“En la protecciu00f3n del patrimonio cultural se han cometido errores, probablemente se estu00e1n cometiendo y se van a cometer”

escamilla.JPGDeberían hacerse reformas a la ley para enfrentar a las redes de saqueadores, dentro de los cuales han de estar aquellos que en marzo pasado se robaron una cabeza de jaguar que pesaba 500 libras. “Tenemos indicios importantes”, dice sobre el último gran robo del patrimonio cultural de El Salvador.

 

escamilla.JPG¿Le interesa a El Salvador como Estado proteger su patrimonio cultural? Su representante en el gobierno, el arqueólogo Marlon Escamilla, asegura que sí, aunque sabe que los suyo será una carrera cuesta arriba. Defiende al patrimonio por sobre el desarrollo y cree en la buena voluntad de los colecccionistas de piezas privadas, el último eslabón de las redes de saqueadores, aunque les manda un mensaje: el patrimonio cultural no es de ellos, es de todos. Aunque no precisa cómos, Escamilla sugiere que deberían hacerse reformas a la ley para enfrentar a las redes de saqueadores, dentro de los cuales han de estar aquellos que en marzo pasado se robaron una cabeza de jaguar que pesaba 500 libras. “Tenemos indicios importantes”, dice sobre el último gran robo del patrimonio cultural de El Salvador.

“Hay mucha gente que ha crecido, vive y muere a la par de un sitio arqueológico, y quizás llegan a morir sin saberlo”, dice el arqueólogo Marlon Escamilla, el nuevo director de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de El Salvador. Quizá por eso una de sus apuestas, o una de las ideas que más le comen la cabeza, es hacerle ver a la población las maravillas con las que cuenta. Que son muchas, y no solo hablan del pasado arqueológico. Hace más de nueve años, el entonces director de Patrimonio Cultural, y exjefe de Escamilla, Héctor Sermeño, autorizó a un lotificador para que destruyera un sitio arqueológico en San Juan Opico, La Libertad. Escamilla fue de los que se opuso, y aunque dice que no es “ético” hablar del pasado, discrepa con la idea de que la defensa del patrimonio cultural debe dejarse a un lado para priorizar el desarrollo. Sus palabras, en ese sentido, suenan a promesa.

Escamilla ya lleva años recorriendo el mundillo arqueológico de El Salvador, y ahora es candidato a Doctor en Antropología con especialidad en Arqueología de la Universidad de Vanderbilt, en Nashville Estados Unidos, de donde también obtuvo una maestría en Arqueología en 2012. Con apenas tres meses en la silla, destila optimismo y aunque está consciente de que el presupuesto y la disponibilidad de recurso humano y material es limitada, prefiere hablar de creatividad para sacar el máximo provecho a lo que se tiene: “Siempre nos van a faltar más arqueólogos, más arquitectos, más ingenieros… pero no por eso me voy a poner de brazos cruzados a decir que no me alcanza y por eso no puedo hacer nada. Esa no es la actitud”.

Su regreso a la institución estuvo marcado por la polémica del hurto de una de las esculturas de la tradición “Cabezas de jaguar” cuya desaparición fue reportada el 1 de marzo de 2015 en Santa Ana. La Secretaría de Cultura se desligó de cualquier responsabilidad, aunque la Ley se lo exige, y el director de entonces, Wolfgang Effenberger, renunció semanas después sin dar razón pública alguna. Ahora la institución ha empezado el registro de las piezas de esta tradición escultórica en manos privadas y en terreno público. Escamilla no lo admite, pero de alguna manera es un reconocimiento a la importancia de estas piezas para las investigaciones arqueológicas en el país y que ellos están obligados por ley a conservar y proteger. Esta es la primera vez del arqueólogo como administrador, pero su experiencia previa como técnico e investigador del Departamento de Arqueología de la institución le ha dado luces de lo que debe y no hacer como jefe con sus colegas. Por ejemplo, cree en una política de puertas abiertas y las relaciones horizontales con el cuerpo técnico de la dirección; sabe que no es un todólogo y por eso se apoya y acompaña en mayor medida los trabajos que están fuera de su área de experticie; y está convencido de que para evitar la destrucción del patrimonio debe prevalecer la opinión técnica sobre los intereses de los demás, así sean sus jefes, o incluso el mismo presidente de la República.

