De la sierra al semidesierto. El estado de Durango, uno de los más pobres del país, es poseedor de una amplia riqueza natural al contar con bosques de coníferas y encinos, además de matorrales, pastizales y un espectáculo multicolor por las guacamayas, tortugas endémicas, venados, lobos y pumas que se encuentran en las Áreas Naturales Protegidas con las que cuenta, reconocidas a nivel internacional conforman una parte importante del patrimonio natural de México, pero que están siendo amenazadas, al igual que los ecosistemas de todo el planeta, por la «mano del hombre».
Durango tiene una riqueza natural privilegiada que es parte del patrimonio de los mexicanos, al tener superficies reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por la diversidad de su flora y fauna.
De la sierra al semidesierto. El estado de Durango, uno de los más pobres del país, es poseedor de una amplia riqueza natural al contar con bosques de coníferas y encinos, además de matorrales, pastizales y un espectáculo multicolor por las guacamayas, tortugas endémicas, venados, lobos y pumas que se encuentran en las Áreas Naturales Protegidas con las que cuenta, reconocidas a nivel internacional conforman una parte importante del patrimonio natural de México, pero que están siendo amenazadas, al igual que los ecosistemas de todo el planeta, por la «mano del hombre».
Durango tiene una riqueza natural privilegiada que es parte del patrimonio de los mexicanos, al tener superficies reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por la diversidad de su flora y fauna.
Estas áreas naturales son catalogadas como algunas de las de mayor relevancia en el país y, pese a ello, no todos los duranguenses tienen suficiente información sobre su existencia y, mucho menos, conciencia sobre la importancia de su cuidado y protección.
Dos de las tres reservas naturales reconocidas que hay en la entidad son de las primeras que se decretaron en el país y posteriormente recibieron la distinción de Áreas Naturales Protegidas (ANP), cuya riqueza es patrimonio natural de México.
Sin embargo, estas superficies no están exentas de las amenazas que, en materia ambiental, existen en todo el mundo; se enfrentan a riesgos por la degradación de suelos, sobreexplotación de especies, además de daños al ecosistema y cambio climático, lo que, como se ha constatado durante los últimos años, afecta a todos los seres vivos del planeta, incluido el hombre quien, paradójicamente, es el que provoca mayores daños.
RIQUEZA NATURAL DE LOS MEXICANOS
En la actualidad, en el país se cuenta con 176 ANP de carácter federal, mismas que están conformadas por más de 25 millones de hectáreas y divididas en seis categorías: Reservas de la Biósfera, Parques Nacionales, Monumentos Naturales, Áreas de Protección de Recursos Naturales, Áreas de Protección de Flora y Fauna, y Santuarios.
De éstas, la clasificación más importante por la amplia superficie que posee, es la de Reservas de la Biósfera, que cuenta con 41 áreas naturales que suman un total de 12 millones 652 mil 787 hectáreas, es decir, el 6.44 por ciento de la superficie del territorio nacional.
Las áreas protegidas son las superficies de mayor riqueza natural en el país, por lo que también deben ser las más vigiladas. Para ello se creó la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), un órgano desconcentrado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) que, en coordinación con otras dependencias federales, debe vigilar la conservación del patrimonio nacional.
Se busca que en estas superficies representativas de los diversos ecosistemas el ambiente natural no sea alterado y se reconozcan y valoren sus beneficios ecológicos.
DE DURANGO PARA EL MUNDO
La entidad cuenta con tres Áreas Naturales Protegidas de competencia federal: Mapimí, La Michilía y la Cuenca Alimentadora del Distrito de Riego 043, en las cuales existen especies de flora y fauna endémicas, es decir, exclusivas de la región, algunas de las cuales están en peligro de extinción.
Tanto las reservas de la biósfera de Mapimí y La Michilía, como la de Montes Azules en Chiapas fueron las primeras reconocidas por el programa The Man and the Biosphere de la Unesco en América Latina, acción que propició también el inicio de un programa de protección de reservas de la biósfera en México.
Para la conservación de las Áreas Naturales Protegidas se debe cumplir con diversos ordenamientos legales, entre leyes, reglamentos y Normas Oficiales, pero principalmente las acciones a implementar se basan en la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, y su reglamento.
