Esta pirámide de Chichén Itzá guarda otras dos en su interior, y la segunda recién descubierta podría conservar su oratorio en la parte superior
Hace casi 100 años, los trabajos arqueológicos en la pirámide de Kukulcán (Chichén Itzá, México) revelaban la existencia de otra pirámide anterior en el corazón de la pirámide visible. Ahora, nuevos trabajos de prospección geofísica no invasivos, han logrado documentar aún una estructura anterior, sepultada bajo la segunda estructura, y que correspondería con la primera fase de construcción de la ciudad, lo que se denomina el periodo “maya puro”, antes de entrar en contacto con otros pueblos del actual centro de México. Las tres estructuras se ubican sobre un cenote, tan significativo para los mayas. La posibilidad más emocionante es que el oratorio de la cima de la primera pirámide se mantenga intacto.
Pruebas geofísicas han revelado la presencia de una tercera estructura en el interior de la pirámide de Kukulcán, dentro de la segunda estructura ya detectada en los años 30 del siglo XX. Estudios con tomografías eléctricas tridimensionales indican que la subestructura, construida entre los años 550 y 800 d.C., mediría 13 metros de alto, por 12 en dirección sur-norte y 18 en dirección este-oeste.
Un grupo multidisciplinario de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha confirmado la existencia de una segunda subestructura en la pirámide de El Castillo o Kukulcán, Chichén-Itzá, México, edificada entre los años 550 y 800 d.C., la etapa más temprana y menos conocida de este asentamiento maya.
En conferencia de prensa, los investigadores René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, del Instituto de Geofísica (IGf), junto con Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería (FI), y la arqueóloga del INAH, Denisse Argote Espino, comentaron que los exámenes geofísicos aplicados a la Pirámide de Kukulcán, confirman la presencia de un antiguo cenote bajo el templo, cuyo descubrimiento fue anunciado en agosto de 2015.
Los académicos de la UNAM indicaron que, al igual que en su anterior fase de trabajo, usaron una tecnología innovadora a nivel mundial desarrollada por ellos mismos, que se vale de herramientas comerciales y no invasivas de exploración geofísica somera, para colocar detectores eléctricos alrededor de la pirámide y transmitir corriente en aras de “iluminar” el interior del templo.
Se hizo una tomografía eléctrica, que consiste en colocar detectores alrededor de los diferentes cuerpos de la pirámide (10 en total, tomando en cuenta la base) y enviar corriente eléctrica al subsuelo mediante una serie de electrodos, que también permiten medir de manera simultánea la diferencia de potencial y, finalmente, la resistividad del subsuelo.
El análisis de los cambios en las propiedades físicas subterráneas, así como un examen en 2D desde una escalinata interna localizada ya en 1931, les permitió trazar las dimensiones de una segunda subestructura en el costado sureste de la pirámide, que aproximadamente mediría 13 metros de alto, por 12 metros en dirección sur-norte y 18 en dirección este-oeste.
Al hablar acerca de la trascendencia de este hallazgo, la arqueóloga Denisse Argote aseveró que por medio de los nuevos datos, podrá conocerse más de la primera etapa monumental de Chichén Itzá, aquella cuando los “mayas puros”, es decir, sin contacto aún con civilizaciones extranjeras del actual centro de México, iniciaron la edificación de templos y edificios con alturas mayores a los cinco o diez metros de altura.
Al igual que otros sitios arqueológicos prehispánicos, aunó, la pirámide original y otras construcciones de la urbe, fueron cubiertas durante una segunda etapa habitacional, entre los años 800 y 1,000 d.C., y nuevamente por la tercera y actualmente visible etapa, desarrollada entre los años 1,050 y 1,300 d.C.
La estructura descubierta el siglo pasado correspondería al periodo de transición, y la encontrada ahora sería del estilo maya puro. “Si se puede investigar a futuro esta estructura sería significativo, porque hablaría de los primeros periodos de población del sitio y daría información de cómo evolucionó el asentamiento”, remarcó. “Estas fases constructivas se deben a múltiples factores, desde la renovación en los grupos de poder hasta el deterioro natural de los edificios, sin embargo, los constructores se limitaban a rellenar y cubrir los templos antiguos ya que, justamente, se trataba de lugares sagrados que no podían destruirse pues eran necesarios para mantener el contacto con sus mundos espirituales”.
Es posible que el adoratorio o el área de templo en la cima de la nueva estructura documentada esté intacto. La primera subestructura fue encontrada intacta, simplemente rellena. “Puede ser que se haya conservado de la misma manera la más antigua”, dice Argote.
Otra teoría manejada por los especialistas es que, dada la mayor cercanía de esta segunda subestructura, con la ubicación del cenote en el subsuelo, los primeros habitantes de la ciudad conocían la existencia de dicho cuerpo de agua, al cual no únicamente veían como elemento clave para su subsistencia agrícola, sino como una representación cosmogónica del origen de la vida y, a la vez, del inframundo.
La confirmación geofísica tanto del cenote como de la segunda subestructura, podría guiar a futuros trabajos de exploración arqueológica para ubicar el acceso al adoratorio primigenio de la zona. Una opción idónea para lograrlo sería estabilizar y usar el túnel abierto en 1931, con el fin de no exponer la pirámide a daño alguno.
Tomado de: http://arqueologiaenred.paleorama.es/2016/11/kukulcan-la-piramide-bajo-la-piramide-y.html