Los objetos, entre los que se encuentran vasos, cestos y máscaras, serán exhibidos ahora en el Museo Antropológico Martín Gusinde.
La ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, encabezó el pasado miércoles la restitución de diez piezas pertenecientes a la cultura yagán, que tienen más de cien años de antigüedad y desde ahora serán exhibidas en el Museo Antropológico Martín Gusinde de Puerto Williams.
En particular, la entrega incluye un cesto en tejido gaiichim, dos cestos en tejido tawela, un vaso de corteza, un cuchillo de piedra, un palo pintado negro y rojo, un tubo de hueso, una soga de junquillo, un arpón de madera polidentado y una máscara de corteza.
Hasta ahora, los objetos formaban parte de la Colección Martín Gusinde del Museo de Historia Natural, ubicado en Santiago.
“Estos objetos tienen un alto valor sentimental, por haber sido elaborados por familiares directos y encontrarse en los registros fotográficos que ya han pasado a ser parte de los álbumes familiares y de la historia milenaria de este pueblo. Además, esta colección tiene un gran valor por todos aquellos saberes inherentes a su origen”, dijo la ministra Consuelo Valdés.
“Su presencia en Puerto Williams posibilitará continuar realizando más investigaciones participativas y seguir profundizando los conocimientos del pueblo Yagán y revitalizando su cultura en su territorio”, agregó.
En junio del año pasado ya se había realizado una primera restitución, que consistió en un “préstamo permanente”, para el mismo museo, de una máscara de cuero ceremonial, un cesto tawela y una réplica de una canoa de corteza.
Apolinar Moldes posa de pie en su casa del barrio Arroyito, en Rosario. A su lado, también de pie, su mujer, Herminia Mendaña. Miran de frente a la cámara de un fotógrafo de la revista Gente . Cada uno sostiene un marco. Dos meses antes, el 5 de julio de 1977, cuatro ladrones se hicieron pasar por periodistas , entraron a la casa y saquearon su colección de pinturas valuada en más de medio millón de dólares. Detrás de la pareja de jubilados, decenas de marcos vacíos todavía cuelgan de las paredes.
Desde ese momento se desconoce el paradero de las 120 pinturas que le arrancaron al exmayordomo del Museo Juan Bautista Castagnino. La historia solo dirá que se trató de un grupo de tareas militares. Que la dictadura intentó culpar a Montoneros. Que, en términos cuantitativos, fue el mayor robo de obras de arte de la historia argentina. Que la policía recién intervino dos meses después del hecho. Que a los pocos años, una noche, aparecieron 10 lienzos de la colección robada tirados en el Parque Independencia. Pero nada dirá de los descendientes del coleccionista y del destino final de las pinturas.
¿Cómo un gallego llegado a principios de siglo, apenas alfabetizado, encuentra trabajo como encargado de mantenimiento en un museo y se transforma en un coleccionista de arte sin pagar un peso? Pero que, además, ya jubilado, mantiene su colección millonaria colgada en las paredes de su casa hasta que se la roban y nunca más aparece.
Escucho la historia en el Centro Cultural Parque España, a pocos metros del río Paraná.
Llegué hace dos días para escribir una crónica sobre Rosario. Hasta que conocí la vida de Moldes estaba decidido a calzarme una remera de Rosario Central y pasear por los barrios de Newell’s, y al revés. Quería retratar la ciudad a partir de un antagonismo famoso por su ferocidad y que atraviesa todo el tejido social, cultural y político. “Te van a matar”; la advertencia titilaba, muda, en el aire. Moldes aparecía como el reverso de la elocuencia. El reverso del gran relato. Inmigración europea, ascenso social, capital simbólico: Rosario sin diluir. Todo en un solo nombre. Apolinar Moldes.
Un día de invierno de 1977, cuatro ladrones se hicieron pasar por periodistas y le robaron 120 obras al exmayordomo del Museo Castagnino de Rosario. La mitad de su colección privada.
Pablo Montini, historiador y autor del único texto sobre Moldes, presenta la vida del coleccionista mechada en una serie de relatos que expone sobre la historia del arte de Rosario. Escribió sobre él hace solo unos años para una exposición local. Pero nunca logró determinar el destino final de los cuadros. Y, llamativamente, tampoco recuerda detalles de su investigación.
-Me faltó el final. Pude reconstruir algunas cosas, pero no sé dónde terminaron las pinturas.
-¿Tendrás algún contacto o información que te haya quedado?
-No, nada. Solo te puedo dar el libro donde está la publicación. Pero mejor cambiá de tema. Hay otras cosas más interesantes en Rosario.
El escrito de Montini es, más que nada, apenas la presentación del tema; un vuelo en altura, un viaje en dron por la vida de Moldes. Antes de terminar la charla, Montini deja caer solo un dato. “Mendoza y Alvear: en algún momento, vivía un descendiente en esa zona”.
Diciembre de 1968. el mayordomo Apolinar Moldes cierra por última vez la puerta del Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino. Había empezado a trabajar en diciembre de 1937, el mismo día de la apertura. Al principio se encargaba de tareas menores. En 1946, Rafael Ponce, el primer mayordomo, le cedió el puesto al frente de mantenimiento. Moldes se mudó un tiempo a la casa interna del Castagnino, que funcionaba donde hoy se encuentran las oficinas de administración. Algunos dirán que Ponce también le regaló pinturas. Que lo inició en la obsesión del coleccionista. Lo cierto es que después de mantener las instalaciones, de montar y desmontar cientos de muestras, de recibir a los artistas, el mayordomo Moldes deja de trabajar. Tiene 64 años, dos hijos, una casa, y más de medio millón de dólares en pinturas. Las 240 obras de su colección privada se apelmazan en los tres ambientes de Humberto Primo 1414, donde vive desde que llegó de El Barco de Valdeorras, Galicia.
