El “lector”, el oficio más singular de las tabaquerías cubanas, es patrimonio cultural desde 2012

“El oficio del lector era y es sagrado”, resumió en diciembre en el diario “Granma” el etnólogo y poeta cubano Miguel Barnet. En las fábricas se lee hasta hoy de todo, clásicos y autores contemporáneos. Hace mucho calor. La gente habla a gritos y en la nave industrial con forma de herradura se siente un olor intenso a tabaco fresco…Odalys Lara, de 47 años, también está de turno: camina despacio hacia adelante, saludando a los “torcedores” a su paso, con sus papeles y libros debajo del brazo.

 

 

Hace mucho calor. La gente habla a gritos y en la nave industrial con forma de herradura se siente un olor intenso a tabaco fresco. Poco antes de las 10 de la mañana, en la fábrica de puros “La Corona”, no muy lejos de la Plaza de la Revolución de La Habana, los obreros se preparan para empezar la jornada.

Odalys Lara, de 47 años, también está de turno: camina despacio hacia adelante, saludando a los “torcedores” a su paso, con sus papeles y libros debajo del brazo.

En breve se sentará en una larga tarima desde la que puede ver de arriba a los trabajadores en la galera, como le llaman al lugar en Cuba. Frente a ella, un micrófono. Lee primero algunas instrucciones de la dirección, luego envía un saludo para Anett, que cumple años, y acto seguido empieza a leer. “Ciudad en pánico” se llama el libro, del novelista cubano Modesto Caballero.

Lara es “lectora de tabaquería”. Se trata de todo un oficio en la Cuba socialista, reconocido incluso desde diciembre de 2012 como patrimonio cultural de la nación. Con más de 100 “lectores” activos en toda la isla, la mayor de las Antillas espera elevarlo también a la categoría de patrimonio cultural intangible inscrito en la Unesco, como símbolo de una añeja tradición cubana.

La práctica empezó en el siglo XIX, cuenta Lara, que es “lectora” desde hace 18 años. Era la época de la colonia española y el periodista Saturnino Martínez acababa de lanzar un combativo diario obrero, “La Aurora”, dirigido a las masas proletarias. En 1865 se le ocurrió además enviar a un lector que leyera el periódico a los trabajadores de una tabaquería en La Habana.

El primero “leía a viva voz, en un taburete”, dice Lara. La práctica surgió originalmente en las cárceles, según la historiografía cubana, como una forma de hacer más llevadera la vida a los reos. Por eso también el nombre de “galeras” para el lugar donde trabaja el lector. En el siglo XX se recuperó el oficio, cuenta. “Con el triunfo de la revolución se va rescatando el oficio con mayor fuerza”.

“El oficio del lector era y es sagrado”, resumió en diciembre en el diario “Granma” el etnólogo y poeta cubano Miguel Barnet. En las fábricas se lee hasta hoy de todo, clásicos y autores contemporáneos, además de actualidad de los diarios oficiales “Granma” y “Juventud Rebelde”.

Shakespeare, Dumas, “Cumbres borrascosas” de Emily Brontë, enumera Lara algunas de sus lecturas. También las novelas de Gabriel García Márquez, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Cien años de soledad”, prácticamente todas. Los libros, cuenta, los proponen los trabajadores y pasan a una comisión de lectura encargada de hacer la selección final.

“Ahora últimamente están prefiriendo mucho la novela policíaca”, asegura Lara. En la galera de “La Corona” ha leído también a Leonardo Padura, uno de los escritores cubanos más exitosos del momento. Sólo el bestseller “El hombre que amaba a los perros”, agotado desde hace mucho tiempo en las librerías de la isla, no lo ha podido encontrar hasta ahora.

Es “algo súper necesario para nosotros los torcedores”, cuenta Yamilé Piz, de 40 años, que trabaja ahí desde hace dos décadas. Pacientemente corta y enrolla a mano las capas de los célebres y codiciados habanos cubanos. Es otra tradición de la isla: cada cigarro se tuerce con delicadeza y esmero, siguiendo estrictos parámetros de calidad. Los torcedores tienen vitolas para almacenar el producto de su cuota diaria:135, 100, 80 puros al día, según el tipo de habano.

“Si no fuera por la lectora no estamos informados”, asegura Yamilé. “Si por mí fuera, que estuviera todo el día leyendo”, la secunda Inesita, de 37 años, cuando Lara ha cerrado el capítulo del día. Lee en tres tandas de una media hora diaria, con las novelas avanza por pasajes.

Así leyó también “Paradiso”, la obra maestra de José Lezama Lima, un portento de más de 400 páginas en la edición del año 2000 de “Letras Cubanas”. Fueron “casi cinco meses”, recuerda la lectora. Sólo “Los miserables”, de Victor Hugo, le tomó más tiempo.

Inspirados por las lecturas en las galeras han surgido también nombres para famosas marcas de habanos, asegura el cronista Barnet. “Romeo y Julieta”, por ejemplo, o “Montecristo”. Unos 360 torcedores trabajan en “La Corona”. Desde los altavoces colocados en las paredes, entre el sonido de los viejos ventiladores industriales soplando para aliviar el calor, se oye la cadencia pausada de la lectora.

“Yo era locutora de radio y me enteré de que había una convocatoria para lectora de tabaquería”, cuenta sobre sus inicios Lara, que se formó en realidad en una profesión técnica. Hace alrededor de 28 años, sin embargo, entró a trabajar en una radio. Para entrar en “La Corona”, compitió con dos hombres por el puesto. Fueron 21 días leyendo, hasta que los torcedores se decantaron por ella. La elección la hacen siempre los propios trabajadores.

Tomado de: http://elsolonline.com/noticias/ver/1308/179399/el-lector-el-oficio-mas-singular-de-las-tabaquerias-cubanas-y-es-patrimonio-cultural-desde-2012

 

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