“Google: ¿El fin de los museos?”

google.JPG ‘Google: ¿El fin de los museos?’. Por favor, ¡ahora es cuando hay futuro para los museos!

 El 28 de noviembre pasado revistas de varios países reprodujeron un artículo titulado “Google: ¿El fin de los museos?”. Escrito por Marc von Lüpke, de Deutsche Welle, aborda de modo sensacionalista y desconocedor “el fin de los museos”. El autor refiere a las actividades de digitalización y presentación de exposiciones históricas multimedia desarrolladas por el Instituto Cultural Google, fundado en 2010.

Fernando Almarza-Risquez, Editor

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 ‘Google: ¿El fin de los museos?’. Por favor, ¡ahora es cuando hay futuro para los museos!

google.JPGEl 28 de noviembre pasado revistas de varios países reprodujeron un artículo titulado “Google: ¿El fin de los museos?”. Escrito por Marc von Lüpke, de Deutsche Welle, aborda de modo sensacionalista y desconocedor “el fin de los museos”. El autor refiere a las actividades de digitalización y presentación de exposiciones históricas multimedia desarrolladas por el Instituto Cultural Google, fundado en 2010.

A eso se agrega la conocida Google Art, una rica acción que ha digitalizado al menos las más destacadas piezas de un creciente número de museos, incluidos algunos latinoamericanos. Es bien ganado el lugar que en la industria cultural y museística ha logrado Google pues, apunta el autor, “asesora a las exposiciones [históricas en formatos multimediales, que son] la base de este tipo de fenómeno cultural. El diseño de las exposiciones impresiona por su calidad, y tampoco los contenidos van a la zaga”.

Von Lüpke plantea la interrogante sobre “el fin de los museos” como provocación que responde a ciertos sensacionalismos y compulsiva novedad consumista, basadas en la supuesta obsolescencia de “lo viejo” por erradicar, sustituible por “lo nuevo”. Se dice que, por ejemplo, la lectura de libros en formato digital como las tablets está “revolucionando” la manera de leer; interpretación ingenua, pues el proceso mismo de lectura, de visualizar una escritura hecha en un alfabeto y sintaxis conocidos, y aun el pasar las hojas virtualmente, se mantiene incólume, como si se estuviese leyendo un libro impreso en papel.

En el caso de los museos y las visitas virtuales a sus patrimonios digitalizados, hay ventajas:

· la necesidad de desarrollar y preservar la denominada “cultura en red”,
· la disponibilidad y accesibilidad mayores que permite la digitalización de contenidos,
· su muestra aun cuando no estén expuestos en sus respectivos museos,
· los paseos virtuales a sitios museísticos lejanos,
· los avances en la calidad de resolución e integración de complementos multimediales,
· las posibilidades de textos multilingües, y
· el interés y motivación por los museos que despierte a los públicos del mundo.

Pero más allá de eso, hay elementos de reflexión museológica que son parte esencial del ejercicio y justificación museísticos. Apunta von Lüpke que “Según Google, sus exposiciones virtuales pueden sustituir las visitas a museos del mundo analógico [¡¡!!]: ‘la meta de Google es organizar las informaciones de todo el mundo y ponerlas a disposición de todos a cualquier hora'”.

Por favor, pongamos las cosas en su justa medida: Google es una excelente empresa de computación de avanzados servicios y novedades útiles a la humanidad, pero no es una empresa museística, ni parece estarse moviendo a partir de reflexiones museológicas actualizadas.

La acción museística, con sus consecuencias sociales y de sensibilidad y sentido, se edifica y mueve sobre otros parámetros adicionales. No se trata de criterios solamente tecnológicos, sino museológicos. Ya he afirmado en anteriores oportunidades que la digitalización de colecciones y museos virtualizados, y su disposición para su visita en sitios web, no pueden satisfacerse solo con que se les pueda acceder “a cualquier hora” desde donde sea. Con esa simple expectativa solo bastaría que el museo disponga unas imágenes y datos de ítems de sus colecciones, con referencias o “vocablos controlados” cerrados, imitantes de posibilidades de recorrido, interacción e interpretación, que no van más allá de hacer clic.

La interacción en el museo de hoy es clave. Las modalidades de interacción que ofrece la web 2.0 se amplían. El término interacción, utilizado solo linealmente y con expectativas que se satisfacen en lo simple, produce resultados limitados y simples; en cambio, utilizarlo considerando expectativas abiertas y de más ricas potencialidades, produce resultados fértiles y complejos.

La dinámica del museo no puede sustituirse con la tecnología digital, aun con sus enormes ventajas que redundan ricamente en esas mismas prácticas museísticas (visualizaciones en 360°, realidad aumentada, informaciones rápidas, etc.). La museística, y su reflexión museológica, implican procesos de creación y circulación colectiva, pública, de objetos culturales y científicos, tanto como pasos de recolección o colección, de musealización o patrimonialización y de puesta en valor de esos bienes, en el espacio del museo, sea del edificio en sí o del área musealizada. La facilidad de conformarse con la sola digitalización como algo efectista y “novedoso” deja de lado estos procesos referidos, sin los cuales el museo no se manifiesta en su completitud y alcances.

La digitalización es un importante recurso, pero no puede pretender suplantar a la visita ni al hecho y dimensión social del museo; esta dimensión social, la socialización activada en el espacio del museo, se manifiesta en el proceso de intercambio de experiencias que se generan o pueden generarse en diversas dinámicas. En la visita virtual al museo no se activan las acciones públicas, acciones que, más que de reflexión individual, son colectivas, las protagoniza y ejerce el público.

El museo y sus procesos nunca van a ser suplantados por la sola digitalización de sus colecciones. De modo que “el fin” o “el futuro” de los museos no se da simplemente por la sola presentación digitalizada (que suplanta sus colecciones originales), espacios e integraciones multimediales disponibles en sitios web, y menos porque cualquier enunciado sensacionalista se regodee en ello. El sensacionalismo está dirigido a impresionar a las mentes fácilmente impresionables.

 

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