Escamilla sabe que fuera de la esfera académica probablemente esté solo en esta misión de proteger y conservar el patrimonio cultural, ya que al vivir en un país en donde prima la violencia, el interés por estos temas es mínimo. Comúnmente, la concepción de patrimonio cultural se ha quedado relegada a los sitios arqueológicos porque es lo que está más a la vista, está en nuestros libros de historia y son los que se cuelan en los promocionales turísticos que pretenden pescar turistas extranjeros y locales. Escamilla sabe que este es uno de sus principales retos, ya que, asegura, mientras la gente no conozca todas las dimensiones que abarca el concepto de patrimonio cultural no va a saber apreciarlo así lo tenga en sus narices: “hay que hacer todo un trabajo de sensibilización para que la gente se apropie del patrimonio cultural. Uno defiende lo que quiere y lo que conoce”, dice.

Usted llegó a la dirección de patrimonio en un momento difícil luego del hurto de la cabeza de jaguar, un comunicado extraño de parte de la Secultura y la renuncia inesperada de Wolfgang Effenberger. ¿Qué lecciones le han dejado el manejo de la institucionalidad en el tema de patrimonio cultural?

En el caso de la cabeza de jaguar, no fue un hecho que se dio bajo mi gestión, estamos desarrollando grandes esfuerzos en la documentación y registro de la base de datos que se tiene sobre las cabezas de jaguar. Estamos trabajando de manera articulada con los dueños del bien cultural, la municipalidad y la secretaría de cultura. Hemos trabajado por ejemplo en El Congo, en Santa Ana, estamos trabajando en Ataco, en el registro de estas esculturas. Se está haciendo también un trabajo de sensibilización con los dueños y las autoridades municipales, haciéndoles ver que ese patrimonio, que es de todos, hay que cuidarlo. Esa debe de ser una lección aprendida: trabajar de manera articulada, documentar el patrimonio cultural y registrarlo, y en esa medida vamos a minimizar la potencialidad de un robo.

Y poner atención también a material de este tipo. Porque la Secretaría tenía en su poder la base de datos que les entregó Federico Paredes, y se dejó pasar. Probablemente los técnicos estaban ocupados con otras cosas, pero hasta que sucedió lo del hurto no se le había prestado atención.
Como le repito, yo hablo desde que yo asumí.

Pero empezar el registro de estas piezas es, en parte, asumir la responsabilidad por la desprotección de este tipo de piezas. Porque en su comunicado, la Secretaría se desligaba porque el dueño no había reportado.

No voy a hacer referencia a eso. Desde que yo asumí le puedo asegurar que estamos documentando. Ojo también: el patrimonio arqueológico es más amplio que una cabeza de jaguar. Y como le repito, todos los días, todas las semanas, en esta dirección se protege el patrimonio cultural. Lamentablemente eso no es noticia. Hay mucho trabajo que lamentablemente no es noticia, pero estamos haciendo una labor intensa en la protección del patrimonio. Es un lamentable hecho y hay que aprender lecciones y proyectarlas para aprender de eso en el futuro. Se denunció ante la Fiscalía en su momento dado, hemos tenido reuniones con los fiscales del caso y están recopilando información muy interesante al respecto, y no se puede divulgar por el momento esa información. Hay mucha crítica de gente que pregunta, y esta es la situación, y aprovecho este medio para llegar a la población y decirles que se está investigando, la Fiscalía tiene en desarrollo esa investigación ahorita. Se ha avanzado, hay datos muy importantes y que en su momento dado la Fiscalía a través de la Secultura divulgará.

Comprendo que el patrimonio arqueológico va mucho más allá de una cabeza de jaguar, pero estamos hablando de una escultura de 500 libras. No es como que yo tome la grabadora institucional y la meta en mi cartera al momento de irme. ¿El registro del inventario que entregó Federico Paredes es algo que usted impulsó o solo vino a dar continuidad a lo que su sucesor había iniciado?
Yo lo retomo. Entiendo que antes de la renuncia del anterior director se empezó a desarrollar y a diseñar esta estrategia. Es una gestión que por supuesto le voy a dar seguimiento y que estoy muy al pendiente de ella.

¿Cómo concibe usted su cargo en un país en el que a muy pocos les interesa el resguardo del patrimonio cultural?