Respecto al cumplimiento efectivo de los lineamientos hay distintas posturas. Por un lado, las autoridades aseguran que se cumplen a cabalidad, mientras que la percepción ciudadana, de investigadores y académicos en la materia, apunta a que es difícil que se haga una vigilancia estricta de estas áreas protegidas.
MARCO NORMATIVO
El encargado de la subdelegación de Recursos Naturales de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en Durango, José Luis Reyes, explicó que quien se encarga principalmente de las ANP con declaratoria en el Diario Oficial de la Federación es la Conanp, instancia federal que no tiene sede en Durango, ya que la más cercana está en Chihuahua, por lo que no siempre se logra una capacidad de reacción inmediata.
No obstante, asegura que se trabaja de manera coordinada para que, cuando la Conanp les emita reportes sobre algún delito, la Profepa actúe en consecuencia de manera inmediata.
Cada año se llevan a cabo reuniones entre los directores de las reservas naturales y autoridades de distintas dependencias encargadas del medio ambiente, quienes exponen las problemáticas que tienen y posibles soluciones, además de que se hace un plan de trabajo anual en conjunto.
Asimismo, explica que se siguen varios ordenamientos jurídicos de competencia federal para la conservación de estas áreas protegidas, tales como la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, la Ley General de Vida Silvestre y la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, con sus respectivos reglamentos. Adicionalmente, se debe vigilar el cumplimiento de diversas Normas Oficiales Mexicanas que regulan los distintos tipos de actividades. Por ejemplo, establecen los lineamientos a seguir para la importación de árboles de navidad, exploración minera, vida silvestre con algún tipo de estatus en peligro de extinción, entre otros temas.
En este sentido, considera que, en términos generales, sobre todo en cuestión de trámites para llevar a cabo diversas actividades económicas en reservas naturales, sí se cumple con los aspectos que marca la legislación.
DIFÍCIL, VIGILANCIA EXTENSA
Para el investigador del Instituto de Silvicultura e Industria de la Madera (ISIMA) y académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), Raúl Díaz Moreno, hacer una vigilancia efectiva de las Áreas Naturales Protegidas es una tarea muy ardua para la cual difícilmente se contará con personal suficiente.
Esto, aunado al desconocimiento de quienes habitan estos territorios, hace difícil que se cumpla a cabalidad con los ordenamientos establecidos, a pesar de que no conocer las leyes no exime a las personas de la responsabilidad.
Incluso, reconoce que ha habido ocasiones en las que se lleva a grupos de alumnos de la Facultad de Ciencias Forestales a algunos recorridos por las áreas protegidas en los que se hacen colectas, sin contar con un permiso para ello. Solamente en una ocasión se les exigió hacer el trámite para tomar muestras cuando visitaron la reserva natural Maderas del Carmen, en Coahuila.
La mayoría de las veces se trata de superficies muy grandes en las que no se cuenta con el personal suficiente para una vigilancia completa, además de que “las personas somos muy desordenadas, lamentablemente”, reconoce el académico. Adicionalmente, muchos de los terrenos no son federales sino ejidales, por lo que son los propios ejidatarios quienes se encargan de la vigilancia, y no necesariamente las autoridades.
Pero además, el marco legal es muy extenso ya que son bastantes leyes, reglamentos y normas que se tienen que cumplir para la protección de los recursos naturales, de las cuales la mayoría de la población desconoce su contenido y, por consiguiente, es indiferente a su aplicación.
LA MICHILÍA
Esta Área Natural Protegida abarca los municipios de Mezquital y Súchil en el estado de Durango, y tiene una superficie total de nueve mil 325 hectáreas. Está enclavada en la ladera occidental de la Sierra Madre Occidental, dentro de la Provincia Fisiográfica Mesetas y Cañadas del Sur. Tiene una población estimada de 635 habitantes, de los cuales 361 personas están en la clasificación de población indígena.
