Dos estelas mayas con reporte de robo en Guatemala se exponen en el museo de la Fundación Pablo Tesak de El Salvador, el cual llevar casi tres años obstaculizando la repatriación. Otras 287 piezas de la colección privada llevan cuatro años decomisadas y en un limbo jurídico, después de que Cancillería ayudara a traerlas al país sin certificar antes su origen y propiedad legal.
Por: María Luz Nóchez.
A mediados de julio de 2013, un investigador de la Interpol en El Salvador ingresó al museo arqueológico de la Fundación Tesak como un visitante más, caminó unos 25 pasos, rodeó una detallada colección de más de 400 piezas ceremoniales, incensarios, silbatos y glifos y, finalmente, encontró lo que buscaba: dos fragmentos de estelas con reporte de robo en Guatemala, pertenecientes al período de mayor esplendor de la cultura maya.
El investigador había llegado al museo, un edificio de dos plantas en medio de árboles, a 45 minutos al noroeste de San Salvador, porque días atrás, el 12 de julio, la oficina de Interpol en Guatemala había advertido a su par en El Salvador que las dos piezas, dadas por robadas en 1992 y 1993 en sitios arqueológicos a unos 100 kilómetros al suroeste de Tikal, habían terminado en un museo privado en El Salvador. El investigador fotografió las estelas y las imágenes sirvieron al gobierno de Guatemala para iniciar una serie de reclamos que, 34 meses después, no han dado frutos.
Las piezas de los extremos son los fragmentos de estela depredados de los sitios arqueológicos guatemaltecos Aguateca y Dos Pilas, respectivamente, y expuestos en el museo Tesak.
Las sospechas sobre la colección de la Fundación Tesak, que recibe su nombre de una de las familias industriales más conocidas de El Salvador, fundadora y accionista de dos fábricas de golosinas (Diana y Bocadeli) no afectan solo a esas dos estelas. También apuntan a un lote de otras 287 piezas de su propiedad que en 2012 fueron retenidas en el Aeropuerto Internacional El Salvador cuando llegaron procedentes de Estados Unidos, remitidas por el consulado salvadoreño en Los Ángeles. Esas piezas inclumplían dos requisitos que, según las autoridades de la Secretaría de Cultura de aquel momento, eran indispensables para autorizar su ingreso a El Salvador: que estuviera precisado su origen y que estuvieran inventariadas.
Desde entonces hasta hoy, tanto la familia Tesak como Relaciones Exteriores hablan de “repatriación” para referirse al traslado de esas piezas, pero ni las fuentes de la Fundación Tesak con las que ha hablado El Faro ni Cancillería han mostrado evidencia de que la colección retenida hubiera salido alguna vez de El Salvador o sus piezas sean originarias de territorio salvadoreño. En 2012 la Secretaría de Cultura concluyó que, debido a que no estaba documentado el origen de las piezas, avalar su entrada al país y su entrega a los Tesak habría constituido una violación a la Ley de Protección del Patrimonio Cultural y a la Convención de la OEA sobre la Defensa del Patrimonio Arqueológico de las Naciones Americanas.
De hecho, el informe que levantó la Policía Nacional Civil días después de que se retuviera las piezas hablaba de un posible delito de “Tráfico ilícito de patrimonio cultural”. El 18 de abril de 2012, la Unidad de Delitos Especiales de la Policía Nacional Civil se trasladó al aeropuerto para realizar una inspección en el sector ocho de la bodega general de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA). “Se ha tenido conocimiento de que se ha cometido el delito de tráfico ilegal de patrimonio cultural”, dice el parte policial elaborado ese día, que sigue: “Delito: tráfico ilícito de patrimonio cultural. Víctima: La Secretaría de Cultura. Nombre del imputado: Bocadeli, S.A. de C.V.”
Las 287 piezas están por ahora depositadas en el Museo Nacional de Antropología (Muna) y Guatemala ha pedido que se le conceda autorización para examinarlas, ya que sospecha que entre ellas pudiera haber alguna que pertenezca a su patrimonio arqueológico y que haya sido sacada de ese país ilegalmente.
Consultado por El Faro sobre la exhibición en el museo de los Tesak de dos fragmentos de estela con reporte de robo, y sobre la ruta irregular que siguió la repatriación de ese lote de 287 piezas arqueológicas, el director ejecutivo de la fundación Tesak, el sacerdote David Blanchard, alega que todo se debe a errores administrativos y que no ha habido mala intención. Cancillería, por boca del ministro de Relaciones Exteriores Hugo Martínez, defiende también su actuación en ambos casos, a pesar de que la repatriación de las piezas de la familia Tesak se hizo en aparente incumplimiento de la ley y sin aval previo de Secultura.