Es un gran reto. Cuando se me ofreció el cargo pedí al señor Secretario que me diera tiempo para pensarlo. Lamentablemente no tuve mucho, tuve que decidir en la Semana Santa. Es un gran reto. Vivimos en un país en vías de desarrollo con muchos problemas sociales y venir a hablar de cultura, muchas veces probablemente no vayamos a encontrar eco. Pero es lo rico del reto también, y es ahí donde se pone a prueba la creatividad, no solamente mía, sino de todo el equipo que trabaja en la dirección. El patrimonio cultural es importante para el país, para nuestro desarrollo, veámoslo como un aliado para desarrollarnos como país. Sabemos que vamos a encontrar muchas barreras en el andar, pero también vamos a encontrar muchos aliados, mucho apoyo. Ese es el objetivo. Yo tengo la idea de trabajar en tres grandes ejes. Uno es la conservación y salvaguarda del patrimonio, la investigación del patrimonio y la divulgación. Es una cadena y esa puede ser una estrategia para llegar a la población, para que se apropie de su patrimonio.

¿Por qué debería de interesarle a la gente de El Salvador la protección de su patrimonio cultural?

El patrimonio tiene y debe de ser un eje primordial para todo país. Obviamente a través del patrimonio cultural se establecen procesos identitarios que todo país debe tener. Nosotros como ciudadanos tenemos identidades las cuáles son construidas a través de nuestro legado cultural. En ese sentido es importante que todo país proteja y salvaguarde el patrimonio cultural. El patrimonio cultural es de todos, no es del Estado, no es de la Secretaría de Cultura. Es de todos los salvadoreños.

¿Que exista una Dirección Nacional de Patrimonio Cultural y una Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural significa que al Estado salvadoreño le importa resguardarlo?

Por supuesto que sirve de mucho tener una Ley que obviamente sabemos que tiene vacíos, pero que a la larga es un documento histórico para el desarrollo del país. La dirección desarrolla un rol importante en la salvaguarda del patrimonio cultural. Ambos, un instrumento legal y una estructura dentro del Estado son importantes y hacen su rol. No estoy diciendo que es lo único, ni que con esto baste y sobra. Se tiene que hacer un trabajo interinstitucional, articular con el sector público, con el sector privado, con los actores locales, con la gente que convive día a día con el patrimonio cultural. Hay mucha gente que ha crecido, vive y muere a la par de un sitio arqueológico, y quizás llegan a morir sin saberlo. Entonces, obviamente hay que hacer todo un trabajo de sensibilización para que la gente se apropie del patrimonio cultural. Uno defiende lo que quiere y lo que conoce. En la medida en que la población conozca el patrimonio cultural se lo va a apropiar, lo va a defender y va a ser parte medular e importante en esta labor tan loable que es la protección de nuestro patrimonio.

Entonces, como representante del Estado, usted afirma que al Estado sí le interesa la conservación del patrimonio cultural.

Por supuesto.

A partir de esto quería que retomáramos algunos casos emblemáticos de gestiones anteriores. Por ejemplo, usted dice que al Estado le interesa la conservación del patrimonio cultural, pero en 2006, bajo la gestión de Héctor Sermeño, hubo casos como la destrucción del sitio El Cambio; no logró documentarse bien un caso y eso conllevó la construcción de un proyecto habitacional al lado de Cihuatán, y así hay otros episodios en los que el Estado no logró atar cabos para cumplir con la responsabilidad que le corresponde. Usted que también formó parte de esa gestión, ¿qué tiene que decir al respecto?


En lo particular no me gusta hablar de gestiones anteriores, creo que no es ético ni profesional hacerlo. Por supuesto en este camino de la protección del patrimonio cultural se han cometido errores. Probablemente se están cometiendo y se van a cometer. Obviamente la perfección no existe, es algo que se va buscando en la cotidianidad, tanto nosotros como personas como en el trabajo que nosotros desarrollamos. En ese sentido, creo que lo importante a este punto no es señalar el error que se cometió en el pasado, sino aprender de ese error. ¿Qué falló en ese momento? ¿Fue el instrumento legal que se tenía, fue la persona que estaba al frente? Son diferentes variables las que se desarrollaron y llevaron a que se cometiera ese error. Creo que lo importante, más allá de señalar ese error en casos emblemáticos que permitieron la destrucción del patrimonio cultural, es aprender de esos casos y buscar permanentemente la manera de no cometer esos errores nuevamente.

