Productores, hoteles, restaurantes y otros emprendimientos se unen en una serie de circuitos con eje en la yerba mate. La excusa perfecta para recorrer los paisajes e historia de Corrientes y Misiones.
Si hay una foto que hemos visto y/o posteado en Instagram (o Facebook, o Twitter o algún grupo de Whatsapp…) bajo la temática “vacaciones”, seguramente la de un mate en primer plano con la playa, las montañas, el pasto verde o un horizonte urbano en un fondo más o menos difuso estuvo entre ellas. El mate, esa infusión nacional que nos define (y que también es costumbre en países de la región como Uruguay, Paraguay o el sur de Brasil), suele estar ahí, en nuestras postales y recuerdos de rondas de amigos, familia, vacaciones: acompaña un atardecer entre sierras y arroyitos; resulta el sostén indispensable para sortear victoriosamente un día de playa ventoso y nos ayuda a generar confianza o curiosidad ajena en los viajes por el mundo. Es algo así como un sello de identidad que exportamos cada vez que salimos a la ruta o aterrizamos en tierras lejanas.
Su fama no es puro cuento y los números resultan contundentes. Según estadísticas del Instituto Nacional de la Yerba Mate, en la Argentina se consumen unos 100 litros anuales por cabeza de mate, contra 50 de gaseosa, 34 de cerveza, 30 de vino. Y por si esto fuera poco, cada año se consumen casi 7 kilos de yerba mate por persona, contra 0,9 de café y 0,16 de té. Más números: en el país hay 200.000 hectáreas sembradas con esta planta, 17.000 productores, 210 secaderos y 110 molinos.
Hasta la cantante Madonna declaró en algún momento que toma bebidas a base de yerba mate antes de cada show por sus cualidades energizantes.
Y admitamos que ver al actor Viggo Mortensen o al papa Francisco con un mate en la mano ayuda a la difusión, tanto como que Meg Ryan, Gwyneth Paltrow o Matt Dillon salgan en alguna entrevista diciendo que son fans del mate.
Se hace camino
Si hay algo que este ícono comparte con, por ejemplo, el vino argentino, es que desde hace unos años tiene su ruta. Y así como están los Caminos del Vino, la Ruta de la Yerba Mate se dibuja a través de numerosos circuitos entre las provincias de Corrientes y Misiones, donde se cultiva y elabora este producto, y donde a través de la yerba mate se puede construir un itinerario que combina paisajes de alto impacto (como la Cataratas del Iguazú, los Saltos del Moconá o los Esteros del Iberá); tradiciones arraigadas en cada uno de los pueblos; e historia, claro, desde las misiones jesuíticas hasta los relatos de los inmigrantes.
Bajo el lema “El camino que une a los pueblos”, desde 2008 la Asociación Ruta de la Yerba Mate trabaja en la organización y difusión de circuitos e invita a dar un paso más: ya tomaste mate, ahora es tiempo de adentrarse en la historia y los orígenes de esta infusión, en el proceso de elaboración y hasta darse la oportunidad de saborear los usos “taquilleros”: ¿probaste el helado de yerba mate? ¿y la pizza de yerba mate?
“El mate es uno de los principales íconos de carácter histórico-cultural-productivo-industrial-turístico y gastronómico de la Argentina”, dice Alejandro Gruber, presidente de ARYM y señala que, actualmente, la Ruta reúne a 250 emprendimientos, pero suma socios de otras provincias que ayudan a la difusión de la yerba mate y sorprenden con usos diferentes, innovadores. Como Araí en Santa Fe, La Matera en Costa del Este (en la Costa Atlántica), Yerbaité en La Plata, Zion en Rosario o el Museo del Mate en Tigre, por nombrar algunos.
La columna vertebral de esta ruta -considerada “Marca País”, “Marca Argentina” y “Principal ruta alimentaria del Mercosur”, entre otros reconocimientos- está constituida, sin dudas, por los establecimientos yerbateros. Los productores muestran sus plantaciones y explican el trabajo de cosecha a los visitantes; las agroindustrias abren las puertas para mostrar el proceso industrial de la yerba. Si bien suelen tener las puertas abiertas a las visitas, conviene consultar antes de iniciar el recorrido.
Podés viajar a los Esteros del Iberá, paseás en bote para ver yacarés, lobitos de río o garzas, te entusiasmás con una cata de mate, te alojás en alguna de las posadas de esta zona de Corrientes y visitás alguno de los establecimientos yerbateros cercanos como la Cooperativa Liebig o La Cachuera.
O, en el norte, te acercás a Las Marías -no es parte oficial de la ARYM, pero es uno de los imperdibles en un recorrido temático centrado en la yerba- y conocés el vivero, los campos cultivados, la planta envasadora, el laboratorio de control y también la historia del lugar, que comenzó a principios del siglo XX con las primeras plantaciones de la familia Navajas.
Si, en cambio, estás en la Cataratas, podés conocer Andresito, a 70 kilómetros.
