La Ciudad de Buenos Aires tiene alrededor de 2.200 estatuas y monumentos que, por su alto valor artístico, hacen del espacio público un lugar privilegiado en el mundo. Muchas de esas obras de arte están a la intemperie y expuestas a sustancias corrosivas que obligan a hacerles mantenimientos periódicos.
Uno de los principales problemas que sufre la Ciudad es el vandalismo y en los últimos meses el Gobierno está realizando una campaña de limpieza de frentes que busca eliminar los grafiitis vandálicos que se producen sin el consentimiento de los vecinos en sus frentes, como así también en monumentos, edificios históricos, paredes, objetos y espacios que son dañados por el vandalismo.
“Algunos se llevan una parte de la obra de arte, un brazo, una mano, porque lo toman como un trofeo”, explica Carlos Estévez de la Coordinación de Monumentos y Obras de Arte (MOA). En otros casos los daños son por razones incomprensibles. “Detectamos que un grupo de karatecas se entrenaba golpeando unas balaustradas de Barrancas de Belgrano. O que un paseador de perros ataba los animales a los cuernos del cervatillo de la estatua Diana Cazadora (emplazada frente a la Aduana) y los rompieron”, detalla Carlos.
Hace 33 años que Carlos trabaja como un verdadero médico de estas piezas de bronce, mármol, granito y otros materiales que sufren ataques a diario. Cuenta que quedan muy pocas placas de bronce porque se las robaron para fundirlas y venderlas y son reemplazadas por otras de otros materiales (fibrocemento, mármol, granito).
Una de las más vandalizadas es el conjunto escultórico de la Loba Romana (Parque Lezama). Las piezas originales de bronce que representaban a Rómulo y Remo desaparecieron hace tiempo. “Son reemplazadas por piezas de resina poliester, un material más resistente y más complicado para sacar”, explica Gabriel uno de los restauradores. A pesar de que la escultura está en una fuente enrejada, las imágenes de los fundadores mitológicos de Roma son robadas y vueltas a reemplazar cada dos por tres.