En ese pueblito se quedaron sus cuatro hermanos. Nunca más los volvería a ver. Lo más cerca que estuvo fue a fines de los años 30, cuando junto a Herminia se subieron a un transatlántico. Tardaron un mes en llegar a las costas gallegas y ahí, justo cuando estaban a punto de descender, el comandante tuvo que regresar ante la convocatoria de la leva militar activada por las autoridades republicanas.
¿Cómo un gallego llegado a principios de siglo, apenas alfabetizado, encuentra trabajo como encargado de mantenimiento en un museo y se transforma en un coleccionista de arte sin pagar un peso?
Obsesivo, meticuloso, disciplinado, cordial. Los artistas estrella de Rosario se fascinaban con la figura de Moldes. Vanzo. Couchet. Pedrotti. Ouvrard. Berni. Todos le regalaron algunos de sus trabajos en gratitud a la dedicación y el cuidado con los que trataba sus obras. Las colecciones suelen representar períodos. Se organizan con un sentido. Los coleccionistas cuidan la cohesión de sus obras como un laboratorio cuida la asepsia. La colección de Moldes creció caótica y desmedidamente como una enredadera.
Casi 40 años después, la información que circula sobre Apolinar Moldes, el mayordomo que se transformó en un millonario de obras de arte, se agota en un cruce agitado de autos y peatones en un barrio céntrico de Rosario. Estoy en el cruce de Mendoza y Alvear, acabo de poner en juego el único dato que tengo.
En una esquina, una panadería. “No, ¿Moldes decís? No tengo idea”. En la otra esquina, otra panadería. No. La otra, una compañía de seguros. No. Una casa. Un departamento. Otra casa.
No
No
No
Voy a desistir. Pienso que será mejor buscar en Google a ver si aparece algún pariente lejano. Mejor busco en alguna red social. Mejor en alguna aplicación que haya suplantado el directorio telefónico. Sí, voy a hacer eso. Escapo. Camino dos cuadras. Pienso de pronto en la magia del último tiro. Vuelvo. Aquella casa apretada entre edificios. Es vieja. Puede ser de los años 60, cuando Moldes hizo la primera y única exhibición de su colección en el Museo Castagnino y sumó capital simbólico al capital artístico que ya tenía.
El Museo Juan Bautista Castagnino, donde Apolinar trabajó hasta que se jubiló. Fuente: Archivo
Coleccionistas de todo el país quisieron comprarle las obras. La leyenda cuenta que no había billete ni moneda que separara al gallego de sus cuadros. Solo vendió dos pinturas y fue para costear los casamientos de su hijo, primero, y de su hija, después. A su muerte, sus descendientes serían más permeables al metal.
El timbre.
Timbre
Timbre
Timbre
Cero. Fin. Por suerte existe internet. El sol pega fuerte. Cruzo a la vereda de la sombra. Lo hago mal, casi por la mitad de la cuadra. Antes de llegar a la esquina de la compañía de seguros, la curiosidad me tuerce el cuello. El portero eléctrico de un edificio tiene números y palabras. Apellidos. Es extraño. En Rosario, como en la mayoría de las ciudades argentinas, los edificios no tienen información de las personas en los timbres. Subo una breve escalera. Acerco la vista y estiro el dedo con extrañeza y lentitud. El piso número 9 de la calle Mendoza 2318 dice en letras mayúsculas: “MOLDES”.
-¿Es algo del Moldes coleccionista?
-Sí, soy la nuera de Don Apolinar.
“Don Apolinar”: Libia lo va a llamar así los 20 minutos que hable conmigo a través del portero eléctrico. Recién me va a dejar entrar en su casa al otro día, cuando me contacte con su hijo Marcelo y me muestre los retazos que quedan de la colección Moldes.
Acá, en este living de tres metros por cinco donde Marcelo cuenta la historia de su abuelo, el único lugar para poner más cuadros es el piso. Las 10 pinturas que cubren las paredes no dejan espacio ni para colgar una campera. Hay lienzos de Vanzo -el artista más cercano a Moldes-, Pedrotti, Giacaglia, Couchet , algunos de los pintores más importantes de la plástica rosarina del siglo pasado.
Los dos cuadros de Ludueña y Supisiche, clavados en este mismo living, fueron los elegidos en 1967 para abrir el catálogo de la única exhibición de las obras de Moldes.
Obsesivo, meticuloso, disciplinado, cordial. Los artistas estrella de Rosario se fascinaban con la figura de Moldes. Vanzo. Couchet. Pedrotti. Ouvrard. Berni. Todos le regalaron algunos de sus trabajos en gratitud a la dedicación y el cuidado de sus obras.
El resto de la colección que conservan Marcelo y su madre aparece en cualquier rincón de este departamento. En las paredes del living, en las paredes de las habitaciones, en las paredes del pasillo, detrás de los muebles, detrás de los armarios, dentro de los armarios.
Este departamento de 97 metros cuadrados está hecho de aceite y acuarelas, de telas y marcos. Marcelo es profesor de gimnasia. Trabaja en dos colegios y, como su abuelo, tiene un departamento, dos hijos, y un importante patrimonio artístico. Aunque a diferencia de Don Apolinar, de a poco lo fue desarmando. Llegó a tener entre 50 y 60 obras. Hoy le queda la mitad. “A mí no me gusta vender las pinturas de mi abuelo. A veces lo tuve que hacer por cuestiones muy puntuales. Como esta casa, que para comprarla vendí cinco cuadros y puse algo de plata encima. Por lo general, trabajé con una casa de subastas de Buenos Aires; un par de veces también me compraron de colecciones privadas”.
El gran Antonio Berni le regaló a Apolinar su grabado Criollos. Fuente: Archivo
En 2006 se fue la joya de la corona. “Criollos”, un grabado de Antonio Berni que él mismo le regaló a Don Apolinar, fue adquirido por Martín Saráchaga, uno de los revendedores de obras más grandes de la Argentina. Marcelo cuenta que, a cambio de $25.000 -poco más de US$8000 en esa época-, le entregó el cuadro más valioso de su colección.
