Los ritos funerarios practicados por los cazadores-recolectores que vivieron en el sureste de Brasil hace unos 9.500 años han sido revelados en un nuevo estudio del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y de la Universidad de São Paulo.
Estos ritos incluían la reducción del cuerpo mediante la mutilación, el descarnado de los huesos, la extracción de dientes, la exposición al fuego y posiblemente el canibalismo, y a continuación se enterraban los restos siguiendo normas estrictas. El uso de cadáveres desmembrados en los rituales no era, por tanto, una práctica exclusiva de la zona andina en aquella época, mientras que los diferentes ritos funerarios descubiertos en Lapa do Santo demuestran que “la región estuvo habitada por grupos dinámicos en constante transformación a lo largo de los siglos”, según el estudio, publicado en Antiquity.
El año pasado se anunció el caso de decapitación más antiguo del continente americano, de más de 9.000 años de antigüedad, también descubierto en el sitio arqueológico de Lapa do Santo, en la región de Lagoa Santa. En esta ocasión los arqueólogos han investigado 26 entierros humanos de comienzos del Holoceno que sugieren “un nivel de sofisticación inesperado, con la manipulación y reducción del cadáver como un elemento clave de los rituales”.
En un período comprendido entre los 10.600 y 10.300 años de antigüedad se observa la inhumación de esqueletos completos; entre los 9.600 y los 9.400 años de antigüedad se advierte la mutilación, descarnado y demás prácticas; y entre los 8.600 y 8.200 años de antigüedad se produjo un nuevo cambio consistente en la desarticulación de los huesos sin signos de manipulación.
Los arqueólogos han descubierto “un nivel de sofisticación inesperado”
“Cuando se trata de reconstruir la vida de las poblaciones pasadas, los entierros humanos ofrecen mucha información sobre el comportamiento simbólico y ritual. El registro funerario presentado en este estudio destaca que los grupos que habitaron el este de Sudamérica hace 10.000 años eran más variados y sofisticados de lo que se creía”, asegura André Strauss, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.
Por: Alec Frossmann