Las estelas estaban íntegras
Mientras en el caso de las 287 piezas Guatemala solo especula sobre la posibilidad de encontrar entre ellas algún bien que pudiera reclamar, en el de las estelas no hay duda. Las dos piezas están bien documentadas: pertenecen al período clásico tardío de la cultura maya, entre los años 600 y 1000 después de Cristo, cuando el muralismo se consolidó como estilo artístico. Uno de los fragmentos pertenece a la estela 1 del sitio arqueológico Aguateca, y la otra corresponde a la estela 1 del sitio arqueológico Dos Pilas. Estas localidades son consideradas las capitales individuales del reino de Petexbatún, centro de control del comercio de la zona sur de Petén. El sitio arqueológico Dos Pilas ha sido declarado por Guatemala monumento nacional.
Guatemala ha solicitado en ocho ocasiones por vía diplomática que las piezas le sean devueltas y El Salvador lo único que ha respondido es que el caso no puede avanzar porque para ello es necesario que el Ministerio de Relaciones Exteriores salvadoreño autorice el trámite por medio de su firma. A su vez el ministro, Hugo Martínez, se deslinda de responsabilidad y asegura que el Ministerio solo tiene funciones de canal de comunicación. La Convención Centroamericana para la Protección del Patrimonio Cultural compromete a los estados parte a prestar cooperación, asistencia técnica y jurídica para la “efectiva y eficiente” protección del patrimonio.
La primera semana de abril de 2016 Guatemala envió el octavo suplicatorio en casi tres años: “La vía de los suplicatorios está trabada. Se intentó llevar el tema a las reuniones bilaterales y aunque hemos insistido no se ha logrado”, asegura Rolando Torres, embajador de Guatemala en El Salvador.
El 12 de julio de 2013, Interpol El Salvador había recibido una solicitud de búsqueda de Interpol Guatemala para que localizara los dos fragmentos de estela con fines de repatriación. La petición tenía este fundamento: un mes antes, un ciudadano anónimo guatemalteco que había estado de visita en El Salvador, llegó al museo y vio los dos fragmentos de estela, que de inmediato asoció con el patrimonio arqueológico de Guatemala. Los fotografió y entregó las imágenes al Ministerio de Cultura de ese país.
Guatemala ya tenía registrados los dos monumentos, que habían sido documentados intactos. “Una de las pruebas que nosotros presentamos a las autoridades salvadoreñas fueron documentos que investigadores estadounidenses en su momento habían hecho de los hallazgos que iban encontrando, que fueron los que sirvieron para esclarecer que las piezas se encontraban íntegras en el sitio arqueológico”, explica Eduardo Hernández, jefe del departamento de Prevención y Control de Tráfico Ilícito de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura de Guatemala.
Las investigaciones en los sitios arqueológicos han permitido a los técnicos guatemaltecos determinar que la mutilación de las piezas se realizó con motosierra. Las estelas afectadas son monumentos que representan escenas rituales rodeadas por un marco de jeroglíficos, que incluyen meses, dioses y el emblema de los sitios arqueológicos. En el caso de la estela 1 de Aguateca, el corte segmentó la mano de una figura humana que está lanzando unas semillas y que abarca la mayor parte del monumento. Este retrata, según la investigación que realizó el arqueólogo estadounidense John A. Graham en 1972, un acto ceremonial dedicado a la siembra, en donde entre varios glifos aparecen representados Chaac —dios maya de la lluvia— y Cauac —símbolo de la tormenta—. La estela mutilada medía originalmente 2.25 metros de alto por 1.35 metros de ancho. El fragmento exhibido en el museo Tesak mide aproximadamente 30 centrímetros de altura. En el fragmento robado, aunque carece del detalle de la mano que lanza las semillas, sí se aprecian estas, que se dispersan en la tierra como ofrenda.
Arqueólogos y autoridades se rehúsan a poner precio a los fragmentos exhibidos porque consideran que hablar de él en términos monetarios contribuye al saqueo, pero una estela de similares características a las que exhibe el museo Tesak le fue ofrecida por un coleccionista a Guatemala en 1994 por el mismo monto que él había pagado por ella en 1969: 5 mil dólares.