Llamativamente, Saráchaga jura que no tocó nada de lo que perteneció a Moldes. “No tuvimos nada de esa colección”, responde el comerciante por mail. Sin embargo, en internet se encuentran fácilmente más rastros, que el subastador se empeña en borrar. “Composición abstracta”, de Juan Del Prete, óleo sobre cartón, firmado por el autor en 1959, figura como subastado la noche número 1 del lote 106. Lo mismo sucede con el cuadro de Juan Grela. Su “Paisaje”, de 1954, también está firmado, pero con una dedicatoria especial: “Con afecto, a Moldes”. Aparece subastado la noche número 3 en el lote 417. Ambas descripciones informan: “Excolección Apolinar Moldes”. Marcelo asegura que vendió mucho más. Todas a esa casa y dos a un arreglador de marcos de las calles Salta y Oroño. A privados de manera directa, le vendió solo a una mujer, hace algunos años. Se fue de su departamento con tres obras bajo el brazo.
En 2006 “Criollos”, un grabado de Antonio Berni que él mismo le regaló a Don Apolinar, fue adquirido por Martín Saráchaga, uno de los revendedores de obras más grandes de la Argentina.
Consigo su teléfono y al salir del departamento la llamo. Ella prefiere que no dé su nombre, pero recuerda que Marcelo y su madre le quisieron vender todo. “Me recibieron con una gran comida y mucha bebida. Les compramos tres cuadros, pero querían que nos lleváramos todo”. Sería la última vez que se venderían cuadros en el departamento de la calle Mendoza. Marcelo la recuerda como una mujer joven y culta que vino con su padre porque “era el que sabía de arte”.
-¿De dónde sacaron tantas pinturas para vender?
-Es que recuperamos más obras. Mi abuelo las recuperó casi todas y las volvió a enmarcar en sus marcos originales.
Los mismos marcos que fueron tajeados y vaciados por los delincuentes cuando se llevaron las 120 pinturas la mañana del 5 de julio de 1977. Ese día, solo sobrevivieron las que estaban dedicadas de puño y letra a Apolinar Moldes. Cuatro personas llegaron hasta la casa del barrio de Arroyito. Tocaron a la puerta y se presentaron como periodistas de una revista de Buenos Aires. Moldes tenía fama de ser amable y generoso para enseñar su tesoro a cualquier desconocido que se acercara. Las paredes de Humberto Primo 1414, de cuatro metros de altura, estaban forradas en obras, desde el piso al techo. Una vez adentro, encañonaron a Apolinar. Uno se llevó a Herminia a la cocina y el resto dio inicio a la minuciosa tarea de recortar 120 telas de los mejores cuadros de la casa.
Apolinar y Herminia. Fuente: Archivo – Crédito: Archivo Hemeroteca Nacional
En silencio, Apolinar Moldes comenzó a reconstruir su colección luego del gran robo. Según la familia, el 90% de las pinturas aparecieron extrañamente. Primero, en el Parque Independencia. Después, en el Parque Urquiza. Y, por último, en un descampado cerca del Aeropuerto. La prensa de la época remarca el “profesionalismo de los ladrones”. Entonces ¿por qué unos delincuentes que arman un operativo de inteligencia, detectan los cuadros y hacen una detenida selección para llevarse los mejores, terminan desechando el botín como si fuera basura?
Marcelo sale rápido de la respuesta. Jura que a Apolinar lo ayudaron mucho. Que los delincuentes se sintieron rodeados por los investigadores y tuvieron que desentenderse del lío.
En San Nicolás, provincia de Buenos Aires, vive su tía, la única hija viva del mayordomo. De ella dice que recibió menos herencia de Don Apolinar porque su voracidad comercial era demasiado evidente. De sus 40 obras cree que le quedan pocas o ninguna. “Las fue liquidando para mantener su nivel de vida, sus viajes, sus gustos y sus excentricidades”.
En silencio, Apolinar Moldes comenzó a reconstruir su colección luego del gran robo. Según la familia, el 90% de las pinturas aparecieron extrañamente.
A 750 metros del departamento, Apolinar Moldes. Está solo y esta vez no mira a la cámara. Desvía la vista hacia el ángulo inferior izquierdo. Saco gris, camisa blanca, corbata azul. Manos en el bolsillo. Está hecho al óleo y sobre tela. Mide 80×60 centímetros. Su autor, Jacinto Castillo, lo fechó y firmó en 1960. La familia lo donó en 2013 al Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino. Fue el único regalo que hizo. La obra no está en exhibición, pero Juliana, una especialista del museo, la rescata del depósito como un favor y la lleva al taller, ubicado sobre el ala derecha de la galería de planta baja. Juliana explica que “Retrato de Apolinar Moldes” no está colgada porque se va rotando la colección de acuerdo con criterios plásticos, para que tengan una determinada coherencia.
Sin el film que lo cubre por protección, Moldes vuelve al mirar su museo. En rigor, se encuentra en el taller, alguna vez prometido como sala de exposición para su amigo Alberto Pedrotti. Los empleados de seguridad dicen que desde hace años de noche se escuchan ruidos extraños en el taller y los pisos altos. Alguna vez suena el piano. Otras, el chirrido de las patas metálicas contra el piso. Aseguran que es el espíritu de Pedrotti que vaga furioso por no haber recibido la sala para mostrar su legado artístico.
De las 240 pinturas de la colección Moldes, la única a la que el público tiene acceso -eventualmente- es a la del propio Moldes retratado por Castillo. “Moldes constituye un ejemplo de la peculiar y sui generis simbiosis entre el hombre y la función que, cuando se logra felizmente, no se concibe una cosa sin la otra”, escribió en 1966 Pedro Sinopoli, entonces director del museo. Hoy, después del saqueo en los años 70, Apolinar Moldes, el millonario que vivió como mayordomo, espera la próxima exposición pintado al óleo.
