Un museo habitable es lo que propone la Casa-Museo Alberto Baeriswyl (CAB), situada en plena Patagonia. La recuperación de un histórico enclave maderero junto a la implementación de un novedoso proyecto tecnológico y hotelero prometen convertirlo en una experiencia única.
La fotógrafa chilena María Luisa Murillo decidió en 2004 emprender un viaje a la Patagonia para retratar lugares abandonados y así conocer más de la historia de su familia en Magallanes. Atravesó un bosque de nothofagus habitado por zorros y guanacos, cruzó ríos y siguió la huella hasta llegar a Puerto Yartou, una factoría maderera abandonada de comienzos del siglo XX; en esa época y en ese lugar el empresario Alberto Baeriswyl, descendiente de suizos, había decidido explotar las maderas de ese enclave perdido en la Patagonia. Al ver los vestigios de lo que habían sido la factoría y las construcciones relacionadas con la explotación, María Luisa pensó en la necesidad de rescatar este legado. “Me siento orgullosa por haberme hecho cargo de la herencia familiar porque se logra entender e incorporar de dónde uno viene, lo bueno y lo malo, asumir las raíces y el pasado. Es un lindo y a la vez duro trabajo”, explica.
El proyecto se puso en marcha por etapas y recibió apoyo de Fondart y Corfo. En 2008 se hizo un estudio que estuvo a cargo del arquitecto magallánico Dante Baeriswyl -descendiente del fundador-, quien hizo los planos de restauración de la casa principal de Puerto Yartou. “El estudio fue financiado por un Fondart regional y respaldó nuestra hipótesis sobre el valor de los vestigios de la antigua factoría maderera Puerto Yartou. Con esto presentamos un segundo Fondart, esta vez nacional, y bicentenario para llevar a cabo la restauración”, cuenta la fotógrafa. Esta etapa estuvo cofinanciada por el Gobierno suizo, quien aportó el 50% de la restauración como regalo de Suiza para el Bicentenario de Chile, y el otro 50% lo aportó el Fondart nacional.
La fundación suiza en Puerto Yartou se formó ese año y la madre de María Luisa, María Teresa Böhm, presidenta de la fundación, dirigió el proyecto. Una misión titánica que requería conjugar adversas variables como el rigor del clima, la lejanía y el difícil acceso. La restauración comenzó en diciembre de 2009 y terminó en junio de 2010. “La casa principal de Puerto Yartou la rescatamos cuando estaba a punto de caer. Para esto se cambiaron la mayoría de los pilares porque estaban podridos por debajo. Se pusieron ventanas nuevas, se cambiaron la puerta principal y otras que faltaban. Se arregló el techo, se aisló el suelo, se instalaron estufas, se instaló la cocina a leña, se rehízo el sistema de provisión de agua fría y caliente a través de un termo cañón, la forma clásica de calentar el agua en el sur”, explica María Luisa, sumando que todo el trabajo con madera fue realizado con madera local de lenga.
La casa fue pintada por dentro y por fuera manteniendo los colores originales y se usaron papeles murales traídos del extranjero. “A principios del siglo XX casi todo venía de Europa por el gran tráfico marítimo de la época, por lo que es probable que los papeles murales de la casa principal también hayan venido de allá. Eran papeles hechos de papel de algodón y estampados a mano. Nosotros tratamos de conseguir algo lo más parecido a eso, y quedó precioso”, cuenta la fotógrafa.
La experiencia
Una vez terminada la casa se dieron cuenta de que debía ser un museo vivo, habitable. Por lo mismo se decidió que quien lo visitara viviera una experiencia única, en la cual se entrelazan dos conceptos, el de casa y el de museo. Dentro de la CAB se puede habitar una casa de principios del siglo XX, visitar la exposición de fotografías de época que retratan la vida de la antigua factoría maderera y donde, además, se puede disfrutar de una aplicación iPad con contenido adicional relacionado con el territorio magallánico. La aplicación fue desarrollada por la Fundación Suiza Puerto Yartou especialmente para la casa-museo. María Luisa estuvo a cargo de la dirección artística y la producción y el guión fue desarrollado por María Teresa Böhm, donde también participaron una serie de colaboradores como Miguel Laborde, Franz Kreguer y Flavia Morelo.
CAB instala una propuesta de contraste, por un lado está ubicado en lo más austral y remoto del mundo y, por otro lado, cuenta con una plataforma digital que da la libertad de hacer o no el recorrido museográfico. “Si quieres lees y profundizas, si quieres no y solo habitas la casa o miras las fotos”, concluye María Luisa.
Por: Soledad García Guidobro
Tomado de: http://masdecoracion.latercera.com/2016/10/01/01/contenido/10_5370_9.shtml