La respuesta corta: uno muy lejano. Tres años después de que el Consejo de estado ordenara al Ministerio de Ambiente declarar esta caída de agua como patrimonio natural de la nación, no se asoma en el panorama que esto vaya a ocurrir. El Ministerio se defiende.
Siete meses después de aterrizar en Colombia, Gautier Mignot, el embajador francés, se montó en una de sus camionetas oficiales y se dirigió, con una comitiva de escoltas y otros funcionarios franceses, hacia el sur de Bogotá. Durante treinta kilómetros, el francés vio el río Bogotá, una sopa negra y cubierta de espuma, con un olor tan pútrido que se colaba por las ventanas cerradas del automóvil. En el kilómetro treinta, se abrió ante él –y ante la comitiva de periodistas y miembros de la Agencia Francesa de Desarrollo– una caída de agua en medio de rocas que Alexander Von Humboldt describió en su diario en 1801 como “infinitamente bella”: el Salto del Tequendama. Tras un breve recorrido por la casa Museo Salto del Tequendama, que la Fundación El Porvenir reconstruyó con dinero que aportaron su país, la Agencia Francesa de Desarrollo y la Unión Europea, el embajador regresó a Bogotá con su caravana de escoltas.
“No entiendo porqué es más fácil que venga un extranjero que llegó al país en junio del año pasado, que un funcionario que está ahí hace dos años y que además tiene una obligación por ley de atender esta problemática”, dice tras la partida del embajador María Victoria Blanco, directora de la Fundación El Porvenir desde hace 20 años.
A Blanco “la ofende” la “falta de voluntad política” del Ministerio de Ambiente –y del funcionario encargado del tema, Ricardo Rodríguez– para cumplir una de las órdenes de la sentencia que en 2014 obligó a más de 46 entidades del Estado, tanto nacionales como regionales, a descontaminar el río Bogotá. Esa orden, que quedó consignada en la página 1.547 del fallo, le daba un plazo máximo de un año al Ministerio para que realizara “los trámites necesarios parael reconocimiento del Salto de Tequendama como Patrimonio Natural de Colombia”.
Tres años después, el Ministerio de Ambiente fue una de las entidades que quedaron mal paradas en la audiencia que citó en octubre pasado la Procuraduría para ver cómo iba el cumplimiento de la sentencia que quiere salvar al río. Según el informe de la Procuraduría, el Ministerio apenas había cumplido el 21 % de esa orden y de aquella que le ordenaba presentar un proyecto de ley para crear una Gerencia de la Cuenca del río Bogotá.
No fue la única entidad regañada: el tamaño de la sentencia es tan monumental, que si bien entidades como la CAR o la Gobernación de Cundinamarca han cumplido parte de sus tareas, se rajaron en otras. De hecho, la Procuraduría estimó en ese encuentro público que todos los mencionados en el fallo tenían algún grado de incumplimiento.
Ricardo Rodríguez, quien desde hace dos años dirige el Consejo Estratégico de la Cuenca del río Bogotá (una entidad temporal mientras se crea la Gerencia), es enfático al afirmar que los retrasos no han sido por negligencia, sino que “hay trámites en las entidades que deben quedar bien hechos para que queden blindados”.
Según Rodríguez, el proyecto de ley río Bogotá, que el Ministerio presentó en diciembre de 2016 y que se hundió en el Congreso, fue producto de intensas negociaciones y de una consultoría que les señaló el mejor camino para que fuera aprobado. En un apartado llamado “otras disposiciones” quedó agazapada la declaratoria del Salto del Tequendama como patrimonio.
“Esto tuvo que hacerse así, pues nos dimos cuenta de que en Colombia jurídicamente no existe el término de patrimonio natural”, explicó Rodríguez. De acuerdo con el funcionario, meter la declaratoria en ese paquete de leyes se hizo para garantizar que el Ministerio tuviera “las herramientas” para reglamentar esa figura que han estado revisando con la Unesco.
No obstante, El Río revisó el fallido proyecto de ley y se encontró que el artículo del Salto del Tequendama es una copia casi exacta de lo que dice la sentencia del río Bogotá sobre la cascada, una caída de 157 metros que limpia el agua del río y además libera el suficiente vapor de agua para que en la zona exista un bosque de niebla. No hay allí una definición de herramientas o parámetros claros que permitan crear la figura jurídica de patrimonio natural.
Rodríguez defiende el diseño de la ley y dice que era absolutamente imposible presentar la declaratoria como una ley aparte. “El magistrado se soñó una realidad, pero llegar allá requiere todo un proceso, todo un trámite de la declaratoria”, dijo.
Tras el fracaso estrepitoso de la ley del río Bogotá en el Congreso, el panorama no es muy claro. El Ministerio de Ambiente está en una pelea con el Tribunal de Cundinamarca, que afirmó que la entidad incumplió una orden judicial al demorarse con el proyecto de ley, pero ellos están convencidos de que no es así. Ricardo Rodríguez asegura que desde el Consejo de Cuenca ya se está diseñando un nuevo proyecto de ley recogiendo lo aprendido, pero no se atreve a dar fechas de para cuándo se puede presentar.
Para María Victoria Blanco, el problema de estas demoras es que permitieron que a la empresa Emgesa se le extendiera el permiso para seguir explotando energía hidroeléctrica del embalse del Muña por otros 30 años, sin que haya una regulación clara de cuánta es el agua que la empresa debe dejar pasar para que caiga en el Tequendama, esa “sucesión de cascadas, debajo de las cuales todo se pierde en un mar de espuma y de vapor”, que vio Von Humboldt en 1801.
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Por: María Paula Rubiano