Pero usted estaba en Concultura en ese momento, formaba parte de la gestión. Probablemente las órdenes vienen de arriba, pero, ¿usted, como parte del equipo, no pensó en ese momento: “púchica, cómo es posible que estas cosas sucedan”?

Por supuesto que sí. Yo era el técnico del departamento de arqueología de la antigua Concultura en ese momento y por supuesto que hay muchas cosas y decisiones que no se comparten. Yo creo que lo importante en ese caso, o más bien lo que yo aprendí es que los titulares, los directores, debemos de trabajar de una manera muy cercana con la parte técnica. Es decir, no debe de existir un divorcio, porque son los técnicos los que obviamente conocen los detalles del patrimonio arqueológico, edificado, etcétera. Entonces, la lección que me queda a mí ahora que estoy al frente de una dirección es trabajar de la mano y muy cerca de los técnicos porque ellos son los que conocen a profundidad el caso. Creo que lejos de existir un verticalismo dentro de la institución, debe de haber una horizontalidad con los diferentes departamentos o dependencias.

A propósito de gestiones anteriores: Federico Hernández, exdirector de Concultura, planteaba algo así como que no podía frenarse el progreso por la conservación del patrimonio. ¿Prevalece esa mentalidad de que lo que se necesitan son viviendas para la gente, así se tenga que sacrificar un terreno con vestigios arqueológicos enterrados?

Hay una discusión permanente de cómo el patrimonio cultural muchas veces es señalado como algo que entorpece el desarrollo. Siempre se sigue discutiendo al respecto. Un ejemplo: tenemos un terreno en donde se quiere desarrollar un proyecto habitacional y se le dice, no se puede porque se trata de un sitio arqueológico. Entonces, el patrimonio es señalado como algo que no permite el desarrollo, lo cual no es cierto y no debe de ser visto de esa forma. Soy del pensar que en la medida en que nosotros protejamos el patrimonio cultural estamos heredando a las nuevas generaciones esos procesos identitarios que ellos se van a estar formando cuando se desarrollen como ciudadanos. Yo de hecho sí creo mucho en el trabajo articulado, hay que buscar la manera de desarrollar un trabajo interinstitucional en el cual se diga: ese sector no se puede construir porque hay un patrimonio cultural arqueológico, pero se pueden buscar otras formas con las cuales no se altere el patrimonio, ya sea arqueológico o edificado. El problema es que yo puedo cuantificar un proyecto de construcción, pero no puedo cuantificar un patrimonio cultural. ¿Cuánto vale un sitio arqueológico? ¿Cuáles son los parámetros? Es invaluable, no tiene un valor económico. ¿Va a valer más un sitio arqueológico del clásico que uno del preclásico? En ese sentido, debe de sopesar el patrimonio cultural sobre el desarrollo, porque son bienes no renovables, no podemos destruir un sitio arqueológico y esperar que a la cuenta de cien años va a nacer otro. No es así. Entonces nuestro deber es protegerlo, conservarlo, preservarlo y socializarlo, ya sea a través de conferencias, de la apertura del sitio como futuro parque, etcétera. Tampoco estoy en contra del progreso del país, sé que es súmamente importante, pero se debe de hacer de una manera ordenada y respetando el patrimonio cultural.

Usted mencionaba el deber que tienen como Dirección. ¿Cómo se combate el uso de láminas alrededor del perímetro por parte de las constructoras para evitar que se vea qué es lo que han encontrado al estar escavando?

Aquí es un esfuerzo articulado. Entran tres actores. La Secultura, el dueño del inmueble y las municipalidades, porque son ellas las que avalan el trabajo de construcción, ya sea que se va a construir una casa, un parqueo, un edificio, qué sé yo. Obviamente hay casos en los cuales el dueño del inmueble no avisa y a veces nos damos cuenta en los inicios de las obras y se les pone paro. A través de las inspecciones que día a día los técnicos están haciendo en campo, otras veces son denuncias ciudadanas, lo cual es muy interesante, que dice mucho de cómo poco a poco se va fomentando esa sensibilidad para con el patrimonio. Tenemos casos en el que los vecinos hablan para decirnos que se han dado cuenta de que se está haciendo tal construcción y que creen que se está afectando un posible patrimonio. Eso es muy interesante y dice que la sociedad misma se está apropiando de su patrimonio, como debe de ser. Otras veces son las mismas municipalidades que se dan cuenta y no avisan. Hay muchos alcaldes que están conscientes de la importancia del patrimonio, que quieren trabajar de la mano con la Secretaría en todas las dimensiones del tema, lo cual es muy positivo, porque obviamente ellos son la autoridad local, los garantes de que se respete el patrimonio arqueológico.

