En 1502, mientras los europeos miraban con avidez hacia las Américas, los mapas de aquel continente aún por descubrir se convirtieron en deseados objetos de poder e intriga.
El conocimiento es poder. Y ningún conocimiento ha sido tan codiciado por las naciones europeas de principios del siglo XVI como la información registrada en las cartas náuticas de la época. Líneas costeras de las cuales, por aquel entonces, no se tenía la mas remota idea de donde podían dirigirse; puertos, ríos, recursos y enclaves estratégicos. Un mundo desconocido y aún desprovisto de fronteras esperaba a ser descubierto. La gloria y la riqueza aguardaban a aquellos que llegaran primero y los detalles sobre las características de estos nuevos territorios podrían otorgar a cualquier nación una clara ventaja al tratar de reclamar un pedazo del jugoso pastel.
El Planisferio de Cantino, terminado en 1502, fue el segundo mapamundi conocido en el que se representó el Nuevo Mundo. Este, incluía información hasta el momento inédita sobre las rutas comerciales portuguesas y el progresivo descubrimiento de las costas del actual Brasil.
El conocimiento otorgaba a las naciones en expansión una gran superioridad estratégica y comercial ante sus rivales
Los principios de este siglo comprenden un periodo en el que el conocimiento de nuevos territorios otorgaba a las naciones en expansión una gran superioridad estratégica y comercial ante sus rivales, por ello, tales mapas fueron celosamente custodiados como secretos de Estado. Los espías harían cualquier cosa para poner sus manos sobre ellos.
La palabra “planisferio” hace referencia a la representación sobre un plano de una esfera. El Planisferio de Cantino, elaborado en Lisboa, consta de seis piezas de pergamino unidas a un gran lienzo de unos 1,2 x 2,4 metros. En la parte posterior del mapa puede leerse la inscripción: “Carta da navigar per le Isole nouam tr [ovate] in le parte de l’India: dono Alberto Cantino al S. Duca Hercole.”
El conocido como Alberto Cantino, trabajaba en Portugal como agente encubierto de Hércules I del Este, el Duque de Ferrara, una poderosa ciudad-estado en el norte de Italia.
Distintas versiones históricas difieren del modo en que Cantino adquirió el mapa. Según una de ellas, el espía contrató los servicios de un cartógrafo bien relacionado a fin de que este pudiera colarse en el repositorio portugués de cartas náuticas y recopilar la información necesaria para la elaboración de este mapa. Otros historiadores sin embargo, sostienen la versión de que el mapa ya existía y que Cantino, sin más, hizo uso de la considerable riqueza del Duque de Ferrara para comprarla. Fuese cual fuere la forma en que se adquirió el mapa, los registros muestran que Cantino pagó un alto precio por aquella información en forma de pergamino: 12 ducados de oro, una gran suma en aquel momento.
Uniendo cabos
Los cartógrafos de finales del Siglo XV y principios del XVI tuvieron que vérselas con una tarea colosal: la de unir diferentes y extensas fuentes orales y escritas para darles forma de imagen.
Elaborado con un par de años de anterioridad al Mapa de Cantino, la descripción más temprana conocida del nuevo mundo fue compuesta por Juan de la Cosa, navegante y cartógrafo español conocido por haber participado con gran protagonismo en los primeros viajes a América y quien tuvo un papel fundamental en los dos primeros viajes de Colón a las Antillas.
Ambos mapas revelan el gran desafío que el Nuevo Mundo presentó para los cartógrafos, que todavía se servían de las antiguas tradiciones cartográficas. Los mapas medievales se diseñaban generalmente acompañados de una rosa de los vientos – un diagrama que muestra la frecuencia, fuerza y la dirección de los diferentes corrientes de aire- de la cual surgían los trazos que representaban diferentes rutas. Esta información era muy adecuada para la navegación costera. Así equipados con una brújula, los navegantes podían confiar en el litoral como una referencia visual.
Sin embargo la navegación transatlántica implicaba abandonar la costa y de este modo, el Planisferio de Cantino da testigo de un momento clave en la historia de la cartografía: la transición a la astronavegación. Se trata del primer mapa en el que se incluyen el ecuador, los trópicos y el círculo polar ártico, además de ser también el primer mapa en el que se ve representado la “Línea de Tordesillas”. Esta, establecida entre la Monarquía hispánica y el Reino de Portugal mediante el tratado de nombre homónimo, recorría el mapa de norte a sur, y establecía la frontera entre territorios españoles y portugueses. Portugal podría reclamar tierras al este de esta línea, mientras que España podría reclamar aquellas al oeste.
Una información primordial
El Planisferio de Cantino ofrece el testimonio de los intentos por concentrar en un mapa un gran abanico de información clave de carácter político, cultural y económico. Así, son apreciables varias ilustraciones sobre la fauna local de distintos emplazamientos: loros grises en el África occidental que contrastan con los coloridos guacamayos representados en América del Sur. También en África se muestran algunos monumentos coloniales como el castillo de São Jorge da Mina, construido en la década de 1480 por Juan II de Portugal, y el cual se convirtió en un importante enclave comercial en el continente africano.
También aparecen representados en el Mapa de Cantino los viajes de los exploradores europeos de los siglos XV y XVI, incluidos el primer viaje de Vasco da Gama en busca de una ruta marítima a la India (1497-99) y el descubrimiento de la costa brasileña en 1500 por su compatriota Pedro Álvares Cabral, aunque algunos historiadores argumentan que fue el español Vicente Yáñez Pinzón quien llegó primero. La información de los viajes más recientes de Colón a las Indias Occidentales se ve recogida del mismo en el planisferio, así como la línea costera de la actual Venezuela.
De la misma manera se trata del primer mapa en el que aparecen nombradas las Antillas; el archipiélago que hoy constituiría las soberanías de Puerto Rico, Jamaica, Haití, la República Dominicana y Cuba. Algunos historiadores intuyen que el territorio que se perfila al norte de esta última correspondería a la primera representación moderna de la península de Florida, a pesar de que el mérito de haber sido el primer europeo en alcanzarla se le reconoce a Juan Ponce de León unos 11 años después de que se diseñara el Mapa de Cantino.
De acuerdo con un documento que narra los viajes del planisferio, el pergamino encargado por Cantino se vería sometido a una serie de peligrosos trayectos desde que este lo adquiriese. Así, en 1592, fue llevado desde Ferrara a la ciudad italiana de Módena. Para entonces era ya se trataba de una antigüedad: su contenido estaba desactualizado, sin embargo el mapa todavía era considerado valioso.
Ya a mediados del siglo XIX la proyección fue robada para aparecer unos años más tarde colgada de una carnicería de la ciudad. En la actualidad se conserva con seguridad y forma parte de la colección de la Galería Estense de Módena. Un magnífico recordatorio de los primeros esfuerzos de Europa por trazar el mapa del mundo según lo fueron descubriendo.
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