Después de arrestar a tres de los principales sospechosos, la Policía Federal rastrea el faltante de la colección de monedas romanas, griegas y bizantinas compradas por el entonces presidente Bernardino Rivadavia.
Las piezas que faltan son 320. Los detectives recorren una y otra vez las casas de compra y venta de anticuarios por el centro porteño en busca de las reliquias que restan hallar de aquel botín robado en el Museo Histórico Nacional: más de 900 monedas romanas, griegas y bizantinas compradas por el entonces presidente Bernardino Rivadavia. El sábado pasado, tres empleados del Museo Histórico Nacional, que depende del Ministerio de Cultura, fueron detenidos por el robo. Según estimaron fuentes oficiales, hasta el momento los agentes policiales recuperaron al rededor de 500.000 dólares, aunque la cifra puede llegar a ser “incalculable”.
La trama del robo comenzó el 14 de febrero pasado cuando un coleccionista le enseñó a un colega su última adquisición; un lote de monedas compradas por el expresidente Rivadavia entre los años 1826 y 1827. Este le dijo que aquellas preciadas piezas eran patrimonio del Museo Histórico Nacional, que no era posible comprarlas. Ante esto, el dueño de las reliquias se dirigió a la Justicia a realizar la denuncia.
El caso empezó a ser investigado por el fiscal federal Guillermo Marijuán y el juez federal Rodolfo Canicoba Corral, que ordenó al personal de la Policía Federal y de Interpol una serie de allanamientos, algunos de ellos en el Museo Histórico Nacional. Los detectives determinaron que las monedas estaban guardadas en oficinas de acceso restringido, es decir que no estaban a la vista del público, por lo que se comenzó a rastrear a aquellas personas que podrían llegar a tener ingreso a esa zona del museo. Además los pesquisas establecieron que en ese sector había medidas de seguridad que, se cree, fueron violentadas.
Parte del patrimonio recuperadas por la Policía Federal
Mientras la investigación avanzaba, según puedo saber Infobae, apareció otra persona que denunció que también había comprado parte de las antigüedades que Rivadavia había traído al país. Luego, el runrún del atraco comenzó a correr en el “mundo” de los coleccionadores e inmediatamente otro hombre llamó al Museo para denunciar que un grupo de personas le habían ofrecido objetos de su catalogo. Personal de la institución corroboró la información y confirmó que era parte del lote de aquellas monedas históricas. Ante esta situación, los detectives afinaron el foco e individualizaron a tres empleados de mantenimiento del Múseo.
Después de observar varias filmaciones, que captaron las cámaras de seguridad del lugar, los identificaron y el sábado pasado los arrestaron. Aunque aún no pudieron dar con el total del botín. Según fuentes de la investigación, las monedas tienen pedido de secuestro nacional e internacional en la base de datos de Interpol. Además, se generó una alerta en la Aduana y a la fuerzas federales a través de un comité argentino de lucha contra el trafico ilícito de bienes culturales, que depende del Ministerio de Cultura.
En el ministerio de Seguridad de la Nación, dijeron que “las 948 monedas greco-romanas: se tratan de la mayor colección existente en la región y poseen un valor incalculable”. Y agregaron: “Las autoridades judicial ordenaron cuatro allanamientos en la ciudada de Buenos Aires y en la provincia”.
Después de las detenciones, el fiscal Marijuán constató que las tres personas que, de acuerdo a la prueba colectada, habían encabezado las ventas de las monedas supuestamente robadas trabajaban en el área de mantenimiento el Museo Histórico Nacional, por lo que tenían un acceso total a todas las áreas del lugar. Según precisaron las fuentes policiales, los detenidos son un padre junto hijo y un tercer hombre. Uno de ellos trabaja en el lugar desde hace 25 años. Fuentes judiciales informaron que de las 980 monedas robadas ya fueron recuperadas más de 500 -devueltas por los distintos compradores denunciantes- y permanecen bajo la custodia del área de Patrimonio Cultural de Interpol. La causa está en secreto de sumario y no se descarta que hayan nuevas detenciones.
Cueva del Templo de La Estalagmita, es el nombre propuesto para que el sitio subterráneo recientemente inspeccionado en un área urbana de Playa del Carmen, en Quintana Roo, pase a formar parte del Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos. El nombre de la cueva se deriva del espeleotema que precede al pequeño adoratorio maya en su interior, el espacio se suma a las más de 150 cavidades que contienen algún tipo de vestigio arqueológico en esa zona.
Como anotan el arqueólogo responsable de la inspección, Enrique Terrones González, y su colega José Antonio Reyes Solís, de la representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en esa entidad, el hallazgo de altares dentro de cuevas y cenotes es común en la Costa Oriental de la Península de Yucatán, toda vez que los antiguos mayas consideraban a estos lugares como sagrados, pues se creía que en ellos radicaban divinidades del agua, la fertilidad y el comercio, como Chaac y Ek Chuah.
Los especialistas ponen en contexto este “descubrimiento”, al señalar que en toda el área de Playa del Carmen se distribuye un gran sistema de cuevas secas y semi-inundadas, de las que en aproximadamente 150 se tiene evidencia arqueológica muy variada, desde estos altares-adoratorios hasta sencillas ofrendas compuestas de piezas cerámicas, de lítica y de hueso e, incluso, grabados o pintura en sus paredes.
Desde agosto de 2019, los expertos del Centro INAH Quintana Roo, que dirige Margarito Molina, han trabajado mano a mano con el proyecto “Cenotes Urbanos de Playa del Carmen”, a cargo del biólogo Roberto Francisco Rojo García, titular del Planetario Sayab de Playa del Carmen e integrante del Círculo Espeleológico del Mayab AC. A partir de una solicitud hecha por él, fue que se inició la inspección en este sitio.
