La élite de los mexicas o aztecas practicó la antropofagia en ciertos rituales de carácter religioso con el propósito de alcanzar una especie de comunión con la divinidad…
La élite de los mexicas, esto es, los gobernantes, sacerdotes y algunos guerreros de ciertos rangos, practicaron la antropofagia o canibalismo no como parte de su dieta sino en rituales de carácter religioso, según las recientes investigaciones del arqueólogo Gabino López Arenas, que ha examinado cráneos, tibias, peronés, húmeros y mandíbulas que fueron depositados como ofrendas en el Templo Mayor y en otros recintos aledaños. El Templo Mayor fue el centro espiritual de los mexicas o aztecas, situado en el centro de Tenochtitlán, su gran capital, la antecesora de la actual Ciudad de México. Los fragmentos de huesos humanos, que presentan marcas de corte y exposición prolongada al fuego, han permitido corroborar el carácter antropófago del pueblo mexica durante el período posclásico, del año 900 al 1521 d.C., según explica el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México en un comunicado.
López Arenas afirma que las víctimas fueron inmoladas y descarnadas inmediatamente después, a juzgar por la gran cantidad de partes óseas que presentan cortes o alteraciones que fueron realizados en hueso fresco, además de huellas que demuestran que los huesos estuvieron directamente expuestos al fuego. Estas prácticas tan macabras tenían como propósito absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados. Para los mexicas, las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban y, al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad.
El investigador cita en su tesis (Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlán: una interpretación de su simbolismo) a Francisco Cervantes de Salazar, un escritor toledano del siglo XVI, quien al referirse al ritual de la antropofagia detalló que las piernas y los brazos eran las partes más apreciadas y las que se consumían con mayor frecuencia, mientras que las manos y los pies se destinaban exclusivamente al gran sacerdote y al gobernante, al ser las más apetitosas. En cuanto a la sangre, ésta nunca se consumía, ya que era alimento exclusivo de los dioses, asegura López Arenas. En cambio, y según escribió el historiador sevillano Diego Durán, los guerreros podían comer carne humana en ciertas ceremonias: En determinados festejos podían vestir de algodón y traer zapatos en palacio, comer carne masculina y beber vino. Además, podían recibir parte del tributo entregado por los pueblos conquistados.
López Arenas explica que estos rituales se realizaban en fechas determinadas, por ejemplo en las fiestas del atlcahualo, el primer mes del año en el calendario mexica, durante las cuales sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia y, una vez muertos, los cocían y se los comían. Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual (muerte violenta), y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos, apostilla el investigador.