Huellas en Anzaldo: una historia por descubrir
Los cerros son de colores, el paisaje es una obra de arte, son tierras poco exploradas, pero con mucha historia para contar. Un deslizamiento de tierra dejó al descubierto un sueño para Anzaldo, huellas de dinosaurio. Paso a paso buscan convertir este potencial en una realidad turística y económica.
“Son tierras vírgenes”, comentan algunas personas del lugar, y es que son los jóvenes que estudian turismo los que están descubriendo la historia precolombina que ocultan los cerros. Acompáñeme en los siguientes párrafos para conocer lo que aún es desconocido para muchos.
El camino
Esta historia comienza a las 6:30, cuando un equipo de Los Tiempos se trasladó hasta Anzaldo junto a profesionales expertos en paleontología. La Alcaldía decidió hacer todos los esfuerzos necesarios para que el sueño de vivir del turismo se haga realidad. La primera tarea es hacer un reconocimiento del lugar.
Anzaldo es un municipio del valle bajo de Cochabamba, se encuentra a 65 kilómetros de la ciudad y se llega en una hora y media aproximadamente. Sin embargo, éste es sólo el punto de partida. Aún se debe recorrer al menos una hora más en vehículo hasta el Distrito 4, donde comienza el tramo a pie.
El alcalde del municipio, Emilio Pérez, encabeza esta comitiva, acompañado por concejales, el control social y miembros de las comunidades que son parte de este distrito. La gente del lugar camina con habilidad entre los espinos y las piedras. Suben por los cerros, incluso con niños a cuestas, con total normalidad. Para quienes esto no es costumbre, sí existe dificultad.
Hay varios senderos para llegar hasta las huellas de dinosaurio, cada uno con su propia dificultad. El que esta vez se eligió es por las orillas del río San José. Tiene poca agua, pues es época seca, pero las rocas en el camino son pruebas de la fuerza con la que llega el agua en temporada de lluvia.
En el trayecto, las personas van explicando algunos detalles. “En esos huecos —dicen señalando las rocas del cerro— hay nidos de loros. Y más abajo de este río es donde se encuentra la paraba frente roja, que está en peligro de extinción”, comentan.
Metros más lejos, la gente señala otro hueco en las rocas, éste es más grande y comentan: “Ahí mete sus presas el puma y se las come. Nosotros le llamamos león”, mencionan.
Las rocas son de todo color, hay algunas naranjas, otras más rojizas, algunas grises y, en el fondo, un cerro de color rojo se levanta imponente. El río está justo en medio de un cañadón. Algunas de las piedras tienen más de dos metros de altura.
Luego de dos horas de caminata, se llega a uno de los puntos más complicados del camino. El río ya no permite seguir el paso por sus orillas, pues el agua está de canto a canto y es necesario escalar las rocas. La gente del lugar lo hace con mucha habilidad y no dudan en prestar su ayuda a quienes tienen mayor dificultad. Es necesario hacer estos caminos con guías, pues es muy fácil perderse.
Luego de tres horas de caminata por las orillas del río, es tiempo de cambiar el sendero y se sube por un cerro. La expectativa crece, al igual que el cansancio. Por ello, es importante llevar pocas cosas, sólo lo necesario para caminar y no ir demasiado cargado.
El trayecto por el cerro tiene otra dificultad que son las plantas con espinos. Hay una gran diversidad de ellas y cada una con diferente tipo de riesgo. Los matorrales son espesos y jalan la ropa, gorra, mochila y todo lo que se trae.
Cuanto más cerca del objetivo, se aprecia otro cerro que parece tener anillos rojos entre sus árboles y plantas. Se encuentra frente a otro río, el Caine, y ya se trata del municipio de Toro Toro que pertenece al norte de Potosí.
Luego de 45 minutos, se vislumbra una parte desnuda del cerro y en medio, como si se tratase de una muestra, se observan las huellas de dinosaurio. Gregorio Rojas, un joven del lugar y estudiante de sociología que busca apoyar en el proyecto de turismo, cuenta que se trata de un deslizamiento que ocurrió hace unos cuatro años, y nadie sabía de esas huellas antes de eso.
“Algunas personas traen a sus vacas a pastar y nos avisaron. Entonces nosotros comenzamos a explorar y verificamos que de verdad son huellas de dinosaurio y avisamos a las autoridades. Esto es muy importante y tenemos que cuidar y potenciar para que los turistas vengan”, cuenta.
Las huellas
Cuatro horas de caminata después, finalmente se vuelve al río y sólo queda delante el cerro con las huellas. Son más de 100 metros por subir hasta el punto, pero son perfectamente visibles desde las faldas. La hilera más visible va en diagonal por el espacio desnudo del cerro.
El paleontólogo Germán Rocha subió hasta el lugar para hacer una primera verificación de las mismas. Explica que es necesario hacer un estudio para tener detalles más precisos, por lo que brinda algunas apreciaciones preliminares, pero no concluyentes.
Debido a que recientemente quedaron al descubierto, “las huellas están bien conservadas. Se observa que son de cinco individuos diferentes. Se trataría de dinosaurio terópodos, es decir, carnívoros. Se presume que es una pareja que parecería que están nadando y otras huellas posteriores más pequeñas. Eran dinosaurios muy familiares, entonces es probable que se trate de una familia”, explicó el especialista.
Se estima que las huellas tienen una data aproximada de 67 a 80 millones de años. Se presume que pertenecen a la misma formación que las huellas de Toro Toro. Rocha da por hecho que hay más huellas debajo de la tierra y las plantas en el mismo cerro, pues no se ve el inicio o final de las pisadas, sino parte del recorrido.