Esta reserva natural cuenta con la designación internacional The Man and the Biosphere Programme de la Unesco y, según datos del Inegi, tiene una vegetación consistente en bosque de coníferas, bosque de encino y selva caducifolia. Fue decretada como ANP el 18 de julio de 1979. Ofrece un paisaje verde extraordinario al recorrer sus montañas, mismas que aportan agua a los afluentes de dos cuencas hidrográficas, siendo parte importante de la cuenca alta del río San Pedro.
De acuerdo a un monitoreo de aves focales en esta reserva, que elaboró la Semarnat, se tienen registradas 173 especies, seis de las cuales están en peligro de extinción y catorce bajo protección especial (NOM-059-SEMARNAT-2001). El documento refiere que esta área alguna vez también fue habitada por el carpintero imperial, una especie que ahora está considerada como extinta, así como el oso negro, que también vivía en este lugar.
Entre las especies importantes que han sido observadas en la reserva están el águila real, catalogada como amenazada, y otras doce especies de aves rapaces, la guacamaya verde que está en peligro, el búho manchado que se considera amenazado, el trogón serrano silbador o coa silbadora que es endémico y está amenazado; y el guajolote silvestre, que es importante desde el punto de vista cinegético.
Pero en esta región también habitan el puma o león de montaña, además del emblemático venado cola blanca, el lobo gris mexicano y la cotorra serrana. Cabe mencionar que para preservar al lobo gris mexicano, que estuvo a punto de desaparecer, se implementó un programa de reproducción en cautiverio dentro de la propia reserva.
La flora de este lugar está conformada, de acuerdo a su nombre científico, por: Pinus spp, quercus spp, Pseudotsuga sp y Juniperus spp; en cuanto a la fauna, en esta reserva natural habitan, por denominación científica: Canis lupus baileyi, Ursus americanus, Puma concolor, Canis latrans, Meleagris gallopavo, Rhynchopsitta pachyrhyncha y Aquila chrysaetos, de acuerdo a información de la Conanp.
MAPIMÍ
Esta reserva natural se encuentra en los municipios de Mapimí y Tlahualilo, del estado de Durango; y de Francisco I. Madero, Jiménez y Sierra Mojada en el estado de Coahuila.
Fue también una de las primeras reservas naturales reconocidas en América Latina por el programa The Man and the Biosphere de la Unesco y tiene una población estimada de 416 habitantes.
Posee una superficie de 342 mil 388 hectáreas y fue reconocida como ANP a través de un decreto emitido el 27 de noviembre de 2000. Entre los tipos de vegetación con los que cuenta, de acuerdo a la clasificación que realiza la Conanp, están: matorral xerófilo, mezquital y pastizal; es decir, posee un paisaje característico del desierto chihuahuense.
En esta región habita la tortuga del desierto, una especie endémica en peligro de extinción enlistada en la NOM-059-SEMARNAT-2001, además de la zorrita del desierto y la lagartija de las dunas, que también se encuentran bajo una categoría de riesgo.
Según su nombre científico, las especies representativas de flora son: Agave aspérrima, Opuntia spp, Larrea tridentata, Hilaria mutica y Prosopis glandulosa. En cuanto a la fauna se encuentran: Puma concolor, Gopherus flavomarginatus, Crotalus atrox, Aquila chrysaetos, Antilocapra americana mexicana, Vulpes velox macrotis y Taxidea taxus.
De acuerdo a lo que plasmó el Investigador Nacional Emérito, Gonzalo Halffter, en el Programa de Conservación y Manejo de la Reserva de la Biósfera de Mapimí, elaborado por la Conanp, tanto esta reserva de la biósfera, como la de La Michilía, “fueron creadas en contra de las ideas entonces prevalecientes en el medio oficial mexicano”, y fue el Instituto de Ecología AC, la instancia que logró realizar los trabajos necesarios y obtener los primeros decretos gracias al apoyo del entonces gobernador del estado Héctor Mayagoitia Domínguez.
Asimismo, el investigador destacó que “en Mapimí se planteó por primera vez la cooperación con las poblaciones locales y la necesidad de que, sin descuidar la investigación básica, se hicieran estudios relacionados con las actividades que interesan a la población local. Se protegió y recuperó una especie en peligro de extinción: la tortuga del desierto, y también se ha realizado una notable labor de investigación”.
