El registrador: Una extraña raza de animal en peligro rara vez vista
Este artículo de la colega alemana Angela Kipp viene a ser un compendio del carácter, las circunstancias, la filosofía y los principios éticos de trabajo del registrador de museo. Es verdad: somos unos solitarios en nuestros propios museos. Sin embargo, vamos formando grupos con nuestros colegas… de otras instituciones museísticas… encontrando asociaciones y comités profesionales, y espacios como el que nos brinda nuestra sección Conversemos sobre… en este website de la Fundación ILAM. Es un gusto contar con este nuevo texto, del mismo modo que lo será recibir los comentarios de nuestros colegas y lectores, deseando les sea de utilidad y buena referencia.
Fernando Almarza Rísquez, Editor
El registrador: Una extraña raza de animal en peligro rara vez vista*
Recientemente leí un email de Alana Cole-Faber, Registradora del Hawaiian Mission Houses de Honolulú, Hawaii, EEUU. El contexto no importa aquí, pero sus palabras fueron:
“…quienes estamos, literalmente, aislados. Como si estuviéramos en islas, en medio de océanos, donde los Registradores son una extraña raza de animal en peligro rara vez vista”.
Estuve pensando una y otra vez acerca de esas palabras. Alana trabaja en una isla, y sus palabras resultan especialmente ciertas para su situación, pero encuentro en ellas una brillante descripción de nuestros trabajos como registradores, gerentes de colecciones o curadores de colecciones en general.
Algunas veces, cuando voy por los pasillos de nuestros almacenes externos, buscando un artefacto que debe salir en préstamo y que está señalado en la base de datos como “ubicación desconocida”, me parece escuchar muy de cerca la voz de Sir David Attenborough: “El registrador se cuela a través de la jungla de objetos en busca de su presa. Un poco más adelante, un artefacto se halla junto con otros, sin sospechar nada. La registradora se acerca. Ella mira, chequea el registro y con un arrebato preciso y decidido agarra el artefacto”.
Un vistazo a las cifras
Pero, bromas aparte, ¿no es realmente el registrador un animal rara vez visto? La mayor parte de nuestro trabajo es hecha tras bastidores. Tanto es así, que estamos fuera de la vista y a veces fuera de la conciencia de nuestros colegas. Recientemente desarrollé una encuesta no representativa a través de LinkedIn: “Asociación de Registradores y Especialistas de Colecciones, Gerentes de Colecciones y Preservación y Cuidado de Colecciones. Fechas de recolección de datos; desde el 27 de enero hasta el 23 de febrero de 2013”, para determinados grupos relacionados con nuestro campo profesional, para ver si la configuración de mi experiencia personal de trabajo era correcta. La pregunta era: “¿Cómo registrador, ¿cuál es la organización normal de su trabajo (más del 50% de su tiempo de trabajo promedio)? Miren lo que obtuve:
Afortunadamente los lobos solitarios, que tienen que rastrear sus territorios y sin nadie a su alcance, no son la mayoría. Pero, para ilustrar la idea, los registradores no forman grupos. El trabajo del registrador tiene que ser hecho solitariamente en un 71%.El ermitaño en el área de almacenamiento
¿Qué se siente al trabajar solo? Me gustaría citar un comentario hecho en referencia al estudio publicado en el Grupo de www.Linkedin.com de la Asociación de Registradores y Especialistas de Colecciones, de Antony Aristovoulou, que arroja luz sobre esto: “Yo raramente recibía inspecciones o señales de interés de parte de quienes me supervisaban, y eso devino en un trabajo muy solitario. Los artefactos se convirtieron en mis amigos”.
Nadie podrá negar lo grandioso que resulta estar de vez en cuando solo en el área de almacenamiento. Trabajar en solitario como registrador tiene una gran libertad, que poca gente puede permitirse hoy día. Dependiendo de la arquitectura y la infraestructura del almacén, esto incluso puede significar estar sin internet y sin señal para el teléfono móvil. Separado del resto del mundo, en una isla solitaria.
¿Cuáles son las consecuencias de esto? Bueno, hay ciertos peligros. Primeramente, el peligro físico. Tiene que haber un claro concepto de seguridad para quien trabaja solo. Generalmente, el que se ve en la necesidad de trabajar solo debería siempre tener la posibilidad de pedir ayuda y asistencia. Esto debe ser claramente tenido en cuenta, en el caso de que el / la registrador(a) se encuentre en una situación en la que no pueda hacer una llamada telefónica de auxilio. Maneras posibles: llamadas telefónicas de rutina para chequear que todo ande bien. Él / ella deberá portar siempre consigo un teléfono móvil (cuando haya recepción de señal). Un procedimiento de chequeo que asegure que él / ella no quede encerrado(a) en el área de almacenamiento. Rondas de inspección adicionales por parte del guardia de seguridad. Todo esto debe organizarse antes de que alguno comience su jornada de trabajo en solitario.