Muchos de estos productores están unidos por una historia común de inmigrantes – colonos emprendedores. Como la Cooperativa Agrícola de la Colonia Liebig en Corrientes, fundada en 1926, o la yerba mate Aguantadora, desde 1930 y con base en Montecarlo, Misiones (ambas ofrecen museo).
O Mate Rojo -de Molinos La Misión- que comenzó como un emprendimiento personal de Don Juan Eladio Stepaniuk, hijo de inmigrantes ucranianos llegados al país a principios del siglo XX. “Con el apoyo de su familia, y muy especialmente de su madre Doña Nina Solovej de Stepaniuk, quien siempre supo inculcarle el amor por la tierra y el trabajo, Don Juan tuvo sus primeras plantaciones de yerba mate en Oberá, Misiones”, explican en la empresa y agregan: “Años más tarde construyó el secadero y luego el molino”.
En La Cachuera – Amanda, el relato parece ir por un carril similar: la empresa fue iniciada por Juan Szychowski, inmigrante polaco. Junto a su familia se establecieron en la colonia de Apóstoles alrededor del 1900. En 1997 inauguraron el Museo Histórico Juan Szychowski, con fotos y herramientas de trabajo que ofician de testigos de la historia de la región.
Kraus (Colonia Santo Domingo Savio, San Ignacio, Misiones) produce yerba orgánica y empieza su relato en 1894. Propone “una mirada múltiple sobre la experiencia de la cultura productiva de la yerba unida al patrimonio natural y cultural que la nutre”: ofrece visitas guiadas, cabalgatas, caminatas, paseos en canoa y degustaciones.
Las fotos en blanco y negro se reproducen también en Piporé, que tiene su museo (Santo Pipó, Misiones) y Don Germán (Alem, Misiones).
Turismo rural
En la Ruta hay también un sector gastronómico que engloba a los bares y restaurantes que participan con su “Menú de la Yerba Mate” o sus tragos preparados sobre la base de esta planta.
Y un sector cultural con negocios temáticos, casas de regionales y galerías de arte que ofrecen productos que representan la cultura yerbatera; alojamientos, empresas de transporte y empresas de viajes y turismo.
Por ejemplo, en Posadas está La Casona Aromas Café & Yerba Mate, ubicada en un edificio -patrimonio histórico provincial- de la Asociación Rural Yerbatera Argentina y donde también tiene su sede la Asociación Ruta de la Yerba Mate. En La Casona, además de tomar un café, se ofrecen diversos productos yerbateros.
También en Posadas está la Galería del Mate, un local que comercializa más de 250 marcas de yerba y artesanías, y Tarde o Temprano, un lugar que se define como “mate bar, café u objetos adorables”, que ofrece degustación de mate, mate cocido y tereré, alfajores, scones y hasta frappé de yerba mate.
La variedad de emprendimientos aunados en esta ruta es muy variada. Aquí están el paseo cultural La Aripuca, en Iguazú, un complejo agro-eco-turístico familiar que busca difundir la cultura y creencias de la región; el parque temático Biocentro Iguazú; el museo Alberto Roth de Roapipó, también en Misiones; las Termas de la Selva en Oberá; o el Campo Don Ladislao, a tres kilómetros del centro de Apóstoles, que ofrece una experiencia de turismo rural como parte de la ruta temática.
Había una vez…
“En torno al fogón, casi apagado, concluía de matear la peonada y ligué tres amargos que me despertaron un tanto”, escribe Ricardo Güiraldes en Don Segundo Sombra, una muestra de las costumbres del gaucho y su relación con el mate.
Para hablar de los orígenes de este circuito productivo, tenemos que volver nuestros pasos hacia los tiempos de las misiones jesuíticas. Dicen que los primeros cultivos de este árbol datan del siglo XVII. Los guaraníes transmitieron a los jesuitas cómo consumir yerba mate a través de infusiones -caá-mati en guaraní-, explicando sus propiedades energizantes y revitalizadoras para el cuerpo.
En 1645 se aprueba la Ruta de Comercialización de la Yerba Mate para la Compañía de Jesús, que permitió la libre circulación y el intercambio de este “oro verde”. Incluso, los primeros libros en la misión de Loreto fueron confeccionados con tinta color verde oscuro, de yerba mate.
Años más tarde, los colonos inmigrantes continuaron con esta impronta que puede rastrearse en los museos y sitios históricos a lo largo de la ruta y en los mismos establecimientos yerbateros.
“Los circuitos que publicamos en www.rutadelayerbamate.org.ar son sugerencias para que la gente organice su viaje o, a partir de eso, consulte a los operadores de la ARYM. Cuando recibimos las consultas -unas 40 mil por mes- pasamos propuestas a medida sobre la base de lo que pide cada uno y también los conectamos con los operadores de turismo de la ruta para que puedan ofrecer sus propuestas”, explica Gruber. Las consultas y los visitantes suman cada vez más. La Ruta de la Yerba Mate crece y sostiene una costumbre que cala hondo en el corazón.
Dónde informarse: www.rutadelayerbamate.org.ar
Tomado de: https://www.clarin.com/viajes/destinos/argentina/viaje-corazon-yerba-mate_0_SyBu-wl5x.html