De acuerdo a los datos contenidos en este programa de conservación, importantes poblaciones de aves migratorias llegan a esta reserva y utilizan el área para descanso y nidificación; cuatro de estas especies tienen protección especial, seis están consideradas como amenazadas y una más se encuentra en peligro de extinción. Por otra parte, por lo menos 26 de las especies de aves reportadas están ligadas a los cuerpos artificiales de agua, llamados «presones» de abrevadero.
También se establece que entre las especies vegetales susceptibles de aprovechamiento se encuentran las que se usan tradicionalmente por los habitantes de la zona como el ocotillo, la candelilla, el mezquite y la lechuguilla, además de otras especies nativas que son empleadas como remedios, tales como el árnica, el estafiate, el cadillo y la salvilla. Como condimento son utilizados el orégano y la verdolaga.
En esta región se reconocen alrededor de 270 especies de vertebrados: cinco anfibios, 36 reptiles, 28 mamíferos y aproximadamente 200 aves típicas de las regiones semiáridas del Altiplano Mexicano.
En el documento oficial que elaboró la Conanp se destacó la presencia del berrendo, cuya población fue extirpada del área a principios de la década de 1940, a causa de la cacería indiscriminada; asimismo, el venado bura está en una situación vulnerable al ser una especie cinegética sobreexplotada en la zona. La zorrita norteña y el tejón son especies amenazadas, mientras que el mapache, aunque no está dentro de la NOM-059-SEMARNAT-2001, llama la atención de los investigadores ya que es una especie que normalmente se asocia a sitios húmedos, por lo que se recomienda brindarle una protección especial en la zona.
Adicionalmente, se reconoció que según estudios recientes, el puma no es abundante en el área por lo que requiere protección. El aguililla cola roja, el halcón mexicano y el gavilán palomero también son aves amenazadas que habitan en la Reserva de la Biósfera de Mapimí.
CUENCA ALIMENTADORA DEL DISTRITO DE RIEGO 043
Su nombre completo es: Cuenca Alimentadora del Distrito de Riego 043 Estado de Nayarit, en lo respectivo a las Subcuencas de los ríos Ameca, Atenguillo, Bolaños, Grande De Santiago, Juchipila, Atengo y Tlaltenango.
Se encuentra en los estados de Durango, Jalisco, Nayarit, Aguascalientes y Zacatecas, ocupando una superficie de dos millones 328 mil 975 hectáreas. Esta cuenca está en la clasificación de Áreas de Protección de Recursos Naturales que realiza la Conanp y está conformada por escurrimientos que se ubican en los distintos estados de la cuenca que confluyen hacia el mar.
No se especifica la fauna y flora que existe ya que, al estar en varios estados, depende de las características de cada región. En el caso de Durango, esta cuenca cruza por la Zona Sur de la entidad, es decir, por el municipio de Mezquital.
SOBREEXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS
Para el doctor en ciencias y académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la UJED, Raúl Díaz Moreno, al hablar de la sobreexplotación de los recursos de las áreas protegidas no se debe partir de una visión maniqueísta. Y es que, en muchas ocasiones, los pobladores no tienen acceso a suficientes alternativas para subsistir a través de actividades distintas a la explotación de los recursos.
En este sentido, ejemplificó que a nivel nacional se comercializan especies que deben ser protegidas. La guacamaya llega a costar hasta seis mil pesos en el mercado nacional y hasta cinco mil dólares en el internacional; el borrego cimarrón (que se encuentra en otros estados) desde 400 mil pesos hasta 50 mil dólares, por lo que hay de todo, personas que hacen de esta actividad un negocio y personas que venden estas especies como un medio de subsistencia.
“No está permitido pero la gente lo hace porque no le hemos dado alguna otra actividad productiva para que viva dentro del área pero sin dañar el recurso”, mencionó. Asimismo, hay personas que, en su ignorancia, piensan que no pasa nada e incluso no están conscientes de que se trata de especies en peligro de extinción y lo que ello implica.