Otro de los retos que me parece que tiene la Dirección es que no cuentan con un presupuesto asignado. A partir de todas las necesidades que ha identificado, no solo de contar con más personal técnico, sino de herramientas, ¿se ha hecho alguna solicitud para satisfacer las necesidades?
Con pasión por el trabajo, mucha mística, mucho esfuerzo y también mucha gestión. Soy del pensar que tenemos que tener apertura con la autogestión. Y hay muy buenos casos de autogestión. El Muhnes (Museo de Historia Natural de El Salvador) , por ejemplo, a través de su directora, Eunice Echeverría, que desarrollan diferentes investigaciones, ha hecho muchos convenios con diferentes instituciones que han colaborado o aportado equipo para equipar las condiciones de la colección botánica. Es un muy buen ejemplo de la autogestión, porque podemos equipar nuestro departamento. De hecho, la primera reunión que tuve con todos los jefes de departamento, un punto de agenda que hubo fue ese, les estaba pidiendo que hicieran autogestión. Creo que es difícil tener un presupuesto que va satisfacer al 100 % las necesidades, porque siempre vamos a querer más. No existe el presupuesto ideal, hay que trabajar con lo que se tiene y hay que ser creativos, y desarrollar la autogestión.

¿Diría entonces que con la creatividad es suficiente?

No. Sobre eso tenemos que trabajar, pero tampoco me puedo poner de brazos cruzados a decir que no me alcanza y por eso no puedo hacer nada. Esa no es la actitud.

Entiendo que uno siempre va a querer más, pero cuál sería el monto promedio que diría usted que le permitiría a la dirección trabajar mejor. Si pudiera hacer una lista como la que hacen los niños a Santa, ¿qué pediría?

Ahí se la mando en diciembre…

A partir de lo que ha visto en estos meses, lo más inmediato por lo menos…

La verdad es que no lo he profundizado a esa especificidad. Sin embargo, soy consciente de que hay muchas variables que a veces limitan el trabajo, pero como le repito, es un reto y un desafío que hay que superar y en lo particular estoy muy contento con los jefes y los técnicos de cada departamento, por esa creatividad que tienen y ese esfuerzo que le inyectan al trabajo cada día. Más allá de hacer listas. Pero en diciembre se la hago llegar.

Veámoslo desde el punto de vista más práctico. Mencionaba que no cuentan con la cantidad de técnicos que quisiera tener para las inspecciones.

Sí, claro. Y hay que pensar también que la demanda se ha acrecentado. Hay un aumento porcentual y obviamente eso demanda más trabajo y también eso de repente permite que se vaya acumulando un poco el trabajo. ¿Y cómo lo tenemos que superar y desarrollar? Pues yo espero que podamos tener más contrataciones.

¿En cuánto le gustaría que se incrementara el número de técnicos? ¿5 %, 10 %, 25 %?

Todo porcentaje es positivo. Tampoco es una limitante para no desarrollar el trabajo.

Usted mencionó en una entrevista que parte de sus planes era retomar proyectos de gestiones anteriores. ¿Cuáles son esos a los que vale la pena apostarle?

Obviamente hay todo un trabajo permanente en los proyecto de inspecciones, que son proyectos a los que por supuesto hay que darle seguimiento. Semana a semana tenemos demanda de ello. La administración de los parques arqueológicos, impulsar las investigaciones, los proyectos arqueológicos nacionales. Que yo considero que es una debilidad que hemos tenido, que no se ha logrado institucionalizar un proyecto arqueológico nacional.

¿Proyecto arqueológico nacional?

Puede ser tomar un sitio arqueológico y proyectarnos excavar ese sitio por cinco temporadas de campo anuales, pero ya con un objetivo planteado de lo queremos.

Hay muchos sitios arqueológicos que no cuentan con guías para el recorrido. 

