre deambular), ingreso de ganado y abundante basura.
Mientras los veraneantes practican la pesca deportiva, las familias instalan sus parrillas, los niños corren y gritan, las radios suenan, y las fogatas chisporrotean al caer la noche, una pareja de canquén colorado intenta resguardar a los cinco o seis polluelos nacidos en diciembre. Pero su frágil refugio, en medio de un área protegida en el papel, no le ofrece garantía alguna de lograr una reproducción exitosa. Cualquier perturbación puede causar la pérdida y muerte de las crías.

Por Cristián Saucedo.
Director de Vida Silvestre de Fundación Rewilding Chile
Cada fin de semana, una caravana de vehículos recorre la Ruta 9 Sur rumbo a San Juan, un lugar profundamente arraigado en la cultura recreativa puntarenense. Sin embargo, pocos se detienen a pensar que están ingresando a una de las pocas zonas de nidificación en el mundo del canquén colorado, especie en peligro de extinción, de la cual quedan menos de mil individuos en Magallanes. Pese a contar con un plan de recuperación, conservación y gestión de especies, la presencia cercana de un monumento natural que protege parte del área que ocupa el ave, así como el desarrollo de otras iniciativas a lo largo del tiempo, el territorio que ocupa y necesita el canquén colorado sigue desprotegido, expuesto a incendios y una serie de otras amenazas, entre las que destacan el desplazamiento de personas y perros sin supervisión (o de libre deambular), ingreso de ganado y abundante basura.
Mientras los veraneantes practican la pesca deportiva, las familias instalan sus parrillas, los niños corren y gritan, las radios suenan, y las fogatas chisporrotean al caer la noche, una pareja de canquén colorado intenta resguardar a los cinco o seis polluelos nacidos en diciembre. Pero su frágil refugio, en medio de un área protegida en el papel, no le ofrece garantía alguna de lograr una reproducción exitosa. Cualquier perturbación puede causar la pérdida y muerte de las crías.

¿Cómo conciliamos el derecho legítimo a disfrutar de la naturaleza con la obligación de proteger los ecosistemas y sus especies? Hasta ahora, normativas, estrategias y campañas de sensibilización han sido insuficientes para frenar la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, hay ejemplos alentadores. En La Serena, dos grupos de observadores de aves y propietarios de terrenos han logrado preservar el área de nidificación del pilpilén en un ecosistema de dunas, combinando resguardo efectivo con educación ambiental.
En Magallanes, donde basta recorrer unos kilómetros para avistar ñandúes, cóndores, toninas o ballenas, es necesario entender que las especies silvestres no son sólo parte del paisaje, sino actores claves dentro de la compleja trama de la vida y que existe una enorme responsabilidad detrás de su cuidado. Más allá de la teoría y los llamados a la conciencia, la sensibilización ambiental debe apuntar a que las comunidades y la sociedad toda conozcan sus territorios y se conviertan en los primeros guardianes de su patrimonio natural.
Mientras los organismos públicos articulan una estrategia integral de turismo responsable, hay acciones inmediatas que cada visitante puede asumir: recoger su basura, evitar el uso del fuego, no llevar mascotas a áreas protegidas, hacerse cargo responsablemente de los animales a su cuidado, no acercarse a las aves, manejar con atención, darse el tiempo de aprender sobre la flora y la fauna de los lugares que visita. No existe gesto pequeño cuando se trata de conservación y todo suma.
Los veraneantes de San Juan, en particular, tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de ser los primeros guardianes de un patrimonio natural que incluye a este entorno privilegiado y a su habitante más vulnerable: el canquén colorado, una de nuestras especies nativas que hoy, desafortunadamente, se encuentra al borde mismo de la extinción. El llamado es a la acción y a un cambio de actitud que tiene que producirse desde ya.