También hay ocasiones en las que se registra la tala inmoderada de pinos, por lo que estos recursos naturales se han ido agotado con el tiempo. Y es que, si la gente tuviera acceso al gas natural no preferirían tener que ir a buscar la leña para poder preparar sus alimentos. Ante ello, consideró el investigador, no se puede descartar que exista sobreexplotación de los recursos, además del cultivo de otras especies no aptas para la zona que demandan una gran cantidad de agua.
¿REALMENTE PROTEGIDAS?
Por su gran extensión, las Áreas Naturales Protegidas de Durango no están cercadas en su totalidad y tampoco cuentan con la señalética suficiente. Algunas de las reservas federales que se encuentran en otros estados sí cuentan con vallas que delimitan su área, lo que permite a quienes las operan un mayor control, pero varias de estas áreas naturales están manejadas por empresas privadas.
Adicionalmente, las áreas protegidas no son la excepción en cuanto a requerimientos de mayores recursos, al igual que los demás sectores, lo que también resulta un impedimento para una vigilancia ampliada.
“La problemática que presentan las áreas protegidas en México es que no tienen mucho personal, no tienen suficiente apoyo, no hay suficiente infraestructura ni equipo para estar realizando la vigilancia y desconozco si los recursos son puntuales en llegar”, comentó el académico de la UJED.
Ello, aunado a la falta de concientización en materia de protección ambiental, provoca que se den casos de explotación indiscriminada de los recursos naturales, ya que, por ejemplo, hay ocasiones en las que si se le otorga a alguien un permiso para tumbar dos árboles, tira tres.
AMENAZADO, EL PATRIMONIO NATURAL
José Luis Reyes, funcionario de la Profepa, reconoció que las áreas naturales protegidas no están exentas de la afectación global que se registra a consecuencia del cambio climático y que provoca que ya no estén tan definidas las épocas de lluvia, calor o frío. Las plagas que devastaron más de 300 mil hectáreas del bosque duranguense en 2013, tras dos años de sequía, son un ejemplo de las afectaciones que ya se están viviendo en la entidad a consecuencia del cambio climático.
Adicionalmente, se registra un incremento importante en la explotación minera por parte de empresas que, aunque cumplen con la normatividad vigente e implementan medidas de compensación, dañan ecológicamente el terreno. “El proyecto genera ingresos para los pobladores, lo que representa un dilema ya que, por un lado, queremos las áreas como están y, por el otro, un mayor bienestar para la población”, declara el entrevistado.
Particularmente en La Michilía, las principales presiones y amenazas reconocidas de manera oficial por la Conanp son: la expansión de frontera agrícola y ganadería extensiva.
José Luis Reyes refirió que se tienen problemas esporádicos por el aprovechamiento de productos forestales maderables para uso doméstico. “Los habitantes talan los árboles para hacer postes, cercos y leña”; adicionalmente, se registra cacería para el autoconsumo.
En Mapimí, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas reconoce que las principales amenazas son la cacería ilegal, la explotación no planificada de recursos forestales (maderables y no maderables), la sobreexplotación de especies, los incendios forestales, la ganadería extensiva, la introducción de especies exóticas en ecosistemas terrestres o acuáticos, la erosión y degradación de suelos, la presión por malas prácticas turísticas, la contaminación de agua y suelo, y el tráfico ilegal de especies silvestres.
Por su parte, el encargado de la subdelegación Durango de Recursos Naturales de la Profepa, refirió que se han documentado daños por obras en materia de impacto ambiental tales como apertura de caminos y brechas, además de creación de bancos de materiales y pozos de agua por la carencia que se registra de este recurso en la región, sin embargo, considera que la afectación no ha sido alarmante al compararla con lo que ha ocurrido en estados como Morelos y Michoacán. “No los podemos considerar como focos rojos, son situaciones que podemos encontrar en cualquier otro lugar del estado y del país, yo diría que hasta a menor escala”.