Los parques arqueológicos es un tema importante. Actualmente el Estado es dueño de nueve, de los cuales, cinco son considerados parques arqueológicos: Joya de Cerén, San Andrés, Tazumal, Casa Blanca y Cihuatán. Poseen esta categoría porque tienen las capacidades mínimas para atender a los visitantes y a los turistas. Senderos interpretativos, baños, guías, museos, etc. Los cuatro restantes: Cara Sucia, Gruta El Espíritu Santo, Corinto, Ciudad Vieja y Las Marías también son sitios arqueológicos que es un reto en mi gestión poder trabajar por estos cuatro y ver de qué manera se puedan llevar a la categoría de parques. El secretario, cuando él fue director de patrimonio, trabajó en la transformación de Ciudad Vieja, entonces ahora como titular, me ha pedido encarecidamente que sigamos trabajando sobre esa línea y ya hay grandes avances para transformarlo en parque arqueológico. En Las Marías ya se van a empezar los trabajos mínimos para adecuar ese sitio para futuras investigaciones y ojalá en un futuro cercano adecuarlo como parque arqueológico.

Probablemente los guías no trabajen domingos o en vacaciones, que son las fechas en las que he ido, pero tampoco hay paneles con información de lo que tengo frente a mí.

Lamentablemente, museos ya no pertenece a la Dirección de Patrimonio, aunque esté dentro de un parque arqueológico, la información es parte del trabajo museológico y la organización de todo el recorrido y la inmobiliaria es también trabajo museográfico.

En 2006 se publicó un mapa de sitios arqueológicos, ¿se ha actualizado con el pasar de los años? Qué tanto se ha socializado con las alcaldías que son los que al final autorizan si procede o no construir algo en algún terreno.

El mapa se hizo con lo que se tenía hasta 2006, fue una gestión que la desarrolló Francisco Valdivieso, quien era el jefe del departamento de arqueología en ese entonces. Se hizo un trabajo bien articulado con el CNR, fue un trabajo muy bien ejecutado. Hoy, cuando yo veo ese mapa, es relativamente fácil ver cada punto, pero no se imaginan el trabajo que eso conllevó, porque participamos en ese entonces todos los arqueólogos que participamos en el departamento. Había que digitalizar las fichas, ir a buscar la ubicación más precisa. Hay todo un trabajo de logística enorme. Obviamente aquel mapa del 2006, el número de sitios arqueológicos se ha acrecentado. Para 2006 teníamos, si mal no recuerdo, tres o cuatro sitios arqueológicos subacuáticos identificados, hoy tenemos muchísimos más. Roberto Gallardo ha desarrollado trabajos de investigación más que todo con barcos sumergidos. Y se ha ido acrecentando ese número de sitios arqueológicos tanto en tierra como en agua. La labor de un atlas arqueológico es permanente, se tiene que estar actualizando año con año. Con respecto a la socialización del mapa, es un poco complejo. De todos es sabido que El Salvador como cualquier país de todo el mundo, sufre algo que se llama saqueo arqueológico. El tráfico ilícito se da en todo el mundo, es una mafia, y en todos los países vamos a tener ese delito cultural. Lamentablemente, así como puede haber gente que esté interesada en no destruir un patrimonio arqueológico, también hay otra gente que no la tiene y se dedica al saqueo arqueológico. ¿Qué pasa al socializar esa información? Puede haber gente que también esté buscando esos datos para ir a los sitios y saquearlos cuando nadie se dé cuenta. Entonces, es un arma de doble filo.

Entiendo su punto, quizá no tiene que ser algo a que se publique en todos los medios a nivel nacional, ¿pero no cree que es algo digno de compartir con sus contrapartes en la protección del patrimonio?

En lo que sí estoy de acuerdo es que hay que buscar el mejor mecanismo para socializar esta información. Algo que sea viable pero que no ponga en riesgo los sitios arqueológicos. Hay que hacer un trabajo muy fino y delicado de no aperturar esa información. Hay gente que tiene mucha conciencia, pero también hay mucha que no la tiene.

Comprendo, es complicado. ¿Cómo van a lograr que a los que les interesa sí estén informados?

La Ley dictamina que toda obra tiene que ser supervisada y las municipalidades tienen que estar al tanto, tiene que ser un trabajo articulado entre municipalidades, la Secretaría de Cultura y el dueño del terreno y la ciudada

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