Hasta el momento, el equipo ha llevado a cabo la planimetría del interior. La Cueva del Templo de La Estalagmita está compuesta por sectores secos y otros con presencia de agua, de poca profundidad, en un área de 800 m², aproximadamente. Por los materiales arqueológicos recuperados en superficie, se deduce que el adoratorio fue utilizado hacia los años 1200 y 1550, coincidiendo con el periodo del que datan muchos de estos altares subterráneos.
Enrique Terrones y José Antonio Reyes explican que este tipo de estructuras en cavidades suelen corresponder a esta fase, el Posclásico Tardío, la cual varios investigadores señalan como de inestabilidad en la región, debido a la interacción de varios factores. El crecimiento de las urbes mayas y de su población, así como la poca disponibilidad de recursos por sequías prolongadas, detonó problemas sociales. Los mayas ingresaban a estos lugares considerados “entradas del inframundo”, para depositar ofrendas y pedir el consejo de los ancestros y la ayuda de las deidades.
Detallaron que por ahora solo se ha hecho un recorrido sistemático en la parte seca de la cueva, localizando algunos materiales arqueológicos en superficie, por lo que se plantea una exploración más detallada, que conlleve también la consolidación y restauración del altar-adoratorio, el cual se ubica a 20 metros de la entrada de la cueva, la que a su vez fue modificada por los antiguos mayas para facilitar el acceso e, incluso, realizaron algunas nivelaciones visibles del terreno.
La pequeña edificación prehispánica fue construida con piedra caliza y revestida de estuco, mismo que presenta aún restos de pintura en color azul. Su estilo arquitectónico corresponde al de la Costa Oriental, cuya temporalidad se ha definido para el Posclásico Tardío. La fachada cuenta con una entrada estrecha orientada al oeste, presenta un dintel remetido en la parte superior y, sobre éste, una cornisa por encima de la cual corre un muro de la fachada, hasta el techo de la cueva.
Deterioros en el muro posterior a la entrada del adoratorio, como en las paredes laterales y el piso, consistentes en remoción y pérdida de piedras y estuco, indican que el sitio fue objeto de expolio tiempo atrás.
Los especialistas del Centro INAH Quintana Roo comentan que, aunque la cueva ha sido nombrada como el Templo de La Estalagmita, en realidad el espeleotema parece corresponder a una estalactita que fue extraída de otra cavidad y clavada invertida a su forma natural. Las exploraciones futuras permitirán aclarar este punto.
A 5 metros del altar se localizó un afloramiento de roca madre sobre la cual se excavó un mortero; asimismo, se localizaron fragmentos de cerámica del Posclásico Tardío, de una navajilla de obsidiana y dos molares humanos, evidencia que es producto del acarreo al interior de la cueva por factores naturales. Los materiales se hallan en proceso de limpieza y clasificación para obtener más datos de las formas cerámicas y su asociación a ciertas cronologías.
Entre las solicitudes para garantizar la conservación del espacio, está el requerimiento al municipio de Solidaridad, de la colocación de una reja de contención a la entrada de la cueva, a la espera de proseguir con la exploración sistemática de toda la cueva semi-inundada, y la consolidación y restauración del adoratorio maya.
Un granjero de Bolívar, Argentina, halló por accidente unas supuestas rocas gigantes, pero resultaron ser restos fósiles de una especie enorme de armadillos que vivieron hace más de 10.000 años y que por cierto poseen un gran tamaño, casi como un vehículo.
Estos restos fosilizados se encontraron cerca de un arroyo al quedar parcialmente descubiertos a raíz de una intensa sequía que afecta el área, pertenecen a cuatro gliptodontes, un gran mamífero herbívoro acorazado emparentado con los armadillos que actualmente está extinto.
Hallan fósiles de enormes armadillos del tamaño de un vehículo foto cortesía rt
El granjero de nombre Juan de Dios Sota, divisó accidentalmente la parte superior de uno de los caparazones mientras llevaba a pastar el ganado, poco después dio parte a las autoridades del municipio, según informó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
De acuerdo con algunos investigadores de este consejo, los ejemplares de esta especie prehistórica murieron en las mismas circunstancias, con lo cual se trata de un caso “excepcional”.
Armadillos de gran tamaño
Según los expertos, calculan que estos ejemplares pesaban más de una tonelada, eran tan enormes que medían más de tres metros de largo, incluso podían alcanzar el tamaño similar a un automóvil Volkswagen ‘Escarabajo’.
Su caparazón era súper resistente, a tal grado de que les permitía resistir los mordiscos de los smilodones los conocidos tigres dientes de sable o de otros depredadores prehistóricos que querían atacarlos.
Trabajan en extraer los fósiles
El equipo de expertos del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario en la Pampa (INCUAPA) ya está trabajando para extraer los restos fósiles de las cuatro criaturas para futuros estudios que pueden revelar grandes cosas de la especie.
Hallan fósiles de enormes armadillos del tamaño de un vehículo foto cortesía ruptly
La ritualidad y uso social de los quipus en la comunidad campesina de San Andrés de Tupicocha, provincia de Huarochirí, departamento de Lima, fueron declarados Patrimonio Cultural de la Nación.
Así lo establece la resolución viceministerial Nº 236-2019-VMPCIC-MC publicada en el diario El Peruano. La utilización de los quipus en San Andrés de Tupicocha es una expresión viva de la dimensión social y de la ritualidad de un sistema de registro de larga historia, así como la manifestación de la identidad cultural de una comunidad cuya organización mantiene rasgos y principios que sustentaron a la civilización nativa desarrollada en el Perú.
El quipu – de la voz quechua que significa “nudo”– es un sistema de registro de información consistente en una serie de cordeles de lana o algodón, atados a un cordel mayor, que presenta una serie de nudos cuyo significado está dado por el tipo de nudo, su posicionamiento en el cordel siguiendo un orden decimal, la secuencia y el color de los cordeles.
Los ejemplares encontrados desde fines del siglo XIX son, en su gran mayoría, registros de bienes o recursos contables; sin embargo, el desarrollo de las investigaciones arqueológicas e históricas ha incidido en la posibilidad de una lectura ideográfica.
