El incendio que destruyó una galería en el centro de Santiago y consumió un mural del reconocido artista chileno evidenció la fragilidad de nuestro arte ante eventos catastróficos. Académicas y expertos UC analizan cómo repensar esta temática desde la planificación urbana y fortalecer el vínculo comunitario para proteger estos espacios.
Cuando pensamos en desastres naturales, quizás se nos viene a la mente la destrucción de grandes espacios de viviendas, oficinas o incluso, espacios de cultura, como han sido los recientes incendios en edificios antiguos de Santiago. Sin embargo, el patrimonio y el arte no es lo primero que recordamos, ni tampoco que queda en resguardo ante estos eventos.
Para Macarena Ibarra, académica del Instituto de Estudios Urbanos UC y directora del Núcleo Milenio Patrimonios (NUPATS), si bien existe legalmente un resguardo del patrimonio en estos eventos con la ley de Monumentos Nacionales, N.º 17.288, estos edificios, cuadros, esculturas y otras obras de arte, no pueden depender exclusivamente de esto, ya que no incluye su gestión. “Hoy, el verdadero desafío es resignificar estos espacios y activar su uso. Un bien patrimonial sin uso social está más expuesto a la vulnerabilidad”, afirma.
Esto resuena especialmente con el reciente incendio que afectó la galería del centro de Santiago que albergaba el excine Mayo, y que no sólo destruyó su infraestructura, sino que también se llevó consigo la obra “Terremoto” de Nemesio Antúnez, pintada en 1958 y declarada Monumento Histórico desde 2011. No obstante, a pesar de este estatus, el mural estuvo cubierto por más de 30 años por afiches de películas XXX y nunca logró ser restaurado tras el cierre de las salas de cine en 2019. Actualmente, solamente compartía espacio con una bodega clandestina de productos que se vendían en las tiendas al exterior del edificio.
Según Sebastián Riffo, artista e investigador de CIGIDEN, “los inmuebles declarados Monumento Histórico deben ser conservados por sus propietarios, quienes no pueden modificarlos ni destruirlos sin autorización del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). Esta institución incluso puede solicitar su expropiación si se considera necesario para su preservación. Además, los planes reguladores pueden definir zonas de conservación histórica, y existen instrumentos de financiamiento público y privado –como el FNDR, FONDART o la Ley de Donaciones Culturales– que buscan fomentar la puesta en valor del patrimonio”.
No obstante, estas herramientas no se activan automáticamente. “Requieren de una voluntad activa por parte de quienes promueven el resguardo, y dependen en gran medida de la capacidad de generar alianzas, sensibilización pública y presión social o política frente a las amenazas que enfrentan estos bienes”, aclara.
Compromiso transversal
Este es un punto que replica Lake Sagaris, doctora en planificación urbana e investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS). Según la experta, hubo un momento en que el patrimonio era básicamente las mansiones, las iglesias, las catedrales, y eran vistos como una propiedad muy puntual. “Pero no pueden tratarse como piezas aisladas. Son anclas de zonas completas, expresiones de sistemas de vida. Deben protegerse junto con su entorno inmediato, incorporando escalas de transición y movilidad sostenible”, señala.
Además del resguardo material, la protección del patrimonio implica un compromiso cotidiano y comunitario. “Muchos espacios han sido preservados no por el Estado, sino por vecinos que los cuidan, los resignifican y los activan”, agrega Ibarra.
El resguardo del patrimonio y el fomento de las artes también trae beneficios a la ciudad, según Riffo, “como la revitalización de los barrios, además, permite fortalecer la identidad local, promover el orgullo comunitario y favorecer la cohesión social. Ejemplos como Artistas Yungay en Santiago Centro, el Museo a Cielo Abierto en San Miguel o las intervenciones de mosaicos en el Metro de Puente Alto muestran cómo estas iniciativas pueden activar el sentido de pertenencia y generar vínculos significativos entre comunidad, arte y espacio público”.
Por su parte, Sagaris señala que “pensar el patrimonio y el arte no como añadidos decorativos, sino como parte estructural del diseño de nuestras ciudades, es una tarea pendiente, pero fundamental para construir entornos más justos, inclusivos y con memoria”.
Y lamentablemente, un incendio como el del mural “Terremoto”, nos recuerda la importancia de cuidar estos espacios patrimoniales “como la zona León 13 en Bellavista, William Noon ahí en Manuel Montt con Eliodoro Yáñez y tantas otras que son igual o más importantes para la memoria urbana de Santiago y Chile”, comenta para cerrar Sagaris.
“Pensar el patrimonio y el arte no como añadidos decorativos, sino como parte estructural del diseño de nuestras ciudades, es una tarea pendiente, pero fundamental para construir entornos más justos, inclusivos y con memoria” – Lake Sagaris, investigadora de CEDEUS.