San Agustín epicentro de una de las culturas más enigmáticas de América, será escenario del Foro Internacional sobre Restitución y Repatriación de Bienes Culturales. Allí, Colombia mostrará al mundo cómo ha recuperado 930 piezas arqueológicas en solo dos años, un acto de memoria y reparación histórica para sus pueblos originarios.
Entre el 1 y el 5 de septiembre, Colombia será escenario de un debate crucial sobre el patrimonio cultural y la memoria histórica. Bogotá y San Agustín (Huila), una de las zonas arqueológicas más importantes del país y patrimonio de la humanidad, recibirán el Foro Internacional sobre Restitución y Repatriación de Bienes Culturales, organizado por la Cancillería y la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional (APC Colombia).
El encuentro reunirá a expertos de diferentes latitudes para reflexionar sobre cómo los países del sur global enfrentan las heridas del colonialismo y buscan recuperar lo que les fue arrebatado: su memoria material y espiritual, representada en objetos arqueológicos, etnológicos y culturales que durante siglos salieron de sus territorios.
En este escenario, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) tendrá un papel protagónico. No solo por su rol técnico en la verificación, conservación y estudio de piezas repatriadas, sino porque su experiencia reciente lo ha convertido en un referente de cómo un país puede impulsar, con voluntad política, la recuperación de su patrimonio.
De hecho, durante el gobierno de Gustavo Petro, Colombia ha alcanzado una cifra sin precedentes: 930 piezas arqueológicas repatriadas entre 2023 y 2025. Se trata de cerámicas, figuras, utensilios y elementos rituales que salieron del país de manera ilícita, muchos de ellos a través de saqueos y tráfico ilegal. Hoy regresan como testimonios de las culturas que poblaron este territorio antes de la llegada de los europeos.
Con ocasión del foro y de este balance, conversamos con Alhena Caicedo Fernández, directora del ICANH, quien explica cómo ha sido el proceso de repatriación, qué significa hablar de “rematriación” y por qué la devolución de los objetos a las comunidades originarias es, en muchos sentidos, un acto de reparación histórica.
De 2023 a lo que va de 2025, se han repatriado 930 piezas arqueológicas. ¿Cuál ha sido el proceso para que hayan regresado al país este número de objetos?
El proceso ha sido posible gracias al trabajo articulado de varias instituciones: la Presidencia de la República, el ICANH, la Cancillería, el Ministerio de las Culturas y la Fiscalía. Desde el ICANH realizamos el peritaje de los objetos, lo cual nos permite establecer su estado de conservación, la región arqueológica a la que pudieron pertenecer y, sobre todo, verificar si forman parte del patrimonio arqueológico de la Nación.
La otra cara del proceso es la labor diplomática con los países donde se encuentran las piezas. Una vez llegan a Colombia, el ICANH las recibe, las verifica y resguarda. Posteriormente, las investigamos y las preparamos para que hagan parte de procesos de divulgación y conocimiento.
Vale resaltar el compromiso del presidente Gustavo Petro, quien en varias ocasiones dispuso el avión presidencial y el buque ARC Gloria para traer estas piezas. Esto, además de un gesto simbólico muy potente, significó una reducción importante en los costos logísticos del traslado.
¿Cuáles han sido las principales causas para que los bienes arqueológicos hayan salido de Colombia?
Las razones son históricas y se remontan al siglo XVI. Desde los primeros años de la colonización comenzaron los saqueos y la extracción de piezas arqueológicas. Posteriormente, durante la colonia y la república, esa práctica continuó y se convirtió en una forma de comercio ilícito.
Durante décadas, la legislación nacional fue insuficiente para enfrentar el saqueo y el tráfico ilegal. Hoy tenemos un marco normativo más sólido, pero la clave está en la articulación de diferentes actores: Fiscalía, Policía, aduanas y, algo que nunca debe olvidarse, la ciudadanía. Sin comunidades comprometidas con el cuidado del patrimonio, ningún esfuerzo es sostenible.
El objetivo del gobierno es romper la inercia de los procesos de repatriación y combatir esas prácticas ilegales que han despojado al país de su historia.
Uno de los ejes del foro internacional será el tráfico ilícito de bienes culturales, un fenómeno que la Unesco identifica como una de las actividades criminales más lucrativas. ¿Qué estrategias desarrolla el ICANH para prevenirlo y cómo puede Colombia incidir en el escenario internacional?
