Los efectos nocivos de la minería son devastadores, al punto que el Cerro Rico de Potosí ha perdido su figura cónica por un hundimiento que causa preocupación a la población y autoridades.
El Cerro Rico es un símbolo de Potosí; más todavía, de Bolivia. No obstante, la codicia de los mineros cooperativistas por extraer sus riquezas, a diestra y siniestra, ha puesto en jaque al coloso de plata que fue declarado Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Los efectos han sido devastadores, al punto que la montaña ha perdido su figura cónica por un hundimiento.
Informe La Razón viajó a la Villa Imperial para entrevistar a autoridades, técnicos y mineros, entre otros, y realizar un diagnóstico sobre el estado de conservación de este histórico macizo cuyas riquezas fueron descubiertas por el indígena Diego Huallpa en 1545. La situación no es esperanzadora: el hueco que apareció hace cuatro años, con 7 metros cuadrados de área y 12 metros de profundidad, se extendió a 35 metros cuadrados y 50 metros, respectivamente. Pese a estos datos, las cooperativas no están dispuestas a dejar sus labores en zonas prohibidas y continúan carcomiendo, cual si fueran termitas, las entrañas y “pilares” del cerro.
El Gobierno apuesta a un plan que tiene como plazo 2015 para “salvar” a esta montaña donde aún impera el trabajo infantil y cuyas vetas son asediadas por los jukus o ladrones de minerales, que libran una batalla sin cuartel con las “guardas” o cuidadoras de las bocaminas. Eso no es todo. La ambición de los mineros incluso ha provocado el cierre del Museo Diego Huallpa, que funcionaba a 4.200 metros sobre el nivel del mar. Y las explosiones de dinamita agrietan y retumban en las aulas de la unidad educativa Robertito. Éstos y otros temas son parte de la edición de este suplemento de investigación, una entrega imperdible para los lectores.