El uso de quipus sustentó la organización de la civilización andina precolombina, y se han mantenido a lo largo del periodo colonial y durante parte de la República. Hoy, el quipu es usado por las autoridades de Tupicocha como símbolo de autoridad.
La comunidad de San Andrés de Tupicocha está compuesta por diez secciones menores denominadas parcialidades o ayllus, fundamento de la organización andina. Conscientes del valor patrimonial del quipu, los pobladores lo tratan con el mayor cuidado, guardándolos enrollados durante la mayor parte del año.
Los quipus son portados formalmente por los presidentes de parcialidades en situaciones públicas, como emblema de su cargo, con los extremos atados sobre el hombro derecho y el cuerpo del quipu pasando debajo del brazo izquierdo.
El Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco reconoció hoy a los Hatajos, bandas, comparsas, cuadrillas de Negritos y de Pallitas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La medida fue adoptada esta mañana por el citado Comité de la Unesco que se reúne en Bogotá, Colombia. Esta manifestación cultural fue inscrita en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“Acompañadas de músicas y canciones, estas expresiones culturales forman parte de las celebraciones navideñas. Son representaciones bíblicas de la visita de los pastores al Niño Jesús y de la llegada de los Reyes Magos en las que se mezclan tres corrientes culturales”, afirmó el organismo en un comunicado.
La noticia fue confirmada hace unos minutos por el Ministerio de Cultura que celebró la noticia y la inclusión de esta manifestación cultural que se escenifica en la provincia de Chincha, región Ica, en las celebraciones de Navidad.
Hatajo de Negritos y Las Pallitas son las primeras expresiones de la costa peruana y de la población afroperuana que forman parte de esta gran lista.
La decisión sobre esas danzas del departamento de Ica la tomó el XIV Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, que se reúne desde el pasado lunes en la capital colombiana para analizar y debatir sobre 41 manifestaciones postuladas para sumarse a la lista.
El “Hatajo de los negritos” es bailado por varones que zapatean al son de violín y campanillas a la vez que cantan, mientras que en “Las Pallitas” las protagonistas son mujeres que zapatean y cantan al ritmo de una guitarra.
El organismo afirmó que con esas expresiones culturales los peruanos representan los valores del “mundo andino prehispánico, el catolicismo europeo y el legado de los ritmos musicales de los africanos” que llegaron al país en la época de la Colonia.
“De esta compleja confluencia de diversas culturas surgieron esas dos danzas, representativas de la identidad de los afroperuanos y mestizos”, agregó el organismo.
La Unesco resaltó que estas manifestaciones culturales son “verdaderos símbolos de devoción religiosa y contemplación espiritual”, y detalló que en cada una se congregan hasta medio centenar de bailarines.
“Las jóvenes generaciones se familiarizan con estas dos expresiones del patrimonio cultural vivo desde la más tierna infancia. Alentados por los adultos, los niños aprenden en signo de devoción a cantar numerosos villancicos navideños, así como a zapatear y ejecutar pasos de baile”, concluyó.
Perú ya cuenta en la lista de patrimonio cultural inmaterial con “La danza del wititi del Valle del Colca”, “La peregrinación al santuario del señor de Qoyllur Riti y “El arte textil de Taquile”, entre otros.
Con esta decisión, las dos danzas de Perú se suman a otras expresiones culturales reconocidas durante la reunión en Bogotá como la fabricación artesanal de cerámica de estilo talaverano de las localidades españolas de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo y de los estados mexicanos de Puebla y Txalaca. De igual forma, ayer la Unesco aprobó el ingreso a la lista de patrimonio de la Bachata dominicana, el “Bumba-meu-boi” del estado brasileño de Maranhão y la festividad de “El Gran Poder” de Bolivia.
Las fiestas de “La Purita” del cantón San Pedro de Huaca han sido certificadas como Patrimonio Inmaterial del Ecuador, la distinción se confirió por parte del Ministerio de Cultura y Patrimonio, la misma que será otorgada el 02 de febrero.
En rueda de prensa se dio a conocer de las próximas festividades de La Purita de Huaca año 2020, al conmemorarse 414 años de fiestas de la Santísima Virgen. Del 10 de enero al 02 de febrero se llevarán a cabo las fiestas en honor a la Virgen de la Purificación, en el cantón Huaca donde se reunirán miles de visitantes y devotos.
La Reina de los Pueblos del Norte como fue catalogado, la última coronación pontificia que recibió la sagrada imagen en 1954, forma parte de la historia religiosa del pueblo carchense.
Para llevar a cabo esta importante festividad se coordinó con la ciudadanía Huaqueña, instituciones, barrios, comunidades con la finalidad de rendir un justo homenaje a la Santísima Virgen, de igual forma se está coordinando con las autoridades de control para que se desarrollen los planes de contingencia y así poder desarrollar las actividades culturales, religiosas y deportivas que se van a realizar en el cantón.
En el año 2019 se realizó un proceso de catalogación de las festividades para considerarlas como parte del patrimonio intangible e inmaterial del Ecuador, para lo cual se mantiene en comunicación con el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural para poder cumplir con todos los requisitos que la Ley Orgánica de Cultura solicita en los artículos 79, 80 y 81, y que permita de esta forma dar un plus a las festividades de La Purita.
Hasta el momento se ha cumplido con todos los requisitos, se ha recogido más de 3 000 firmas, representando el 40% de la población del cantón, esto permitió recabar videos, información histórica y cultural. Por lo tanto en este año se recibió en beneplácito la certificación de las festividades de La Purita como Patrimonio Cultural Inmaterial. El 02 de febrero se otorgará esta certificación con la presencia del Ministro de Cultura y Patrimonio Juan Fernando Velasco, en la solemne eucaristía de fiesta. Además se contará con la presencia de Joaquín Moscoso, Director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y sus respectivos delegados.