El tráfico ilícito refleja desigualdades globales y opera con redes muy complejas. Desde el ICANH, una estrategia clave ha sido la creación de inventarios digitales, como el catálogo de Cerarco, que permite fortalecer la trazabilidad de los objetos.
También capacitamos a comunidades en zonas arqueológicas para que sean veedoras del patrimonio. En lugares como San Agustín, las comunidades locales cumplen un rol esencial en la protección de los bienes, porque son las primeras en detectar movimientos sospechosos.
En el plano internacional, Colombia ha demostrado que la combinación de voluntad política y conocimiento técnico puede abrir caminos. El uso del avión presidencial o del buque ARC Gloria para traer las piezas es un ejemplo de creatividad operativa frente a un sistema internacional que muchas veces favorece a los países del norte global en detrimento de los del sur.
¿Por qué el Estado insiste tanto en que estos bienes regresen al país?
Porque cada objeto es un fragmento de nuestra memoria. Insistir en la repatriación es reivindicar el pasado de los pueblos originarios y reconectar a la sociedad con su patrimonio.
El saqueo no solo arrebató piezas materiales, también fragmentó nuestra historia. Cuando un objeto arqueológico es sacado de su contexto, perdemos información invaluable sobre quiénes fuimos.

Además, muchas de las piezas repatriadas y etnológicas siguen siendo parte de la cosmovisión de comunidades indígenas. Para ellas, estos objetos son sagrados. Por eso hemos realizado sesiones de trabajo con pueblos originarios, donde los saberes ancestrales dialogan con la investigación arqueológica.
En mayo de 2025, el ICANH entregó en tenencia al pueblo Kogui nueve objetos. ¿Cómo se logró este hecho?
Fue el resultado de un proceso de confianza. Realizamos varias sesiones de trabajo con el pueblo Kogui, compartiendo lo que sabíamos desde la arqueología y escuchando su saber ancestral.
Ese intercambio permitió ampliar la información sobre las piezas y, lo más importante, acordar un protocolo conjunto de conservación. Fue un hecho sin precedentes: por primera vez se reconoce que la preservación del patrimonio no es solo una tarea del Estado, sino también de las comunidades que lo consideran parte viva de su territorio.
Usted ha utilizado el concepto de “rematriación”. ¿En qué se diferencia de la repatriación?
La repatriación es el regreso diplomático de las piezas a Colombia para ser custodiadas, estudiadas y divulgadas. La rematriación es otra cosa: es devolver los objetos directamente a las comunidades indígenas, que los entienden como sagrados y esenciales para reparar su territorio y sus vínculos espirituales.
La palabra rematriación proviene de esa idea de retornar a la Madre Tierra. Es permitir que los objetos vuelvan a sus raíces vivas, a su contexto espiritual y cultural, como parte de un proceso de reparación histórica.

¿Cuáles son los principales retos a futuro en materia de repatriación y rematriación?
El primer gran reto es investigativo. Muchos objetos llegaron al exterior por saqueo, lo que significa que desconocemos su contexto original: dónde fueron hallados, en qué condiciones, qué función cumplían. Eso genera vacíos enormes en el conocimiento de nuestro pasado.
Sin embargo, cada pieza es única e irrepetible. Aunque carezcamos de algunos datos, siguen siendo testimonios insustituibles para reconstruir la historia.
El segundo reto es mantener un diálogo sostenido con las comunidades indígenas para seguir avanzando en la rematriación. Lo ocurrido con el pueblo Kogui en mayo de 2025 es un precedente. Pero para consolidar este camino necesitamos protocolos conjuntos que garanticen la conservación de los objetos y, al mismo tiempo, respeten su dimensión espiritual.
Más allá de la devolución: la reconstrucción de la memoria
El trabajo del ICANH y de las instituciones involucradas en la repatriación no se limita al retorno físico de los objetos. Cada pieza recuperada se convierte en una oportunidad para reconstruir narrativas históricas y resignificar la relación de la ciudadanía con su pasado.
De ahí la importancia del Foro Internacional que se desarrollará en Bogotá y San Agustín. No es solo un evento académico, sino un espacio para discutir cómo los países del sur global pueden posicionarse frente a marcos legales internacionales que han tendido a legitimar la posesión de bienes arqueológicos por parte de museos y colecciones en el norte global.
La directora del ICANH lo resume de manera clara: “El patrimonio arqueológico colombiano es un recurso social no renovable. Cada pieza que regresa es un triunfo de la memoria y un paso hacia la reparación histórica”.