Cuando el Ministerio de Cultura de Guatemala confirmó el hallazgo puso en alerta a la sede de Interpol en El Salvador, entre cuyas labores está el combate al tráfico ilícito de bienes culturales. Los agentes policiales, tras ubicar e identificar las piezas que Guatemala reclama, pidió a las autoridades de ese país documentos que respaldaran la denuncia del robo de las estelas. Las piezas habían sido encontradas, pero se abría un laberinto burocrático en el que las autoridades de El Salvador parecen querer perderse para impedir la repatriación de las estelas a Guatemala.
El 13 de enero de 2014, seis meses después de que Guatemala hiciera la primera solicitud de repatriación, las autoridades guatemaltecas reiteraron su petición. Relaciones Exteriores reenvió la solicitud de repatriación a la Corte Suprema de Justicia salvadoreña y respondió tres meses más tarde a Guatemala con una resolución del máximo tribunal, en la que este pedía que el país vecino ampliara la información sobre el origen de las estelas y los reportes de hurto que sustentaban el reclamo.
Un mes más tarde, en mayo, Guatemala cumplió con lo solicitado. Esta vez, la Corte Suprema y Relaciones Exteriores tardaron once meses en responder a Guatemala que no podían resolver la solicitud de recuperar los fragmentos de estelas, por un trámite burocrático no resuelto en oficinas salvadoreñas: “Previo a resolver lo solicitado, esta Corte advierte que el trámite de auténticas de las firmas que calza la documentación no se ha completado […] faltaría la auténtica que debe efectuar el ministro o viceministro de relaciones exteriores de El Salvador. En tal sentido, la documentación se devolverá al Ministerio de Relaciones Exteriores”.
Transcurrió casi un año hasta que, el 28 de abril de 2015, ante el silencio de las autoridades salvadoreñas, Guatemala optó por consultar a Relaciones Exteriores de El Salvador si había remitido a la Corte el nuevo documento con las auténticas. Un año después, Guatemala aún no tiene respuesta.
Consultadas por El Faro, las instituciones salvadoreñas involucradas se pasan entre ellas la responsabilidad. La Fiscalía dice que no sabe cómo ubicar el expediente del reclamo de Guatemala sobre las estelas, porque entre su multitud de casos abiertos necesita un número o el nombre de la instancia a cargo para identificarlo. Interpol dice que espera orden de la Fiscalía para proceder al secuestro de las piezas. Secultura, la institución que vela por la protección del patrimonio cultural en el país, pide tiempo para dar declaraciones por respeto al proceso que dirige la Fiscalía. La Corte Suprema de Justicia dice que cancillería de El Salvador debe dar —todavía— su firma para validar el proceso. Y Cancillería, aunque no responde las solicitudes de Guatemala, cuando El Faro le pregunta sobre el caso asegura que es solo un canal de comunicación. Así lo dice el ministro de Relaciones Exteriores, Hugo Martínez: “No tenemos atribuciones más allá de ser canales de comunicación. Nosotros no podemos pasar por encima de la Fiscalía”.
“La vía de los suplicatorios está trabada”, asegura Rolando Torres Casanova, embajador de Guatemala en El Salvador. Un suplicatorio es un oficio con el que se pide permiso entre países para acceder a la justicia. Es decir, la solicitud de Guatemala para que se proceda a la devolución de piezas que pertenecen a su patrimonio. El embajador Torres Casanova no termina de asimilar por qué las respuestas salvadoreñas tardan tanto tiempo y vienen acompañadas de tanto obstáculo frente a la información presentada. “Todo indica”, dice el embajador, “que hay un interés en que esto no camine”
El Faro preguntó a la presidenta de la Fundación Tesak, Íldiko de Tesak, qué responde al señalamiento sobre las dos estelas con reporte de robo que son parte de la colección del museo. Ella se limitó a contestar que no tiene nada que ver con eso porque la colección no es de ella: “No era mi colección, era de mi esposo y, lamentablemente, usted no puede hablar con don Pablo”. Pablo Tesak falleció en agosto de 2009.
Sobre la conformación de la colección, un cartel a la entrada del museo relata que Pablo Tesak era un coleccionista que compraba piezas no sin antes tener alguna certeza de que lo que compraba era de calidad. Para validar aquello que llegaban a ofrecerle, Tesak se apoyaba en la experiencia del estadounidense Stanley Boggs (1910-1991), considerado uno de los padres de la arqueología en El Salvador. Tras la muerte de Pablo, su esposa y sus hijos heredaron sus tesoros, y ha sido la viuda la encargada de dirigir el museo.