La pregunta a continuación es ¿cómo es posible decir que estaban nadando las criaturas? La respuesta es sencilla. Hace 80 millones de años, Latinoamérica era plana, “las cordilleras apenas tienen unos 10 a 12 millones de años de formación”, cuenta Rocha. Y en aquel entonces, un mar poco profundo atravesaba esos territorios.
“Las huellas se forman porque hay una capa bajo el agua que es relativamente espesa y es donde los dinosaurios pisaban para tomar impulso y quedaba una marca del recorrido. Por eso, se presume que estaban nadando. Las huellas de nado son muy raras y hay en pocos países del mundo. Se tendría que investigar para verificar que realmente correspondan a esta acción”, precisó Rocha.
Las huellas más pequeñas tienen un diámetro aproximado de unos 30 centímetros. Son profundas y muestran una clara marca de los dedos y el talón.
Luego, un cataclismo transformó el terreno en asombrosas montañas y paisajes donde luego habitaron los incas.
En Bolivia, hay huellas de dinosaurio en Potosí, Chuquisaca, Tarija y Cochabamba. Su prueba de un pasado, más allá de la conciencia humana, invitan a mucha gente a sentirse atraída por estas marcas en la tierra. Marcas que nos demuestran los grandes cambios que ocurrieron en el planeta.
Potenciar el turismo
Una vez hecho el pleno reconocimiento del lugar, el municipio ahora comienza el sueño de convertirlo en un lugar turístico. El alcalde Emiliano Pérez explicó que este proyecto está dentro de sus prioridades y tiene destinados 3 millones de bolivianos, pero está consciente de que se necesita mucho más.
“Queremos potenciar el turismo, porque sabemos que trae movimiento económico. Tenemos un grupo de jóvenes que están estudiando turismo en Toro Toro y ellos son los que están explorando toda la zona”, señaló Pérez.
Por ello, la primera tarea es declarar el descubrimiento como patrimonio del municipio. Esto va a demorar aproximadamente un mes, según indicaron los concejales que acompañaron la expedición. Luego, se solicitará la declaratoria a nivel departamental para lo que ya cuentan con apoyo del asambleísta Rodrigo Valdivia, quien motivó este recorrido.
Con este respaldo jurídico, tienen dos tareas inmediatas: primero, la construcción de un camino para acceder con movilidad lo más cerca posible, y segundo, la protección del lugar. Si no se inician acciones de cuidado en las huellas, el clima y las condiciones del entorno las van deteriorando.
“Vamos a garantizar el camino. Luego queremos brindar hospedaje o que la gente pueda acampar aquí. Estamos buscando financiamiento europeo para apoyar también con eso económicamente”, agregó la primera autoridad municipal.
También es muy importante iniciar las investigaciones que respalden todos los hallazgos, no sólo de las huellas, sino de todo lo que el entorno tiene para ofrecer.
Cultura precolombina sin explorar
Las huellas de dinosaurio son la principal novedad en estos momentos, pero hay mucho más alrededor. Frente a este cerro se encuentra otro llamado Llajtaorqo, en quechua, o “ciudad en el cerro”, en castellano.
Se lo denomina de este modo, pues se encontraron ruinas que dan cuenta que existieron culturas precolombinas en el lugar. Hay cerámica, muros de piedra, terrazas de producción agrícola y demás. Todo ello es hallazgo de los jóvenes exploradores, pero aún no se hicieron estudios.
El especialista que acompañó la expedición ratificó esta situación. Y es que entre los espesos matorrales de espinas se ocultan estas huellas culturales de nuestros antepasados bolivianos.
Un municipio hospitalario
Las personas que acompañaron el recorrido mostraron toda la hospitalidad anzaldeña. Al momento de comer, sacaron alimentos producidos en el lugar, como mote, chuño y refresco de maíz, que invitaron en abundancia. Tampoco faltó el pedido a la Pachamama de que estos sueños de turismo se hagan realidad. Con una q’oa, ofrecieron su tributo y agradecimiento a todos los que apoyan este proyecto.
Luego, fue momento de volver. A lo largo de cierto tramo, el guía demostró la fuerza y vitalidad de nuestra gente. Lorenzo está a sólo una semana de cumplir 90 años. De pequeña estatura y porte delgado, se encaminó por delante de los visitantes con un paso ágil, pero cuidando a los acompañantes.
En su aguayo traía un machete para abrirse paso entre las espinas y también lo usó para convertir una rama en un palo de apoyo para quienes lo necesitaran. En el camino mostró toda su amabilidad contando historias de su vida y orgulloso de su vitalidad.
Junto a él estaba Delia, su sobrina y representante del Control Social. Una mujer de 50 años que caminó con paciencia al ritmo de los visitantes que cada vez iban más lento por el cansancio. Y es que subir uno de esos cerros no es para nada fácil, de hecho, se trata de la cobertura más difícil que realizó este equipo.
Sin embargo, al llegar a la cima, a las 19:30, se observó el cielo más hermoso que jamás vio quien ahora escribe estas líneas. La cantidad de estrellas en una inmensidad oscura y silenciosa da cuenta de la infinitud del universo que tiene tantos millones de años y cuyas huellas se pueden apreciar en Anzaldo. Nueve horas después, la travesía terminó y pasó a convertirse en la mejor experiencia de este equipo de periodistas.
Sueño
Hace cuatro años, un deslizamiento de tierra dejó a la intemperie un grupo de huellas de dinosaurio que se convirtieron en el anhelo de potenciar el turismo para este municipio. Alrededor, también hay vistazos de una cultura precolombina oculta entre espinas y un paisaje maravilloso.
Recuperado de Los Tiempos (2021).