Cronograma de actividades
• El viernes 10 de enero se iniciará las festividades de La Purita de Huaca con la “Procesión de la candelas”, toda la ciudad se iluminará con velas, con una peregrinación desde la Capilla del Señor del Gran Poder hasta el Santuario. • El sábado 11 de enero se llevará a cabo un evento ecológico, peregrinación en las faldas del mirador y la reforestación de la zona con el apoyo de los jóvenes del cantón. Además se realizará el lanzamiento de la segunda muestra de vestidos de la Santísima Virgen de La Purificación, objetos litúrgicos y exposición pictórica. • El domingo 12 de enero se desarrollará el pregón temático de festividades, con el tema “La Purita promotora de la fe y del Turismo en Huaca y en la provincia del Carchi”. • El miércoles 15 de enero se realizará el traslado de la sagrada imagen de La Purita desde el santuario hasta la Brigada de Infantería 31 Andes en la ciudad de Tulcán, con la finalidad de realizar los honores militares. • El jueves 16 de enero la Universidad Politécnica Estatal del Carchi recibirá la sagrada imagen de la Virgen, donde se llevará a cabo la eucaristía. • El viernes 17 de enero la Cooperativa de Educadores CACET recibirá en la mañana la sagrada imagen de La Purita de Huaca, donde permanecerá hasta las 18:00. Luego será trasladada la Iglesia la Catedral, para realizar el programa de víspera. • El sábado 18 de enero a las 07:00 se desarrollará la peregrinación desde la ciudad de Tulcán hasta el cantón Huaca donde se llevará a cabo la misa campal. • El viernes 24, sábado 25 y domingo 26 de enero se llevará a cabo eventos deportivos. • El sábado 01 de febrero se llevará a cabo la procesión de las candelas y bendición de la luz, desde el sector de La Calera hasta el Santuario de La Purita. Luego se realizaran las vísperas solemnes y a partir de las 20:30 se desarrollara el festival multicolor de la luz. • El domingo 02 de febrero a las 10:00 se realizará la procesión de la sagrada Imagen de la Virgen desde el Santuario hasta el estadio José María Landázuri, donde se realizará los honores militares a La Purita. A las 11:00 eucaristía de fiesta y la entrega de la certificación como Patrimonio Inmaterial del Ecuador.
En la Zona Arqueológica de Uxmal, uno de los hallazgos más notables es un pasaje tapiado, localizado en las ‘entrañas’ del Palacio del Gobernador, por especialistas del Centro INAH Yucatán. Se estima que data de entre los años 670 y 770 de nuestra era, cuando floreció el estilo Puuc Temprano.
En este edificio, el cual maravilla desde hace siglos a sus visitantes debido al fino acabado de sus celosías, grecas y remates, han quedado al descubierto un par de arcos mayas correspondientes a los extremos del pasaje abovedado, cuya temporalidad es, al menos, 200 años anterior a la de su superestructura.
El pasadizo, de 25 metros de largo, no solo cambia la idea visual y la lectura que se tenía del Palacio del Gobernador, sino que, en palabras de los arqueólogos José Huchim y Lourdes Toscano, directores del Proyecto Uxmal, se convierte en una de las pocas huellas monumentales que se tienen en la urbe de ese primigenio estilo arquitectónico.
“En Uxmal, el estilo Puuc Temprano —caracterizado por cortes finos en la roca caliza y acabados austeros— fue cubierto con el paso del tiempo por otras construcciones, a diferencia de otras zonas de la región, como Labná o Kabah, donde se encuentra expuesto”, señala Toscano.
De este modo, añade la arqueóloga, el hallazgo de los arcos —simétricos en sus 7 metros de altura y 2.50 de ancho— esclarece dos aspectos: por un lado, la evolución estética que derivó en el estilo Uxmal Tardío (850–950 d.C.), cuyos máximos referentes son el Palacio del Gobernador y el Cuadrángulo de las Monjas; y, por otro, prueba que ya en el siglo VIII “los pobladores de Uxmal erigían edificaciones increíblemente complejas”.
La conjunción de los nuevos datos con los registrados en temporadas previas, como la que en 2014 ubicó un pasadizo similar en el sector noreste del palacio, “nos permite saber que el edificio previo a este, estaba dividido en tres segmentos que fueron enlazados por estos pasillos abovedados para facilitar el tránsito tanto en su parte superior, como al nivel de la Gran Plataforma”, detalla la investigadora.
El arqueólogo José Huchim, director de la Zona Arqueológica de Uxmal y de la Ruta Puuc, refiere que la localización del nuevo pasaje fue posible gracias a décadas de experiencia en la restauración de la arquitectura Puuc, ya que, a lo largo de 20 años, ha formado un equipo de trabajo experto, tanto en excavación, como en la restitución al edificio de las piedras que han caído de él. En esta temporada participan 45 hombres y mujeres de localidades vecinas a Uxmal.
Una parte importante de ese trabajo es la excavación cuidadosa de las partes derrumbadas, esto “implica eliminar sedimentos y otros materiales vencidos hasta encontrar las piedras de recubrimiento”, las cuales son estudiadas y clasificadas para que, mediante la técnica de anastilosis, puedan volver a colocarse en su sitio original.
Huchim describe que, durante acciones de limpieza y exploración del basamento, se reconocieron piedras bien acomodadas que no tenían la apariencia de los materiales del núcleo, por ello, se limpiaron cuidadosamente y se identificaron como la cornisa de un edificio que pertenecía a un periodo anterior.
Tras explorar la cornisa, se encontró la tapa de una bóveda y, al continuar descendiendo, liberaron totalmente el arco maya y los muros que lo sostienen; los arqueólogos notaron que, en la moldura media de la fachada y en el zócalo del arco, hacían falta piedras de recubrimiento, mismas que fueron arrancadas de forma intencional pero respetuosa al momento de enterrar la subestructura.