Pero existen otros peligros menos obvios al trabajar en solitario. Son altas las posibilidades de que nadie se percate de que alguien está solo en el área de almacenamiento a la hora de salir a almorzar. Mucha de la información importante en las instituciones frecuentemente se transmite durante el receso para el café. La gente que no recibe intercambios de información con sus colegas, o que no tiene la posibilidad de ello, tiende a ser solitaria. La misión del / de la registrador(a) es evitar quedar asilado, y formar parte de la comunidad de su museo. Pero asimismo es misión de sus colegas no olvidarse de quienes trabajan en el área de almacenamiento. Por último, y no menos importante, es la labor de quienes son responsables de la organización del flujo de trabajo en el museo, de modo que creen las posibilidades de intercambio e interacción entre los miembros de sus equipos. Esta podría ser la única manera de que el registrador deje de ser el “extraño animal del almacén”, y se afiance como colega. Okey, esto lo convierte en “el colega del trabajo extraño”; o mejor aun: en el colega.
El que echa a perder la diversión
Las cifras muestran por qué muchos registradores se sienten aislados, incluso cuando forman parte de un equipo. Esto tiene mucho que ver con el trabajo que el registrador debe ejercer. Él / ella tiene que velar por el bienestar de los objetos de la colección. Eso incluye decir frecuentemente “no” cuando se trata de préstamos o eventos dentro del propio museo. Si el jefe de la institución quiere hacer una gran fiesta en las salas, el registrador tiene que defender su posición y exigir que no se incluyan comidas ni bebidas. Si el equipo de mercadeo desea traer grupos de colegiales para que vean un autobús escolar antiguo, el registrador muy probablemente tendrá que decir que eso no es posible. Si una institución amiga quiere solicitar en préstamo una bandera y planea izarla en la entrada de la exposición sin protección alguna, él / ella solo puede menear su cabeza hacia ambos lados. Él / ella actúa como abogado de los objetos, quienes no pueden hablar por sí mismos. En el papel, todos los miembros del personal son registradores, aunque el registrador no es la cabeza de la institución; con frecuencia, él / ella ni siquiera es el / la jefe del departamento. Esto significa que aunque la responsabilidad yace en su escritorio, la decisión que él / ella tome puede no ser la definitiva. Esto contribuye a elevar el sentido de aislamiento.
Para los miembros del equipo, resulta a la inversa. Los curadores tienen grandes ideas para las exposiciones por venir. Los diseñadores las tienen acerca de cómo mostrar los objetos. La gente de mercadeo piensa intensamente en cómo atraer visitantes. Y entonces llega el registrador y dice “no” a esas ideas. Claro, para ellos es evidente que los registradores son animales extraños. ¡Ellos son quienes echan a perder la diversión! Pero la triste verdad dice: ese es su trabajo. Si el registrador tiene suerte, también puede haber conservadores dentro del equipo que respaldan su opinión. De otro modo, solo pueden limitarse a señalar las políticas y estándares (lo cual es más bien fastidioso para el resto del equipo) o presentar casos en los que se cometieron errores porque nadie escuchó al registrador (lo cual es más entretenido, pero no necesariamente más convincente). Al final, el registrador no puede hacer más que dar su opinión y documentar todo el proceso de toma de decisiones para salvaguardar su terreno.
¿Una especie en peligro?
Entonces, ¿es el Registrador una especie en peligro? Bueno, el registrador puede que no esté más en peligro que lo que está cualquier otro profesional del museo hoy día. Cuando el dinero aprieta, las instituciones culturales son las primeras en ser miradas con el ceño fruncido de las autoridades. Pero por lo que he podido ver, eso no está limitado a la gerencia de las colecciones. Los políticos tienden a preguntar si tal o cual museo puede funcionar con poca gente, o si ésta es absolutamente necesaria. De hecho, varias instituciones fuera de los EEUU acaban de darse cuenta recientemente de que los registradores son convenientes, y crearon más empleos en esa área. Pero eso es apenas una parte de la historia.
Otro aspecto radica en si la calidad de nuestro trabajo está realmente en peligro. Cuando el dinero aprieta, resultan difíciles las decisiones sobre las áreas donde éste ha de invertirse. Y frecuentemente, la rueda que chirría obtiene su grasa. Los registradores, que están entrenados para actuar de la manera más discreta posible en su ramo, a menudo son los menos escuchados en sus solicitudes de materiales de archivo y recursos humanos. Pero, de nuevo, eso es solo una parte de la historia.
En muchos museos pequeños el dinero es tan escaso que la decisión a tomar no es entre adquirir cajas de archivo para las colecciones o publicidad en el periódico, sino entre decidir si reparar el techo o hacer una exposición. En casos como estos, los recursos humanos son el gran tema a discutir. Cuando realicé la consulta en el “Calling all museum staff responsible for collection management and registration! What are the main issues in your job?“ [“¡Llamado al personal de museos responsable del control de las colecciones y el registro! ¿Cuál es el aspecto más importante en sus trabajos?”], en el Grupo “Collection Management” de Linkedin, un abrumador 50% respondió “Asuntos del personal”, por delante de “Fondos para climatización, seguridad, etc.” (16%), “Fondos para materiales de embalaje, bastidores, etc.” (12%), “Donaciones” (10%) y “Préstamos” (9%). El hilo de la discusión resultó interesante, destacándose lo referido al manejo de las colecciones. Puede verse esto en http://www.linkedin.com/groupItem?view=&gid=3280471&type=member&item=175582165&qid=4a59729e-7bf2-4bb6-8b6b-e2883014a660&trk=group_search_item_list-0-b-ttl]
En esto, el puesto puede denominarse “registrador”, pero abarca mucho más. Él / ella bien puede ser también guía de visitantes, gerente de reclamos, asistente de la tienda, cajero y curador, todo en una misma persona. Esto significa frecuentemente que esa persona no puede invertir tanto tiempo como sería necesario en el manejo y control de las colecciones.