Entre las pocas respuestas que ha recibido Guatemala durante el proceso está la que el 18 de julio Interpol El Salvador envió a Interpol Guatemala para notificarle que había verificado la denuncia. Se trata de un memorándum que da cuenta de la visita a las instalaciones del museo de los Tesak: “Personal de esta oficina central nacional se apersonaron (sic) a las instalaciones del Museo Pablo Tesak con el objeto de verificar si efectivamente se encontraban en el lugar la piezas arqueológicas a las cuales ustedes hacen referencia en su requerimiento, corroborando que efectivamente se encontraron al parecer los objetos en mención…”
El subcomisionado Daniel de Jesús Martínez, director de Interpol en El Salvador, enumera las omisiones de los responsables del museo respecto de los fragmentos de estelas: “Esas piezas no están inventariadas ni registradas, ni tampoco (el museo) pudo justificar el origen de esas piezas”. Añade que eso no constituye delito, pero sí una falta administrativa. La Ley de Protección al Patrimonio Cultural establece la obligación del coleccionista de informar la posesión de bienes culturales, así como de entregar un inventario a la Secretaría de Cultura para que la institución pueda registrarlas. Así en caso de robo, comercialización o exportación de las piezas, se podría dar aviso a las autoridades con todos los detalles necesarios para su búsqueda. Esa omisión, asegura, fue su primer obstáculo en el avance de la investigación.
La Fiscalía, explica el subcomisionado a cargo de Interpol en El Salvador, ya hizo su parte en fundamentar todas las pesquisas que ellos han hecho y posteriormente se notificaron al Ministerio de Relaciones Exteriores. Es decir, que la Fiscalía explicó y avaló las gestiones de Interpol en el reconocimiento de las estelas en el museo, y notificó al Ministerio para que diera aviso a Guatemala. “Tenemos paralizado el caso por falta de información”, admite el subcomisionado Martínez, “pero los trámites ya se iniciaron. Secultura o el Ministerio de Relaciones Exteriores son los que deberían estar presionando o supervisando o dándole seguimiento a estos procedimientos para que se cumpla de acuerdo a la ley”, concluye.
Irónicamente, esa presión que Interpol echa en falta para la repatriación de las estelas robadas en Guatemala sí había aparecido ocho meses antes de que el investigador visitara de incógnito el museo Tesak, cuando Relaciones Exteriores pidió a la Secretaría de Cultura apoyo para importar otras 287 piezas arqueológicas que, según la familia Tesak, habían sacado de El Salvador hacia Estados Unidos en 1972.
Exfuncionarios y mandos medios de la Secretaría de Cultura aseguran que, en el caso de las 287 piezas, Martínez los buscó para hacer cabildeo en favor de la familia Tesak ante la Secretaría y ante la Fiscalía General de la República.
Pulso entre Relaciones Exteriores y Secultura
En noviembre de 2011 el presidente Mauricio Funes se acercaba a la mitad de su mandato. Su ministro de Relaciones Exteriores había sido desde un inicio Hugo Martínez. En esos días, según relata el mismo Martínez, Íldiko de Tesak se abocó al consulado de El Salvador en Los Ángeles, en Estados Unidos, y manifestó su interés por “repatriar” parte de su colección arqueológica para que fuera exhibida en el museo de la fundación que acababa de inaugurar. “Unos presuntos propietarios de unas piezas arqueológicas nos dijeron que tenían unas piezas que querían repatriar para ponerlas en función social”, relata Martínez en entrevista con El Faro. En su carta a la Fiscalía, que investiga el presunto tráfico ilegal de bienes arqueológicos, el ministro dijo algo parecido: “Esta secretaría de Estado tuvo conocimiento del deseo de la señora Íldiko de Tesak de repatriar bienes culturales a este país en noviembre de 2011”.
Entrada al museo de la Fundación Tesak, donde se exhiben 425 de las 800 piezas que forman la colección familiar.
Trece cajas de cartón que contenían las 287 piezas fueron entregadas al consulado de El Salvador en Los Ángeles para su envío al país. El destino final eran las oficinas de Bocadeli, S.A. de C.V., en San Salvador. El consulado recibió las piezas en depósito porque, según Martínez, se trataba de una acción de asistencia a compatriotas, una de las funciones del Ministerio. Por la misma razón, dice, hizo gestiones ante la Secretaría de Cultura con fines de importación.
Estos bienes no contaban, sin embargo, “con documentación que ampare su autenticidad o registro”, según se lee en el oficio que envió Hugo Martínez al entonces secretario de Cultura, Héctor Samour, el 13 de diciembre 2011. Que estas piezas no contaran con documentos que acreditaran su origen las hacía sujeto de decomiso, según el artículo tercero de la Convención Centroamericana para la restitución y el retorno de objetos arqueológicos, históricos y artísticos.