“Este hecho es importante, pues los mayas creían que los edificios tenían vida, de tal manera que cuando dejaban de ser útiles eran ‘matados’ a través de un ritual reverencial. Por lo mismo, no descartamos que en los pisos de ambos accesos del pasillo encontremos ofrendas que evidencien esas complejas ceremonias”.
Los mayas, agrega, al igual que otros pueblos mesoamericanos, no demolían los edificios cuando dejaban de utilizarlos, pues “eran moradas del linaje y se utilizaban para cimentar otros edificios o como tumbas. Gracias a esa costumbre los arqueólogos pueden conocer las tradiciones arquitectónicas de un sitio”.
Cabe destacar que en la subestructura descubierta se hizo un registro con escáner 3D, tanto para documentar sus condiciones de conservación y ahondar en su estudio mediante dibujos arquitectónicos de precisión milimétrica, así como para evaluar, con datos técnicos y estructurales, la pertinencia de dejarla expuesta al público. En caso de que ponga en riesgo la integridad del edificio, será necesario volver a cubrirla.
Sobre otros hallazgos registrados en la actual temporada de trabajo, José Huchim menciona dos vestigios: un mascarón de Chaac, deidad maya de la lluvia, y restos de tres escalinatas que, en otro tiempo, dieron accesos adicionales al edificio principal del Palacio del Gobernador.
“La clausura de estas escalinatas, aunada a datos recopilados anteriormente, nos permite suponer que hacia el siglo X, cuando Uxmal entró en conflicto con Chichén Itzá, fue necesario modificar los edificios, principalmente restringiendo accesos como una medida para proteger al soberano del linaje Puuc, ante una invasión de los itzaes”.
En tanto, el mascarón de Chaac se encontró en la esquina sureste del edificio visible al público. Huchim y Toscano apuntan que, de acuerdo con los patrones de diseño y la simetría que distingue a la arquitectura maya, se puede deducir que en ese flanco existía un mascarón. Los otros dos fueron encontrados al noroeste y al noreste, respectivamente, por los arqueólogos Alberto Ruz, en 1949, y Ricardo Velázquez a finales de la década de 1990. El cuarto aún espera ser descubierto.
Los investigadores del Centro INAH Yucatán concluyen que la actual temporada de campo —la segunda dentro de las cinco que contempla el Proyecto Uxmal— finalizará en enero y continuará abocada a dos frentes: el estudio de las múltiples ocupaciones de Uxmal y la consolidación del basamento del Palacio del Gobernador.
A futuro, se hará limpieza y conservación en la fachada y el interior del palacio, cuya labor implicará reubicar a más de seis mil murciélagos que habitan en él, para lo cual se trabajará con biólogos en aras de asegurar que no se les afecte, pues son esenciales para el equilibrio del entorno natural de Uxmal.
Investigación y conservación, ejes del acuerdo
El citado convenio de aportaciones signado en marzo de 2018, por el INAH y el Gobierno del Estado de Yucatán, contempla una inversión de la autoridad estatal, a su vez originados en el boletaje de los propios sitios, encaminada a la investigación y la conservación de cinco zonas arqueológicas clave para esta entidad.
Cabe destacar que además del trabajo de exploración arqueológica en Uxmal, Chichén Itzá y Kulubá, los arqueólogos y restauradores del Centro INAH Yucatán también emprenden labores de atención a estructuras de las urbes prehispánicas de Dzibilchaltún e Izamal.
Hace una década pertenecía a la categoría vulnerable de la (UICN) Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Hoy en la de peligro de extinción. El delfín rosado habita principalmente en la cuenca del Amazonas, donde se está utilizando como carnada, un hecho que agrava su delicada situación.
Conocido como boto, bufeo, delfín del Amazonas o tonina, este cetáceo de agua dulce es cazado en Brasil para convertirlo en carnada y así atrapar a un pez gato conocido como piracatinga.
Lo más grave de esta realidad es que el mes pasado finalizó la prohibición de pesca del piracatinga. Esto ha llevado a varios movimientos ecologistas y a investigadores a solicitar la renovación de esta prohibición, pues están conscientes del impacto que tendrá en el delfín rosado.
“Nunca han dejado de sorprenderme. Se trata de animales fascinantes. Nosotros capturamos a una madre delfín y su cría hoy y vimos que se llamaban entre sí. Ellos tienen una relación muy fuerte hasta que la cría se vuelve independiente después de tres años”, dijo la bióloga Vera da Silva, quien desde hace 25 años trabaja con esta especie.
Desde la Reserva de Desarrollo Sostenible Mamirauá, en Brasil, la investigadora explicó que el embarazo de un delfín generalmente dura 13 meses. Luego, durante dos años, alimenta a su cría bajo el agua. Por el largo período de crianza, las hembras solo se reproducen cada tres o cinco años.
?@IUCN
Al igual que en la cuenca del Amazonas, el delfín rosado también habita la cuenca alta del río Madeira en Bolivia y la cuenca del Orinoco. Este mamífero amistoso puede llegar a pesar 185 kilos y medir 2,5 metros. Es el delfín de río más grande que existe.
En las comunidades de Colombia y Brasil, además, es una especie indispensable para la regulación natural. Y es que ayuda a controlar la población de pirañas y otros peces que podrían llegar a ser una amenaza por causa de la sobrepoblación.
“Si los delfines no cumplieran esa función reguladora se registrarían muchos problemas para nuestro ecosistema, por eso son importantes para Colombia, pero sobre todo para nosotros que vivimos en el Amazonas”, comentó Micsin Guerrero, integrante de la Fundación Natütama, situada en el municipio de Puerto Nariño, reseñó www.sostenibilidad.semana.com
?@IUCN
En los últimos años especialistas como Saulo Usma, de WWF-Colombia, han hecho insistente llamados para que todos los gobiernos de la región prioricen dentro de sus agendas la conservación de los delfines de río y “creen mecanismos estratégicos para proteger el patrimonio natural que representan”.