Otros museos deciden que no pueden permitirse un Registrador dentro de su personal estable. Ellos contratan registradores independientes cuando los necesitan con urgencia. Esta es una buena idea cuando se trata de planificar nuevas áreas de almacenaje, recibir asesorías acerca de cómo el registro debe organizarse, tener objetos en exposiciones temporales en manos seguras. Recomiendo encarecidamente tener a un Registrador en el equipo de exposiciones cuando se lleva a cabo una que incluye una cierta cantidad de objetos. Véase mi artículo “5 sugerencias para tratar con registradores” [publicado también en esta misma sección, en diciembre pasado], en http://world.museumsprojekte.de/?p=24, o de hacer un inventario a una determinada colección. Sin embargo, si una institución posee una colección que sobrepasa una cierta cantidad de objetos (no es fácil dibujar una clara línea aquí, eso depende tanto del ámbito de la colección como de cuánto de ésta es “utilizado” por la institución), el manejo de las colecciones deviene en un trabajo de tiempo completo. La idea de dejar que un registrador haga un inventario de la colección, y luego tener a “alguien que vaya haciendo sus funciones regulares” o que “todo el personal cuide de la colección” realmente no funciona.
Un Registrador es más que una base de datos humana. Si ud. tiene todos los objetos de la colección rigurosamente vaciados en su base de datos (¡nombre un museo que los tenga!), eso no significa que siempre estará así. Mantener el seguimiento de los objetos implica un permanente esfuerzo. Y tener todo correctamente en la base de datos también lo es. Usted puede tener a todos los miembros de su personal bajo el juramento de que siempre documentarán en la base de datos cada movimiento de los objetos; aún así, ¡ud. tendrá a la Bendita Entropía desordenando todo en el área de almacenamiento! Un buen registrador siempre tendrá un ojo sobre eso. Pero es más que eso. Tal como en toda biblioteca, algunos objetos se “pierden” por haber sido colocados en el lugar de almacenaje equivocado. Un / una registrador(a) que esté familiarizado(a) con su colección tendrá siempre una idea de dónde buscarlo –basándose en su experiencia y en su conocimiento de quién manipuló ese objeto la última vez. No olviden que usualmente no contratan solamente a un registrador –¡uds. contratan a un cerebro de elefante! En última instancia, incluso un registrador que haya estado a cargo de una colección durante largo tiempo puede de algún modo fusionarse con su colección y su almacén. Él / ella desarrolla algo como un sexto sentido para aquello que está errado: un inusual incremento de la humedad antes de que alguien chequeara el higrómetro, un objeto que luce distinto a como solía hacerlo, esa voz que le dice al registrador que se dé una vuelta por los almacenes externos luego de que alguien haya salido de allí… Es algo que se desarrolla con el tiempo. Eso no se puede obtener con contratos de pocos meses o de un año.
Conclusión
Como hemos visto, el Registrador es de hecho un animal raramente visto. Se requiere de un esfuerzo conjunto para no dejar que se convierta en un animal en peligro de extinción:
- Como individuo: todo aquél que trabaja en un museo debe cuidar de que el registrador esté seguro mientras se encuentre trabajando en solitario, y que no quede aislado del resto de la comunidad del museo.
- Como profesional: todos los colegas necesitan entender cuál es el trabajo del registrador. No se trata de que él / ella quiera arruinar la diversión, su trabajo es proteger los objetos para que otros también los puedan disfrutar en el futuro.
- Como museo: las autoridades deberían pensar en profundidad acerca del valor del manejo profesional de las colecciones. Es sabido desde antaño que la conservación preventiva y almacenamiento profesional ahorran costos a largo plazo.
- Como sociedad: los políticos, las comunidades y los contribuyentes en general deberían pensar acerca del valor de los museos y sus colecciones. Todos sabemos que un ser humano que pierde su historia se pierde a sí mismo. Ocurre lo mismo con la sociedad que pierde su historia. Preservar nuestro patrimonio no es solo un asunto de costos, es un alto valor para la sociedad.
Es solo mi granito de arena en este asunto. Ahora, tengo que irme, necesito rastrear mi territorio, creo que vi algunos objetos sin documentar más abajo en el pasillo…
Angela Kipp
*Publicado originalmente en el blog Registrador Trek La Nueva Generación, el 6-3-2013
Traducción al español desde el inglés: Fernando Almarza Rísquez