Según un oficio que Hugo Martínez envió a la Fiscalía el 27 de abril de 2012, Relaciones Exteriores había accedido a un pedido de Íldiko de Tesak de facilitar la repatriación de las piezas. El documento no detalla cómo se enteró el ministerio del interés de la viuda de Pablo Tesak en el envío hacia El Salvador, ni las condiciones bajo las cuales accedió a convertir el consulado en un depósito para el material arqueológico. Martínez sostiene —tampoco detalla razones— que una vez en el consulado ya no podía devolver las piezas a sus propietarios, y que si el Ministerio no hubiera accedido al traslado, seguramente la familia Tesak habría buscado otra forma de enviarlas a El Salvador.
En su entrevista con El Faro, el ministro expresó su confianza en los Tesak: “A mí me parece que hubo buena fe de parte de ellos al declararlas, y buena fe de parte de nosotros al ponerlas a disposición de las autoridades competentes”. Con ponerlas a disposición de las autoridades, Martínez se refiere a dar aviso a la Secretaría de Cultura del lote que habían recibido, para que procediera a inventariar y registrar las piezas, y posteriormenre autorizar su envío al país.
A finales de 2011 el entonces Secretario de Cultura, Héctor Samour, aprobó la solicitud de Cancillería y la remitió a la dirección de Patrimonio, cuya cabeza era entonces Ramón Rivas, para que se hiciera el inventario. Según la Convención Centroamericana, El Salvador y los otros estados parte se comprometen a “decomisar, en sus respectivos territorios, los bienes culturales que hayan sido sustraídos o exportados ilícitamente de cualquier país de la región”. Además, la Ley de Protección al Patrimonio establece que son los coleccionistas privados quienes deben entregar un inventario a la Secretaría de Cultura para que esta tome nota de los bienes. Pero en enero de 2012 Samour dejó Secultura.
Unos días después, el 9 de febrero de 2012, Magdalena Granadino asumió como nueva secretaria. El Canciller dice que recuerda haber abordado el tema con la funcionaria, para reiterarle el interés en el reconocimiento de las piezas. “No creo haber tenido una reunión únicamente para este caso. Pero sí envié notas y es probable que en el marco de otras reuniones se haya hablado del tema. Nosotros lo único que le pedimos a la Secultura es el inventario y registro de las piezas”, dice Martínez.
Sobre el origen de las piezas, Yacir Hernández, encargado del museo Tesak, dice que ellos recibieron la donación de la familia: “Pero no sabemos cómo llegaron a sus manos”.
Mediadores de peso
Al preguntarle por qué procedió al envío a El Salvador sin contar con documentos que probaran el origen de las piezas, el ministro aludió arazones de espacio: “Nosotros procedimos a la repatriación de las piezas porque la verdad es que nos estaba ocupando espacio (en el consulado en Los Ángeles) que necesitábamos para atender público”, dijo. Días atrás, por medio de correo electrónico, este periódico había adelantado a Martínez algunas interrogantes. Una de ellas era cómo justificaba que se hubiera utilizado recursos diplomáticos para la posible comisión de un delito. “Nunca he colaborado en cometer un delito, mucho menos en ese caso”, reclamó Martínez.
El Faro llamó por teléfono al excónsul Walter Durán, ahora destacado en la embajada de El Salvador en Ecuador, para preguntarle por qué despachó las 287 piezas si no estaban documentadas. El ministro consejero de la embajada, Carlos Brizuela, tomó el recado y respondió en nombre de Durán en una segunda llamada, para explicar que el funcionario no iba a hablar del caso: “Sobre eso debe responder el canciller Martínez”.
El Faro pidió a Relaciones Exteriores una copia del documento por medio del cual el Ministerio instruyó al consulado en Los Ángeles sobre el envío de las piezas a El Salvador, pero la respuesta fue que no existe tal documento. “La comunicación entre la cancillería salvadoreña y el consulado de nuestro país en Los Ángeles fue verbal”, respondió la institución por medio de su jefa de prensa, Marissel Ávalos.
“Nunca he colaborado en cometer un delito”, insiste el ministro, aunque admite que la ley exige, para la repatriación, la presentación del permiso del país de origen. “Cuando se trata de importación de piezas ahí sí debe de haber un permiso del país de donde son originarias. Pero aquí lo único que nosotros hemos hecho es ayudar a repatriar unas piezas para ponerlas en función social”, explica. El ministro admite que su oficina dio la orden para importar unas piezas sin tener documentación que amparara su autenticidad u origen.