Asimismo, en el Programa de Conservación y Manejo de la Reserva de la Biósfera de Mapimí, elaborado por la Conanp, se reconoce que la ganadería representa una de las principales causas de deterioro ecológico que afectan a la vida silvestre en la reserva, para lo cual se implementaron acciones como capacitación en técnicas de manejo pecuario, evaluación de la condición del agostadero y obras para el manejo de escorrentías. Asimismo, el turismo desordenado provocado por la difusión de la llamada Zona del Silencio, constituye otra fuerte presión para los ecosistemas de la reserva. En ello coincidió el investigador de la UJED, quien consideró que también influye el «factor turismo» en la degradación de las zonas naturales, ya que muchas de las personas que las saturan durante los días festivos y vacaciones, acuden sin una orientación previa de lo que conlleva su asistencia y no se ocupan de llevar a cabo acciones para su cuidado.
Es bien sabido que buena parte de los incendios que se registran en el país se deben a las fogatas que los visitantes no apagaron en su totalidad. A nivel nacional, y Durango no es la excepción, cada vez son menos las áreas verdes disponibles, ya que hay un mayor crecimiento de la población y se recurre a las reservas naturales, lo que también constituye un riesgo para las áreas protegidas.
NARCOTRÁFICO EN ZONAS PROTEGIDAS
Una vez más, se cuenta con versiones distintas respecto a la afectación de las Áreas Naturales Protegidas por parte del crimen organizado. Por un lado, las instancias oficiales reconocen que existe presencia, como en cualquier parte del estado, pero sin afectación en la gestión de recursos para la conservación.
Sin embargo, no es extraño que habitantes de estas regiones se topen con gente armada a la que tienen que dejar pasar con todo y ejemplares de la vida silvestre en peligro de extinción. “No van a arriesgar su vida por una guacamaya”.
También se dan casos en los que miembros del crimen organizado o personas pagadas por ellos se encargan de destruir alguna superficie, “tumban para sembrar lo que tienen que sembrar, a ellos lo que les interesa es producir”, manifestó el investigador del ISIMA.
ÁREAS PROTEGIDAS DE COMPETENCIA ESTATAL
Las áreas naturales decretadas por el Gobierno Federal no son las únicas superficies que tienen flora y fauna de especial importancia y reconocimiento, también se cuenta, en el ámbito estatal, con superficies que requieren un resguardo especial. Erika Castaños Rochell, jefa del departamento de Áreas Naturales Protegidas y Parques Ecológicos del Gobierno del Estado, expuso que en la entidad se cuenta con tres áreas naturales de competencia estatal.
El Parque Estatal Cañón de Fernández está localizado en el municipio de Lerdo, al noreste del estado y cuenta con una superficie de 17 mil hectáreas. Es la principal área de recarga del acuífero de la Comarca Lagunera. Fue propuesto por una Asociación Civil y su principal característica son los sabinos milenarios de hasta mil 400 años de existencia y una especie endémica de agave llamada “La reina de la noche”.
La biodiversidad del cañón incluye 581 especies diferentes (entre ellas 25 especies endémicas) que abarcan aves, peces y vegetación; además, visitan el Cañón de Fernández algunas especies migratorias como el pato canadiense. Asimismo, se cuenta con el Parque Ecológico El Tecuán que se ubica en la Sierra Madre Occidental, dentro del municipio de Durango, que cuenta con una superficie de aproximadamente 900 hectáreas cercadas con alambre.
Fue una donación del Gobierno Federal y cuenta con coníferas, pinos, abetos, helechos, musgos y plantas vasculares como pino-encino, madroños y cedros. Aquí habitan, en una área restringida, el puma y el venado cola blanca.
La Quebrada de Santa Bárbara es también una reserva natural estatal y se encuentra en lo alto de la Sierra Madre Occidental con una altitud de dos mil 800 metros sobre el nivel del mar, y una superficie de 65 hectáreas, de las cuales 31.5 corresponden a la Zona Núcleo.
Ahí se encuentra el ejido El Brillante del municipio de Pueblo Nuevo, cuya cuenca contiene un ecosistema húmedo y una vegetación única, paisaje por donde se pasea una gran cantidad de turistas.
Está en proceso el reglamento estatal para la protección de estas áreas. Por lo pronto, se trabaja con la legislación existente a nivel federal, sin embargo, la jefa del departamento de Áreas Naturales Protegidas y Parques Ecológicos del Gobierno del Estado, reconoció que a veces es complicado que la legislación se cumpla en su totalidad, ya que algunos pre